jueves, 30 de septiembre de 2010
Bocadillo de ratón, lo último en meriendas
Un padre de familia de la ciudad de Oxford, Stephen Forse, estaba preparando unos bocadillos para sus hijos cuando descubrió un ratón muerto incrustado en el pan, según informa el diario The Sun. Ya se habían consumido varias rebanadas y al cadáver del ratón le faltaba la cola.
Stephen Forse estaba utilizando el pan de molde que compra en la cadena de supermercados Tesco, cuando encontró un cuerpo extraño en len el pan. Horrorizado descubrió que era un ratón muerto.
"Me sentí muy mal y más aún cuando un inspector de sanidad me comentó que la cola del ratón ya no estaba. Me preguntó si me lo había comido", ha asegurado Forse. Afortunadamente ningún miembro de la familia ha enfermado.
Premier Foods, la empresa fabricante del pan, ha sido multada a pagar 20.000 euros por no mantener los estándares de sanidad. La empresa ha pedido disculpas a la familia.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
PASEN Y LEAN
Cervantes era del Madrid
Manuel Díez de los Ríos
23.04.2002
Estoy flojeando de azotea, aunque uno pertenezca a ese grupo de mortales que, dicho sea en roman paladino y andaluz para andar por casa, tiene cabeza como para dos pescuezos. Alguien me dijo una vez que “si fueras gorrión, tendrías que meterte debajo de las tejas de culo”.No contento con ello, añadió: "Si fueras limón, tenían que rallarte en un somier".
Debe ser que las entendederas no me dan para más a estas alturas de la película cósmica. Ni siquiera cuando algunos planetas, tan formalitos ellos, a la orden de un ¡Ar! galáctico, han decidido alinearse como si de ponerse a la cola del bufet se tratara. Y lo habrán hecho, digo yo, para no dejar por embusteros a Einstein y su discípulo Hawking. No sé si me explico.
Bueno, a lo que íbamos. Cuando el cerebro se niega, nada que hacer. No es cuestión de demencia senil, de Alzheimer, de falta de riego sanguíneo a ese órgano que Woody Allen considera su segundo preferido, sino de incapacidad para ponerme a la altura de otras mentes pensantes, padres o no de la patria nuestra.
Dando un hojeo paseante por la web de bahiadigital.com, o un ojeo, que no vamos a pelearnos por una simple hache, me reencuentro con algo familiar para quienes, de un modo u otro, se interesan por el mundo de las nuevas tecnologías y otras zarandajas que Aldous Huxley puso a caer de un burro (o de un Ford modelo T, dicho sea para los lectores leídos) en su profética “Un mundo feliz”.
Ahí está, copando espacios impresos y chips, el llamado Plan Info XXI, concebido desde el Gobierno para hacernos a todos unos figuras en el manejo de los ordenadores. Quienes acuden a los consejos de ministros, con Aznar a la cabeza, decidieron rentabilizarlo (periodísticamente hablando) desde que sus técnicos se lo dieron a la firma, y no hay mes que no realicen una peregrinación por distintos foros para volvernos a contar sus excelencias y, de paso, inmortalizarse en formato impreso o digital.
Pero como no todo el monte va a estar lleno de orégano en los predios de Bill Windows Gates, querido Ricardo Ventanas Puertas, leemos que, ¡oh, fatalidad!, algunos follones con el papeleo y otros problemas funcionariales impiden al ministerio de doña Birulés gastar el presupuesto destinado al tan cacareado Plan. No me extraña tampoco, porque sabemos desde tiempo ha que los funcionarios son personas encargadas de crearles una serie de problemas a los ciudadanos, que no los tendrían de no existir los funcionarios.
Aparte de ello, un capítulo del presupuesto total destinado al Plan es más para avergonzarse que para explicarlo en detalle. Porque, para hacernos una idea, de la talega del ministerio de don Rato se sacan 2,4 millones de euros y se asignan a culturizar, informáticamente hablando, a un millón de españolitos (incluyendo en esa cifra la correspondiente cuota de inmigrantes) que somos de lo más burros (léase en la acepción de borricos como tales, no en la más poética del Platero juanramoniano) y no queremos ponernos al día. O sea, nuestras mentes políticas pensantes destinan 2,4 euros para cada uno, y que nos aproveche el consumo de interneses e intraneses. Salimos a unas 400 pelillas de las de antes por cabeza. Me siento eufórico por ello. Gracias a don Aznar y a doña Birulés ya puedo comprarme la caja de cartón del ordenador y aún me sobrarán céntimos para un cedé virgen con el que piratear algún disco.
Además, y para no hacer menor el batiburrillo, desde el propio Gobierno se nos dice que el 55 por ciento de los profesores no tienen ni la menor (permitan el eufemismo, que no quiero escribir el palabro adecuado) idea de cómo se utiliza un ordenata, y sólo el 22 por ciento conecta el pecé, aplica las nuevas tecnologías, para explicar su materia. ¿Son esos profesores quienes han de encargarse de “informatizar” a las nuevas generaciones?
De pena. Pero que nadie se entristezca: nuestros políticos, además de ofertarnos nuevas tecnologías a la carta, también nos proporcionan motivos para el pitorreo. Se agradece.
Quizás por todo eso, y para darnos un descanso informático, para llevarle la contraria al PP mandón, los chicos de don Chaves, a través del Centro Andaluz de las Letras de la Junta de Andalucía, han decidido fomentar la lectura y el amor al libro en un día como el de hoy, aniversario de la muerte de don Cervantes, el más Miguel de todos los escritores. Para ello han elegido (otra cosa es que lo hayan leído, qué idiotez eso de la lectura) a un gran poeta, Luis Cernuda. Conferencias, exposición, parafernalia culta, etcétera, etcétera.
En Málaga el acto central se celebrará a las ocho de la tarde en el Palacio Episcopal. Eso es política cultural y no las tonterías que a otros se les ocurren. Me escucho a mí mismo, y a mimismo, y suelto una carcajada, no sé si llamarla anti rebuzno alegre, audible a diez kilómetros de distancia. ¿No saben que el padre del Quijote era socio del Madrid y que también él estará pendiente del televisor? Nada mejor para apreciar los versos, el estilo, la estética de Cernuda, que ponerlos a competir con los pases de Zidane, las vaselinas de Raúl o el corretear de Saviola. No, nada mejor.
Tranquilo, colega
24.02.2002
'No digo que sí ni no, digo que, si Dios existe, no tiene perdón de Dios… Y si un día nos encontramos, nos perdonamos los dos'. Lo escribió mi tío Manolo Alcántara, qué lujo de tío, poeta que tiene el récord mundial de contar gaviotas, periodista con capacidad para crear lenguaje. Envidiada capacidad.
Dios. Y si no existiera, habría que crearlo. Se le ocurrió a Sartre, dicen. Más que nada por echarle la culpa a alguien. ¿Acaso vamos a admitir nuestros errores? Venga ya, por Dios.
Dios. No sé si trabajó mucho para hacer el mundo, si sus días de tarea le dejaron tan exhausto como se nos antoja. Pero algo debe haber de cierto en todo ello porque, desde entonces, se ha tomado dos mil años sabáticos y no se le ve dispuesto a arreglar, siquiera para callarnos unos minutos la boca, algunos problemas de aquí abajo. No presta atención a Homer Simpson, ese filósofo basura que no duda en sentenciar: “Si tu trabajo no te gusta, no hagas huelga. Limítate a hacerlo lo más chapuceramente posible”. El Altísimo debería atender más los consejos de un perdedor tan recalcitrante. Pero no. Está demasiado alto. Miramos hacia arriba y le vemos muy entretenido con sus cosas.
Dios. A quien ese error de la Providencia apellidado Duhalde, que está dejando Argentina más esquilmada de lo que cualquiera podría pensar, ha invocado para asegurar en una perorata ante las fuerzas vivas/zombies del país que “abriré los bancos, y sea lo que Dios quiera”. O sea, Dios, te están buscando un empleo de contable distinguido.
Dios. Los curas te han puesto en el disparadero. Este año te toca lidiar con pederastas. Uffff. Tus empleados de más confianza, con el Papa y el presidente de la Conferencia Episcopal Norteamericana a la cabeza, lo han dicho, alto y claro, por primera vez: hay mucho enfermo sexual con sotana, o clergyman, y los seminarios se vacían porque en ellos se respira un ambiente homosexual. Ambiente, la rima me viene sola, de la acera de enfrente. Se te han ido de bragueta y ahora te están pidiendo ayuda.
Dios. No te imaginas cómo está todo. ¿Cuántos días de vacaciones te quedan aún por disfrutar? En fin, no importa. Tú, a tu bola. Tranquilo, colega. Ya nos arreglaremos, aunque sea para peor. Y que nadie pronuncie tu nombre en vano. Lleve o no tiara en la cabeza.
Las cosas de la calor
Manuel Díez de los Ríos
27.02.2002
Sábado. Calor. Hace calor. Málaga empieza a arder por los cuatro costados del verano. La primavera ha encendido el brasero, al estilo pueblo: con picón, y los malagueños recurren al chiste tópico, al de siempre, al qué frío hace hoy, cagonlaleche.
Pero ¿qué puede ser esta temperatura comparada con los diez mil millones de grados que dicen quienes dicen saber de estas cosas era la de la nebulosa cuya explosión dio origen al Universo? Nuestro entorno galáctico, vuelven a decir quienes dicen que saben, puede estar en continua explosión. Petardeando cual viejo automóvil, taxi cubano de los de ahora. O ventoseando su aerofagia cósmica por los siglos de los siglos.
Así no hay quien se entere de nada, manía ésta que tenemos de querer explicar, y explicarnos, dónde estamos metidos en ese batiburrillo absoluto de planetas y estrellas. Dónde y por qué.
Y para qué. Salvando el tiempo de pensarnos creados por soplo divino, nosotros, y fabricadas de una costilla, vosotras, siempre nos habíamos considerado parientes de los monos, tan cómicos y rijosos como ellos, tan macacas rhesus como ellas. Pero, frustración al canto, ay, dolor, cuán poco dura la dicha, Fabio, ahora nos salen con la teoría de que descendemos de una especie de ratoncillo con placenta (¿placentero?)
Darwin estará tirándose de sus canosos pelos, caray con las especies. Y los más recalcitrantes asegurarán que ya lo decían, que el refranero tiene razón, que por algo preferían ser cabeza de ratón a cola de león. Cuestión de gustos zoológicos. Al menos, salimos ganando en astucia: el ratón se procura el sustento con más facilidad que el mono, siquiera sea por hacer caso a ese bodrio best seller titulado “¿Quién se ha llevado mi queso?”, libro de cabecera para cuantos idiotas creen en los manualitos de auto ayuda.
Sí. Hace calor. Álvaro Pombo, gay entre gays, (no escriba usted maricón, que no es homosexualmente correcto), autor de "El cielo raso”, novela gay donde las gaya (¡menuda frase acabo de construir!), dejó ayer plantados en Sevilla a cuantos plumillas acudieron a la llamada de su editorial para, precisamente, que el autor les hiciera un pequeño resumen del libro, una promoción y esas cosas, por si no lo habían leido. O sea, para que les diera una mano de barnicillo cultural. El gallego no salió del hotel y se negó a conceder entrevista alguna porque, argumentó, en Sevilla hace mucho calor. La calor, don Pombo, el bochorno, la calor que le afectó a la sesera, mala puñalá le den a la calor.
El advenimiento del mesías facha
Manuel Díez de los Ríos
28.02.2002
España, aseguran los politólogos y otros ólogos, está a la espera de un líder a la altura del francés Le Pen. Alguien que haga temblar los cimientos de la democracia roja y gualda, que se cisque en los partidos políticos y le dé vidilla al panorama bipartidista de este suelo patrio nuestro. Desterrado Gil, ajesulado en su Marbella, y aburridos como estamos ante los de siempre, como siempre, hay quienes apuestan por que nos den un poquito de…caña. Nos está haciendo falta. Con o sin vaselina política.
Pero un alguien más guapo que el galo de marras. A Le Pen, durante muchos años con un parche pirata para taparlo, y ahora con su ojo izquierdo de cristal, ése que le reventaron de una patada cuando subió a la tribuna de un orador rival para hacerle trizas el mítin, no se le puede encuadrar en arquetipos de guapura. Sí de mala bestia, qué consuelo, algo es algo.
Nuestro facha, el ibérico, será una especie de Blas Piñar, pero más a lo párvulo y no tan garrulo. Algunos se aventuran a pronosticar que ese especimen de cavernario surgirá por estos pagos alrededor de 2008. Tendrá entonces unos 40 años, muchos millones en la cuenta corriente, o, mejor, muchos más que muchos, y procederá del negocio de las nuevas tecnologías. Será un maniquí cibernético, no se sabe si vestido de Armani o de algún otro padre de la tijera.
Se admiten apuestas. ¿Quién será el nuevo mesías del más recalcitrante fascio hispano? Hoy por hoy, un completo desconocido, dicen los augures de la cosa, deseosos de flagelarse con el advenimiento. El prenda debe andar ahora amasando dinero.
Como lo ha amasado Borja, aunque el dinero no dé la felicidad (pero tampoco estorbe para ello).
Zangolotino de nueva hornada, a sus 21 años se ha encontrado con 166.000 millones de pesetas, fruto del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Sus méritos, hasta ahora, habían consistido en que la gente desconociera la identidad de su padre biológico, fulano que llevó a un desliz a la hoy baronesa. Sabíamos, eso sí, de su madre, Carmen Cervera, y del marido de su madre, Henrich von Thyssen, RIP. Conocíamos que el nene, un zascandil a una napia pegado, quevedescamente hablando, no ha pisado un colegio, salvo el tiempo preciso para volver a salir de él.
Cuentan los cronicones de la aristocracia que han sido necesarios los ímprobos esfuerzos de una legión de tutores e institutrices para desasnarle en lo posible. Se desconoce el resultado. Se tiene constancia, sin embargo, de que pataleaba lo suyo porque los papis no le compraban un yate y un Ferrari, y, entre puchero y puchero, qué llanto, madre, qué llanto, se detenía a mirar cromos de miles de millones colgados en las paredes de las casas de la familia.
Los asesores del difunto papi y la inconsolable viuda mami le han ido comprando cuadros aquí y allá para fabricarle un currículo de “experto en arte”, de coleccionista culto, de exquisito catador pictórico, que tal están presentado al acneico en distintos medios de comunicación.
Lo que hace el euro, Dios mío. Donde hay mucho dinero hay mucho sí señor.
El dinero no da, etcétera, etcétera, pero Borjassen no necesitará pensar en la mezquina felicidad que produce ganarlo. Lo suyo será vivir por amor al arte. O sea.
Hacen falta más garzones
Manuel Díez de los Ríos
04.05.2002
Esa no es la noticia. No. Que diez presuntos batasunos, presuntos colaboradores de los presuntos criminales etarras hayan sido enviados a la cárcel por el juez Garzón es una evidencia. Y no sé si presunta. Responde a un clamor popular. A una limpieza de pústulas sociales. A una desinfección ciudadana. A una necesidad de higienizar el ambiente. La noticia sería saber por qué se viene tardando tanto en meterlos entre rejas.
Garzón es criticable por su presunto afán protagonista y de ambición mediática, pero jueces como él sólo hay uno. Lo diría don Muñoz Seca, el Pedro autor de "La venganza de don Mendo": hacen falta más garzones. Y con un par de... esos, que rima con lo otro.
Para meter en el trullo, trena, bujero o talego, como quiera que se llame la prisión, a los que practican el tiro en la nuca y a quienes, tan patriotas ellos, nacionalistas de sangre podrida en las manos, acólitos vesánicos, les ríen y alaban sus asesinatos.
Mientras más batasunos cómplices y más asesinos etarras haya detrás de las rejas, más posibilidades tendremos los demás de disfrutar de los espacios abiertos. Urge, por tanto, un comportamiento ciudadano que converja en ese planteamiento. ¿Acaso la democracia tiene establecido que debemos seguir reconociéndoles su derecho a la libertad cuando ellos la niegan al resto? Quienes matan o ayudan a los matarifes sobran en la calle. El aire que respiran nos lo están quitando a los demás. Su sitio está entre cuatro paredes. Allí donde puedan experimentar el zulo asesino en propia carne. ¿Pena de muerte? Nunca. Únicamente, y con ello basta, echarles encima todo el peso de la ley.
La noticia será, y no presunta, que ETA reviente de una vez. Que los progresivos desmantelamientos de comandos lleve a los del hacha y la serpiente al definitivo final. Ilegalizar a Batasuna será otro grano de arena, a pesar de los melindres de don Zapatero, don Arzallus, don Ibarretxe y otros políticos que caben en el mismo saco del etcétera.
Acabar con el terrorismo requiere de una compleja red de acciones y negociaciones, pero, sobre todo, de una sociedad que tenga, lo repito, un buen par de cojones.
Duhalde, caco de guante blanco
Manuel Díez de los Ríos
08.05.2002
Tenemos ganas de irnos. Por ahí. En la cultura del ocio se cacarea mucho eso de “salir fuera”. El problema está en que jamás conseguimos escaparnos de nosotros mismos y siempre terminamos volviendo. Siempre. Lo difícil no es dónde ir, sino desde dónde. El turismo ayuda a viajar, pero no le echa una mano al viajero para que abandone su propio yo. Irse tiene sus fronteras: en un lado lo que dejas y en el otro lo que esperas. Al final acabamos en nosotros mismos, en lo que dejamos. Y vuelta a empezar. Y vuelta a esperar. Y de nuevo la esperanza. Y si la esperanza fuera lo primero que se perdiese, las cosas irían mejor. Seguro.
Tal le ocurre a Duhalde. Ese error de la Providencia que ejerce de presidente de Argentina, un boludo que ha convertido su país, en connivencia con otros ladrones de idéntica estirpe, en un verdadero corral corralito donde las gallinas ciudadanos picotean sus mierdecillas, a falta de mejores cosas para comer, amenaza con venir a mendigar a Europa. Limosnero de lujo, caco de guante blanco, no cree haber robado suficiente.
Busca más dinero que embolsarse, y repartirlo con la clase dirigente de la tierra pampera, porque, a fuerza de años de ejercerla, la mangancia es para él un noble arte. Trae en la maleta, además de notorios deseos de enriquecimiento propio, como aplicado golpista que aprendió de las técnicas de enriquecimiento ilícito puestas en práctica por tanto peronista podrido y tanto generalote de apellidos Videla y Galtieri, un supuesto plan de saneamiento monetario. Con una sarta de embustes económicos pretende devolverle a los argentinos sus ahorros. Y, de paso, la dignidad y los garbanzos. O el mate y el asado de vaca. No como ahora: bonos/papeles a cambiar por dinero en un plazo de cinco o diez años, sino en billetes contantes y en monedas sonantes.
Y quiere ver al Papa. No tiene bastante Wojtila con su parkinson y la función maricono pederasta que le están montando los curas desbraguetados en todo el mundo. No. Además, ha de transmitirle a su jefe, a Dios, que anda por allí arriba, tan entretenido con sus cosas, los deseos del jeta argentino. Porque el plan, en sus contenidos básicos, e independientemente del blablablá que le eche el ministro Lavagna, otro desahogado con balcones a la calle, tiene dos puntos principales. 1) Encender velas y rezar. 2) Abandonar el país, con la cartera rebosante, al grito de “Sálvese quien pueda”. O sea, ésteeeee: Padre Nuestro, si estás en los cielos, resérvanos plaza en cualquier vuelo, porfa.
La tontuna pacifista
Manuel Díez de los Ríos
11.05.2002
Nunca he entendido eso de “inteligencia militar”. Las creo palabras contrapuestas, en perenne enfrentamiento. Fue don Millán, el más Astray de cuantos tuertos ha producido la Legión, quien pedía la muerte de la inteligencia en beneficio de la vida de la muerte. "Cuando oigo la palabra cultura echo mano a mi pistola". Así se las gastaba ante el mismísimo don Unamuno, el heterodoxo Miguel rector de la Universidad de Salamanca. ¿Inteligencia militar? No sé. Recuerdo a un propio de mi época de milicias. Se refería a sí mismo como “un hombre de la carrera militar”. Llevaba veintidós años de cabo primero, menudo carrerón el suyo. Inteligente el tío.
La cosa, sin embargo, parece apuntar trazas de cambio. O de renovación, seamos exactos. Que todo cambio es revolucionario y no está el horno para muchos bollos de darle la vuelta a la tortilla, sobre todo si es cuartelera. Ni tampoco confundamos el culo de una mujer con las témporas de los sables. Sea como fuere, y a partir de ya, una doña Vilanova, María Dolores de pila bautismal, ejerce de jefa del Centro Nacional de Inteligencia, que viene a sustituir a esa cueva de espías llamada CESID, con su Manglano y demás coronelones. Algo de magia tiene que le hayan quitado el añadido de “militar” al centro de marras. Algo, sí. Y algo es algo.
Mujerío en el mando. Hace mucha falta. Demasiada. Si ya entran a los consejos de ministros, y no sólo para pasarle el trapo del polvo a la mesa; si son presidentas de Congreso y Senado; si, incluso, se atreven a ponerse al mando de la fila de fieros forofos de los clubs de fútbol, ¿por qué no van a marcar el rumbo de una parcela de poder militar? La dicha será completa cuando una de ellas, a ovario libre, diga “hasta aquí hemos llegado” y empiece a hacer astillas el ejército, institución que los hombres no hemos tenido huevos de destruir. Lo más inteligente sería acabar con lo militar. Estás utópico hoy, Manolo. Sí. Debe ser que acabo de recordar un título de don García Márquez y me ha entrado la tontuna pacifista. ¿El título? “Me alquilo para soñar”.
Tan onútiles como la ONU
Manuel Díez de los Ríos
20.05.2002
Gorilón y golpista, a Bolívar rogando y con el ejército dando, picaviruelas de esos que cuando llama a sus conciudadanos a votar les diseña una campaña con el mensaje “¡Bota, ar!”, que él es un generalón calzado y no un demócrata de andarse con el cuento de las urnas, don Chávez, el más Hugo de cuantos presidentes venezolanos han sido, no estuvo en la cumbre de Madrid. Y se ganó el reproche, entre otros, de don Aznar, el Jóse (acentúese la cursilada en la o) de la Botella, su doña costilla, aspirante a futura diputada.
No estuvo, no. Aunque pasaron lista. Y ni falta que le hacía. Poniendo de manifiesto un impensable sentido común aplicado a su persona, el bufón televisivo con galones y mando en plaza, dijo que “las cumbres no sirven para nada”. ¡Cuánta razón tiene, cuánta, cha ve usted! No ha descubierto la cuadratura del círculo, ni la redondez del cuadrado, pero ha sentenciado ambas a su manera. Lo cual que don García Márquez, el mágico realista Gabo, ya escribió a su manera con toda la mala leche inteligente que su vieja Underwood, negra y de teclas nacaradas, le permitía: “El día que la mierda valga algo los pobres nacerán sin culo”.
En tales cumbres, en todas, propios y ajenos, de aquí y de acullá, presidentes y ralea, se pasan unas jornadas a gastos pagados y mujeres –u hombres, que hay de todo en la elección de agujero para la trinchera política- , se permiten decir determinadas sandeces, recogidas por los micrófonos que, aaaaayyyyy, deberían estar en off pero resultan hallarse en on, se soban las respectivas chepas con deleite, o se intercambian las manos con esa indiferencia que permite el protocolo y el jejeje, jajaja en los caretos, pero jamás hallan soluciones a nada. Los pobres continúan siendo pobres, y los ricos no saben qué es la pobreza. O sea. De la mierda y su valor nada se dice, pero se sobreentiende.
Las cumbres son las cimas del bostezo político. Tan onútiles como la mismísima ONU, digan lo que digan quienes se pagan unos días de vacaciones a costa de los contribuyentes. Sin embargo, no seamos demasiado ácidos, debemos reconocer que, entre plato y plato del menú de muchos tenedores –y un clavo, a juzgar por el precio- los próceres suelen hablar de las cosas del Tercer Mundo. Y encuentran remedios eficaces. “El problema no es grave, queridos coleguis, esas gentes sólo tienen hambre y, además, comen poco”.
La democracia orgánica
Manuel Díez de los Ríos
21.05.2005
Una concejala dice que Nevenka, poético nombre, nívea frescura en las páginas de periódicos impresos y digitales, siempre llenas del calor de la sangre, le dijo que tenía al alcalde Álvarez cogido por los cojones. Mucha poiesis para tan prosaicas y bragueteriles acusaciones. Y cuánto dolor el trinque, ayyyy, si están bien trincaos. La cosa tiene cojones.
Los sindicatos, el largo Fidalgo y el ancho Méndez, Quijote y Sancho de cuantos liberados sindicales viven sin dar golpe y de muchísimos más que curran pero no pagan una sola cuota, quieren llevarnos a la huelga general. Por cojones. No les avergüenza pagarse el sueldo de las subvenciones del Gobierno, allá ellos con lo bien montado que se lo tienen. De cojones.
El Gobierno está empeñado en sacar adelante la reforma del Plan de Empleo, o como se llame. Por cojones. Aunque el ministro Aparicio y el mismísimo Aznar, a dúo, finjan lo contrario, con una sonrisa que, cuando la intentan, parece causarles un principio de hernia. Qué cojones.
El error de la Providencia que está al frente de Argentina, Duhalde de todas las Pampas, pretende acabar con el corralito que ha enmierdado, y no sólo económicamente, a su país. Por cojones.
Don Zapatero, Sapatítou le llama el muñecote plus Bush, pretende una ralentización de la Ley de Partidos. Por cojones. Que hay mucho rile con eso de ilegalizar a Batasuna. Acojono.
Ibarretxe, nunca vasco con calva pareciese tanto al capitán Spok, orejas pudientes de Star Trek, quiere tirar de los del mismo Bilbao y resto de provincias de Euzkadi hacia las urnas independentistas. Por cojones.
¡Cojones! Cuántos cojones por todas partes. Cuánta manera de dialogar. Cuántas formas de, hablando, perdonen el gerundio, buscar soluciones a las cosas. Esa es nuestra democracia. Orgánica, claro. Haga cada cual lo que le salga de lo que antiguamente se llamaba sus partes. De los cojones. Por cojones.
Se llamaba, se llama, Tania
Manuel Díez de los Ríos
24.05.2002
Diez. Uno y cero. Principio y fin. Alfa y omega. Números y letras. Ella ha decidido su fin sin casi haber podido darse cuenta del principio. ¿Ha sido ella o se lo hemos impuesto entre todos? Ha detenido su mundo para bajarse definitivamente, que no quería seguir en el tiovivo de las pequeñas inmundicias mundanas. Ni en el carrito de las alegrías. Demasiado mayor para ser tan joven.
Cuando Cesare Pavese andaba por los 41 y había terminado la redacción de “El oficio de vivir, el oficio de poeta”, añadió un párrafo: “No escribiré más. Ni un gesto”. Y se quitó la vida en un hotelucho de Turín. La falta de amor, o la falta de sentirse amado, le llevó a la nada. A esa nada que él jamás quiso poblar de un más allá. Muchos años después, ahora, ante el teclado, recuerdo uno de sus bellísimos versos: verrá la morte i avrá i tuoi occhi, vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Para rastrear sus últimas voluntades, si es que las tuvo, nada mejor que releer “Trabajar cansa”, obra maestra de aquel ser anímicamente destrozado e incapaz de asumir la soledad como norma de vida.
Ella se llamaba Tania. Se llama. Para sus seres queridos continuará llamándose, muerta siempre viva. Tenía diez años. Y escribía. No la hemos conocido. ¿De qué color serían sus ojos? ¿Qué había escrito, y desde cuándo, en su diario? ¿Cuál sería su juguete preferido? ¿Qué examen de matemáticas, malditos números, no fue capaz de superar con buena nota? Eligió el 21 de mayo para decir adiós. Antes escribió. Dejó un tercio de sus cosas a su abuela y el resto a su madre. Sus cosas. No sabía que sólo iba a dejarles lágrimas. Pedía ser incinerada. “Adiós papá, adiós, mamá, os deseo larga vida y que tengáis mucha suerte”. Tania cogió la pistola del padre, se fue al bosque y se descerrajó un tiro en la cabeza. En un pueblecito de Austria. Ni un hada se le apareció antes de apretar el gatillo ni la música de Strauss le hizo desistir de su propósito. ¿Por qué?
Y Uribarri salió de la orza de lomo en manteca
Manuel Díez de los Ríos
28.05.2002
Hubo líving, pero no selebreíchion. El resultado final fue el de casi siempre, con permiso de doña Massiel y doña Salomé, ambas con una canción a cual peor, la la la la, vivo cantando, ey. O sea, poglias en vinagre. Televisión Española, y la productora Gestmusic Endemol, cada día más de oro a costa de las estupideces de la marabunta de españoles, se habían gastado una pasta en comprar voluntades, traducidas a votos, e, incluso, en sembrar en el consciente colectivo patrio la tontuna de que “esta vez sí”. Sin haber ganado nada, pero teniendo que aguantar por aguantar la parafernalia preparada para festejar el premio, que era cosa hecha, como todo el mundo sabe, TVE continuó la programación desde Granada, con amplio desfile de griterío, sudores, saltos juveniles y una retórica de lo más antañona.
Otra vez, y ya van ni se sabe, las gilipolleces ocuparon el lugar de lo racional, en el entorno de la estética más hortera, que presidió todo el batiburrillo festivalero, y, porque es necesario continuar manejando como peleles que dan dinero a los nenes/as triunfadores/as en la academia (me niego a escribir la palabreja con mayúscula), se habló de triunfo moral, de preparación para ganar en el futuro, de apuesta para próximos vencedores. De bla bla bla. De nada. Todo menos admitir que se había vuelto a hacer el chorra en la puntuación final.
Rosa y sus adláteres cumplieron. La chica tiene poco que decir pero mucho que cantar. Y lo puso de manifiesto en Tallin. Felicidades a ella y a sus compañeros que, meteóricos, han conseguido poner en la calle discos grabados en quince días, ya encaramados en los puestos de superventas. Torres más altas han caído, pero esperemos que no se den el tremendo guantazo.
Todo lo demás, que no fue sino lo de siempre, un bodrio sin parangón que se niega a desaparecer de una eurovisiva vez, me pareció digno de integrar una antología de lo despreciable. Desde el comienzo. Habían sacado a José Luis Uribarri de la orza de lomo en manteca donde estaba conservado estos últimos años, lo habían metido en una tinaja de tinte para el pelo, le dieron algunos ratos de vidilla ante las cámaras y lo mandaron a hacer turismo a tierras lejanas. Se llevó en el equipaje su más execrable palabrería, esa que sólo pretende transmitir lo buenos que somos y lo mal que nos quieren los demás.
Cosas como “nuestros amigos los rusos no nos han votado, y digo amigos en sentido eufemístico, porque no saben ustedes el mosqueo que he cogido”, “ya me lo veía venir”, "seguro que le dan los votos a otros" o “así es difícil ganar” fueron parte de los tan objetivos comentarios de quien creía ser el talismán, la piedra filosofal, el aleph de la chica de Armilla, ganadora según todos los pronósticos, y olé nuestra Rosa con más cojones que nadie.
¿Qué va a pasar ahora? España puede sumirse en el derrumbe moral. No tenemos horizonte como país. Nos vamos al traste. Si la huelga general es un éxito y si los raúlico valerones de la selección no ganan el Mundial, habremos de concluir que Dios está contra nosotros. Esto, con Franco… también pasaba.
¿Quién juzga a los jueces?
Manuel Díez de los Ríos
30.05.2002
Suele pasar. Hay tiempos en que los días se bronan, léase acabronan y encabronan. Estamos en ellos. No es que la Justicia en España sea un cachondeo, frase que don Pacheco, el alcalde perpetuo de Jerez, dejó para la historia del palabrerío, sino que ya no se sabe qué es. No se trata de que los abogados hayan de asistir a los juicios con corbata ni de que los jueces se bajen o no los pantalones a la hora de enfrentarse a determinadas sentencias. Todo eso quedaría reducido a lo meramente anecdótico, a convertirse en objeto de chacota, si no fuera por su apestoso fondo de desidia, de politiqueo barato, de lamerle la mano a quienes han posibilitado que algunos de esos togados estén en el más alto escalafón de la Magistratura.
A Gómez de Liaño lo echaron de la carrera judicial porque sus colegas interpretaron que, si hubiera dictado una resolución contra la Prisa de don Polanco, el Jesús del Gran Poder que imparte doctrina informativa a los mass media, lo habría hecho con prevaricación. La resolución no se dictó. Tiene guasa.
Uno de quienes le dieron puerta fue don Bacigalupo, juez que ha reconocido sus deudas con Hacienda, pero no ha pagado un duro ni tampoco abandonado su puesto en la Audiencia Nacional, desde donde se encarga de combatir los delitos tributarios. Ha estado cobrando, y cobra, la tira de años una pensión millonaria del Gobierno argentino, pero no ha tributado por ello. Y debe hacerlo en España, país donde reside. Como premio, doctos juristas de la Facultad de Derecho de Granada quieren coronarlo con el laurel del doctorado honoris causa por aquella Universidad.
Jueces del Supremo, con don Perfecto a la cabeza, han dicho que rebuznar vivas a ETA, el único lenguaje conocido de don Otegi, jaleador de matachines, no constituye delito de terrorismo, sino sólo de opinión. Se han ciscado en el Código Penal y, de paso, permiten que los criminales continúen con sus aullidos de muerte.
¿Quién le explica ahora –ha preguntado don Aznar- a las víctimas del terrorismo y al resto de españoles –pregunto yo-, todos con las nucas como blanco de las pistolas de los criminales etarras, que eso no es un delito de terrorismo? ¿Quién juzga a los jueces?, permitan la perogrullada.
Necesitaría un tocho como la guía telefónica para seguir la enumeración. Termino, y no sé si me explico: la desvergüenza y el miedo continúan siendo libres.
Obispos, no nos pastoreen
Manuel Díez de los Ríos
01.06.2002
Me gusta la palabra pastor. Por sus connotaciones bucólicas, de vida en contacto con la naturaleza y, si me apuran, por sus contenidos etimológicos. No me gusta rebaño.
Ni sentirme parte de él, aunque a veces, como cada hijo de vecino, me abandone a mi cuota de borrego y haga bueno al mundo como un redil con alambradas. Por tanto, tampoco me gusta que ningún cura quiera pastorearme o se atribuya esa condición.
No voy a hablar de pederastas, homosexuales, pedófilos y toda esa cuadrilla de ensotanados pervertidos que últimamente habitan las curias, hasta el punto de haber hecho exclamar a uno de los máximos dirigentes del Vaticano que los seminarios se están quedando vacíos porque en ellos se vive “un intenso ambiente homosexual”.
Bastante tienen ya los curas con quitarse de en medio a tal ralea, si es que –ay, la duda razonable- definitivamente quieren apartarla del seno de la Iglesia. Están experimentando en sus carnes (y en las de tiernos jovenzuelos) aquello que hace sólo un par de años calificaban como “algo contra natura” “pecado nefando” y otras lindezas que los latines posibilitan. Han salido de los armarios de las sacristías y van a misal sacado, que se las pelan para ponerse al día en lo más gay.
Los obispos vascos han metido la pata hasta el alzacuellos con su pastoral (otra vez el palabro) en la que, entre otras cosas, además de postular la no ilegalización de los batasunos, afirman que en Euzkadi existe una confrontación. Y una mierda, dicho sea con todo respeto a la vestidura eclesiástica. Pegarle un tiro en la nuca a alguien no es confrontar, sino agredir y asesinar. Esconderse en el más añejo de los nacionalismos es echar serrín para disimular tanta sangre derramada en nombre de nadie sabe qué. Los mitrados vascos no han medido las consecuencias que esa carta puede tener sobre quienes se dejan pastorear. Tampoco es de extrañar su actitud: sabemos que don Arzalluz fue jesuita y mucho seminarista pasó a engrosar las filas de los criminales cuando la bicha etarra empezó a inocular su mortífero veneno.
No nos pastoreen, obispos. En nombre de la vida, cállense. O balen ustedes, si se sienten perversos borregos, letanías tan insidiosas, pero háganlo como opiniones particulares, no en pastorales que se leerán en los púlpitos. No fomenten la vesania. Utilicen el cerebro en algo más positivo que dar pábulo a quienes aprovecharán sus palabras para reventar a tiros el de cualquier persona inocente e indefensa.
¡Qué asco!
Manuel Díez de los Ríos
06.06.2002
Si en España hay obispos que pretenden querer llevar a sus borregos al matadero etarra, o al menos eso parecen entender muchos españolitos tras la lectura de la pastoral de marras, en Estados Unidos los pastores mitrados pasan la mano sobre la bragueta de curas pedófilos y les perdonan los pecadillos de cintura para abajo. A los primeros es como si les gustase que sus fieles se regodeen viendo a los criminales de ETA revolcarse en sangre ajena.
A los otros, los prelados de Yanquilandia, no se les cae la cara de vergüenza cuando deciden mantener con la sotana puesta a quienes hayan abusado sexualmente de un niño. Si ha sido sólo una vez, la cosa tiene perdón. Pero que no se repita, reverendo. Déjese usted de hacer guarrerías con boys, si no quiere que le mandemos a su casa por picarón. Gente de esta calaña tiene el altavoz del púlpito para hablar del respeto a la vida, los valores familiares, la sexualidad y el amor. ¡Qué asco, Dios! ¡Qué asco!
Cháchara y sólo cháchara. La jodienda no tiene enmienda y el celibato no impide que la carne cornee entre las piernas. Verborrea variopinta también se suelta a espuertas en la reunión de responsables de Asuntos Sociales de las distintas Comunidades Autónomas de España que son, como es bien sabido, la tira. Todos ellos, de traje y corbata, todas ellas conjuntadas de marca, se han reunido para buscar soluciones a la pobreza en nuestro país. Lo hacen entre visita y visita a buenos restaurantes y mejores hoteles.
Comida y cama. Sin pagar un duro, que para eso estamos aquí quienes les costeamos a escote el putiferio. Yantar y folgar. No todo va a ser dormir, y siempre habrá alguna Nevenka a mano para sentirse Ismael. Han decidido que a los pobres tampoco es necesario hablarles de comida, no se les vaya a despertar el gusanillo, sino de reinserción laboral, ayuda a la familia y empleo de nuevas tecnologías. Lógicamente, en el congreso no hay un solo pobre. No hace ninguna falta. La escoria no tiene sitio entre los próceres. Los verdaderos protagonistas, como en casi todas las parafernalias políticas, siempre están ausentes.
¡Qué asco! Para evitar una nueva arcada me refugio en Forges. Hago mía una frase suya. Plagio. Intertextualizo. Quiero ser rebelde como un ibero, rezar como un hebreo, pensar como un griego, y soñar como un árabe.
Muertos de hambre
Manuel Díez de los Ríos
12.06.2002
¿Que miles de niños revientan por avitaminosis? No importa. ¿Que son 24.000 las personas que mueren diariamente en el mundo por hambre? No nos quejemos: así tienen trabajo los fabricantes de ataúdes. O de lo que sea, porque a esas gentes las tiran a la fosa sin más, sin un artesanal pijama de madera. ¿Qué el mundo llamado civilizado derrocha como para dar de comer a otros tres mundos? No es para asombrarse: Padre Consumo que estás entre nosotros. Léase: Padre nuestro, si estás en los cielos...
Un conocido malagueño me dijo hace poco tiempo que “lo que otros necesitan para comer un año, me hace falta a mí para una noche de cigalas y coca. Que les vayan dando por el culo”. Al cocainómano mal vestido se le llama “yonqui”. Para él se pide la cárcel, el encierro, la desaparición. De alguien como éste individuo al que cito (sin nombre, aunque muchos lectores sabrán quién es) se dice que está estresado y necesita la droga. Hay drogados y drogados. Ocurre como con el alcohol: si la coges con vino común, eres un borracho; si con güisqui de marca, un locuaz ejecutivo.
Forma parte del sistema. Casado, padre de familia, coleccionista de barraganas, humilla para satisfacer su empuercado ego. “El aire que respiran los demás me lo quitan a mí” es otra de sus frases preferidas. Ese triunfador se limpia el moho de su conciencia dándose golpes de pecho y abanderando algunas “causas nobles”, dos palabras que nada significan para sus entendederas en cabestrillo. Lo hace por babeante protagonismo, jamás por convicción. Sólo se merece que le escupan a la cara y lo releguen al banquillo de los acusados. Ya le llegará.
No es un animal único. No pertenece a las especies en vías de extinción. Ojalá. Se mueve entre carroñeros de similar ralea y se alimenta de la desesperación y las carencias de quienes no saben, o no pueden, alzar la voz. Todos son una ONU en sí mismos. Tan onútiles/inútiles como la propia Organización de Naciones Unidas.
Una nueva cumbre contra el hambre, un nuevo fracaso. El tiempo de un discurso es simultáneamente el de varios cientos de entierros. El muerto al hoyo y el vivo a la ONU. El hambriento a pudrirse en vida, y el harto a vivir tan podrido.
No pretendo hablar del hambre porque no quiero tampoco contribuir aún más con mi cuota de hipocresía a esa falsa representación a la que no asisten los líderes mundiales. ¿Líderes? ¿De qué? Yo tampoco tengo hambre, sólo apetito.
Confieso mi cuota de culpa en cuanto sucede: soy incapaz con el bisturí de las palabras de extirpar el cáncer que está devorando a 800 millones de seres humanos. Creo que sólo en un mundo de pobreza y miseria sería posible conseguir la igualdad. Cuando no tuviéramos ni mierda para echar fuera del cuerpo. Ni ricos ni pobres. Seres humanos. Así diríamos algo distinto a lo que acabo de escribir. Lo cual es mi manera de quitarme de encima los muertos de hambre que me corresponden. En fin, me voy a desayunar.
Pero, ¿cuál es la solución?
Manuel Díez de los Ríos
20.06.2002
Las palabras pierden todo su valor. No ayudan a expresar aquello que sentimos, quizás porque, en este caso, sabemos que no contribuyen a conseguir nuestros propósitos. Son ya tantas veces, tantas frases, tantas condenas verbales. Nos quedamos huérfanos de instrumentos lingüísticos. Queremos paz mientras otros matan. Echamos de menos un nuevo diccionario que nos hiciera posible acabar con la vesania. Y ya nos duelen los cojones del cerebro de tanta impotencia. A mí, al menos, me duelen.
Todas las revoluciones comenzaron con palabras, aunque a continuación se empuñaran las armas. Pero los criminales etarras no son revolucionarios. No hablan, descerrajan tiros en la nuca y ponen bombas. Son cobardes matarifes. Ni siquiera verdugos, porque esos ajustician a condenados y ellos matan a inocentes. Ellos, que llevan más veneno en las venas que la serpiente de su emblema, vuelven a sembrar el terror. Ellos, a quienes este país, que no quiere muertos, les permite vivir.
No encuentro la palabra, pero alguna --búscala, Manuel-- ha de quedarme en los bolsillos del lenguaje. Recurriríamos a todo, menos al ojo por ojo y disparo por disparo. Me niego a pensar de la manera que lo hace esa ralea de criminales, a quienes todavía algunos se empecinan en llamar “activistas” o “terroristas”. Son asesinos. Y, por lo tanto, carne de presidio, pústulas sociales infectas que deben cumplir íntegras sus condenas. Sin privilegios ni consideraciones.
Pero nos llevan una gran ventaja, y lo saben: somos seres humanos. Ellos no. Nosotros pensamos. Ellos no. Si nos dejáramos llevar por sus inexistentes planteamientos mentales, este país se convertiría en un mar de sangre. De muertos sobre muertos. De matar a quien matara. De asesinar a cualquiera que asesinara. Ahí nos tienen cogidos por los mismísimos.
La pena de muerte no es la solución. Aunque, pobre de mí, con mi hatillo de palabras a la espalda, no sé cuál puede ser.
Quiere crear otro lenguaje
Manuel Díez de los Ríos
03.07.2002
Quienes somos virtuosos de nuestros vicios tenemos, multiplicado, el vicio de leer. Para, como decía Borges, no sentirnos orgullosos de lo que hemos escrito, sino de lo que hemos leído. Quienes sabemos que la vida no es más que el éxito de un fracaso continuo tratamos de comunicar sensaciones. Buenas o malas, a la manera de amanuenses de nosotros mismos. Periodistas. Escritores. Quizás por ello comprendemos el bromazo que significa venir al mundo y, además, tener que irse de él.
La muerte, eso que, rumores no confirmados, llaman la otra vida no consigue evitar que haya metafísicos en este mundo, seres angustiados por el vértigo del tiempo. O del lenguaje. Como mi amigo Gonzalo, que se ha empeñado en crear un lenguaje nuevo, no sé si un nuevo lenguaje. Parte de una base falsa: pretende un lenguaje asimilable por todos, sincrónico, capaz, incluso, de ser entendido por los ordenadores. Espero que jamás lo encuentre. Por su bien. Para que jamás pierda la capacidad de asombro, de sorprenderse. O, lo que es lo mismo, de aprender.
La memoria, como el periodismo, consiste en olvidar los recuerdos y recordar los olvidos. Decía Oscar Wilde que la diferencia entre periodismo y literatura estriba en que la literatura no se lee y el periodismo es ilegible. Hoy, paradojas del lenguaje, la mejor literatura se hace en los periódicos. Antes también se hizo.
Pasado el Mundial de fútbol, la letanía de las alineaciones y las euforias del gol, verdadero orgasmo de la hinchada, bien vendría remitirse a un equipo formado, entre otros, por Quevedo, Larra, Gómez de la Serna, Pedro Rodríguez, Manolo Alcántara y Umbral. La columna vertebral de un equipo de creadores de lenguaje: hay literatos y ellos son literatura, hay periodistas y ellos son periodismo. Hacen de la actualidad algo intemporal, porque sólo lo efímero permanece.
Lo dice Manolo Alcántara, creo, el maestro que quiere continuar siendo aprendiz:
- Son gentes que juntan las palabras con talento.
-¿Sólo eso?
-¿Te parece poco con todas las que hay?
Gentes que allí donde otros dimitieron de ella, o no la tienen, ponen la inteligencia al servicio de quienes, pobres de nosotros, disfrutamos con un artículo, un poema o una manera de decir por escrito. Gonzalo, olvida tu propósito.
El faraón ha hablado
Manuel Díez de los Ríos
10.07.2002
Aznaratón I ha hablado. Que así se escriba y así se cumpla. El dios ha bajado de su reino celestial y dictado quiénes serán los que le acompañen en la nueva travesía del Nilo político. Unos, sus fieles súbditos, le han aplaudido, plas, plas, plas, por tales designios. Otros, los del grupo Prisatis, encabezados por Cebrianetis han puesto el grito en el cielo, ¡fuera,fuera,fuera!, porque quieren ver a Zapaterhosis, cada día más clónico y prolongación de Felipeth, instalado en el palacio del Valle de Moncloa.
Aznaratón I ha mandado a la calle, entre otros, a doña Villalobos, que bien pudiera ser parachutada nuevamente sobre Andalucía, a la manera de delegada del Gobierno. Ra nos libre de ello. Cuota femenina, con más apariencia, y conocimientos, de dueña de puesto de mercado en Atarazanas que de ministra de Sanidad, cuenta con el respaldo de su Pedro consorte, el Arriola que le lleva encuestas y campañas a Aznaratón.
Ya se sabe: los matrimonios tienen de vez en cuando intereses comunes, y en éste que nos ocupa la Celia hará pucheros, no sólo con hueso de vaca, y pondrá morritos por un cargo. Mientras tanto, a Sanidad (por fin, ya iba siendo hora) irá una médica, doña Ana, la Pastor que lleve al rebaño por caminos más saludables.
Rajoy sale reforzado. Con su porte de Rajuá y su manera de hablar cuasi gangosa, el Gran Organizador deberá tomar las riendas de una comisión de subsecretarios que era un auténtico batiburrillo incapaz de funcionar medianamente bien. Al tiempo, y porque Cabanillas había terminado por no decir un pío bien dicho, será la voz de Aznaratón I, que estás en los cielos, y se enfrentará todos los viernes a esa manada de bestias con nombre de periodistas.
Rato, el más Rodrigo de todos cuantos quieren llevar al trote mantenido la Babieca económica, sigue al lado del faraón. No le han dado el juguete de Exteriores, con sus avioncitos de aquí para allá, que ha pasado a manos de Ana de Palacio, una Loyola sister, con preparos ella, porque, como en el caso de Cristóbal “Orejas” Montoro, con las cosas de comer no se juega, y son los dineros los que proveen de alimentos, ropa y bienes inmuebles, amén de presupuesto para la cosa pública.
A Piqué, Pepep que presentarán para baranda de la Generalitat y no pueden ahora quitar de en medio, le han dado consignas de hacer algo en Ciencia y Tecnología, un búnker en el que Anna, la Birulés número uno de su promoción en Berkeley, lumbrera en la empresa privada, mediocridad en la pública, sólo ha conseguido sacar adelante una ley, la de Internet, que suelta aguas de ilegalidad por todos sus flancos.
Permanecen Álvarez, el Cascos que fomenta eso de poner los puntos sobre las íes allá por donde pasa, un impagable peón de brega, y el Acebes, Ángel exterminador de batasunos, que deberá desde Interior echar a andar la ley que parió en Justicia.
Vuelve al Gobierno el chico campeón, muchachote canoso, la ceja izquierda levantada del régimen, don Arenas, el Javier, Bocanegra por su madre, que no abandonará todavía el cargo de secretario general de los de la gaviota, aunque le estén preparando el destierro definitivo.
Y llega, también, un guaperas que ha puesto a Valencia de dulce en los últimos años. Don Zaplana se apoltrona en Consejo de Ministros con la misión de tomarse unos cafelitos con Méndez y Fidalgo, el Dúo Dinámico, Manolo y Ramón de los currantes, pareja que curra poco pero está empeñada en llevar al país a huelgas generales que ni quiere ni necesita. Sustituye a don Aparicio, ese ministro con cara de andar siempre estreñido, que le ganó la huelga general a los sindicatos, 20 J para los amigos, pero no supo cambiarse el careto de eterno perdedor.
Aznaratón I ya tiene a sus posibles sucesores reunidos en la sala de juntas de la pirámide de Moncloa. Juntitos y en comandita. Menos Jaime Mayor, que sigue con la Oreja en el País Vasco. Hay más ministros y ministras, pero da igual. Son el relleno, la tramolla. Estén o no, se vayan o no de vacaciones, el país funcionará. Un cambio de Gobierno, a fin de cuentas, sólo es un nuevo reparto de poder: los mismos y las mismas.
Hace falta cambiar algo para que todo siga igual.
Jó
Manuel Díez de los Ríos
09.09.2002
Estaba jugando con “Blade”, su revoltoso cachorro boxer. En un momento dejó el juego, miró la televisión y soltó un “jó” de esos que sólo los jóvenes son capaces de deshilvanar. Mi hija no maneja el lenguaje como Quevedo, cosas de la edad, pero ese “jó” me sonó a la más sutil de las metáforas, a medias entre el no sé qué, el asco y la pena. Fue, sí, un momento en el que una palabra valió más que mil imágenes, aunque nadie haya sido capaz de fotografiar el Quijote.
En la pantalla, piñata al aire, profusamente desparramada de dientes, que le deben asfaltar más que empastar, revestida de blanquecina ilusión y, habida cuenta lo madura que es para su edad, (dicen los voceros, escribanos y tertulianos del régimen) con tocado de señorona metida en los cincuenta, estaba ella. Del brazo de papá, que se había permitido una mueca de bigote, una especie de rictus cuasi de herniado, similar a un esbozo de sonrisa. Mamá miraba, toda henchida de beatífico alborozo.
Con gafas de galán de la canción italiana años 60, muy gagá (qué adecuado resulta su apellido al leerlo de atrás hacia delante), y pinta de gilipuá versión pija del barrio de Salamanca, estaba él. Descendió del coche en mangas de camisa, mientras su mami se ajustaba la peineta y olé.
El escenario lo brindaba el más excelso de cuantos monasterios se levantaron para festejar a la muerte, batalla de San Quintín mediante, piedra sobre piedra, uno de los más preciados patrimonios del Patrimonio Nacional.
El gentío, la tramoya, lo ponían 1.200 gorrones de diseño, invitados vips que se llaman, amigos de la familia. ¿Quién no tiene hoy un millar de amigos a los que darle mesa y mantel cuando pagan otros? Ellos y ellas, noventa y ocho pasos contados de pasarela, unos tres minutos desde el comienzo del desfile hasta la entrada a la iglesia del monasterio, lucieron palmito como Dios les dio a entender.
Hubo algunos cuerpos danone, aunque muchos, la mayoría, eran cuerpos pimientos fritos. Algunas, andando como pataletes con los tacones sobre tan históricas losas, embutidas en trajes de colorines que atentan contra el buen gusto, parecían morcones reconvertidos en farolillos de feria.
Algunos, demasiados millones de euros en los bolsillos, eran el retrato de un gordo harto de dietas inútiles y viva el reino del colesterol. Mujer se vio que, patachula y muleta en ristre, cual toreando a la estética del protocolo mínimamente exigible, lucía vestido anaranjado que le daba porte de sobrasada mallorquina desteñida. Horror.
Los Reyes, al parecer (el príncipe y las infantas no), toman café con los papás desde casi siempre. Banqueros y empresarios que se daban literalmente de hostias por entregarle el dinero a los socialistas se comen ahora el piquito con los padres de la novia.
Ladrones de guante blanco que ganan dinero como por arte de mafia (he escrito mafia), algunos de ellos, hijos adoptivos de los Juzgados, condenados como vulgares mangutas, llegaban al templo acompañados de la propia o la nueva querida. Varios primeros ministros pusieron la nota de Estado a tan íntimo jolgorio, que a fin de cuentas El Escorial es sólo la ermita de un pueblo cercano a Madrid.
No había amigos de los contrayentes prometidos. Y prosacados, que ahora la virginidad no se estila en la venta de carne casadera. Y después hubo ágape. Y docenas de coches oficiales, y cientos de guardaespaldas y policías, y vengan platos de jamón, que cotizamos a tocateja los contribuyentes. Sobró de todo, que los 1.200 están sobrealimentados y le hacen ascos a la comida. Hay que joderse: no se comieron ni la parte del Jabugo que les pagué con mis impuestos. Desagradecidos.
La niña había dicho tres meses antes “Me caso” y no hubo manera de quitarle el empecinamiento, por no decir otra palabra, más relacionada con las partes nobles, que mejor vendría al caso. La niña se ha casado. Veinte años de niña. La Celestina se habrá sentido muy a gusto en su tumba. El alcahueteo en este país no se ha perdido. A quienes se casan hay que desearles felicidad, que ya tendrán tiempo para hartarse de pagar letras y tirar el amor al cubo de la basura.
A la niña de mamá Botella, de malva y maquillaje plastoso en el bodorrio, futura senadora que ha iniciado su campaña con tan sencillita ceremonia nupcial, sólo se me ocurriría decirle, cosa que le habrá dicho también su presidencial papi, supongo, “¿Qué has hecho, niña?”
Irene, mi hija, seguía jugando con su cachorro. Jó.
Viva Arnaldo en las alturas
Manuel Díez de los Ríos
10.09.2002
Y en eso que el superjuez se sintió como un aplicado operario de la SEAT. Alguien a quien la empresa le entrega una plaquita o un reloj en reconocimiento a sus muchos años de trabajo. Pero nada más. Un trasto humano al borde de la jubilación. No quisiera ponerme en su pellejo.
Como si de su puesto de la cadena de montaje hubieran salido cientos y cientos de autos cuya autoría nadie quisiera reconocerle. A Garzón hay quienes se han empeñado en hacerle parecer un constructor de autos que los demás aprovechan a la medida de sus intereses y/o circunstancias. Unos los aplican de inmediato, pero otros se los pasan por la parte más cálida de la entrepierna.
¿Qué he hecho yo para merecer esto?, se preguntaba Baltasar mientras en las ikastolas del País Vasco, allí donde hacen germinar la gusanera de la kale borroka y el asesinato, enseñaban a los niños que los Reyes Magos sólo son dos: Melchor y Gaspar.
Empeñado en su pelea contra el terrorismo (algún día habrá que agradecerle a este hombre esa actitud, independientemente de sus fallos o de aquel coqueteo en el tocador político de don González, el más Felipe de todos los sevillanos con poder), comprueba cómo, un día sí y otro también, los gobernantes vascos, los peneuvistas, que pactaron con los criminales etarras en Estella y ahora pretenden hacerse pasar por demócratas, autorizan manifestaciones probatasunos con la serpiente Otegi a la cabeza. No lo bajan a la cárcel, lo suben a los altares: “Viva Arnaldo en las alturas y en la tierra tiro en la nuca a los hombres de buena voluntad”.
Los acólitos de Arzalluz están empeñados en colocarnos a todos la mordaza. O el cabestro. O darnos por donde amargan los pepinos, no sé si me explico, que para algo el jefe fue jesuita y hoy por hoy, demostrado está, el índice de pederastas puestos en la calle por los seminarios sube en progresión matemática cada hora que pasa.
Y Garzón ha de morderse las uñas. Otra frustración más. Y quienes nos las mordemos desde siempre pensamos qué decidirá el Tribunal Supremo sobre la ilegalización de esa ralea de asesinos potenciales que cobran del dinero público. Y así van y vienen los días. A medias entre el deseo de vivir en paz y la mirada puesta de reojo en el siguiente atentado.
Mientras tanto, en un pueblo de Álava, de cuyo nombre no me sale de ahí mismo acordarme, el encargado de las fiestas ha dado luz verde a un cartel anunciador en el que, gracias a un fotomontaje, aparece la torre de la iglesia dos veces. Hacia ella se dirige un avión, y un bombero mira hacia arriba. Hijos de puta, y santas sean sus madres. Descerebrados de mierda. Miren ustedes ese cartel. Lo tienen en estas páginas.
Estoy seguro que, como a mí, se les caerá la cara de vergüenza, si es que, y porque nos la están rompiendo cada día, aún les queda cara.
¿Hay alguien que se imagine un cartel en cualquier pueblo de Estados Unidos en el que, para anunciar las fiestas, con sus fuegos artificiales y todo, utilizaran como reclamo las imágenes de los coches bomba de ETA reventando por los aires? Quizás Ibarretxe, ese clónico de Spok, pero con mala leche (que rima con su apellido), y Atutxa tengan la respuesta. Maldita sea su estampa.
Hoy quisiera ser una de ellas
Manuel Díez de los Ríos
13.09.2002
Noche cerrada. Dieciséis de diciembre de 1770. Una tremenda tempestad descargaba sobre Bonn, a orillas del Rhin. La lluvia caía torrencialmente y el viento golpeaba puertas y ventanas. Nadie en las calles. Magdalena, ya casi en los cuarenta, daba a luz a un niño. Hijo de un sifilítico alcohólico, el crío se convirtió en un hombre bajo, moreno, con el rostro achatado y picado de viruelas.
De expresión bondadosa, su risa era sin embargo violenta y desagradable. Coleccionista de dolores físicos y desengaños espirituales, escribió en su diario: “¡ Valor! A pesar de todas las flaquezas de mi cuerpo, mi genio triunfará. Es necesario que me rebele y revele todo entero”. Cuando se sumergía en el trabajo los músculos del cuello se le saltaban, las venas se le hinchaban y parecía que sus ojos cambiaran de color. Se veían grises, azules o verdes.
Veintiséis de marzo de 1827. Casi las seis de la tarde en el reloj de carrillón. Han pasado cincuenta y siete años. Aquel recién nacido, hombre avejentado y perdido en la soledad de su sordera, se levantaba de la cama y dirigía con sus manos el tropel de rayos y truenos que galopaban en los cielos de Viena. Pidió a quienes se encontraban con él que le llevaran hasta su piano, ése cuyas patas había hecho cortar para así mejor sentir las vibraciones del sonido. No pudo llegar. Le devolvieron al lecho. Una hora después murió. Sus acompañantes le cortaron los cabellos, que guardaron como reliquias.
La nave Voyager lleva años explorando las galaxias más lejanas a la nuestra. En su interior, y en distintos cofres, contiene discursos de varios presidentes americanos, anotaciones sobre las características de la raza humana, y un disco: la Novena Sinfonía. Beethoven, la música, cruza el espacio hacia donde el tiempo tampoco ha comenzado.
Y yo quisiera ser la Giulietta a quien le dedicó la sonata “Claro de luna”, la mujer cuyo padre le dijo que “ese hombre no te conviene, hija, es muy torpe de entendimiento”, o la Teresa que inspiró la bagatela “Para Elisa”, título que los copistas cambiaron al no entender la difícil letra del genio.
Dos personas conversan en la mesa cercana a la que ocupo. Pago y espero el cambio. Apuro el café y el cigarrillo. Tarareo una melodía. Hoy debería escribir un artículo de opinión. ¿Sobre qué?
Literalmente: comen mierda
Manuel Díez de los Ríos
16.09.2002
No lo sé, Virginia, pero lo imagino. El cielo debe ser muy aburrido. En el infierno, y menuda pelotera podemos formar, siempre queda la posibilidad de pedirle a Lucifer que se rasque los bolsillos y ponga aire acondicionado. El cielo sería divertido si San Pedro, porque Cristo lleva tiempo dedicado a sus cosas y no quiere líos, le abriera las puertas a los malos, para que fueran haciendo acopio de algo de bondad, aunque se confunda demasiadas veces con la gilipollez, y echara de cabeza a los buenos (beatos, meapilas y pegagolpes de pecho incluidos) a las calderas de Pedro Botero, para que se dieran cuenta de lo que vale un peine.
Además, en el cielo debe comerse bien. Y a eso no estamos acostumbrados últimamente. Nos están dando mierda por liebre. Bueno, en Argentina siguen ofreciendo gato en las mesas, que parece manjar apropiado para estos tiempos de corralito y carencias económicas. Y ranas. Y sapos. Y culebras. Y ratones. Aunque lo más apreciado por los improvisados gourmets es el caballo. Se sabe que alguno ha caído en la calle, rendido por el trabajo, y los vecinos, machete en mano, lo han descuartizado y repartido la filetada. Donde se ponga un churrasco de penco, que se quite el terneramen.
Mientras unos cincuenta millones de vacas pastan a su antojo en la reserva cárnica del mundo, alrededor de ocho millones de chés deben comer anfibios, reptiles y roedores. Los niños aprenden a distinguir el sabor del sapo, “de carne más mala y dura que la rana”, y las madres dan a su hijos solomillo de rata previamente lavado con lejía.
En un barrio de Quilmes, nombre comercial de la cerveza gaucha, hace poco azotado por la peste, hasta el punto de que hubo de acometerse una concienzuda campaña de desratización, los vecinos han pedido al alcalde que no fumigue, “porque si lo hasés, ¿qué vamos a comer, boludo?”.
En China, a la hora del desayuno, sopa de sésamo, algo de arroz y leche de soja, más de 100 personas han muerto intoxicadas con matarratas. Eran estudiantes, albañiles, y algún que otro anciano y niño. Poca cosa, casi nadie en un país de miles de millones de alguien. Los restauradores chinos han descubierto que, para bajar los precios, lo mejor es recurrir a determinados condimentos químicos. De sabor no estarán muy acá, pero llevan a la gente al más allá, y meten más dinero en caja. Además, para hacer más apetitosas las frutas y verduras, las barnizan con alcohol y laca.
Sí. El cielo, sobre todo para las gentes que aspiran al cielo de este mundo, ése que nos toca de cerca, es muy aburrido. Poco variado. A saber: hay quienes no tienen ni mierda en las tripas, porque nada comen, y quienes la tienen porque comen mierda. En el infierno, a buen seguro, ya se habría montado una de mil pares de fuegos para que mejorasen la comida.
El matrimonio, causa del divorcio
Manuel Díez de los Ríos
19.09.2002
Definitivamente no estamos preparados. Tenemos mucha información pero escaso conocimiento. Nos fabricaron limitados y no hemos logrado mejorar nuestros componentes básicos de entendederas. O sea.
Que dicen los curas que los malos tratos no son causa de nulidad matrimonial. Con toda la metáfora de que soy capaz, no sé si mandar a defecar a la vía a quien dedicó tan afortunada información a la parroquia, de feligreses o de descreídos, o a que le hagan la prueba de alcoholemia. En eso que terció Ricard María Carles, cardenal purpurado de Barcelona, para aclarar conceptos, por si había algo poco claro: sí son motivo de nulidad (no se me encabrite el personal, caray), pero sólo si se han producido antes de la boda. Léase que la mujer haya sido bien hostiada, a conciencia, con anterioridad a que se coloque el tul ilusión.
Soy de los que sonríen cuando presencian esa procesión callejera de coches a claxon sacado, encabezada por el de los novios, con cara de tontolitos (tortolitos es otra cosa), terminada la paliza de la misa y en dirección al gorroneo oficial. No sé si la pitada que les dedican es porque se casan, porque ya vienen majados de casa, o porque van a empezar una nueva vida de apaleo. Pero como la principal causa del divorcio, bragueta y dinero aparte, es el matrimonio, me consuela saber que el piterío no se repetirá cuando cada uno de los nuevos esposos decida irse con otro maromo u otra parienta, que siempre es bueno conocer gente cambiando de cama.
Allá ellos si aguantan el casorio eclesiástico. Han de saber, desde ya, que lo suyo, para poder descasarse, previo pago al tribunal de la Rota, abogados y demás, es montarse una excusa distinta a la de los malos tratos. Incompatibilidad de caracteres, por ejemplo. Sí. Mucho mejor. Menos berenjenal.
O, puestos a seguir el precepto, como el matrimonio es para toda la vida, y hasta que la muerte os separe, nada mejor que un descasamiento logrado a base de matar al cónyuge. Artesanalmente. A palos. Como se ha hecho toda la vida de Dios. Nada de utilizar pistolas y otras armas. ¿Ven qué fácil? Todo solucionado: el muerto (casi siempre la muerta) al hoyo, los curas a su Derecho Canónico, y a vivir que son dos días.
(Ahora que lo pienso, tengo que hacer un cálculo. No sé a cuánto sale el kilo de carne de niño sobada por un cura pederasta. Cáchis. Voy a ver si termino la operación matemática y les cuento el resultado.)
Sólo ha sido un accidente laboral
Manuel Díez de los Ríos
24.09.2002
Es distinto. No se debe desear la muerte para nadie, pero hay muchas veces que se desea la muerte a alguien. Cuestiones de lenguaje, que bien podía haber aclarado más a fondo Ferdinand de Saussure en su Curso de Introducción a la Lingüística General, libro que aprovecho para recomendar a quienes crean en la inutilidad de leer.
En España, y no me voy por los cerros de Úbeda, sino que me encaramo al muro semántico, se producen muchos, demasiados accidentes laborales que acarrean muertes. Se suceden las campañas para prevenir tal sangría, no siempre con resultados alentadores y satisfactorios. No obstante, en el sector de matachines, criminales algunos de comunión diaria que se distraen con el tiro en nuca ajena, sólo se han producido 40 en los últimos 30 años. ¿Por qué no aumenta la cifra? Debemos alentar a la sociedad a promover campañas promocionales tendentes a que sigan matándose en el desarrollo de su trabajo.
Cuando algún etarra manipule una bomba, ahora que no están bajo la piel de serpiente de Txelis, el máximo dinamitero de esos asesinos, hoy en la cárcel, no hemos de sentirnos tristes porque sus vísceras queden esparcidas en un radio de doscientos o trescientos metros. Los que anoche reventaron mientras se relamían de gusto porque iban a colocar los explosivos que asesinarían a cualquier inocente, sufrieron un accidente laboral. Nada más.
Traguémonos, por una vez, la hipocresía. No son mártires. Ni soldados por la libertad. Ni guardianes de un País Vasco Independiente, en el que, sabido es, los criminales etarras serían los guardias de corps, las SS y la Gestapo de Otegi, Ibarretxe y Arzalluz, encanallados en su lenguaje como clónicos de un Hitler redivivo, cuya dictadura llevaría las cadenas más miserables a una tierra hospitalaria, hermosa, y unos hombres nobles como pocos. Ni la una ni los otros se merecen este delirio criminal que impulsan quienes empuñan la nueve milímetros y quienes se pasan las decisiones judiciales por allí mismo.
La serpiente mata cuando está segura de que su rival no podrá aplastarle la cabeza. ETA mata porque la democracia permite vivir en libertad a quienes les apoyan. No hay pena de muerte para ninguno, ni la queremos. Pueden acogerse a la reinserción, y lo deseamos. ¿Perdonarles? Sí. Pero que ello no signifique resignación. No desean la paz, y terminaremos imponiéndosela por la fuerza de la razón, no de las pistolas. Pero no derramemos lágrimas de cocodrilo.
Se han asesinado a sí mismos. Mejor eso que lo sucedido horas después cuando un guardia civil moría y otros quedaban gravemente heridos. Para estos sí son necesarias la prevención, la ayuda, el reconocimiento a su abnegada tarea por un miserable sueldo, la solidaridad con sus familias destrozadas.
Para los otros, no. Allá ellos. Si los asesinos etarras persisten en su trabajo, ojalá les sobrevengan muchos accidentes laborales.
Carne fresca de jovencito
Manuel Díez de los Ríos
02.10.2002
El cálculo no es difícil, aunque prefiero dar el resultado en pesetas de las de antes, añoradas rubias para comprarnos las más variadas chuches. Grosso modo, y sin distinción de si es solomillo, brazuelo, pechito, lomo, jarrete o entrepierna, el sobo de muchacho virginal y/o monago de noviciado le está saliendo a la Iglesia yanqui por unos 19 millones la pieza.
Al cura Geogham, en la trena a la espera de juicio, apartado de masturbadores y otros especímenes del hágaselo usted mismo, le llueven las acusaciones. A más de doscientos hombrecitos recentales les metió mano durante su época de apostolado pastoral. La Iglesia, la yanqui y la vaticana, la de Bernad Law y Carol Woitila (¿cómo cristos se escribe y pronuncia este apellido?) sabía de sus aventurillas, pero sólo se limitó a castigarlo cambiándolo de diócesis. Y Geogham vio el cielo terrenal abierto, la bragueta de este reino que se le ofrecía con la cremallera abajo.
Escandalera habemus. Rasgadura de sotanas, amitos y casullas. No porque semejante Supermán pederasta haya estado en el redil tantísimos años, sino porque la cosa ha terminado sabiéndose.
A la Iglesia le importa un pedo la pedofilia. Su problema es que el conocimiento de lo que dentro ocurre trascienda más allá de los muros de latines y maitines. Mariconerío hay, ha habido y habrá en noviciados de machos y hembras (por separado, claro) desde tiempos inmemoriales. Para comprobarlo, podemos remontarnos a la Edad Media y a la historia de los Papas mujeriegos y su reala de clerigalla emputecida, que se han escrito libros sobre ello como para llenar con estanterías la distancia de aquí al Vaticano y volver. Recomiendo uno de los últimos, ‘El ángel desconocido’, de Eduardo Mendicutti, abanderado de la literatura gay en España.
Que los seminarios sean foco de homosexualidad es consentible por las autoridades eclesiásticas, quienes, y a la vista está, defienden la pedofilia de puertas para adentro y ante los tribunales si hace falta. Los calzoncillos sucios, polutos, se lavan en casa, no ante jueces ni canallas periodistas. Pero es que, ¡ay!, si al campo y los armarios no se le pueden poner puertas, ¿cómo hacerlo con los conventos y sacristías?
La Iglesia, que reparte condones entre sus curas y monjas de África, por aquello de facilitarles la tarea, aunque se los niegue a los autóctonos, en pro de una mal entendida defensa de la vida (que, curiosamente y en tales casos, rima con sida), y tampoco los ofrezca gratis a la salida de misa de una en los templos, pasa la mano sobre el toqueteo, pero no soporta la ruptura del celibato. Ahí sí que con la Iglesia hemos topado.
Los curas y monjas, ya lo dicen los textos dogmáticos, están condenados a sufrir amnesia en el sexo y aledaños. La curia condena con todas sus fuerzas el matrimonio, el amancebamiento o la juntera entre los eclesiásticos, pero no lanza con tanta frecuencia sus anatemas, Vade retro, Satanás, contra tantos Geogham a los que les cornea entre las piernas el deseo de carne fresca de jovencito. Cuestión de gustos, ya ven: una manera como otra de estar al día.
Méndez, Fidalgo, Josemaría y Osemaría
Manuel Díez de los Ríos
10.10.2002
Dicen quienes entienden de coyundas político sindicales que el Gobierno se ha bajado los pantalones ante UGT y Comisiones, o viceversa, que tanto monta, y que Méndez y Fidalgo, a la sazón subvencionados con partidas de los Presupuestos Generales del Estado, han puesto la vaselina. Ahora, ambos liberados, que han dado pocos palos al agua en su vida (y pocos es mucho decir), se presentan como dioses ante los trabajadores.
Los dos, alto y bajo, la una menos cuarto cuando se colocan para la foto, los mesías, se reúnen con los suyos para jalearse unos a otros, mientras se emocionan autollamándose “sindicatos”. Así van sacando tajada y liberándose de cualquier trabajo: viven de la gran teta del Estado, que sigue permitiéndoles la mamancia. (Me asalta una duda: ¿hay algún trabajador en esta tierra nuestra que afloje euros mensuales para pagar la cuota sindical? Jajaja. Y una mieeerda.
El Estado (o sea, todos nosotros) pagamos a esta gente por no hacer nada. A ellos y a la patronal, comandada por ese don Cuevas, otro listillo que no ha tenido una empresa en su vida. Sindicalista que fue de aquel tinglado que montó Franco, hoy está siempre a las maduras: lo suyo es poner la mano y llevarse la pasta a la talega. Otro mesías.
Y mesías es para los del Opus Dei (tradúzcase por “Obra de Dios”, no por Organización Para Usted Situarse, Dios Es Inocente) san Josemaría (todo junto) Escrivá de Balaguer, autor de ese “Camino” que el genial Perich parodió con su no menos genial “Autopista”. El baturro ya está en los altares. Juan Pablo el del Vaticano, muy en la línea opusdeísta, le ha conferido la santidad por decreto de cura mandamás. A este Papa le van a tener que mandar un aviso del reino de allá arriba: “Para, tío, que en veinte años de jefe nos has metido 465 nuevos inquilinos en el santoral y tienes a 1.294 beatos en lista de espera”. Wojtila ha canonizado a más de la mitad de todos los santos que la Iglesia ha ido dando a los fieles en sus siglos de existencia.
¿Quién iba a decirle a Juan Ynfante cuando escribió su “La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia” que Josemaría se iba a codear con Pedro, Pablo y demás figuras de la cosa sacra? Ni siquiera otro Josemaría (más Osemaría, que para ello es andaluz), en sus rezos a la Virgen del Perpetuo Socorro (él dice “Perpetuoscorro”, al puro estilo jerezano) podía imaginarse tal efemérides.
Ay, Ruizmateos de todas las Rumasas, ¿por qué te peleaste con gente de tanto peso en la Obra? También es verdad que, a pesar de pertenecer a ella, ninguno de tus banqueros enemigos, esos con apellidos de vals y de taberna, ha colocado un ladrillo en su vida, aunque haya amontonado cerros de billetes.
Pero ya se sabe: el servicio a los trabajadores (me río yo), la sonrisa del “padre”, y la gran banca no están reñidos con el vivir del cuento, los falsos golpes de pecho y la santidad de andar en zapatillas por casa.
Música y literatura, palabras y sonidos
Manuel Díez de los Ríos
14.10.2002
Enfermo, aterido de frío, y a la luz de una vela, Yuri escribía poemas a su amada Lara. Aquellos ojos enrojecidos de Zhivago que miraban un paisaje helado, tras limpiar el vaho de los cristales de la ventana, ya son parte de la historia del cine. Omar Shariff y Julie Christie encarnaban a los personajes del libro de Boris Pasternak. Sonaba de fondo “Somewhere my love”, compuesta por Maurice Jarre, pero que será recordada en la versión de Ray Conniff.
Música y literatura. Conniff, a quien se le paró el corazón como a Yuri Zhivago, se ha ido con la música a otra parte, al reino de lo etéreo, no sin habernos dejado muchas horas para disfrutar de su manera de entender las palabras de los sonidos y los sonidos de las palabras. Pentagrama y folios.
¿Quién le hubiera dicho a Joseph Conrad cuando escribió “El corazón de las tinieblas”, un texto ya clásico en Occidente, que los negros no son tan salvajes, cafres, gruñidores e imbéciles como él los describe? Siquiera cuando Coppola utilizó esa novela para crear la magistral ”Apocalyse now” surgieron voces discrepantes respecto al racismo que aquella destila en demasiadas de sus páginas.
Ha sido un negro, Chinua Achebe, quien le ha echado en cara hasta la saciedad todo cuanto los demás han silenciado. Un nigeriano en silla de ruedas, una metáfora humana viva de esa África que el mundo llamado civilizado no consiente que eche a andar de una vez. Su “En casa y en el exilio”, fustigadora de la hemorragia xenófoba de Conrad, le ha abierto las puertas del Premio de la Paz, un galardón que, otorgado por los editores alemanes, a muchos nos parece más verdadero y valioso que el dinamitero Nobel.
Premios y jurados. En España le han dado, y nunca mejor dicho por la simple nacencia en una parte de su territorio, el Nacional de Narrativa a un fulano de nombre Unai, Elorriaga por su padre, cuyos méritos son tener 28 años, haber escrito una primera novela de 150 páginas sobre un tranvía y no sé qué más, haberlo hecho en euskera, idioma literario donde los haya, y decir que ama a Cortázar y Borges. Dice también el amanuense vasco, y no se le cae el careto de vergüenza, que su libro se puede leer como ”Rayuela”, ese monumento a la imaginación escrito por Cortázar. O sea, ha intertextualizado, vulgo copiado, un estilo ya clásico.
En esta España de catetos nacionalistas y nacionalismo cateto, un patio de putiferios donde se dan de hostias por tener contentos a vascos y catalanes, no sea que pidan por esa boquita de bombas e independencia, se premia a un cachorro de aprendiz de escritor con un galardón que, se supone, tiene prestigio. Y lo deciden trece fulanos y fulanas (perdón, menganas) que no tienen ni vasca idea de euskera. Unos dicen que leyeron dos capítulos traducidos por el propio autor. Otros dicen que tres. Todos mienten.
El Nacional de Narrativa es un simple mangoneo ¿intelectual? que habla a las claras de lo que también son, serán y han sido, el Planeta, el Cervantes y demás ralea, tan prestigiosamente desprestigiados y en los que catetez y estulticie se extrapolan a todos los países de habla hispana. Con sus euros y oropeles se los coman.
Que alguien le cuente el cuento
Manuel Díez de los Ríos
18.10.2002
Ismael Serrano quiere que le contemos un cuento. No desea quedarse atrapado en azul en cualquier paraíso desierto donde la memoria de los peces le sirva para recordar la traición de Wendy. Esa Wendy que siempre nos traiciona o a la que acabamos traicionando.
Sin edad para haber vivido Mayo del 68, Ismael aún se siente el Peter Pan que no quiere convertirse en alguien a quien se le olvida el camino de regreso. A sus veintinueve años, con tantos pájaros en la cabeza, preguntándose qué andarás haciendo o recordando paseos por Buenos Aires, él se empeña en que Amanda vuelva a la puerta de la fábrica para esperar a Manuel. Ese Manuel que no saldrá jamás de nuevo.
Que alguien le cuente el cuento. Porque no podemos dejarle con la idea de que bajo los adoquines hay playa o de que las hostias no van a seguirlas recibiendo los de siempre, así en la tierra como en los cielos. Saquémosle de dudas. Por joven, porque ama tanto la vida. Porque canta. Porque les habla a los veinteañeros de los pantalones de campana que jamás usó, las chicas en minifalda a las que no tuvo en sus brazos con canciones de los Rollings, los dictadores a los que no sufrió, las madres de la Plaza de Mayo huérfanas de hijos, el guerrillero loco al que mataron en Bolivia, y hasta los polvos imaginados en noches de sexo amnésico.
Ismael, capaz de repartir instrucciones para salvar el odio eternamente, se mira en los adentros para preguntarse “qué va a ser de mí”. Como todos nos lo preguntamos. Con una persona, o sin ella, a nuestro lado. Con una casa, o sin ella, encantada. Con pájaros, o sin ellos, en la cabeza. Con una canción, o sin ella, de gratificante amor propio. No merece quedarse sin su cuento antes de dormirse. Rebusquemos en la memoria de los olvidos para hacerlo posible.
Es cierto. Fue terrible aquel año. ¿Qué andarás haciendo? Ahora, cuando la ciudad parece un mundo, han pasado cien días más de cien días, y aguantamos lo que hay que aguantar.
Ismael Serrano cantó anoche en el Teatro Cervantes de Málaga. Belleza, comunicación, feeling, fuerza. Alguien, tú, me dibujaba un amanecer a través de una ventana. Doy un trago a estos papeles: brindo por él y por aquellas canciones nuestras a cuatro oídos.
Mejor pedir perdón que permisos
Manuel Díez de los Ríos
12.10.2002
No soporto a quienes van del útero a la tumba en línea recta, con el cabestro de su conformismo bien colocado y su felicidad avícola a cuestas. En justa correspondencia, tampoco esas personas me soportan. No entiendo los días como funerales de veinticuatro horas ni que a la vida puedan ponerle precio las rebajas de la muerte.
No imagino otro modo de emprender el último viaje, adecuado para ir ligeros de equipaje, ya lo dijo Machado, que no sea el de dejar atrás un pellejo vacío. Que abandonemos un despojo porque nos hayamos saciado de vivir. Saciados, no hartos. La vida no puede ser una antesala de la muerte. Por eso es preferible, higiénico y recomendable vivirla con un “me equivoqué”, antes que con un “¿por qué no lo hice?"
Mejor pedir perdón que andar gestionando los permisos. La dignitas de los romanos.
Zurich, Suiza. Calle Gertudestrasse, 84, tercero izquierda. Un edificio gris, cuadrado, frío y feo como casi todos los cubículos que albergan oficinas y funcionarios covachuelistas. El piso del que hablo tiene cocina, cuarto de baño y una habitación con dos camas, decorada con un cuadro que representa una mujer desnuda, y ambientada con algunas plantas. También hay varios discos de música clásica. Ochocientos euros cuesta el alquiler mensual. En él tiene su sede la organización Dignitas, presidida por el doctor Minelli, un ángel de la vida para quienes van a él reclamándoles que les ayude a morir.
Erika Lulley, 59 años, enfermera de profesión, ojos azul cielo y pelo cano, está en la vivienda, acompañada de otra persona, enferma terminal de cáncer, a la que ha dado un cigarrillo y una sonrisa. Enciende el equipo de música. Suena una cantata de Bach. Su acompañante se lleva a la boca un vaso con agua, en la que Erika ha diluido quince gramos de pentobarbital de sodio. Salud. Adiós. Hasta luego. Y de un trago. Cinco minutos después ya está en ese siempre que es el nunca de la eternidad.
Ha muerto tan dignamente como quiso vivir, sin un minuto en balde y vacío. La enfermera marcará el número 117, teléfono de la Policía de Zurich, y un agente y el juez se presentarán para testificar el fallecimiento. Los familiares podrán enterrar el cuerpo o llevarse las cenizas. Erika sonríe: “Lo mejor es que quien quiera morir lo haga de 2 a 3 de la tarde, porque a los policías no les gusta venir de noche”.
La asociación tiene en la actualidad 1.800 socios, que pagan 18 euros anuales. Por escasas 3.000 pesetas hay quienes sacan billete de primera clase hacia la nada. Todos piden música para irse con su música a otra parte. Lo prefieren a engrosar la terrible estadística: cada 40 segundos una persona se quita la vida en el mundo. Cuando termine este artículo, habrán sido diez o doce. Punto y final.
Partido de Mangantes Unidos, PMU
Manuel Díez de los Ríos
22.10.2002
¿Quieres que juguemos a ser personas mayores? De acuerdo, ¿quién dice la primera estupidez? Es uno de esos geniales diálogos que Quino puso en boca de Mafalda y su amiga Libertad, una frase que vale por varios tratados completos de sociología aplicada.
Y es que, a medida que cumplimos años, o nos aborricamos o perdemos las referencias, que suele ser lo mismo. Las palabras pueden transformarse en sonoros rebuznos, cuyo valor queda reducido a la mínima expresión, habida cuenta el mal uso que de ellas se hace.
Hay una turbamulta de políticos expertos en la materia. Echen un vistazo a su alrededor y lo comprobarán. Gran mayoría de nuestros padres y padrecillos, putativos o no de la patria, no tienen ni puñetera idea de nada, pero, no conformes con ello, además opinan. No sabemos qué será peor. Cuando cogen la hebra del palique y el palabrerío son capaces de hilar frases tan fáciles de entender como el estribillo del Aserejé, la madre que los parió. Y así nos va.
Don Zapatero, muñequito clónico de don González, padre del felipato gonzalista que sufrimos años ha, se ha dado un baño de populacherío, pan y circo, en la plaza de Vista Alegre, debe ser para torear la que se nos avecina. Con mucha cojoncianina, un derivado ibérico de la testosterona, el casi eterno culiparlante del Congreso, parece haber despertado de su inopia en los últimos tiempos.
Y lo ha hecho cuando los del PP han puesto en marcha su máquina de perder votos, están de capaznar caída y parecen decididos a que el PSOE llegue nuevamente al poder. Don Zapatero, que días pasados hizo, debemos reconocérselo, un papelón (leáse gran papel) en el debate de los Presupuestos Generales del Estado, sin hablar nada de cifras pero con una gran puesta en escena de traspaso de papeles, los que le dio don Sevilla, y morritos como de estadista en trance de cabrearse, huummmm, se ha permitido un orgasmo verbal. Otro más. En la plaza, con los fieles a pique de un repique, dijo la sandez que pasará a la Historia: “Voy a quitarle el poder a los poderosos”. Plas, plas, plas, plas, muchos aplausos, enloqueció la asistencia, que la gente está deseosa de carnaza y de echarle la culpa a los de siempre.
Jajajaja, qué cachondo el José Luis. Los banqueros, especuladores del suelo, y gentes de la Trilateral se herniaban de risa. Hasta don Boyer, único socianosequé no invitado al acto, empleado en dar lustre a los cuarenta y seis cuartos de baño que comparte con doña Porcelanosa en Villa Meona, soltaba una carcajadilla de las suyas, jijijiji.
Zapatero, a tus chorradas. Ya que te vas a quitar el poder a ti mismo y a los tuyos, servidor, como ejercicio de higiene mental, votará en blanco. A la espera quedo de que algún mesías político nos llegue, sin vergüenza ni vergüenzas, diciendo que “voy a forrarme, a trincar, a corromperme, y a forrar a todos quienes me bailen al son”. Se presentará por el PMU, Partido de Mangantes Unidos. Será sincero, dirá la verdad, ese tío tendrá mi voto.
¿Por qué no te has quedado allá, ayatolá?
Manuel Díez de los Ríos
30.10.2002
Debajo de su chilaba de diseño, árabe profeso él pero con ropa cara, trae un variado muestrario de objetos. Ni relojes, ni video cámaras miniatura, ni plumas Montblanc. Ha venido más preparado para la vida moderna, cosa de los tiempos que corren, y acorde con las diferentes suras que forman su libro de cabecera. Ese librote que igual lleva debajo del turbante, caber le cabe, aunque ningún portavoz oficial se ha pronunciado al efecto, y la duda me corroe.
El ayatolá, que bien podría haberse quedado allá, con otros seguidores de Alá y personajes a los que el mismísimo Ciro pondría ahora firmes por borricos, esconde bajo su capa no piojos como habichuelas, que se decía de la de Luis Candelas, sino sentencias a muerte (antes de emprender viaje para acá dejó allá a un ahorcado de una grúa, el cuelguing, no puenting, más practicado en su país), amputaciones de manos a ladrones (unas quinientas en los últimos cuarenta y cinco días) y adúlteras ejecutadas (ni se sabe cuántas), entre otras muestras de su espíritu democrático.
Las hembras de Irán, las persas de dos piernas, que de otras no hablamos, valen la mitad que un macho, los persas de tres piernas. Todas son impuras. Todas un conjunto de agujeros destinados al placer, ¿impuro también? Todas tienen el exclusivo valor de convertirse en huríes que recibirán, cuando la espiche, al creyente musulmán en el Paraíso, aunque menuda paliza le espera al notas si, como dice el Corán, lo harán mientras le recitan sus versículos.
El ayatolá, ¿quién le mandaría a don Aznar, ¿o ha sido Asnar?, y los suyos consentirle venir para acá? se ha meado en el protocolo patrio, en la reina, en la ministra de Asuntos Exteriores, en la presidenta del Senado y en las demás con algún mando en plaza. Sólo las concejalas del Ayuntamiento de Madrid, mayoría ellas en la cuota política, se han negado a hacerle el caldo a tan funesto, tirano, sátrapa y dictador personaje (se queda corto el diccionario), cuya moderación más conocida consiste en que no se deja los dientes tan amarillos como los lucía Jomeini.
Llega a España y dice que ni vino ni mujeres. En fin. No quiero trivializar el mal ni tan siniestro comportamiento. Pero me molesta (¿o se dice me jode?) que Mohamed Jatamí (¿o es Fulaned Zutaní?) esté haciendo aquí lo que le dé la gana. Y más me jode (¿o se dice molesta?) que nuestros políticos le hayan consentido los caprichos porque, argumentan los muy lelos, hay en juego sustanciosos contratos empresariales.
¿Acaso son los Gobiernos quienes firman los contratos? ¿Acaso el protocolo ha roto jamás una operación comercial? Nos hemos bajado los calzones, que de las bragas no hablo, se vaya a cabrear el Fulaned, para justificarlo por dinero. Y hemos pagado la vaselina. Así, cuando el Zutaní, o el Fahd de Arabia, o tantos otros llegan a España, se burlan de nosotros, a mandíbula batiente, porque nos echan una limosnilla y saben que les estaremos eternamente agradecidos. Renegamos del moro, pero no le hacemos ascos al cheque del jeque, aunque el cheque chorree sangre y el jeque nos cague y mee a discreción.
La Manuela acusa al Juan Manuel
Manuel Díez de los Ríos
03.11.2002
En ese pueblo se le reza a san Ernesto Guevara, el Che de todas las revoluciones y poster de todas las progresías, no hay cine para que el capitalismo no corrompa la inocencia comunistoide de sus habitantes, y su alcalde perpetuo desde 1979, Juan Manuel Sánchez Gordillo, maestro en excedencia por la gracia del ministro de turno entonces, encabeza cuantas manifestaciones de jornaleros, que son la tira, se llevan a cabo en el terruño y alrededores.
Marinaleda, refugio del campesinado rojeras, sale de nuevo en papeles, radios y televisiones, no por una algarada de aceituneros y segadores sino porque una lugareña de 32 calendarios, casada con un toxicómano y madre de cinco hijos, acusa al barbudo primer edil de habérsela estado beneficiando trece años.
En pago a los favores sexuales que hubo de prestar, dice la propia, de nombre Manuela, gitana de pura cepa calé, el alcalde la mantuvo como limpiadora en el Ayuntamiento, le pagó un aborto, le compró un coche de segunda mano, y le dio vales para comida y otras cosas “que me hacían falta”, porque debía alimentar y vestir al churumbelamen y al marido
Como el excelentísimo Sánchez no era de lujos y oropeles, a pesar de que hasta el 2000 cobró dos sueldos, unas 600.000 al mes, en calidad de maestro excedente y diputado del Parlamento Andaluz, algo que él decía desconocer, porque empleaba el dinero en dárselo a todo quisque, y tenía siempre la cartilla en números rojos (no iban a ser azules, joé), a pesar de todo ello, digo, Manuela ha dejado claro que sus follandeces eran un tanto cutres. Ni el Ritz de Madrid ni algún cinco estrellas de Sevilla. No. Para las urgencias del fornicio y la coyunda, empleaban el descampado que hay detrás del Ayuntamiento. Eso es amor al campo y respeto a la Naturaleza. Eso es ser jornalero de pura cepa: a falta de pajares cercanos, los rastrojos servían de colchón. ¡Qué rústico y pastoril resulta todo!
Dicen también otras buenas almas del pueblo, ahora desatadas de lengua, que Lucrecia, la primera mujer del presunto garañón, terminó marchándose de su lado porque nunca le compró un buen electrodoméstico, argumentando que esas eran cosas de burgueses capitalistas. Claro que él ni lavaba ni planchaba ni fregaba, hasta ahí podíamos llegar.
Así las cosas, el alcalde anda ahora empurado por un juzgado de Estepa, que deberá discernir si, además de desabrocharse tantas veces la bragueta, se llevó dinero de la caja pública, cosa que la Manuela también ha largado por esa boquita de piñonate.
Mal asunto, Juan Manuel. Malo. A lo mejor no es para tanto. A lo mejor ni siquiera es. Quizás ni sea. Pero en las fotografías que te hicieron anteayer tu mirada no tiene la claridad de siempre. Venga, tío, que no te machaquen si no llevan razón. Más cornadas te han querido dar, y has salido sin heridas.
¿Qué hacemos los hombres después de miccionar?
Manuel Díez de los Ríos
06.11.2002
Ya lo dijo quien lo dijo. ¿Oye, qué fue lo que dijo? “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Hoy, las cosas son más complicadas. Ahora se trata de tener unos apoyos con los que mover el mundo, convertido en un patio de monipodio en el que nos lanzamos a degüello unos contra otros y maricón el último.
Pasados esos días en que el año se anoviembra y vamos a darle la paliza a nuestros muertos, con flores, lucecitas, lágrimas de cocodrilo y parafernalia variada, volvemos al mundo de los vivos y ahí te quiero ver. Quien más quien menos busca apoyos para justificar sus actos e, incluso, justificaciones que hagan actuar a sus apoyos. No entraré en tales dilemas, pero voy a permitirme una sonrisa (horizontal, que soy hombre y no me es posible la vertical, salvo cuando logro provocarla en alguna de sus dueñas). Me río de varias estupideces (¿o son estadísticas?) que sesudos sociólogos manejan hogaño.
Dos millones de compatriotas dicen que son infieles a sus propios y propias, o viceversa. Al fin. En España, lugar donde la cornamenta no debía ser mentada, sino llevada con dignidad y alevosía, ya es posible hablar y no parar sobre tales prominencias. ¿Quién no recuerda el viejo chiste? “Camarero, ¿dónde han puesto los cuernos que había colgados en esta pared? Señor, ahí lo que teníamos era un espejo”.
Como todo ha de hacerse objeto de estudio, quienes velan por el buen estado sinérgico de nuestras meninges aseguran que el 98 por ciento de los hombres no se lavan las manos después de miccionar (¡ay, cuán socorrido es el latín para esto de los palabros!), aunque hayan tenido previamente un asunto entre ellas. O quizás por eso.
Al loro como están de todo lo referido a la seguridad vial, en previsión de que las carreteras y sus arcenes no se asfalten de más cadáveres, acaban de darnos a conocer que el 67 por ciento de conductores se sacan mocos a la menor ocasión, y que el 23 por ciento de ellos hacen pelotillas con tan nasal material.
Así, qué satisfacción, ya podemos tener argumentos para enfrentarnos al día a día. El saber no ocupa lugar y nuestro aprendizaje ha de ser continuo. Para ir por el mundo con el apoyo de la frente alta y la lengua larga (lo de la falda corta es opcional, mi querido Sabina). Que aunque no nos guste esta vida, hace falta vivir, según creo. Y es mejor hacerlo con sapiencia que en la inopia. Menos mal.
Que los mesmos no estén con las mesmas
Manuel Díez de los Ríos
08.11.2002
Debe ser por aquello del olor. Cuando los animales están en celo, estro para quienes gusten del lenguaje científico, se reconocen olfateándose. Después pasan al hola, ¿qué tal?, al tanto gusto, el gusto es mío, y al final el gusto es de ambos. Lo hacen de manera distinta a los animales de dos piernas (pronúnciese piennnnas), pero lo hacen, que me lo han dicho mis perros.
En un colegio de Ourense, (¡caraju con los gallegus!), las privilegiadas mentes responsables de la educación del muchacherío decidieron separar a los unos de las otras en los recreos, no fuera cosa que se dedicaran a olfatearse en los servicios y a procurarse satisfacciones y cambio de aceite en los bajos más o menos peludillos.
La ministra Pilar del Castillo (en Galicia dicen que “castillo” es uno que no se va de putillas) aprobó tan eficiente medida, en orden a garantizar la virginidad de rapaciños y rapaciñas, siempre con la sabiduría que dan los años respecto a que los unos son verdaderas rapaces para las otras, en tierras galaicas y/o en cualesquiera otras. Nada, que no. Que los mesmos no podían estar con las mesmas. Que aquello de “Los chicos con las chicas”, canción de Los Bravos, prehistoria de la música, es sólo un soniquete sin valor alguno.
Faltádoles ha a tan insignes próceres culturales impedir la entrada de los ellos con los ellos a los retretes, que hoy en día hay mucho homomariconeo suelto, y de las ellas con las ellas, pues las tordas no se quedan atrás en eso de emparejarse con las de su propio sexo, bollería que se llama. También podían haber esparcido virus gripales por los patios del cole. Con todo el personal resfriado hasta las trancas les hubiera sido imposible apreciar los efluvios corporales que se despiden en trance de follandilla y habrían garantizado esa tan recomendable abstinencia carnal que demasiados consideran idónea para ir aplacando el sexo hasta más ver.
Lo malo de esas cosas de los olores es que los educandos piensen también en cómo evitar que los rapaces anden todo el día con la mano vuelta, dejando a Onán a la altura de un simple pajillerete y no todo un profesional, como lo era, de la paja, gayola, gallarda, manola, en todas su variantes.
Antaño los curas decían que masturbarse contribuía a que se derritiera la médula espinal, aunque ninguno de ellos padecía semejante mal. Hogaño ciertos maestros tienen las cosas más fáciles: recreos separados por sexos, y ahora meas tú, ahora yo. Qué bien.
Que apagues el calor, y lluevas
Manuel Díez de los Ríos
12.11.2002
Alguien me ha pedido que te lo pida: que apagues ya el calor, y lluevas. Llora de una vez sobre nosotros, sobre los cuatro costados de esta Málaga, para enseñarnos a reír. Seas Tlaloc, el dios azteca, o Manitú, que llevaba a los indios al Paraíso. Seas la advocación a Guacantanga o los cabellos al viento de Georges Moustaki. Seas un tema de “El último de la fila” o un poema de Luis García Montero. Seas el piano de Eric Satie o el Jesús del Gran Poder de todos los gitanos, no de los polanquistas. Seas un verso, ése, sólo ése, de Vallejo o una canción de Serrat. Seas, ante todo, Jehová, que no parece (y acéptame el juego de palabras), sino un simple Jehoviene que se niega a empaparse con todos nosotros.
De paso, moja el mundo y límpiale la mierda con que nos rociamos cada mañana. Uff, menuda petición me está saliendo. Seas quien seas. Que hace falta beber. Y ducharse. Y lavar los platos. Y fregar los suelos. Y regar las plantas. Sí, también eso forma parte del contenido de una sonrisa medianamente civilizada y consumista, aunque nadie haya tenido la idea de abrir una tienda de lluvia a veinte duros, sesenta céntimos de euro al cambio.
Ponte a llover mejor que en las películas francesas, en los libros de García Márquez, en la música de Miles Davis, en la voz de José Feliciano o en las comparaciones de Juan Luis Guerra. Llueve de una lluviosa vez. Con la prosa de llenar los pantanos y con la poesía de quienes, a pesar de tropezar continuamente en la piedra de siempre, que no hay otra, preferimos ser lluvia a ver llover.
Alguien, sí, me ha pedido que te lo pida. Necesita sentirse frente al mar en un día nublado y lluvioso. Quiere oír el saxo de Charlie Parker desgranando en gotas de lluvia las notas de “Embraceable you”. Lo necesita en una buhardilla a la que la lluvia da esa impronta que sólo confiere el sentirse bien con uno mismo. Para vivir y florecer.
Lluvia. Llueve. Sobre los hombres llueve. Sobre la calle llueve. Sobre mi casa llueve. Somos millones que la necesitamos, pero alguien en especial quiere esa lluvia. Sabiéndonos llovidos, yo dibujaría una gota de lluvia en sus labios. Y tal vez, me llevaría su corazón en un cesto de agua. Tampoco es pedir mucho, aunque agoreros, meteorólogos y gentes de la hidrografía suelan hacerlo de otra manera.
Que el 'Mochi' quiere ser alcalde, horror
Manuel Díez de los Ríos
27.01.2002
Bueno, al fin. Alguien nos oyó, y el dios de la lluvia lloró sobre nosotros. La habrás visto, olido, pensado y dibujado. Ella, la ansiada, llegó. Como dices, lo hizo por paquetería urgente. Sin precipitarse, aunque haya habido precipitaciones. No obstante, para vergüenza propia, ajena y general, sin prisa pero sin pausa, ha vuelto a poner de relieve las carencias en infraestructuras de este pueblo grande llamado Málaga, cuyas alcantarillas son como tapaderas de cemento que contribuyen a inundar aquellos lugares donde se encuentran, no a desaguar.
Los barrios convertidos en albercas, las salidas de los bomberos, las brigadas de limpieza desatascando imprevistos que deberían haberse previsto, colas de muchos kilómetros en las carreteras, y retenciones de la madre que las parió en la circulación (eso que ahora los soplagaitas y otros políticos llaman “movilidad urbana”) han sido como el agua nuestra de cada día de una tierra boquerona que, cuando le lavan la cara, protesta como gato escaldado.
Y en estas, para que no se agote nuestra capacidad de indignación, llega también el ‘Mochi’ y dice que quiere ser alcalde de Marbella por el grupito ese que ha creado el abogado Rodríguez Menéndez. Juan Erasmo trae un programa electoral que, como dicen por aquí, te cagas. Muchos políticos no saben lo que hacen, aunque siempre resulta mejor eso que si se pusieran a hacer lo que saben, pero lo del Juan Erasmo, que ni es político ni nada parecido, tiene mandanga.
Este personaje, otrora en pantaloncitos acampanados y camisas de cuello picudo, cantarín que fue de ‘Mami Panchita’ (“¡Qué si un día te viera llorando, no sabes lo que yo haría por devolver la sonrisa a tus labios…!”) y “El lagartija” (“Le llaman “El Lagartija” porque siempre tiene prisa y le gusta el sol…”), canciones de tan sublime inspiración poética, dice que a Marbella se la arregla haciendo de ella "un espacio de ocio, de belleza y de divertimento". O sea, que aquello vuelva a convertirse en el putiferio de la jet set antañona.
Si llega a ser alcalde (los dioses habrán decidido, gracias a Dios, que no lo sea), asegura que se hará acompañar de "personas que entiendan bien lo que hacen y estén relacionadas con las competencias a asumir, con conocimientos profundos". Anda, ea, toma ya. ¿Se estará refiriendo a los mineros? Espera, Mochi, que me voy a esco.., digo a tirar de risa. Jajaja. Ya.
Lo mejor del caso es que el jefe del Juan Erasmo es Emilio Rodríguez Menéndez, el leguleyo barrigón conocido por las periquitas de que suele rodearse, aspirantes todas ellas a putiplistas, por sus apariciones en programas y revistas de bragueta, por pedirle mil millones de pelas a Rocío Jurado con destino a Antonio David, el ex yerno, ex guardia civil y ex cepillador de Rociíto, y, sobre todo, por haber mentido de la manera más cruel a toda España.
Cuando estaba reciente el terrible crimen de Alcásser, este siniestro personaje, que ahora quiere ser alcalde de La Línea de la Concepción, publicó en el periódico del que era propietario una supuesta entrevista, fotografías incluidas, con el mismísimo Antonio Anglés, el asesino más buscado de España. Todo fue un montaje, una falsedad, una ignominia. Qué asco. Ya sólo falta que intelectuales y pensadores de la talla de Belén Esteban, Quico Matamoros, Emilio del Pozo, Tamara, y Paco Porras encabecen las listas electorales de otras circunscripciones. Así todos empezaremos a creer un poco más en la política y sus profesionales.
Extraterrestres de no sabemos dónde
Manuel Díez de los Ríos
28.01.2003
Las comunicaciones interplanetarias avanzan a un ritmo que nuestras entendederas no pueden asimilar, por muchos móviles con los que nos estemos amargando la oreja y ordenadores que nos dejen los ojos haciendo chiribitas.
Dicen los raelianos que descendemos de unos extraterrestres llegados a la Tierra hace 25.000 años, mes arriba o abajo, sin aclarar si fue por la mañana o a media tarde. Tampoco especifican, qué desazón, si procedían de más allá o acá de Plutón ni si de, según se mira al cielo, a la derecha o a la izquierda, con lo cual me dejan geográficamente descolocado en mi nacimiento primario. Otra carencia más que llevarme a la biografía.
La portavoz de la secta, una tal Brigitte Boisselier, de buen ver, cálido verbo, silicónicos morros, y de profesión sus supuestas fabricaciones de niños como churros, se ha aprendido el discurso y lo suelta allá donde tiene audiencia. En principio, ha calado hondo entre los japoneses, esas gentes que, cuando te miran, no sabes realmente si te están mirando o sospechando de ti, al ser sus ojos dos puñaladitas en un cartón.
Los raelianos están diciéndonos que, si fuéramos de otro mundo, dejaríamos de sentirnos tan extraños en éste. Tal vez por eso llevamos destrozándolo meticulosamente minuto sí y minuto también, con total eficacia. Nos gustan los amaneceres y anocheres, pero no escatimamos esfuerzos en llenar de mierda la atmósfera y las playas. Tenemos macetas en el alféizar de la ventana y en la mesa de trabajo, pero acumulamos papeles que son resultado de talar bosques enteros.
Ninguno nos creemos de este mundo y hay quienes prometen, por la gloria venidera (algunos, incluso, hasta por sus muertos) otro para después de diñarla. Con los de Rael y la Iglesia hemos topado, Sancho de mis entretelas. Unos viven del cuento de nuestro nacimiento, y otros del renacimiento, extraterrestres ambos. Al parecer, el negocio les va bien a todos.
Pero, ¿qué haremos en el otro mundo, en plena contemplación de la verdad, joé, qué aburrimiento, ajenos al cuerpo terrenal, nuestro chasis de toda la vida, sin un dolor de muelas, el plazo mensual de la regla o sin rascarnos ahí mismo cuando nos pica?
No contentos con eso, poco dura la dicha en casa del mortal, nos amenazan con las clonaciones y otras leches. En polvo o desnatadas. Uf.
Compañías y sentimientos
Manuel Díez de los Ríos
30.01.2003
Es simpático. ¿O no? Me hace gracia lo de "compañero/a sentimental", expresión inventada para designar a los antiguos follador/a, que hoy día viene a significar, la Real Academia está en el ajo, "aquél o aquella que asesina a quien con él o ella convive". Los propios y las propias se ponen al día en el lenguaje.
Me río cuando leo u oigo esos palabros porque sólo me parecen tales compañeros, además de los colegas de borrachera, que el vino nos pone sentimentales, esos que se presentan en un entierro, con cara de estreñidos (condición sine qua non), prestos a repartir palmadas y sobar chepas, cuya misión es decirle a los dolientes, profundo suspiro y mirada al suelo incluidos, "te acompaño en el sentimiento".
Lo hacen de la mejor buena fe posible, incluso se han puesto su traje nuevo, aunque al muerto le importe un pimiento que hayan acudido al velorio. Los muertos son muy suyos en esas cosas y no agradecen lo bien que algunos quedan cuando cumplen en el funeral, como en el bautizo o la boda.
Los españoles somos de lo más cumplidores con las parientas, sobre todo los sabadetes, después del partido televisado, y una vez cambiado el mando a distancia por otros tocamientos, también apresurados. Pero, eternos buscadores de emociones fuertes, las majamos a palos o las acuchillamos. No por ser unos psicópatas asesinos, sino para cumplir con, y justificarnos ante ellas. Así, de paso, además de buscarle alicientes a la relación, mantenemos una agradable conversación, fruto del arrepentimiento pasajero, preguntándoles cómo se sienten y acompañándolas en su dolor después de trincharlas, que la sangre y vísceras al aire unen mucho a las parejas.
Perdidamente enamorados, les agradecemos a navajazos el hecho de habernos amargado la vida a medias: cada quisque se casa contra, no con alguien. Reivindicamos el capitalismo, la propiedad privada, y la familia: os matamos porque sois nuestras.
Sin embargo, lo de "compañera sentimental" es algo que mantenemos de puertas para adentro. En la calle, cuando la presentamos al amigote, al técnico que nos mira el ordenador para terminar diciéndonos, no falla, que tiene escogorciado el rúter, o al vecino diario de autobús, siempre nos referimos a ella como "aquí, mi mujer", "esta es mi costilla" o cualquier otra lindeza imaginativa, la pata quebrada y en casa. Aunque muy bocazas, somos de lo más prudentes: nos privamos de comentar "ésta es la que me cepillo" o "quiero que conozcas a mi follatriz".
Como lo de novia, esposa, amiga, amante o querida, lagarto, lagarto, ya no se lleva, ahora nos ensañamos más concienzudamente con la compañera sentimental. Ya digo: las matamos con todo sentimiento, porque, a veces, nos gustaba su compañía.
Somos unos sentimentales de caca (eufemismo al canto).
Ver las estrellas
Manuel Díez de los Ríos
03.02.2003
Inventamos el tiempo sólo para no saber qué hacer con él. Inventamos el espacio únicamente para buscar la manera de ir de un sitio a otro y escapar de nosotros mismos. Por eso, cuando nos entierran o transforman en ninot de falla, siempre llevamos en alguna costura de la mortaja un pedacito de tiempo no usado, tiempo perdido, y manojos de caminos no andados.
Con el espacio ocurrió, ya digo, otro tanto. Vista nuestra incapacidad de elegir bien el acá para allá, inventamos las agencias de viaje, los touroperadores y los patronatos de turismo, encargados de perder el tiempo para diseñarnos el uso del espacio.
Como no teníamos bastante con los caminos de esa aldea llamada Tierra, nos pusimos manos a la obra y dimos pábulo a la Nasa para que nos llevara a las estrellas. Los astronautas se empeñaron en tenerlas al alcance de la mano y, dale que te pego, se apuntaron a ser colones en el Columbia.
No obstante, algunos han visto las estrellas y otros han visto las estrellas, dependiendo del uso que le queramos dar a la frase. Los siete últimos tripulantes del vetusto trasbordador, dos ellas y cinco ellos, han terminado por ver las estrellas, que decimos en Andalucía, después de haberlas visto tan cerca. Se han desintegrado.
Han muerto en un plis plas por un error de cálculo en el ángulo de entrada a la atmósfera, que ha de ser exactamente, ni uno más ni menos, de 28 grados 38 minutos, o porque el Columbia era un pájaro tocado del ala izquierda, que terminó perdiendo a 22.000 kilómetros por hora.
Queremos comernos el mundo, con su tiempo y espacio, pero siempre resulta al revés. Uno de los cosmonautas, israelí de nacimiento y rito religioso, llevaba consigo un ejemplar de la Torah, el libro santo judío, no se sabe si como guía de viaje o para que Dios le firmara un autógrafo si tenía a bien aparecer subido en el pico de una estrella.
En cualquier caso, tampoco él, visto lo visto, tenía claro el uso del tiempo y del espacio, tan relativos como Heráclito y Einstein, cada uno a su manera, nos dejaron dicho.
Tiempo y espacio, a ver si no enteramos, están fuera de control. Será por eso que reivindico para mí el record Guinness de mirar estrellas, así de descontrolado estoy.
Ana de Palacio, una intelectual
Manuel Díez de los Ríos
04.02.2003
Hay que haber conocido mucho mundo, trapicheado con decenas de funcionarios, covachueleado en muchos despachos de la Unión Europea, UE para los amigos, compartido muchos asientos de lujo y mamado mucho de la teta del Estado para tener las ideas tan claras.
Los títulos universitarios, qué se han creído, no se regalan, salvo los que se regalan. Ni se inventan, a excepción de todos cuantos se inventó Luis Roldán para ser alguien, con el añadido de varios masters y otros cursos de perfeccionamiento y desarrollo de la cosa estudiada.
El saber no se adquiere así como así, sino tras años de estudio, reflexión, confrontación intelectual y disposición de ánimo para el aprendizaje. Mens sana in corpore sano, me parece que se dice en los latines. El saber, además, sí ocupa lugar, siempre y cuando se disponga de una buena biblioteca o de un disco duro con más gigas que vivas a la Virgen y otros rezos para tenerlo. El saber no ha de estar reducido a guetos, salvo que aspire a dar soporte a religiones, dictaduras o fascismos variados.
"Sólo sé que no sé nada" es algo tan falso como su propia formulación. Si sabes que no sabes, ya sabes. Sócrates, no te pases, no quieras liarnos. Lo tuyo es un sofisma. Bien formulado, pero sofisma a fin de cuentas.
Quien sabe tiene la obligación de compartir su sapiencia con quienes no somos más que unos pobres ignorantes. La sabiduría, hago un paréntesis, es la ignorancia más sutil y suprema: no tiene idea de nada.
Saber, reflexionar, estudiar, compartir. Todo ello lo reúne en su personalidad pinturera nuestra ministra de Asuntos de Fuera (lo digo así para que rime), Ana de Palacio y otros tintes, hermana de Loyola, también intelectual de la reserva aznariana y pepera.
Doña Ana nos ha dejado atónitos. Frases como la suya estaban haciendo falta en un mundo tan carente de líderes y pensamientos que motiven de inmediato a pasar a la acción."Si hay guerra, el petróleo subirá". Nadie ha dicho si, tras pronunciar tan categórico aserto, se fue al retrete. No obstante, para hablar con tal conocimiento de causa, hay que haber estudiado, leído y etcétera, etcétera.
A partir de mañana, quiero desasnarme de una vez, prepararme para la vida moderna. Voy a empezar a estudiar.
Muéranse de una vez
Manuel Díez de los Ríos
08.02.2003
'Quiero repartir marihuana en el Consejo de Ministros'. Hágalo, cenutrio, pero no se aproveche de Televisión Española, que pagamos todos, para decir semejante estupidez y lanzar tanta soflama. Repártala antes a su familia, que tal vez la prefiera más picada. Usted, y quienes hicieron el guión del esperpento del sábado noche, se han cubierto de tanta basura como acumulan esas mal llamadas películas, subvencionadas por todos, que realizan y no valen nada.
La gala de los Premios Goya (sin premio, por favor) resultó un engendro, de pésimo gusto, peor realización y nulo contenido, que los telespectadores supieron premiar distinguiéndola con la cifra más baja de audiencia de todos los tiempos. Marisa Paredes, emparedada entre tanto imbécil, reinona de parásitos, ponía su mejor sonrisa bajo el maquillaje.
Es vomitivo contemplar a una caterva de progres, hembras, machos y mitad y mitad, vestidos de Armani, Vittorio y Luchino, Ungaro o Galiano que apalean al estado capitalista, pero le piden el dinero a manos llenas para seguir perpetrando sus bodrios cinematográficos.
Si no quieren la guerra, ¿y quién, realmente, la quiere?, conviertan la reunión, como lo hicieron, en un cómico alegato antibelicista, pero tengan también el valor de colocarse una pegatina de "No a ETA y al terrorismo". Ninguno de ustedes, desvergonzados, lo ha hecho jamás, siquiera en el Festival de San Sebastián, convertido desde ni se sabe en covacha fascistoide y salita de estar de quienes apoyan a los criminales etarras.
Decía John Lennon "que los del gallinero hagan palmas y los del patio de butacas hagan sonar sus joyas". En la gala de marras no había gallinero, sino demasiados bultos enjoyados, trapos y pedruscos adquiridos con dinero público. Dinero tirado. Queridos hijos del capital, no critiquen al Estado cuando ponen la mano para poder seguir viviendo. Trabajen, no vivan de trincar subvenciones.
Ustedes, gentuza, piltrafas que desprecian a Almodóvar y Garci, los únicos cuyas películas triunfan en Europa y Estados Unidos (un país que es todo en el mundo del cine, precisamente porque allí no está subvencionado) deben meterse su falsa y hedionda progresía allá donde les quepa, que les cabe, al socaire de la iluminación más adecuada y en un rodaje de todos a la vez.
Por mí, váyanse a la mierda. En bloque, No lo digo como título de película, sino como un deseo ferviente. Por xenófobos, racistas, facciosos y, además, tontos de la haba.
Los cadáveres tienen un valor doble: podredumbre de la que hay que desprenderse u objetos de eterna veneración. Ustedes son lo primero. Ya están muertos, pero, por favor, muéranse. No sean tan vivos.
Escribir de las letras
Manuel Díez de los Ríos
09.02.2003
Muchas veces me tropiezo con las letras. Es el tributo que pago por trabajar con las palabras. Con una a, principio, alfa, y una o, omega, final en el alfabeto griego, cuarta vocal en el nuestro. Y con la i, cuya misión principal consiste en que muchos presuman de ponerle los puntos. También suele sucederme que descabece el sueño sobre la l de un libro. O me dé de bruces contra la e, la tercera, empeñada en excitarme la imaginación. Nuevo golpe contra la i.
Cada letra es un mundo en sí misma, veintinueve mundos girando en órbitas imaginarias. No obstante, todas terminan unidas cuando, elegidas escrupulosamente y dependiendo de la palabra que pretendamos formar, representan para cada uno de nosotros el micro universo de lo que amamos. Personas, animales, paisajes, cosas.
Aquí está la n, con su arco romano sujetándole la estructura. Aunque no siempre es comienzo de negaciones, tampoco suele descubrir sus cartas. Cualquiera puede buscar en el interior del alfabeto y disfrutar la noche creativa, el nacimiento de algún amor a orillas del mar e, incluso, que el reloj se ha parado en las nunca en punto. Mientras, hay nubes que se desvisten del día por el horizonte. Como si a alguien se le hubiera caído por él una rosa roja.
Las letras me han llevado toda la vida por caminos distintos. No sólo metafóricamente hablando. Así, un día chirriaban contra el asfalto de la carretera porque la matrícula del coche se había soltado de uno de sus enganches. La l, tan esbelta, obliga a mirar hacia arriba, que la Luna siempre ofrece refugio para quien lo sabe buscar. Luna. Luz. Paradojas de la noche, siempre oscura, circular, redonda. Como la o con la que tropecé párrafos más arriba.
Noches idénticas, la i de nuevo, pero amanecidamente diversas. Amanecer, nuevo día. Otra manera de habitarnos, soportarnos, decirnos, vivirnos. Más imágenes, más íes, más acuarelas, la a que no cesa, para alegrar el instante en que mi habitación y yo despertamos.
Amanece, sí. Como homenaje al sol que nos redime cuando la noche se va por la ventana. Intimidad. Mondarnos el alma y estar orgullosos de sus cáscaras. Libertad. Grande o pequeña. A fin de cuentas, libertad.
Hoy, ya digo, he vuelto a nadar sin guardar la ropa. Como en el sexo. Me he tropezado con varias letras. Si las recuerdo todas, escribiré algo sobre ellas.
ETA, hez
Manuel Díez de los Ríos
10.02.2003
Las banderas son un sentimiento, una creencia, un pensamiento, un compromiso. Se puede vivir sin bandos, pero difícilmente sin banderas. La bandera es un trozo de tela, sí, un trapo, también, pero los pueblos se lanzan a degüello contra quienes se lo destrozan o mancillan. No citaré ejemplos foráneos, baste hablar de la Guerra de la Independencia en España.
Pero lo execrable es cuando la bandera se transforma en banderín de enganche, en centro de reclutamiento o bandería para quienes pretenden vivir de ella por los siglos. Surgen así los matarifes en nombre de la ikurriña o los que la transforman en seña de identidad de apetencias monetario personales y prebendas políticas. Con el engaño como mástil y la engañifa por manera de ondear al aire. Nos duele la bandera, supongo, pero más la patada en los mismísimos que significa comprobar cómo tantos la utilizan para intereses mezquinos y criminales.
ETA, ez, ETA, no. Era el texto de la pancarta que presidía la gran manifestación de ayer en repulsa contra el nuevo acto heroico de los criminales del hacha y la serpiente, que han sumado otro muerto a su lista de infamias. A la palabra ez, cuyo significado es no, le falta una hache. ETA, hez. ETA, mierda. Eso es la banda, con perdón para la digna mierda. Y eso son también quienes les ríen las gracias, por temor o porque les agrada el sonido de los disparos.
Los familiares del sargento asesinado pidieron que al funeral no asistiera nadie del Gobierno vasco. Están hastiados de Ibarretxes y Arzallus uniformados de ikurriña, que ponen cara de pena en un sitio y se alegran pactando con los asesinos en otro. Han hecho del amiguismo y los silencios su modo de ejercer el poder. En nombre de una bandera están llevando a los vascos a un precipicio sin fondo.
Digamos todos ez a la hez. Y a las heces, a las excrecencias con siglas PNV y colores verde, rojo y blanco de una bandera que han degradado hasta el máximo en beneficio propio.
Alma de piedra
Manuel Díez de los Ríos
11.02.2003
Andaba yo en edad prepajilleril, aún no llegada la adolescencia, cuando una duda comenzó a corroerme. "Dios dotó a los hombres de alma", le oí decir al profesor de Religión. Me gustaba mucho esa clase porque en ella poníamos toda nuestra atención para intercambiarnos los cromos de futbolistas y animales, que convivían con los de razas humanas y artistas. Un día conseguí, al fin, el del francolín silvestre, número 83 del álbum de Zoología, una especie de pato que jamás he visto en mi vida, salvo en aquella imagen. Había completado la colección, no podía creérmelo. Qué gozo de los once años.
"...A los hombres de alma", insistía el profesor. Por entonces oí también al de Historia decir que los hombres primitivos tenían armas de piedra. Qué choque, la liamos. Mi confusión no fue de concepto alma/arma, sino de dos letras, líquidas ambas, la ele y la ere.
Manolín, ese era yo, ahí me tienen, empezó a pensar que a los primitivos aquellos les pesaría el alma una tonelada. Me solía palpar el pecho, un poco hacia este lado, donde creía que estaría colocada. No la notaba pesada, a lo mejor se le había ocurrido cambiar de emplazamiento. Y deducía que los primitivos no podían andar como nosotros, más o menos derechos, por el peso ése. Pero también veía a gente que andaba encorvada. Tentado estuve muchas veces de preguntarles por su alma. No lo hice, no.
¿Por qué se le habría ocurrido a Dios semejante barrabasada? Después fui enterándome de algunas cosas más. El profesor de Literatura nos leyó aquello tan fuenteovejunesco de "Al rey la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios". Más confusión. Más. Sólo Dios tenía alma. ¿Sería también de piedra? Un día oí decir a mi abuelo, bendito ser humano, que se le había caído el alma a los pies tras haber presenciado no sé qué. Armándome de todo mi valor, no mucho entonces, le pregunté si le había hecho mucho daño. Se río a carcajadas. Le expliqué mis dudas y, como de tantas otras, me sacó de ellas.
Ahora necesitaría a mi abuelo para que me aclarara algo. A estas alturas de mi vida no he logrado saber si el hombre tiene o no el alma de piedra.
Vivienda, atraco a mano armada
Manuel Díez de los Ríos
12.02.2003
Al final, las casas terminan viviéndonos a cada uno, no al contrario. Tal vez por ello son tan caras, las hijas de la gran pared. Nos llenan el presente de hipoteca, y el por llegar, ese porvenir como de andar en zapatillas por ellas, de pagos al banco. Futura ruina. En muchos casos, más que viviendas terminan siendo moriendas a las que van a fallecer ahorros, anhelos, esperanzas, histerias e historias de calidad de vida, y hasta el canario que nos trinaba a media tarde.
Su precio va a seguir subiendo, dicen quienes saben de estas cosas, aunque se monte la mundial en Irak. Como si más o menos muertos tuvieran algo que ver con la especulación del suelo. A saber: en los últimos seis años la vivienda ha subido un 176 por ciento, mientras el terreno lo hizo en un 20. Ahí es nada: más de un 150 por ciento de pelotazo para el promotor. Como la espuma chorreándole de su cuenta corriente.
¿Acaso se construye con huesos humanos? No digo que los albañiles no se rompan las espaldas, y la vida, en los tajos, pero de ahí a lo otro hay una distancia.
Los gangsters del ladrillo se han acostumbrado a ganar dinero como por arte de mafia (lo he escrito con efe) y nadie va a bajarles del machito, caigan o no missiles en plan chuzos de punta sobre territorio sadánico.
- Buenas tardes. Venía a informarme sobre las condiciones de compra y demás de los pisos que tienen en promoción.
- Muy bien, cómo no. Siéntese y manos arriba.
Al grano, sin más. Y es que para ser un buen ladrón, respetado por la sociedad, con estatus y aperitivo en hoteles de lujo, la experiencia aconseja ser promotor. Promueve, no te quedes quieto, roba a manos llenas. Buen consejo para quien empiece ahora a ganarse la vida.
Hay cosas que no entiendo. Lo cual, por otra parte, me deja plenamente satisfecho. Si algún día entendiera este atraco a mano armada que significa comprarse cuatro paredes, algunas de ellas alicatadas hasta el techo, terminaría dándome con un ladrillo en los dientes. No sería cuestión. Yo y (con permiso de Ortega y Gasset) mi ignorancia.
Estupidez sanvalentinesca
Manuel Díez de los Ríos
14.02.2003
Lo mejor de la memoria es el olvido. Recordar los olvidos y olvidar los recuerdos, dicho sea en poético escribir. Por eso cuando ella olvida el número del móvil del último ligue o él no recuerda el de su tarjeta bancaria están siendo poetas por unos minutos. Aprendices de poeta, mejor. La poesía y las cosas reales tienen poco que ver. El catorce de febrero es un día irreal a todas luces.
Tampoco es algo irremediable ese momentáneo alzheimer de la memoria: ni en su cuenta corriente hay demasiado dinero, que eso suele tenerse siempre escaso, para ir malviviendo y olé, ni ella va a perder al maromo tan fácilmente en otros brazos.
No osbtante, llevamos tanto número en la cabeza que es lógico que las neuronas protesten y digan ¡basta! Teléfonos, carnés, claves. Memorizamos los reales y todos cuantos tenemos con nombres falsos, no sea que la parienta o el propio nos coja en el renuncio de ponerle los cuernos.
No hay peor infidelidad que la numérica. Así, cuando las parejas se rompen siempre es por culpa de uno de los tres, independientemente de sus cifras en el extracto mensual del banco.
Mucho cuidado deben tener con los números los sanvalentinosos de hoy, seguidores a machamartillo del invento de Galerías Preciados, directamente importado desde Estados Unidos, como casi todo. Este día de febrerillo loco es ideal para que nuestro porcentaje de estupidez aumente por encima del resto. Por ello mismo, precaución amiga/o enamorada/o. El agilipollamiento es traicionero.
Cuidado con las cifras. No lo digo por nada relativo al horóscopo, sino por la prudencia que cualquiera de ustedes ha de extremar para no dejar en cualquier parte (mucha atención a los bolsillos del pantalón) el recibo de la Visa, tanto en regalito para Maripuri, o la factura del hotel, a tanto le salió el polvo al Antonio. Es cuestión, simple y llanamente, de cantidad. El amor son números, y el Valentín ése un consumista del carajo.
El Tenorio mentía
Manuel Díez de los Ríos
18.02.2003
Pues no. No es verdad. En esta apartada orilla no brilla la luna más pura ni se respira mejor. No, ángel de amor. Aquí estamos rodeados por todas partes de chapapote, políticos de chichinabo, debatidores chupagaitas y chocholocos con cierto mando. Y, además, hay un pestazo a mil pares de fueles, versos del Tenorio y palabrería, a favor o en contra de la guerra aparte.
Claro que quien no se consuela es porque no quiere o no tiene dinero para acudir a un psiquiatra que le diga eso que quiere oír. ¿Qué? Sólo eso. Cualquiera lo sabe. También queda la opción de presentarse en el chiringuito de algún psíquico disminuido (no confundir con disminuidos psíquicos, personas de gran inteligencia) y entre bolas de cristal, sahumerios de sándalo, estampitas del Corazón de Jesús en vos confío y relicarios, pedir que le lean el futuro. O el presente de mañana, para entendernos.
Tantos rappeles y aramises siembran de mierda las conciencias de incautos cuyo mayor placer es dejarse engañar. Que nadie se rasgue las vestiduras: los políticos lo hacen a todas horas y luego tienen la desvergüenza de pedir el voto a quienes les voten. Abogo por ni oír rebuaznar ni creer en Zapatero dedicado a sus zapatos.
Preocupado como está en limpiar los millones de litros de prestigiosa inmundicia o de lavar su imagen ante no menos prestigiosos ciudadanos que le berrean en plenas narices parlamentarias, el Gobierno podría aprovechar también para quitarse de en medio, por succión o enterramiento bajo hormigón armado, a estos engañabobos con derecho a aparecer en televisiones que todos mal pagamos.
Algo me gustaría que acertaran alguna vez alguno de ellos: la fecha de su suicidio. Qué satisfacción.
Cavarnos la fosa
Manuel Díez de los Ríos
20.02.2003
Tener opinión es cavarse un poco más la fosa. Ver, oír y callar. La máxima, el summum orgásmico, de quienes se consideran prudentes. O sea, más gente para el rebaño. Con excesiva frecuencia. "Es que tú te pasas, y lo mejor es guardarse las opiniones". Vengo oyendo esa cantinela desde que tengo el uso de razón, ni mucho ni poco, que tengo, aunque, en el nombre de la prudencia (de otros), se cometen todo tipo de atropellos, un día sí y el otro ni te cuento. Forever.
Gentuza de diversa calaña, mangantes con coche oficial, tenderillos de nada y vendedores de menos saben que nuestra prudencia les mantiene abiertas de par en par las puertas de las tropelías para que sigan medrando a costa de chepa ajena. Así, un poner, por cada pensión que sube un tanto por ciento miserable, algún hijoputa se llevará el dinero en sacas.
Seamos prudentes y no le mentemos la madre, por ejemplo, a quien decide entrullar a un fulano que ha robado mil duros, conviértanlo ustedes a euros, pero se va a comer y compartir puta de lujo con un don Mengano que nos ha robado cuatro mil kilos de papel billete a todos. Una cosa es un chorizo y otra, muy distinta, todo un señor.
Prudencia, bendito bozal. Vivamos en la inopia si no queremos tener problemas. Seamos el cabestro de la manada de la autocomplacencia en el 'Yo no me meto en nada'. Si los que no opinan volasen, no veríamos nunca el sol.
Seamos prudentes y, virgencita, que me quede como estoy. Hasta el cuello. Tragando, tragando y tragando. Poniendo culo, o coño, o ambos, y vaselina, pero, eso sí, siempre prudentes. Opinar es mala cosa, compañero.
Es como si nos hubieran dado la boca sólo para acordarnos de la familia del árbitro o del que frena delante de nosotros. Podremos estar muertos en vida, pero nos defenderemos de la opinión propia, algo que puede abrirnos la hoyanca bajo nuestros pies de borrego. Cualquiera serviríamos para modelo de anuncio de Norit.
Hoteles que no aparecen en las guías
Manuel Díez de los Ríos
21.02.2003
Hablé con ellos unos diez minutos. Dos hombres, dos seres humanos que han llegado a Málaga atraídos por su clima, hospitalidad y bla bla bla. En ese tiempo pasaron por la calle a todo sirenar dos coches de mal agüero, ambulancia y de la Policía Local, líbrennos los dioses de todas las autonomías de vernos subidos en uno de ellos por ahora. Las ciudades, además de ese tipo de vehículos, también acogen personas de mal agüero y turistas, aunque no siempre unos son otros ni viceversa.
Bueno, la verdad es que sólo se pretende acoger turistas, que Europa nos quiere como un inmenso hotel de habitación con vistas, un territorio de servicios y el cliente siempre tiene razón, yes, mister, oui, monsieur, ja, herr. Y así.
En Málaga, donde casi siempre no hemos tenido industrias, nos llaman mucho la atención esas fábricas que tienen recepcionistas, puertas numeradas y polvódromos selectos tipo suites. Miramos hacia ellas por ver si el humo continúa saliendo de sus chimeneas, fumata blanca de los guiris. Sale, sí. Es un alivio. Porque o cobramos de ahí el jornal o nos van dando.
Patronato, hoteleros, hosteleros, empresarios, chiringuiteros y demás, periodistas incluidos, rezamos para que no muera la gallina de los huevos de euro. Sólo tenemos la fuente de ingresos del turismo, porque todavía no se puede considerar a la especulación como industria, y de ella vivimos. Así que ojo al parche, pirata, miremos el negocio como a amante de estreno.
La otra noche, digo, charlé con dos de ellos. Por completar un reportaje, vaya. Algo duro el colchón, se quejaba uno. También son ganas de quejarse. Con haber llamado a recepción, le habrían solucionado de inmediato la carencia y enseguida estamos ahí, caballero. Eran dos turistas de los que no suelen aparecer en las estadísticas, quizás porque el hotel no figure en las guías ni en los folletos del ocio. No demasiado bien vestidos ni peinados, con unas bolsas de plástico a modo de maletas. Visitantes de esos que vienen de paso y no pernoctan mucho, no.
Recién duchados, porque acababa de llover, tapados con cartones y una manta mugrienta, se trasegaban una botella de tintorro que, mira por dónde, nadie les había llevado a la habitación como regalo de bienvenida. Tal vez eligieron esas pequeñas incomodidades porque en el resto de hoteles había llenazo. Over booking, se dice.
El hotel está en la puerta de la oficina de un banco, frente al centro Málaga Larios. Si pasan por allí, verán qué bonito y acogedor. Quizás no quieran incluirlo en la publicidad de los touroperadores porque es muy selecto, no de muchas plazas, o porque cualquier noche pueden majar a palos a clientes como esos que les digo o, como ya ha pasado, quemarlos vivos, qué simpática broma, y al director del hotel le da un pasmo. Dios no lo quiera, pobre hombre.
Sindicatos de clase
Manuel Díez de los Ríos
24.02.2003
Ya no hay lucha de clases. No al menos como se entendía antaño, cuando los proletarios estaban cargados de hijos, la prole, y los capitalistas de dinero, ¿de capital? Un capital puede ser algo más, mucho más, aunque casi siempre suele disfrutarlo gente tan pobre que sólo tiene dinero, lo cual es un triste consuelo para quienes carecemos de tales papelillos en cantidad.
Bueno, la cosa es que, no se me vaya el euro al cielo, la lucha de clases hoy sólo queda reflejada en los aviones y trenes, donde están las de preferente, primera y turista, y en las academias de inglés. Metidos todo en el mismo recipiente metálico y con ventanillas, y aunque podamos desintegrarnos al mismo tiempo, le concedemos mucha importancia a distingos tales. En el AVE le dan mejor zumo a los de primera, y los de preferente tienen en los aviones más tiempo, sobre todo en viajes largos, para mirarle el tren de aterrizaje a las azafatas, algo que enseña mucho sobre aeronáutica.
En los centros donde dan clases de idiomas, si es que no han cerrado todos a esta hora, hay otro tipo de clases: las aceleradas y las especializadas, que usted mismo programa. La diferencia entre ambas es que con las primeras no aprendes nada, y con las segundas tampoco, pero empleas más tiempo en ello.
Pero, siempre hay un pero, cachis, y a pesar de la evidencia, los sindicalistas continúan empeñados, erre que erre, en aquello de los parias de la Tierra, la legión de esmayaítos, los jornaleros, los obreros, y esas cosas tan amargantes. Tienen dos caras. No reniegan de sus orígenes verborreicos, pero siempre que pueden, y a cargo de los demás, porque ellos y los de la patronal viven de las subvenciones que todos les pagamos, se montan en preferente o primera.
Están por el relanzamiento de la lucha de clases, pero no renuncian a ser tratados a cuerpo de monarca, a mantener encendida la llama del no dar un palo al agua, porque, entre reuniones, lucha por los derechos de los demás, asambleas y ocupaciones sindicales varias, han aprendido a vivir sin hacer nada.
Son como putas, no se me ofenda ninguna con la comparación, que niegan a pie juntillas lo que hacen a piernas abiertas.
Pido a voces ser excomulgado
Manuel Díez de los Ríos
26.02.2003
Nunca fui mujer, creo, y nunca me violaron siendo un niño de nueve años. Debe ser por eso que no tengo las entendederas preparadas para apreciar lo que la Santa Iglesia Católica hace por todas las niñas que hay en el mundo.
He visto, en vivo y en directo que se dice, niñas apaleadas, violadas, destrozadas en vida. Con la mirada perdida, la inocencia mutilada, la existencia negada desde su más tierna infancia, el horror reflejado en sus bellísimos pero casi muertos ojos. No obstante, todo ello parece no haberme servido para comprender cuánto las quieren los curas y cómo desean el bien de su alma.
Una niña nicaragüense ha sido violada y preñada por un ¿cómo llamarlo? de veintitrés años que, no contento con ello, le ha metido en el cuerpecillo un par de enfermedades venéreas para que la pequeña suelte pus y se purifique en el dolor, con la infección y el sufrimiento.
Muchos, demasiados curas, arzobispos mitrados, toda esa mafia del Botija, el polaco que manda en el Vaticano, han tocado a rebato y han dicho "hasta ahí podíamos llegar". No han hablado mal de nadie salvo de quienes han facilitado el aborto de la pequeña, condenada a muerte si seguía con ese conjunto de espermatozoides no deseados en el vientre.
Veo en una fotografía al arzobispo de Managua, un barrigón apoltronado en silla de lujo, soltando por esa boca tanta sandez como puede llevar en su inmensa barriga. Es como si traspasara la carga de mierda que guarda en el vientre a los órganos fonadores y expresara su pensamiento.
Los padres de la niña, analfabetos, lloraban al saber que su pequeña podía terminar en una caja de madera, en un entierro miserable, pero esos curas, y médicos manejados por los de la cruz al pecho, se negaban a la práctica del aborto. Para mantenerlos en el temor, la superchería, la resignación y tantas infamias como la Iglesia (a la que no pueden negársele cosas buenas, pero que parece haber olvidado) ha sembrado en las conciencias, los curas dictan la excomunión.
Son los herederos de quienes bendijeron el holocausto nazi, llevaron a Franco bajo palio, rieron las gracias a Mussolini o se acostaron con las mujeres de los generalotes argentinos y chilenos. Pienso en mi hija, en las hijas de todos, y quiero vivamente, lo pido a voces, ser excomulgado para siempre, ir de cabeza al jodido infierno. Y también ruego a Dios (a quien desearía encontrarme cara a cara para que nos perdonáramos los dos) que no piense mal si esos padres nicaragüenses cogieran un machete de zafra o una escopeta de caza, y se pusieran a rebanar pescuezos o reventar a plomazos las barrigas de algunos ensotanados.
No merecen nada mejor esos que, en nombre de la fe y en su condición de pastores, así revienten todos, disfrutan viendo a una niña de nueve años hecha una piltrafa o violan niños en los confesionarios y las sacristías.
Mejor bares que bancos
Manuel Díez de los Ríos
03.03.2003
Cada vez que cierran un bar en Málaga cercenan algo de mi capacidad creativa, que es no mucha. En bares o cafeterías me encuentro a gusto para leer, escribir, oír o tomar notas de esto y aquello en las servilletas donde nos dan cortésmente las gracias por nuestra visita.
He aprendido a aislarme en medio de la gente. De su presencia y palabras. A veces hablo con alguien, y otras anoto aquello que dicen quienes están en las mesas próximas. Todo me sirve para algo, aunque no sepa cuándo, y en qué, lo utilizaré. Claro que si hago caso a un amigo psicólogo apasionado por la informática, todo se queda grabado en el disco duro del cerebro y termina saliendo por alguna de sus neuronas file.
Pero lo que realmente sale es que dos semanas después de asistir al entierro de un bar, obreros de casco en cabeza y piocha en mano, y unos carteles así de bien rotulados, nos avisan de la próxima inauguración de otra sucursal bancaria. Allí donde tomamos café y charlamos con esa mujer que tratábamos de llevar al huerto de la cama para seguir hablando con ella, pero más largo y tendidos, ahora podremos consumir una extracción de cajero automático, un reintegro de la hipoteca o preguntar a quien esté en el departamento de atención al cliente si está dispuesto a prestarnos atención. Queremos plantar una queja, después de habernos plantado en el surco destinado a tal fin que aquella prójima nos ofreció en vivo.
Perdemos un bar, uno de esos sitios en los que el cliente siempre tiene razón, y ganamos un banco, un lugar siniestro en el que la razón siempre está de parte del papelito que haya parido el ordenador.
Así las cosas, me están forzando a prepararme el café en casa, meterlo en un termo e irme a tomarlo junto al mar mientras oigo las conversaciones de los ahogados, unas gentes que tienen mucho que contar.
Como mínimo, vergonzoso
Manuel Díez de los Ríos
05.03.2003
Sucede, claro que sucede. La palabra cultura es para muchos sólo la referencia a un grafitti en cualquier retrete público. Pero también, y ante todo, una subvención al amigo que le limpia la baba y le propone una exposición que va a ser el éxito del siglo.
Políticos que no leen, pero a quienes se les hace el ya me entiendes agua en cuanto le soban la chepa, que no diferencian entre la banda de cornetas y tambores de la Cofradía del barrio y la Filarmónica de Berlín, aunque compran los compact disc por kilos, o que no alcanzan a ver un cuadro más allá de sus simples narices, tienen la desvergüenza de manifestarse en público respecto a lo bueno/lo malo, culturalmente hablando.
Se atreven a realizar juicios de valor, los muy borricos, y que me perdone Platero, como si tuvieran capacidad para hacerlo, cuando su único bagaje es disponer del dinero público para instrumentarlo en acciones de amiguismo y designación a dedo, mientras sus despreciables turiferarios les ríen la gracia, les prestan altavoces en los medios de comunicación y les ponen la mano a fin de mes.
Como mínimo, vergonzoso. Es lo que puedo opinar respecto a lo mostrado en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. Si por mi fuera, al menos por ahora, le quitaría lo de "Arte". Para no ofender en sus tumbas a Miguel Ángel, Velázquez, Goya, Van Gogh, Dalí o Picasso, que tampoco es necesario hacer interminable la relación.
Llamar "arte", siquiera con minúsculas y entrecomillado, a lo que allí hay es un insulto a la inteligencia. Si todo lo que nuestros políticos, y sus culturetas de guardia, van a ofrecer en el Centro es esa basurilla, que venga Leonardo Da Vinci y lo vea. De juzgado de guardia.
Arte, lo que se dice arte, lo tiene la vieja que posó en porretas para una fotografía. Porque hay que tener mucho arte para sostener así el cigarrillo entre los dedos.
Es cierto que hay gente, léase Piero Manzoni, que ha llegado a enlatar su mierda para venderla a precio de platino. Mierda que la Tate Gallery compró por un buen puñado de libras. Mierda que se ha desparramado cuando la lata, por aquello de los gases contenidos, reventó no hace mucho.
Tengamos muchas salas de exposiciones en Málaga. Más todavía. Pero para exponer algo que valga la pena, no para darle salida, y justificación, al cerrilismo cultural de ciertos imbéciles integrales con mando en plaza.
Si eso que hay en el CAC es Arte, la Historia del Arte es una simple historia de la nada. Nos han tomado el pelo, maldita engañifa, con azafatas y azafatos por el mismo precio. Lo digo, sin prejuicio alguno, con mi mejor buena educación: Váyanse todos al carajo.
Tener un huerto
Manuel Díez de los Ríos
07.03.2003
Y ya no será que no nos conozca la madre que nos parió, sino que terminaremos por no conocernos a nosotros mismos. Tenemos la conciencia hecha un bebedero de patos, que dijo no sé quien y leí no sé donde. Me he acostumbrado a no soportar más estupideces que las imprescindibles y, la verdad, esas ya son demasiadas.
Pero, ay, siempre quedará un huerto. Todos los prójimos con quienes hablo piensan en tener un huerto. Al menos, ya digo, siempre nos quedará un huerto para recordar, que lo de París parece más de película casablancuna.
En la historia de la Historia no ha faltado un huerto desde Getsemaní hasta hoy, cuando el campo es cada día más un recuerdo, y la agricultura deviene ciencia ecológicamente exacta. Judas vendió a Cristo por quedarse con la concesión del aceite de aquel sembrado, aunque después no le fueron bien las ventas y decidió ahorcarse en uno de sus olivos.
Lo que yo quiero es tener un huerto para cultivar mis tomates y pimientos, dice el cursi Visa oro, a medias entre el sueño de libertad del terruño y el dogal de su corbata Loewe, un pastón de cara. A aquella me la llevaba yo al huerto, manifiesta el otro, sin saber que sus muslos se le podrían escapar como peces lorquianos sorprendidos, o que resultara ser un pedazo de tío con apariencia mujerona. No obstante, la frase es propia de machistas encaballados, que no aspiran a otra cosa que a colocarle el hierro a cuanta yegua se les pase por la visual.
Es que me quiso llevar al huerto, le oímos comentar a un insignificante machaca a quien alguien pidió que le ayudara en cierto asunto, o al pelotas de turno que se arrastra ante el jefe, pero le pone a parir cuando se reúne a tomar café con el resto de chupatintas de la empresa.
Mientras, aquellos que han cultivado el huerto toda su vida, que han dejado en la tierra años, salud, recuerdos, esperanza, hombría y dignidad, exigen que dejen de engañarlos y pagarles una miseria por algo después comercializado a un muchísimo por ciento más.
Al resto, a todos los demás del huerto, yo les compraría uno. Palabra. Para que se perdieran por siempre en él.
Los héroes que somos
Manuel Díez de los Ríos
10.03.2003
Todos tenemos héroes. Todos somos héroes. Todos queremos ser héroes. Sujetos de nuestra catadura y caradura, cualquiera de nosotros sueña con ser el bueno que salve a la rubia cuando está a pique de ser literalmente mancillada (¡qué palabro!) por un grupo de indios, rijosos como mandriles y con lo de debajo del tapanabos (sic) presentando armas. Todos somos protagonistas de alguna película y/o novela de aventuras.
Cada uno es cada cual y tenemos una vida tan apasionante como para escribir un mamotreto así de grande, eso que solemos decir en confidencias y cuarto güisqui al amigo. Todos le hemos cantado las cuarenta al jefe, qué se habrá creído, y se lo contamos con todo lujo de detalles a los compañeros de oficina, café con leche y tostada, pero, como la heroicidad tiene mucho de parte humana, y somos unos sentimentales, siempre contribuimos para regalarle la corbata en su cumpleaños.
Todos tenemos en la cabeza el noteolvides de empezar una buena acción la semana próxima, aunque, ya se sabe, no dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana. La heroicidad, lo heroico, es consustancial con la personalidad de cada quisque, ol pípol, que dicen los súbditos de Su Malafollá Majestad, madre del Orejas de Gales.
Cualquiera sueña con rescatar a aquella chorva de las garras de su pariente, que por algo amamos al prójimo como a nosotros mismos, o establecer valores de actuación en la vida para hacer felices a los demás. Pero, entre unas cosas y otras, con tantas preocupaciones, siempre la jodemos y terminamos por hacerlo fatal.
Estamos dispuestos a entregar la vida por cualquier causa justa, mosqueteros indomables, pero ¿te has dado cuenta, Pepe, que no hay nada por lo que valga la pena morir?
La sociedad nos aliena, nos cosifica, nos hace malos. Nosotros, tan puros y prístinos. Y eso que siempre estamos a pique de un repique, con el corazón encima de la camisa, a pecho descubierto, poniendo la otra mejilla para que nos la rompan a galletas, y ahí nos las den todas.
¡Cuánto héroe incomprendido hay por el mundo! Parece mentira que vaya tan jodidamente mal, si sus habitantes somos gente tan maravillosa y buena.
Hablar con ellos de perro a perro
Manuel Díez de los Ríos
12.03.2003
¡Qué imbécil puede resultar cualquier persona que se te acerca y, cuando te habla de su perro, dice "le he enseñado", "ha aprendido", "me quiere como su dueño" !Ninguno de nosotros, ignorantes, tenemos (ya quisiéramos) la lealtad y la inteligencia de un perro. Ellos son nuestros dueños, ellos nos enseñan siempre, ellos nos dan lecciones. No al contrario.
Si no nos hablan es porque son lo suficientemente listos, ya digo, humildes y bondadosos, como para no decirnos nada que nos haga reventar de vergüenza, de arriba a abajo, hasta la mismísima raíz del alma. Nos ponen siempre en nuestro sitio: el de unos reyes mierdecillas de ese territorio inabarcable llamado Creación.
Pensando siempre como estamos en nosotros mismos, regrese o no Dios despatarrado a bordo de una Harley (sí, me he leído el libro de Joan Brody, siquiera para reafirmarme en qué y qué no se debe leer), somos incapaces de admitirle al perro otra cualidad que la de animal de compañía, un ser capaz de dejarse apalear por una caricia o una palabra amable.
¡Qué equivocados estamos! Su abnegación no es sino la manera que tienen de afearnos la soberbia, la bilis, la mala leche, la ira que llevamos a cuestas todos y cada uno de nosotros, bípedos mal llamados racionales. Álvaro de la Iglesia sí supo calificarnos: "Racionales, pero animales".
Conozco a muy pocas personas, me incluyo en el lote, y ya he tenido tiempo en lo que llevo aquí abajo, capaces de mirar con la humanidad con que mira un perro. Sé de miradas odiosas, de desprecio, amorosas, de inteligencia, estúpidas, de necesidad, dubitativas, de deseo, y muchas más, pero les aseguro que cuando Atila, Luna y Blade, mis tres dueños perrunos, un yorkshire terrier, un pastor alemán y un boxer, me miran, no hay ojos más humanos a su alrededor. Por eso los quiero tanto.
Por eso y porque, para seguir mereciendo su amistad, me esfuerzo en hallar la manera de hablar con ellos algún día de perro a perro, que no de hombre a perro.
No son mejores, son mujeres
Manuel Díez de los Ríos
14.03.2003
El mar nos abrazaba aquella mañana sobre una hamaca azul. Ella lo miró y creó un verso: "Un traje de sal le hicieron, bordaos volantes de espuma, donde lucían barquillas lunares de sol y luna". Las mujeres, sí, son más inteligentes que nosotros porque llevan miles de años mirando y aprendiendo. Mirar enseña mucho, demasiado. El aprendizaje siempre es poético. La prosa es posterior, cuando nos estrellamos contra el muro del vivir. Tienen un código genético absolutamente lúcido, que sorprende cuando las conocemos.
Asumen los desafíos y los superan, siempre los superan, aunque les duela en los mismísimos ovarios: son productos humanos depurados, absolutamente perfectos en muchas cosas. E imperfectos. De ahí nuestra admiración por ellas. O mi admiración, si se me permite el singular.
Alguien dijo que son receptáculo, vivero, fábrica. Dan y perciben. El hombre puede sembrar, pero no recibe nada. Terminará retirándose: se irá al fútbol o a tomar viento. Como siempre.
Ellas miran y miran. Mi madre, mirándome, me ha enseñado más que hablándome. No sé si habré sabido aprovechar sus enseñanzas, pero, créanme, no reparo en esfuerzos para conseguirlo. Los aprendices tenemos esas cosas.
Pueden estar toda la eternidad mirando, pero, cuando se les inflan las narices, a la hora de amar o matar, no sueltan a la víctima hasta verla completamente exangüe. Ellas dan forma a cuanto se les apetece, mientras los machitos nos pasamos los días llamando a alguien para que nos ayude en la tarea, nos eche una mano, no al cuello, por favor. Ellas son su propia mano. Son madres y son sus propias madres. Jamás van a ciegas ni hay que llevarlas de la mano.
Aprisionadas en la burka, sometidas por los hombres, siempre tendrán más visión que todos nosotros, aunque haya bestias empeñados en mantenerlas tuertas o ciegas. Pueden multiplicar su fuerza, esa que los hombres decimos tener, y hacer más habitable esta redondura que se llama mundo. Ahora es necesario que se pongan, ya, manos a la obra.
No son mejores que nosotros, son mujeres. No todos los hombres son odiosos ni todas las mujeres maravillosas por el simple hecho de nacer, pero algo de ello hay.
Ellas viven, siempre viven. Y son conscientes de que están vivas. Y nos hacen factible vivir. Los hombres somos un simple apunte en sucio, mientras ellas lo tienen todo pasado perfectamente a limpio.
Y deben seguir viviendo. Porque nos hacen tanta falta y porque viven o continúan luchando por vivir, empeñadas en jugarse el tiempo a doble o nada día a día. Una mujer, ya digo, escribió un verso una mañana. A otra le debo la vida y tantas cosas. Una está viva. La otra pelea por vivir: seguro que ganará la batalla.
Que nos vayan dando
Manuel Díez de los Ríos
18.03.2003
Aquí andamos. Dando tumbos por el mundo como el atún dentro de la tortilla, sin saber salirnos completamente del relleno. Nunca falta alguien sobándonos, dándonos vueltas, lanzándonos hacia arriba como si fuéramos masa de pizza en anuncio de televisión.
Cada cual elegimos nuestro camino, pero no faltan quienes nos dicen "anda por aquí". O sea, tu individualidad es saber elegir, pero siempre que elijas esto. Nadie debe pensar por ti, pero deja que nosotros te liberemos de tamaña carga. Eres libre para decidir, pero decide como nosotros queremos o te vas a acordar de todos tus muertos.
En mi pueblo, de niño, cuando mamoncillo y no un mamón como ahora, había una noria de seis cangilones (sin premio, por favor) en la que, previo pago de un real, veinticinco céntimos de rubia pela, nos dábamos cuantas vueltas quisiéramos. El chisme aquel era manejado por un tal Pajillas, hombre de edad y nombre indefinidos. Jamás supe, andaluz de todas mis pronunciaciones, si se apellidaba Padilla, y le nombrábamos trocando la d por una j, habida cuenta nuestro hablar andalusí, o si lo de Pajillas tenía algo que ver con la también móvil masturbación, que para eso era él quien se encargaba de darle al manubrio del artefacto mecánico.
-¿Queréis más?, preguntaba.
- Síííííííííí, contestábamos al unísono los seis zangolotinos.
Y él se afanaba, dale que te pego, en hacer girar la noria. Sudaba y soltaba al mismo tiempo unos tremendos cuescos, cuyo sonido quedaba disimulado por el chirriar de las poleas.
Desde entonces no recuerdo una época en que alguien no haya querido darnos más. Ahora toca darnos guerra, meternos nuevamente en el engranaje de la muerte, cambiadas las voces de aquel buen noriero por la de los generales que comandan el lanzamiento de la muerte inteligente. Esta España del dos mil tres vuelve al políticamente llamado concierto de las naciones, menuda música.
Otros, mareados por el tufo a campaña electoral, nos dan la tabarra, la letanía y la pancarta, con su falso y miserable pacifismo, ellos que perdieron el culillo por montarse en la noria de la Guerra del Golfo, sí, Felipe, lo que tú digas, faltaría más, de cabeza a pegar tiros en Kuwait.
Otros, gabachos, rusos y teutones, ponen cara de ofendidos mientras ponen también el cazo al moro malo para que se lo siga llenando de petróleo, que la macroeconomía no entiende de tiquismiquis ni de más o menos cadáveres. La guerra está a la vuelta de la esquina, pero las bolsas han subido como si nada pasara.
Ninguno ha pedido, debe ser que su concepto de paz se lo impide, por los millones de iraquíes, kurdos y turcos a quienes el benéfico Sadam ha fusilado, gaseado o bombardeado.
Somos hombres libres, no hay duda. Por eso mismo, que nos vayan dando.
Que si quieres arroz, Catalina
Manuel Díez de los Ríos
24.03.2003
Y nos dieron, vaya si nos dieron. En toda la cresta. En las convicciones. En las ideologías, que ya no existen, salvo aquellas que tienen el significado de aspirar a un mejor futuro, macro y microeconomías mediante. O sea, a tener algo más de dinero para seguir rindiendo pleitesía al Dios Consumo. No hay ideólogos, ni políticos, sólo contables. Nos la han dado, ya digo, en los mismísimos arcos del triunfo, si es que alguno queda en pie, si no se nos han arrugado después de ver las fotografías de niños terriblemente mutilados y casquería variada desparramada por todos sitios. ¡Cuántos jirones de banderas podridas, qué asco!
Las televisiones, den o no imágenes de vísceras militares al aire, se encarguen o no del latir de nuestro corazoncito a la hora de comer y velen por él decretando el apagón informativo, requieren de un público fundamentalmente agilipollado. Todos los programas son el mismo programa.
Los del corazón (extraña manera de llamar a la bragueta, la braguita y sus contenidos, más o menos pilosos), las diferentes crónicas, marcianas o no, en las que putones verbeneros, drogadictos, pederastas, mariconas emplumadas hasta el techo, lesbianorras sin decencia alguna, y chochos en alquiler rebuznan sus soflamas, previo pago, o los hoteles donde glamourosos imbéciles, a quienes, a veces, se les inclina la cabeza como si el vacío pesase, enseñan la mierda que puebla sus hipotálamos, tienen como primera misión formar estúpidos integrales. Más importante que analizar los porqués de esta guerra es demostrar si finalmente Chenoa y Bisbal se terminarán pasando mutuamente por la piedra y, hola, ¿qué tal?, tanto gusto, se pondrán mirando a Cuenca. Y así nos va.
Entre esos estúpidos, una selecta representación, manejada como polichinelas por quienes no dan jamás la cara, se ha lanzado a las calles a destrozar mobiliario urbano, quemar contenedores y papeleras, o apedrear policías, deporte que tiene mucha tradición en este suelo patrio de nuestro españoleo. En nombre de la paz, actúan como vándalos guerreros. En nombre de la paz, y con su modo de comportarse, dan la razón a quienes han montado la última tremolina en el mundo, con Bush y Sadam a la cabeza, que en el reparto de culpas tanto monta, monta tanto. En nombre de la paz, qué palabro más extraño, dejan que la leche mamada se les agrie, se colocan el pasamontañas, e inician la carga de la caballería enmascarada. Vienen a redimirnos de todos nuestros males bélicos, la madre que los parió, mientras el Wojtila, o como se escriba, se desgañita, a medias entre el parkinson y el hablarle a las paredes.
Nadie quiere la guerra. Pero unos porque la trasladan al desierto y otros porque dejan desiertas las ciudades con sus apedreamientos y cócteles molotov, siempre terminan empujándonos a sacar la cachicuerno y rebanarle el pescuezo a cualquiera.
Decían los latinos que si vis pacem para bellum. O sea, que si quieres arroz, Catalina.
Contra la guerra, guerrillas urbanas
Manuel Díez de los Ríos
28.03.2003
Esta mañana se ha levantado pacifista. Una vez despierto, ubicado en el tiempo y el espacio, cuando los párpados se abren, no tan gozosos como a la hora de cerrarse con el sueño, se ha sabido lleno de una fuerza interior que le impulsa a manifestar su rotundo NO, con mayúsculas, a la guerra. Ya está bien. Las imágenes de los bombardeos, la destrucción, la miseria, la muerte que estos días reflejan las pantallas de las televisiones, le duelen en el alma como una estaca en el corazón de un vampiro.
Sus íntimas querencias le impulsan a hacer algo por conseguir, grano de arena en inmenso granero que ayuda al compañero, algo para detener la masacre. No puede permanecer ajeno al compromiso, debe unirse a otros, levantar la voz y las fuerzas contra lo que está ocurriendo en los desiertos bagdadíes.
Así las cosas, nada más salir a la calle le ha pegado fuego a una papelera de esas que suelen estar casi vacías, con montones de desperdicios rodeándolas, porque los ciudadanos gustan mucho de practicar baloncesto a la hora de arrojar en ellas los residuos. Fácilmente combustible, ese objeto del mobiliario urbano, ha quedado reducido a algo irreconocible. Ay, la plástica del plástico.
Más adelante, se ha detenido junto al escaparate de una tienda y le ha lanzado un trozo de madera que encontró en un contenedor. La luna no ha saltado por los aires, pero los propietarios del establecimiento ya han sido avisados de que apoyan a los matarifes, con lo cual un día de estos se enfrentarán a los pacíficos adoquines que le destrozarán los cristales.
Ha querido tirarle una botella a una pareja de policías locales, sicarios represores, perros del capital, pero no lo ha considerado una acción propia de realizar en solitario. Se reunirá con otros pacifistas antes de decidir cuál será su aportación a la causa de la paz.
El debate dará sus frutos tras largas deliberaciones, que nunca es fácil poner de acuerdo a gentes con las ideas en continuo desarrollo y las convicciones, ya lo dijo Niesztche, aparcadas como fósiles inútiles.
Finalmente, se aprueba el orden del día. Por mayoría absoluta. Asalto a la sede local del PP, apedreamiento de cuanto uniformado se mueva, amedrentamiento de automovilistas, con zarandeo de coches incluido, destrozo de cabinas telefónicas, lanzamiento de cócteles molotov, que los fuegos artificiales siempre quedan bien en cualquier festejo y celebración por la paz, robo en grandes almacenes, vendidos al consumo y al deleznable dinero, arramblando con algún jamón u otras fruslerías, tiro con maceta a la cabeza de algún político democráticamente elegido, a quien, diciéndoselo con flores, se le llamará asesino y tal, "pa que tenteres duna vez", y, echándole muchos cojones a la acción, que la borregada es eminentemente activa, oferta plural de huevos para que los trajes de los fascistas se pongan chorreones.
La paz y la libertad tienen un alto precio, sí. Contra la guerra en Irak, guerrillas urbanas en España. Y que no vivan las caenas. Faltaría más.
Adiós, faraón con peluquín
Manuel Díez de los Ríos
02.04.2003
Faraón con peluquín, escriba jamás sedentario, aunque sedente, efebo en continua busca, y búsqueda, de protector, contador de memorias y de olvidos, hacedor de una Marilyn igual y distinta a la que todos amamos, arpista de notas desconocidas, dios de este valle de vivos, de muy vivos, y también de muertos en vida, escritor de papiros para Planeta. Vividor de la lucha por ser libre, sabiéndose chulo y famoso en su mitomanía, coleccionista de inmortales que aspirara a la inmortalidad. Alguien físicamente demasiado pequeño para tanto corazón.
Ni Ra, ni Amón, ni Ramsés. Pudo adoptar cualquiera de ellos, pero terminó eligiendo un nombre romano, Terencio, para huir del corsé que figuraba en su partida de nacimiento. No se resignó a permanecer en Ramón, incluso desde mucho antes de aquellos días en que frecuentaba los prostíbulos romanos a la búsqueda de carne tan fresca como la suya, carne de hombre joven para reivindicar su manera de ser, y sentirse, diferente. Quiso ir de frente, no de perfil como los personajes de sus amados jeroglíficos demóticos. Siempre al encuentro de algún Sinuhé que le curara el mal de amores que ninguna Nefertari podía producirle.
Decidido a contarse desde lo más profundo de su alma, nos sacó los colores a todos cuando describió, grosso modo, el peso de la paja, el peaje de la adolescencia, el chorro cálido de vida, la entrada en los mundos seminales cuando, a la hora de la siesta, se hojeaban libros eróticos con la mano que nos quedaba libre: el amor bien entendido empieza por uno mismo. Fue su receta de bricolaje sexual, practicada una y mil veces, siempre con la sonrisa de quien cree que su historia permanecerá, aunque jamás lo deseó, por los siglos de los siglos en los obeliscos de Abu Simbel, de Luxor o de Karnak.
Reyezuelo de sí mismo y de su barrio, genio provocador y comprendido, iniciará pronto otro viaje a tierras de su amado Egipto. Tuthankhamon le llama. Como si le reservara una parcela colindante a la suya en el Valle de los Reyes, ése que algunos hemos profanado en vida y que Terenci Moix seguirá profanando por toda la eternidad.
Que te vaya bien, Ramón. Cualquier día de estos, si me acuerdo, recordaré tu canción preferida, Fumando muero, y te devolveré el último libro que me prestaste.
Aboguemos por las bombas tontas
Manuel Díez de los Ríos
07.04.2003
Abre uno las páginas del periódico impreso o descorre las cortinas del digital y sabe que está vivo y aquí abajo: hay guerra, nos matamos unos a otros. Todo, pues, en orden. Como buenos imbéciles, por no llamarnos bestias, no sea cosa que se nos enfaden los nobles animales, hemos construido unos ingenios bélicos que, a pesar de su inteligencia (¿es posible hacer compatibles las palabras inteligencia y militar?), suelen comportarse como auténticos ceporros y se cargan al personal que da gusto.
Como escribía mi tío Manolo Alcántara, esas bombas apuntan pero no atinan y de vez en cuando confunden un mercado con un campamento. Cuestión de más o menos tontuna, ya se sabe. Puestas así las cosas, deberíamos volver a las bombas gilipuás, a las estultas, las de toda la vida.
No hace mucho tiempo, siempre me parece poco, comprobé in situ, creo que por penúltima vez, cómo las mujeres y hombres kosovares se despedían para siempre de su familia cada vez que salían de casa. Eran adioses definitivos los que se daban, porque no sabían si iban a volver. Atravesar aquellas calles era exponerse a un disparo de francotirador, o a un mortero de soldado en guardia, a elegir. Las gentes trataban de comprar algo (y lo que más había era nada) jugándose la vida a cada minuto. Desde cualquier ventana, desde cualquier boquete de cualquier edificio, podía aparecer el cañón de un fusil con mira telescópica y, bang, un transeúnte menos. Ya digo: los francotiradores cumplían con su tarea de matar al prójimo. Estaban haciendo un control de natalidad, pero a destiempo, no sé si me explico.
Como el ser humano tiende a progresar, ahora no hacen faltan gentes emboscadas para llevarse por delante a otras. Basta con un pepino culto, un misil licenciado por Harvard, para dejar vísceras y mondongos al aire, esa carnaza caliente que le da un color rosáceo amoratado muy de atardecer a las calles.
En Kosovo, y en otros sitios, lloré de rabia e impotencia. Como lloro ahora. De la única manera que se puede llorar, sin poética alguna. Llanto por los muertos del tío Sadam y por los del tío Sam.
En Kosovo no los había. Todo lo más, encontrabas boquetes en el suelo donde descargar las heces. En España, afortunadamente, sí tenemos retretes. A uno de ellos me voy, siguiendo el consejo de Félix Grande, a llorar en honor de nuestro destino. Un rato. El suficiente para echar de menos las bombas tontas.
Menuda chuminada, Chumy
Manuel Díez de los Ríos
11.04.2003
Harto de ser codorniz, que es la versión light de la perdiz chocha, en el vuelo y la cazuela, nunca en lo referido a aquella revista genial, se reencarnó en hermano lobo, auuuuuuuu, para fundar Hermano Lobo, y ser el más licántropo de todos aquellos locos que convivían en su redacción.
Nos trajeron, gracias (que es de bien nacido ser agradecido), uno de los escasos motivos que la España de sacristía, rancia y con olor a cuadra, brindaba a quienes hace veinte años nos permitíamos el placer de la lectura inteligente. Nosotros, lectores empedernidos y enfebrecidos, pobrecitos imbéciles en busca de un minuto inteligente de sonrisa. O de sonrisa inteligente, que por ahí va la cosa.
Decía Jardiel, el Enrique más Poncela de cuantos han poblado esta tierra de nuestras tristezas, que el humor dejaba de serlo cuando había que definirlo. Chumy lo sabía. Por eso hacía humor tirando a negro, con mala leche, del mejor.
- Estoy preocupado, he empezado a odiar a mi prójimo.
- ¿Tan tarde?
Filósofo del pesimismo, incomprendido por tantos acémilos de dos patas como circulan aquí y allá, dibujante de mujeres que ponían huevos, guía turístico en sus chistes por los paisajes de las tumbas de otros, la parcelita definitiva, era agorero de porvenires o porllegares aún peores si cabe que los previstos. Iba siempre prendido a su percha ósea de eterno perdedor, aunque, como solía decir, aquí abajo no se le hubiera perdido nada. Tan lúcido como lúdico, trabajaba como un genio de la ironía. Lo digo dentro de lo que cabe, no sea que se levante y venga a darme unas collejas por regalarle el ego.
José María vivió como deseando morirse. Lanzado a toda velocidad por las carreteras de la hipocondria, inventaba enfermedades para su cuerpo que para su teatro hubiera querido el mismísimo Moliere. No tenía nada mejor que hacer que mantenernos encendida la sonrisa y, sin embargo, va y se muere. Menuda chuminada, Chumy.
El sambódromo de Semana Santa
Manuel Díez de los Ríos
22.04.2003
Señoras y señores pasajeros, les informamos que dentro de unos minutos tomaremos tierra en el aeropuerto de Málaga. La azafata acaba de comunicarlo. El cielo, este hermoso mar boca abajo, está de noche. Las estrellas alumbran sus calles. Algunos pasajeros dormitan, otros miran por las ventanillas.
Sé que vuelvo a casa, pero me he quedado allí donde he pasado cinco hermosos días. Sin información, sin contacto con el mundo de la prensa, sin querer saber nada de lo que no fuera el hecho de vivir, soñar, sentir. Cuando uno viaja, suele hacerlo para salir de donde se encuentra. Lo complicado es que difícilmente conseguimos salir de nosotros mismos. Esta vez lo he hecho. Me ha costado algunos años, ya ni recuerdo cuántos, conseguirlo. Pero al fin.
Me fui de esta Málaga provinciana dejando a capillitas, beatos y meapilas llorando lágrimas de cocodrilo folklórico, no lágrimas de fe, no nos engañemos, porque el Cautivo no había salido a la calle un lluvioso lunes de Semana Santa. ¡Qué lástima! No había hecho su desfile por ese inmenso sambódromo en el que se convierten algunas de nuestras calles en días de folklore sacro, cuando crucificados, dolorosas y demás muestras en madera de esta religión del sufrimiento, el dolor y la tristeza, junto a su tramoya penitencial, toman las calles cual Escolas do Samba en Río de Janeiro.
El cristo de la túnica blanca no desfiló ante esa gradería de mal gusto colocada en la Plaza de la Constitución, lo más parecido a la tribuna de cualquier campo de fútbol, en la que se arraciman como sardinas en lata de cera e incienso las gentes de las cofradías. Demasiados, que no todos, hipócritas de traje, y demasiadas, que no todas, hipócritas de vestido color tristeza. Ellos y ellas se dejan ver, que lo de menos es mirar tronos. Están allí para que los miren, no para contemplar imágenes. Ellos son la procesión. Menuda tropa. Al Cautivo debió darle vergüenza ajena y prefirió quedarse en su casa.
Vuelvo. Con más vida que cuando salí. He recorrido calles vacías, de la mano y ojos de otra persona, con soportales donde guarecerse de los chubascos. He visto otros cuadros. He oído otras músicas. He leído otras piedras. He olido otros paisajes. He sabido otra piel. Vuelvo, ya digo, aunque me haya quedado en ese lugar donde un ser humano confía en mí.
Uno se siente persona cuando se sabe sentido. Ese alguien, curiosamente, tiene nombre de cielo. Un cielo al que no iremos aquellos a quienes nos importa un cirio la Semana Santa y toda su parafernalia.
Dios tampoco sabe de política
Manuel Díez de los Ríos
28.04.2003
Jehová anda en sus cosas desde hace 2003 años. Y tan satisfecho el tío. Alargó su sabath particular y ahí anda, tomándose una vacaciones prolongadas, mientras los demás nos damos de hostias (bofetás, que no sagradas formas) en el reino terrenal, a la espera de si conseguimos o no alquilar una silla en el de los cielos para pasarnos una eterna temporada.
"Si un día nos encontramos, nos perdonamos los dos", que escribió como nadie mi tío Manolo Alcántara. Y es que al de arriba sería necesario darle un par de voces, a ver si despierta, el muy Jesús. Ni se entera, ni quiere saber de política.
No es culpable de sus divinas culpas, lo sé, pero consentir un nuevo error de su providencia en Argentina no debería pasársele por la aureolada cabeza. Que ese maravilloso país, que, en palabras de Clemenceau, se recupera durante las ocho horas que duermen sus políticos, pueda volver a ser presidido por un mangante, un ejemplar clónico de momia mental y pelo tintado como "Patillas" Ménem, es algo que clama al cielo.
Los gauchos, ésteeeeeeee, vos sabés, no quieren limpiarse el pellejo del pestazo a muerto que arrastran con los cadáveres de Perón y su primera prójima en los hombros. Pueden volver a llevar a la Casa Rosada a un chufla del calibre de ese que les convirtió en el hazmerreír del mundo, a pesar de los pesares, los pasares y los pisares. Allá ellos, que Dios no va a mover un dedo para impedirlo.
Ménem hizo de la corrupción una carrera universitaria, algo que deberíamos poner en práctica en España, donde eso del choriceo se hace a la buena de Dios, sin titulación académica correspondiente; llevó el amiguismo a cotas jamás alcanzadas en ningún país de Sudamérica; trapicheó con la economía y la gobernabilidad de su país cual marmota (perdón, empleada de hogar) en casa ajena, y aglutinó una inmensa fortuna para sí y sus allegados. No tenía nada suyo, todo era robado, que decimos así de graciosos los andaluces.
A un país cuyo 63 por ciento de jóvenes desea abandonarlo para no volver jamás, que ahora quieran echarle encima semejante montaña es el comienzo del fin de su posible recuperación. Argentina, sigue llorando mucho por ti misma, la madre que te parió. Vuelves a merecerte la llantina por no saber enterrar definitivamente aquel cadáver que momificó Ignacio Ara, el pellejo de Evita, la santa de los descamisados, que vestía con los modelos más caros de la alta costura mundial.
Un abuelo 'torero, torero'
Manuel Díez de los Ríos
06.05.2003
No me gustan los capillitas. Tampoco los meapilas. Ni los beatos embutidos en sotana rancia, con olor a sacristía. Me importan nada los curas que son incapaces de manifestarse como hombres y condeno a los que utilizan su hombría de mal para abusar sexualmente de los jóvenes. Reniego de la Semana Santa entendida como pretexto para disfrazarse con capirote, frac o mantilla y pasear imágenes cargadas de joyas hasta las trancas. Ni los ídolos me dicen nada ni los idólatras tienen nada que decirme, y entienda cada quien mis palabras como mejor le parezca.
Un negocio como el de la Iglesia Católica, con la mejor diplomacia del mundo, el mejor sistema de control del capital (conectado directamente con el control de conciencia: tú me das y yo buscaré la forma de alquilarte un asiento en el cielo, a la diestra del Padre), los medios radiofónicos de comunicación más potentes, y un sistema de marketing diseñado a partir de aquella lejana entrada en Jerusalén a lomos de una borriquilla, debería tener sus contras. Y algunas he enumerado.
La curia vaticana encarna, por sí y en sí, todos los defectos que la Iglesia (a pesar de sus virtudes) arrastra desde tiempos de aquellos Papas, Borgias y parentela, que llenaban los palacios de los sucesores de Pedro de barraganas, efebos e hijos naturales, emputeciendo y encanallando todo cuanto debía representar el hombre de confianza de Cristo aquí abajo.
No me gustan esos Papas, digo. Ni los más recientes, siempre rodeados de conspiradores, correveidiles, validos y otras especies de inútiles mitrados. Sin embargo, me gustan dos ancianos, que han hecho olvidar a ese otro, de nombre Eugenio Pacelli, el Sumo Pontífice Pío (es igual el numeral romano añadido), colaborador que fue de los nazis.
Siento debilidad por Angelo Roncalli, Juan XXIII, un vejete todo bondad y paz. Y la siento por el abuelo Carol Wojtila (lo de Juan Pablo II me es indiferente). Destrozado por el dolor, que no le dignifica, sino que le humaniza, y, para hacerlo aún más igual a todos los mortales, le envilece y afea, levanta gritos de "torero, torero" incluso entre aquellos que 'pasan un kilo' de curas y tiaras.
Muchas cosas de las que Carol dice, lee, tienen gancho (cómo me gustaría saber quién le escribe los discursos), aunque algo muy distinto sea que ello se lleve a la práctica. Cuando Carol deja de hablar como Vicario de Cristo, ex cátedra (algo que debería ser objeto de un análisis diferente, y no está mi horno para bollos tales), y utiliza el lenguaje de la calle, provoca un "El Papa es cojonudo" que no hay Dios que pueda entenderlo sino a modo de elogio y viva la madre que te parió.
Ese viejo me gusta. Ni pastor, que no soy borrego, ni padre, que no soy su hijo. Ese viejo. Un abuelo como el que yo tuve.
Gracias por favorecer(me) el voto en blanco
Manuel Díez de los Ríos
12.05.2003
Han llegado, golondrinas en época electoral, a colgarse no de balcones becquerianos, sino de farolas callejeras. O sea, a empuercar, algo más si cabe, con sus falsas sonrisas, el mobiliario urbano de una Málaga que no sabemos cuidar como se merece. ¿Y cómo se merece? En principio, sin verse sometida a semejante invasión. ¿Por qué no se habrán quedado en sus nidos de tristeza de todos los días, en lugar de exhibir tanta falsedad en los caretos?
A pesar de retoques, manipulaciones con el Photoshop y otras gaitas cibernéticas, nuestros candidatos, y candidata, a la Alcaldía de Málaga, dan pena, penita, pena, y Lola Flores me entenderá.
No saben reírse, ni siquiera en fotos, pero se empeñan. Y algunos de ellos, tres para ser más exactos, o dos y una, para absoluta concreción, no tienen ni idea de casi nada, pero, además, opinan. Qué castigo.
Paco de la Torre, alcalde y buen hacedor de dudas, da el aspecto de un hombre a punto de herniarse, cuasi estreñido por los siglos de los siglos. Lo suyo no es risa, sino mueca. Sus asesores se han empeñado en cambiarle la imagen: otro traje, otras gafas, maquillaje. Pero lo de la risa es superior a sus fuerzas. Ya digo.
Marisa Bustinduy, aterrizada desde las ramas-del-consenso del PSOE (o del POE, Partido de los Osados Españoles), está así de contenta con el caramelito en la boca. No es que tenga mucho que decir, pero se ha empeñado en piarla. Y, de paso, muestra sonrisa de arrobo, entre mística y evangélica, que para sí quisiera la Teresa de Alba de Tormes, leáse Santa Teresa de Jesús.
Rafael Rodríguez, de la Izquierda Undida (sin hache queda más comunista, camaradas), se plantea una risa de medio lado. Como su política: ni sí ni no, sino a lo que caiga. El hombre sabe que, si vuelve al sillón de concejal, son otros cuatro años a chupar del bote y viva la gran teta del Estado.
Ildefonso Dell'Olmo (ay, esas malas lenguas que le llaman Ildeltonto) es representante de un partido de siglas PA y de contenidos ideológicos desconocidos. También quiere ser alcalde. Y a ello se presenta. Como podía haberse presentado a conserje del Ayuntamiento, delegado de aguas, promocionador de fábricas de enderezar pestiños o cosas de similar relieve. Es un páginas amarillas: vale para todo, qué tío. Aunque para lo que de verdad vale es para tener miedo a que alguien pueda quitarle el sitio. Y a trepar, que son dos días.
Visto lo visto, esas risas, gracias a los cuatro, me reafirman en mi más profunda convicción: votar en blanco.
Un inmenso regüeldo
Manuel Díez de los Ríos
20.05.2003
Requiere de la digestión, pero el plazo no es de dos horas sino de cuatro años. El gran circo, la farsa que se reinventara. Las ciudades digieren todo lo digerible, los ciudadanos, olvidados por un tiempo de sus mesías y políticos en ejercicio, tragan cuanta quina puedan asimilar, enfrentándose a la especulación, la desidia, los baches, el hacinamiento, los impuestos, la mezquindad y el más absoluto de los desconciertos.
Pero cada cuatro años, ya digo, la ciudad suelta un regüeldo terrible, dantesco, pantagruélico (de Gargantúa y Pantragruel, lo cito para los leídos y escribidos) y aparecen aspirantes a concejales por todas partes.
La jauría se desata. Vestidos de perros de presa prometedores, salen a la calle para lanzarse a la yugular de cuanto votante -y voto- pretenda tener el paseo en paz. Carne de urnas, eso somos. Ni más ni menos. Mierdecillas considerados como porta papeletas a quienes determinados individuos, con la amenaza de "Ojo con que venga el otro", pretenden redimir de no se sabe qué. Como si aquí no nos conociéramos todos.
Regüeldos y rebuznos. Tonantes. Cuales de Júpiter o de dinosaurios y bisontes en celo.
Una campaña, la actual, transformada en plebiscito al Gobierno, a Aznar, al Prestige y a la guerra en Irak, por un clónico de González y un aventajado alumno de Fidel Castro, Zapatero a tus felipes, y Llamazares a sus llamaradas apocalípticas.
Y los criminales etarras, malditos sean, aprovechándose de la podrida y maquiavélica conciencia de los políticos del PNV, lanzan sus criminales soflamas en televisión. Y los periodistas de Reporteros Sin Fronteras, maldita clase periodística esa que justifica en nombre del sagrado (¿sagrado?) derecho a la información las palabras de los asesinos, ejerciendo de abogados del diablo de los matachines.
El vientre de la ciudad defeca y se siembran las calles de mítines a los que sólo asisten los fieles convencidos, esos con menos imaginación que recién casados organizando su viaje de novios en cualquier agencia de borreguiajes. Trágalas y más trágalas.
Cada cuatro años la aerofagia de la urbe nos lleva a contemplar besuqueos a niños, manoseo a ancianos, cascadas de verborrea, blablablás sin propósito de enmienda, sólo de enmierda. Buscan los votos con ojos de ramera que no acaba de reunir el dinero para otra dosis.
¿Cuándo dejarán el bicarbonato y los laxantes de protagonizar las campañas electorales?
El escrotinio de los votos
Manuel Díez de los Ríos
29.05.2003
Me niego. Que en este país de perdedores se estén ahora dando literalmente de hostias triunfantes por los pactos me trae (¿o es "me la trae"?) absolutamente al fresco. Así es, así ha sido, así será. No llenaré páginas de tarambainas y mangancias. Sabido es que quien pacte y repacte se lleva la mejor pacte. Y a buen entendedor, etcétera. Es lo único a lo que la mayoría de nuestros políticos aspiran: un votillo, un trozo de tarta. El votillo es interesado y la tarta tiene forma de billetes de curso legal.
No seré yo quien colabore al pregón del trinque, no me prestaré a ponerle letra a maniobras egoístas y monetarias. Porque son SÓLO ESO, que se dejen de historias.
Una vez escrotados los votos (y lo he escrito bien), celebrado el escrotinio (vuelvo a escribirlo a la perfección), que cada cual ha interpretado según le ha salido de los compañones (que dicen en mi pueblo, en perfecta unión de dos palabras, compañeros y cojones), han decidido no perder ripio del dinero en juego.
Después de jornadas de duro desgañite y peor voceamiento en las calles, bien les vale ahora un descanso de cuatro añitos. Para nuevamente vivir a costa de los lomos ajenos.
Pasadas las promesas y otros engaños, entran en juego las comisiones, las influencias, la especulación del suelo, el pesebreo de la vivienda (nadie ha hablado de ello durante la campaña), el "do ut des", que los latinos definieron como nadie: te doy para que me des. Permitan la traducción-aclaración para que nadie interprete que puedo estar haciendo referencia alguna a contenidos sexuales. Hablo de poner la mano, de robo con todas las de la ley.
Hay tanto trepa suelto en todos los ámbitos, tanta gente ganando dinero como por arte de mafia (con efe, editor...Ah, pero si el editor soy yo...), que los políticos únicamente se limitan a representar su papel de espejo social. No saben hacer otra cosa. Claro que no sé tampoco cómo nos iría si se pusieran a hacer lo que saben. ¿Ejemplos? Miren a su alrededor. A buen seguro, hallarán para llenar páginas de la Espasa con ellos.
Lo he dicho por activa, pasiva y perifrástica. Lo repito: el día que uno de ellos me asegure que viene a llenarse hasta el borde la buchaca, le daré mi voto. Al menos, será sincero. Que ya es algo.
Ni Don Juan ni Juanillo
Manuel Díez de los Ríos
13.04.2004
Como dicen, y digan lo que digan, en esta tierra, tú serás siempre Juanito. Ni Don Juan, por mor de los homenajes oficiales, ni Juanillo, como te llamaba tu padre, aquel buen hombre que mataba dos guarros cada san Martín, pero no catábais los jamones, que se vendían como fuente de ingresos para mitigar la penuria familiar.
Ahora, Juan, te quedas sin el mes de abril. No vas a poder transitarlo por completo hasta ver llegar mayo por la esquina. También Sabina sigue preguntándose en una canción por qué le tocó que le robaran este mes. Te vas el mismo día, doce del cuatro, que "La Voz" comenzó a cantar su "My way", a su manera, la suya, la única e inimitable, hace 35 años.
Sinatra y tú. Sin comparaciones posibles, o con todas las probables. Porque si Frank hizo de esa canción la más radiada de todas las épocas, tú, en aquella radio de cretona, que hermoseaba Carlos Cano en homenaje a Rafael de León, en los viejos aparatos Iberia, Marconi y Telefunken, fuiste durante muchos años el líder de los discos dedicados en la España con tufo a sacristía y beaterío, a pan y aceite y a café con leche "migao", a mucha tristeza pero más ganas de música, que Radio Andorra llevaba a las ondas.
Te vas Juan, otro que emigra, mientras continúan llegando a nuestra tierra gentes que no han hecho la Primera Comunión, ni tienen por qué. Casi todos con hambre, necesidad de una vida mejor, ganas de hallar futuros nuevos. Por no traer siquiera traen consigo aquellos maletones de cartón atados con correas que los andaluces cargaban hacia Alemania en unas pateras con apariencia de trenes. Andaluces que iban "comulgaos y confesaos". Pero hay otros de esos, ay, de la morisma, que no vienen con el librillo del Pan de los Ángeles en la mano, sino con un Corán entre cuyas líneas creen aprender el funcionamiento de las bombas criminales.
Tú que, casi como muy pocos, has sabido hacer todos los cantes, aunque le dijeras a Quiroga que te compusiera alguna canción para orquesta, porque la Piquer llenaba los teatros a cinco duros la butaca y los grandes cantaores os quedábais con un cuarto de aforo, y eso que la entrada costaba un duro, vas a dejar el recuerdo de aquel "Tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil// para que pueda besarlo cuando esté lejos de ti". Joé, Juan, mira que me he reído con la dichosa estrofa. ¿Cómo iba la parienta a permitir que le arrancaras los piños?
Te vas, artista. "¿Cantante, tú?", te preguntaba tu padre. "Que no, niño, que no, que eso no es de gente bien". Te vas después que hace muchísimos años La Niña de la Puebla y Sabicas, ahí es ná, llegaran a tu casa y le convencieran para que te dejara ir con ellos a Madrid. A cantar. Y a comer cocido, pan y postre, por tres reales.
Te vas y te llevas los 12 días abrileños y el alma de tu Dolores, esa Abril compañera de cama y escenario, de amor y cante desde aquel 1954 cuando el mismísimo Franco, errores tiene la Providencia, te pidió, a ti, sí, a ti, al único a quien lo hizo en su caudillona vida, que repitieras una canción.
Te vas, Juanito. Con tus ojos que parecían hechos con un punzón, tu sombrero cordobés, el pelo tintao, la voz para sentar cátedra, y ese empaque tan parecido al de mi abuelo. De hombre, en el buen sentido de la palabra y machadianamente hablando, bueno.
Alégrale a Dios los oídos. Por fandangos, Juanito, por fandangos. A ver si se plantea, de paso, llegar a un consenso con Alá y que se acabe el morituri.
Con su puñetero pan se lo coman
Manuel Díez de los Ríos
07.06.2004
Las frases elegantes no son sinceras, y las sinceras no son elegantes. Lo dijo Lao Tsé, siglos ha, en un momento de sinceridad de los suyos. Hoy habría hablado de lo políticamente correcto. Sabido lo tal y visto lo cual, podemos concluir que los políticos se dividen en dos categorías: los que mienten y los que no lo dicen. Hasta ahí, todo correcto.
A partir de ahí, pueden añadirse cuantos etcéteras considere cada cual oportuno, que no seré yo quien ponga trabas al ajeno albedrío. O sea, que hay quien me asegura por sus muertos que no es verdad nada de lo anterior. O no todo, para entendernos. Encuentras a determinadas personas que refutan tales aseveraciones: "no son iguales unos que otros". Bueno, tal vez lleven razón, a qué negarlo.
La diferencia está en la manera que los politicones tienen de darnos al resto. Por detrás o por delante, ya saben: las hoy llamadas cuestiones de talante. España se ha convertido en un talantorio, un lugar donde han muerto por falta de uso las mentiras y todas sus vanidades. No hay cabida para ellas.
Don Zapatero debe estar contento. Él, que cada vez que se reunía con un colectivo en campaña electoral, prometía un Ministerio de lo que fuera, ya no habrá de crear el de Corrupción y Mangancia porque la política, aquí y ahora, es objeto limpio cual patena.
Don Rajoy no debe irle a la zaga: alegría generalizada. El socialismo y el popularcismo brillan, ¿qué digo yo?, resplandecen de sinceridad hasta las trancas.
Los elegidos del PSOE y PP, vacas sagradas con retiro y forraje asegurado en Estrasburgo, se están jugando unos sueldos de cojón de mico en Europa, 8.000 euros al mes, otras menudencias aparte, y ante eso no hay quien se atreva a contarle mentiras a los votantes. Sólo les cuentan verdades a medias, que es lo mismo, pero no igual.
¿No queríais debates? Pues ahí los tenéis. ¿Se ha enterado alguien de qué va eso del compadreo de Fichsler y los demás europarlatrincarios? No. ¿Y de qué os quejáis? A ver si le vamos a pedir también a tan sacrificados próceres políticos que le detallen al personal por dónde cae Europa, sus mangoneos y decisiones. No, hombre, no. Que se entere cada cual, si le parece bien, maricón el último, y quien venga detrás que arree.
Las elecciones europeas sólo son el prólogo, innecesario como todos los prólogos, para que unas decenas de afortunados, bendita su suerte, lo dijo el gachó, se garanticen el trinque mensual, a base de pasarse unos días, la campaña que se llama, diciéndose "más malo, más cómplice de asesinos y más corrupto eres tú", para luego irse, de la mano, en bendita compaña, a mesas y manteles de lujo, algunos compartiendo, incluso, barragana y maromo.
Esta gente, oficiantes de la politiquería, no pisan los restaurantes de cinco tenedores, no. Ellos van a los de un clavo. Que son de más postín. Pues, por mí, que con su puñetero (eufemismo por puto) pan se lo coman.
Un currante nato, rediez
Manuel Díez de los Ríos
25.06.2004
El pueblo, ya se sabe, y más en tiempos preelectorales, porque de tal dan fe los políticos, es sabio. Muy sabio. Cuando los eligen a ellos, claro. Cuando eligen a los otros, el pueblo no es más que un conjunto de tontopollas que se dejan manipular con cuatro promesas de nada. O sea, el pueblo es sabio, pero le gusta más el pan y el circo que a un tonto una gorra de cuadros. Llamémosla boina, que para eso uno es antequerano. De pueblo y con su buena dosis de tontopollez, sustituta inequívoca, ya digo, de la inteligencia.
Cuando al sabio pueblo le preguntan por la calle por Felipe de Borbón, suele responder "muy alto y muy guapo". La estatura, más de NBA que de la España de los potajes de garbanzos, y la guapez, más de modelo de Armani que de una ciudadanía que ha hecho millones de chistes sobre los feos, son cualidades, visto lo visto y oído lo ídem, muy a tener en cuenta en las cosas de las jefaturas de Estado y así. Cuando al sabio pueblo le interrogan por Leticia, con zeta, la respuesta es más femenina: "muy guapa". Aunque con un añadido de anorexia, nada que temer sin embargo: "pero muy delgada".
Y no, queridos tontopollas entre quienes me incluyo, no. Felipe, acabo de leerlo en palabras de su tocayo de apellido Sahagún, es un currante nato. De ahí mi apreciación antañona de que vivir a cuerpo de rey debe cansar mucho. Dice don Sahagún, no sé si opiado por tanto florear o por haber bailado cifras, que, tras terminar su master en Relaciones Internacionales, allá por 1995, el primogénito de Juan Carlos ha asistido a 24.000 actos oficiales, 8.000 recepciones y 31 tomas de posesión de jefes de Estado iberoamericanos, así como de los principales mandamases de Gobierno europeos, incluidos Blair, Schröeder, Putin y Chirac. Casi todos ellos, sudamericanos unos, de la UE otros, le agradecieron el gesto no presentándose en el reciente casorio.
Bueno, pero vamos a lo que vamos. Si nueve años, con un par de bisiestos adosados, son 3.287 días, y sus presencias en festolines y demás han sido 32.000, a casi 10 diarias sin tiempo para nada más, el primogénito de Sofía tiene el don de la ubicuidad o una sobrenatural capacidad de organización de agenda. Lo suyo es cuasi divino, nada de extrañar si tenemos en cuenta la fuente de la que emana el poder de los reyes y aprendices de.
A ver si alguno de nosotros conseguimos, amado y atontopollado pueblo, una agenda de esas. Con tapas de piel, recambios y separadores. Lo digo porque cuando miro la propia, y veo tres cosas anotadas para el mismo día, me hago un lío aquello que el mismísimo Pilatos ya se hacía en su tiempo.
No obstante, tengo un consuelo: a Leticia, con zeta de Ortiz, aún no le han preparado una agenda propia. Se limitará a acompañar a su consorte, sin que ello signifique, malpensados todos, que vaya a cumplir un papel de florero. Pero me da a mí que, como buena fémina, tendrá la suya personal en la que ir anotando las cosas de presencia o ausencia de "esos días". Su trabajo es, hoy por hoy, empezar a lucir tripita de preñamiento. ¿Le parece poco? ¡Qué botito y qué herboso!, dirían Martes y Trece, nada supersticiosos ellos.
El tío Manolo, sumiso limosnero
Manuel Díez de los Ríos
08.06.2004
Cuando el tío Manolo se enteró de que un barco se había partido por la mitad en las costas gallegas y llenó de mierdapote aguas y costas, movilizó de inmediato a sus ecologistas de guardia, a sus voceros a sueldo, a sus paniaguados escribanos y les dijo que pusieran a caer de un burro al tío del bigote y los suyos. Por irresponsables, imprevisores y vivalavirgen.
El tío Manolo era entonces un jaquetón, con palabrería ininteligible y espíritu de guiñol sociata de Canal Plus, pero dispuesto a comerse a quien mandara en Madrid, siempre apoyado en una batería mediática que para sí quisiera cualquier mortal con ansias de poder y perpetuación en el sillón de mando.
Pero, una vez que, por hache o por be, por 191 muertos y ni si sabe cuántos heridos, por lo que fuera o fuese, su jefe ganó las elecciones, y nada que objetar al resultado, el tío Manolo, idéntico de palabrería, tan comprensible como el estribillo del Aserejé, se ha vuelto mansueto, borreguil, silencioso.
Reunido hace días en el palacio moncloíta con el presidente Risas, el llamado Zapatero, que es como 'Peíto', pero con más dientes, amén de un güevo de poder, todo hay que decirlo, el tío Manolo olvidó para siempre sus peticiones, reinvidicaciones, y...lo que también rima en ones.
Se acabaron las exigencias, las histerias económicas, el navajeo por las transferencias, y se dio paso al más fino y políticamente correcto "siseñor", con buen talante. Y sin acritú, que diría el faraón pesocialista, González el del Felipato, antañón presidente del Gobierno, sevillano que también salió en la foto de la tortilla en el campo con el tío Manolo y otros cuantos, y que ahora, cuando va a ver a ZP, se permite decirle eso de "Zapatero, a mis zapatos" Ay, estos chicos. Cómo les gusta el pitorreo.
El tío Manolo le ha pedido a presidente Risas a ver si trae para Andalucía alguna cosilla, no sé, una agencia de nueva creación, Oseluí, un...algo. No le ha pedido la declaración de zona catastrófica para su cortijo, que está ardiendo por tres de sus ocho costados, no. Bastante calor va a pasar ahora en Mallorca el marido de Sonsoles, la admiradora del batuta Barenboim, a quien los andaluces vamos a pagar tres millones de euros anuales para sus músicas y sus cosas, como para que el tío Manolo le vaya con el coñazo de los incendios.
"Cha ves, tú, cha ves tú", que diría un andalú, por no largar un "Estoy hasta los cohoneh de to esta reata". Eso es: cha ves, tú. Eso es lo que hay. El tío Manolo se presentó con toda la corte/cohorte de pelotas a sueldo, consejeros, periodistas pagados, alabadores varios y otra morralla laudatoria, en uno de los pueblos afectados. "No pasá ná, que aquí esmatos (quiso decir estamos) pa poner manos a la obra y arreglar todo".
Dicho y hecho. El tío Manolo, que antes había rajado la de Dios porque el Gobierno del PP no le pasaba las transferencias de las "políticas activas de empleo" y ahora, cuando las ha recibido, su primera medida ha sido suspenderlas por un año, que también tiene la cosa perejiles, tuvo uno de sus arrebatos de gran gestor económico y dijo: "Una primera ayuda de 700.000 euros para hacer frente a lo más urgente".
Resulta que "lo más urgente" es todo. Casi 28.000 hectáreas arrasadas por el fuego en Huelva y Sevilla (por supuesto, ningún político es responsable de ello, que esto no es un petrolero chatarra, hasta ahí podíamos llegar) y unos 100 pueblos condenados a muerte.
Rumboso como él solo, el tío Manolo, hagan ustedes la cuenta, se ha rascado el bolsillo a razón de 26 euros por hectárea, unas 42.000 pelillas, que para diez o doce pinos ya dan, y algo así como 1.166.000 pesetillas por pueblo, suficiente como para comprar cal y blanquear alguna fachada.
Y mientras el tío Manolo hace de limosnero, la oposición, el PP, los machacados por el 'Prestige' y otras gaitas, se ponen manos a la obra y movilizan... ¿Movilizan? A nadie. Metidos en Arenas hasta el cuello, no saben, no quieren, no tienen a quien o, simplemente, se dedican también a rascarse los cohoneh. Y así les va: esperando, religiosamente, que les vuelvan a dar de hostias en la otra mejila.
Una real caraja
Manuel Díez de los Ríos
20.05.2005
Con toda realidad, a mí la boda me importa una real caraja. En femenino, que suena mejor. Ni por indiferencia monárquica ni por idelología republicana. Simplemente, porque todo ese tinglado no me llama la atención, salvo para ponerlo a caldo. Y no precisamente Avecrem. Aunque haya de guardarme la sopera y los platos.
Que los turiferarios de turno, las menopáusicas de sábado ante la pantallita, los soplagaitas del verbo, las ilusionadas en el tul ilusión, los rebañababas de la letra impresa y cuanto ejemplar pulula por este país de los recientes doscientos muertos y más de mil heridos físicos, que las heridas psicológicas no se contabilizan, se dediquen a tan dinástico pifostio.
Pero no les perdono que haya de irme a la cama ese día con la preocupación de no saber qué equipo terminará ocupando el segundo puesto en la clasificación de primera, hablo del fúrbo, fúmbo, fúlbol o como carajo se diga. Lo otro, el casorio, que con su pan se lo coman. Un pan, por cierto, demasiado caro y cuyo precio no sabremos jamás.
Me la trae, insisto, realmente al fresco, que el vestido diseñado por Pertegaz, convertido en la momia viviente, pero por fortuna viva, de la alta costura, sea así o asín. Me da exactamente un real níspero cuál será el traje que el novio termine colgándose para el enlace. Idéntica duda me asalta ante la vestimenta de los padrinos, sobrinitos y resto de parentela. Me produce una sensación de irrealidad esa cohorte de animales racionales que desfilarán, en plan Pasarela Cibeles, por la Almudena y alrededores, embutidos cada cual en trapos caros.
No disfruto con el balido de los súbditos, esa alegría que a los pobres les produce la felicidad de los ricos. No me siento bien sabiendo que pago algo de lo que no participo. Me da tres patadas en los higadones tanto comentario, tanta publicidad, tanto periódico, tanta radio, tanta televisión para un simple bodorrio. Hago ejercicios mentales adecuados para que no me coja por sorpresa la montaña de titulares en prensa que nos caerá pronto encima: el preñado, el nacimiento, el bautizo, y el blablablá. Sin olvidar los referidos a que los nuevos esposos, cansados de tanto descansar, dedicarán una temporada al descanso cada equis días, sin dejar pasar demasiado tiempo entre ocio y ocio, porque vivir a cuerpo de rey debe estresar mucho.
Decía el novio hace poco, cuando le presentaron el plan elaborado para que el fiestorro salga bien, que no quería causar problemas. Con lo fácil que hubiera sido casarse en casa, con el cura, los monaguillos y los íntimos. A la novia la hemos oído poco. Lo suyo es más bien ir tomando notas, por si Planeta le ofrece un inmenso dineral por las memorias.
Pues nada, ya lo dicen en Cádiz: a mamar. Que todo este meneo, todo este blindaje de una ciudad, todo este derroche de dinero sirve a fin de cuentas, sola y exclusivamente, para que los prometidos, una vez casados y prosacados, como manda la Santa Madre Iglesia, se dediquen a sus respectivos trabajos. O sea, a fabricar un niño. A ser posible. Como no ultimen varón, la vamos a organizar con la Constitución. Dicho en pareado queda. Y un deseo final: que llueva, que llueva a cántaros.
Adelante, carroñeros
Manuel Díez de los Ríos
01.06.2006
No faltéis, por favor. Debéis ir todos. Y todas. Y todos todas. Y todas todos, que ya no hay quien se aclare con el género. No os quedéis en casa. Adelante, que ya falta menos. Adelante, que sólo quedan el funeral y el entierro para dar la salida al trompeterío anunciador de veda abierta. A degüello. A la calle, que ya es hora de descender a la tierra. Buitres de todos los medios, carroñeros de la información, plegad alas y permitiros el picado, que hay cadáver a la vista.
El féretro va a estar cerrado, se lamentan esas gentes que, sin ser César González Ruano ni Jaime Campmany, dicen que se les dan muy bien los muertos. A Lola, entonces la más grande, faraona de ahí te quiero ver, manolocaracola de la pena, penita, pena la expusieron a la más falsa pena de la vista pública con el ataúd abierto, tocada ella de mantilla y encaje blancos. Vinieron y fueron todos con flores a Hipocresía. No mucho tiempo después, como hicieron con Encarna, la Sánchez de los camioneros y la empanadilla de Martes y Trece, la evisceraron en nombre de ese periodismo que dicen ejercer, empuercaron de palabra y obra su recuerdo. Gajes de la fama, ay.
El ataúd va a estar cerrado, ya digo que se lamentan. Aunque cabe la esperanza de que retiren las banderas española y andaluza y abran una ventanilla. A través de ella se puede dar rienda suelta a los nikonazos que se deseen. Y, de paso, los tertulianos de la basura y escribientes de albañal tendrán fácil la metáfora de avión hacia la eternidad, etcétera.
Qué placer, necrófilos. Qué gozo, necrófagas. Cuando a José, Joselito el Gallo, me explico, lo mató un toro en Talavera, vistieron a la Macarena, a Ella Misma, de luto. A la Virgen de Regla, otra Ella Misma, versión Cádiz musha grassia, dicen que van a bajarla de los altares para colocarla junto a Rocío. Qué cosas. Junto a la Jurado, la chipionera, la más grande, la... etcétera, etcétera, tan larga puede ser la retahíla. Vía libre a los piropos, que ya llegarán los denuestos y el más fiero de los despellejes. Con un verano por delante no hay pudridero que evite y resista las lenguas de las hienas de los programas televisivos. Ni verano ni siquiera una semana.
Honra a la difunta, que ya vendrá el tiempo de deshonrarla. Honra a los familiares, que pronto habrá lugar para avivar el chismorreo, eso que llamáis noticias, respecto a cuánto quiere llevarse alguno de ellos, cambiado el llanto por la euroforia. Poned en fila a posibles novios. Reales o inventados. Sean representantes de artistas o pilotos de Iberia. Carroñeros todos y carroñeras todas, abandonad vuestra madriguera: hay podredumbre cerca. Adelante, a revolcaros en la mierda.
Zapatero y el porcojonismo
Manuel Díez de los Ríos
05.06.2006
Tenían que ser los chinos porque era un trabajo de ídem. Hay tantísimos millones nacidos al amparo de la Gran Muralla que las probabilidades no podían permitirse un fallo. Dos de ellos han solucionado la conjetura de Poincaré, pronúnciese tal que Puancagué, un matemático francés iniciador de la topología geométrica, que establece y mide las superficies del universo, cosa sencillita donde las haya.
Allá por 1904, el colega formuló un enunciado difícil de comprender para los no puestos en el rollo, y para él mismo, qué leches, mediante el cual intentaba demostrar que la esfera tridimensional es el único espacio limitado de tres dimensiones sin orificios. Así, como suena. Y quien no se entere, que hubiera estudiado en su tiempo.
Tan complejo resulta el aserto del eminente galo que ni siquiera él pudo demostrarlo. O sea, la puancagó. Durante más de 100 años, su enunciado ha sido 'conjetura' y no ha podido alcanzar el nivel de 'teorema', cosa que sucederá si la comunidad matemática reconoce el trabajo de sus dos colegas chinos.
La demostración del problema ayudará a comprender -es decir, liará la cosa aún más- la forma del cosmos o a catalogar todas las formas tridimensionales del Universo, lo cual no sé qué aplicaciones tendrá, pero debe ser algo muy importante y no menos epatante si lo dicen gentes tan sabias.
Visto lo visto, leído lo leído, Poincaré formuló su teoría al más puro estilo porcojonista. Le salió de los ya me entienden hacerlo, tuviera o no razón, sirviera o no para algo el susodicho planteamiento. Se le metió en los buebos, que diría Faemino cuando se siente Cansado.
Un practicante furibundo del porcojonismo es el presidente Zapatero, hoy dedicado a su metáfora política de lustrarle los zapatos a los de Batasuna, angelicales seres que cantan las loas de los matarifes de ETA, dulce mester de pistolería, josuternerillos y santipotrillos de buena crianza, chavalotes cagondiós luchadores por el bienestar de su pueblo, que sólo se han limitado a reventar a tiros unas mil nucas de ciudadanos, una nimiedad comparada con la altura de miras que ponían en sus asesinatos.
Y en esas anda el Joseluís de los ojos azules. Un mesías de León, dispuesto a hacer cecina todos los pactos antiterroristas habidos y por haber. Mucho talante parriba, talante pabajo. Talante, ese vocablo que sirve para jugar al teto, o reollo, de la democracia. Un presidente de Gobierno bien peloteado por su turiferaria Maritere De la Vega, que es como una madre para el jefe, no me lo negarán, anciana pero juvenil, tan puesta y arregladita ella, con el código de barras bien maquillado, y un hermano mayor, el Pérezrubalcaba, léase todo junto, ese Alfredo que, cuando era portavoz del Gobierno de Felipe y el oyente Arfonzoguerra, le contaba a la prensa que se enteraba por la prensa de que el jefe del gonzalato sociata se enteraba por la prensa de la corrupción y otras menudencias.
Don Zapatero les va a decir al padre Otegui y a los frailes Álvarez, Permach y Petrikorena que sean aún más buenos, que no se dejen llevar por el mal camino, que le miren - a él, no a nadie más- fijamente a los ojos y comprendan por qué son el espejo del alma... En fin, les va a decir una serie de estupideces, prometiéndoles, además, que quienes no rían las gracias a los asesinos van a ser generosos y, ea, tirillos a la mar, vivan los perdones, olvidemos asesinatos, que el odio no lleva a ninguna parte y puede producir úlcera. Todo menos pedirles que ETA entregue las armas, se rindan los criminales, purguen los presos sus penas en la cárcel y terminen en ella quienes deban. Todo menos no seguir puancagándola.
Y es que, como dice mucha gente, no sólo Marianorrajoy, Batasuna y ETA tienen agarrado al Gobierno. Por los cojones. En roman paladino para entendernos.
SIVE: algo debe estar fallando
Manuel Díez de los Ríos
07.06.2006
Pues sí. Eso dicen las malas lenguas que siempre andan buscando viperina ocasión para despotricar. Algo debe estar fallando. Aunque, y esto lo digo yo, la televisión de Zarrías, un rey Gaspar con bigote que le ha regalado a Manolochaves, a la sazón el caporal del cortijo, ese programa lavacerebros en el que un tal Juan Imedio, gurú cultural de los autóctonos de la vieja Al Andalus, hace mitad de mamporrero y mitad de mamporrera.
O lo haga para darnos la ración diaria de flagelo, para recordarnos lo malos e intolerantes que somos, como ocurrió esta mañana, en el programa de Rafalito, el de la piñata postiza, y su coro de chicas pizpiretas, una de las cuales pretendió, ilusa ella, hacer una mínima referencia a la conjetura de Poincaré para terminar reconociendo de inmediato, eso sí muy delicada, femenina y sonrientemente, no tener ni idea al respecto, qué mona la mushasha de tan grácil estulticie. Pero tampoco los del Canal Sur (Canalón o Canalillo, depende) le pagan para que sepa de ello. Ni para que sepa de nada, hasta ahí podíamos llegar. Digo Canalón porque nos cuesta una pasta: ese Canal Sur tiene unas insaciables tragaderas por donde, viva la copla, se van los ríos de nuestros dineros. Digo Canalillo porque hay teta a la vista.
Rafalito y sus acompañantes hembras (¿podré hablar así sin que me acusen de machismo?, me pregunto inquieto) pretendían hacer creer al personal telesufriente, trágala y trágala, que el pobre senegalés que se ha quemado vivo en Mijas lo ha hecho porque aquí somos muy malos y no tratamos bien a quienes vienen a buscarse la vida. Y es que, afirma la progresía, en esta tierra no queremos a la morisma y a los pateras (sic). O sea, incluso los progres mal entendidos tienen sus resbalones semánticos que los dejan con el sieso (léase el diccionario de la RAE) al aire. Mucho subsahariano por aquí, pero mucho más cachonegro por allá, cuando no hay periodistas que les recojan la perorata y palabrerío.
Algo debe estar fallando. Y algo debe estar follando las previsiones aquellas de la mano y el capullo que hablaban de "todo controlado, ministro". Porque ahora, Caldera de todas las legalizaciones, después de apapelar y legalizar a unos dos millones, hay casi un millón de ilegales dando vueltas por esas calles. Y lo que te rondaré, moreno. Y desde Bruselas le están diciendo al Niño del Talante, jefe de la cuadrilla, que cierre la puerta. Pero no. La dejamos abierta y que nos lleguen por cientos. Hoy mismo, hace un rato, han arribado unos 226 en un arrastrero de 30 metros de eslora, debe ser porque el perfecto Sistema Integrado de Vigilancia Exterior de que disponemos, el SIVE que no sé para qué SIRVE, no es tan bueno ni apañadito como nos lo habían vendido. Y, Neptuno nos coja confesados, acabo de oír que hay unos 3.000 listos para dirigirse a costas canarias a estas horas de la noche.
Que le estamos dando una pastizara gansa al sultán de Marruecos para que nos mande menos súbditos vía marítima, sí. Que los senegaleses, suspendidas las repatriaciones, nos van a pedir más parné del que le habíamos endiñado hace pocos días, también. Que cualquier país africano emisor de seres humanos hacia Europa nos puede remamar la ubre del Banco de España, por supuesto.
Pero serénense, por favor. No sean tan indignos como para pensamientos tales, palabrearán los zapateriles voceros del poder establecido en el ciento y la madre de televisiones, y hablarán de que vamos a destinar no sé cuantas patrulleras, no sé cuáles helicópteros y no sé qué programa informático para controlar el Estrecho. Todo ello acompañado de datos y más datos, muchos números, algunas imágenes, voces en off, jerga informativa, soplapolladas.
Deberían añadir "para acompañar a las pateras, cayucos y barcos hasta puertos españoles". Porque ninguno de esos artilugios sirve para devolver a esos emigrantes al país de origen cuando están en sus aguas. Tampoco si se hallan en internacionales. Y cuando llegan a límites de aguas españolas, entonces, ahora es el momento, se les dice sígannos, que les llevamos a puerto. Esa es la misión del SIVE (Servicio Integral de Venida a España), que tiene mucho del bajo palio de otras épocas.
Y no hablemos de los aeropuertos y los pasos fronterizos. Si por mar nos llegan a cientos, por carreteras y por aire los recibimos a miles. El problema tiene muy difícil solución. Tan difícil que no la tiene.
Con tales planteamientos hay quienes quieren que sus gobernantes, aquellos a los que pagan, les digan con todas las letras que esta carajera no hay quien la arregle. Aunque el PSOE asegure, por él y por todos sus compañeros, pero por él primero, todo lo contrario. Y lo esté demostrando con hechos. Viva la ironía. Jajaja.
Los batasunos ingresan en prisión por decisión propia
Manuel Díez de los Ríos
07.06.2006
Olé tuh cohoneh ahí, que dice un estribillo de una chirigota gaditana. Olé tuh cohoneh ahí, y eso lo entendemos como Dios los andaluces, Grande-Marlaska. Olé tuh cohoneh ahí no porque hayas llevado a cabo acto de heroísmo alguno sino porque, sometido a tanta presión como debes estar soportando, has obrado en consecuencia y hecho cuanto tenías que hacer. Algo tan simple y complicado al mismo tiempo. Has impedido que una pandilla de batasunos, miembros destacados de una organización terrorista, se reúnan libremente para evacuar sus soflamas ante cuantos se prestan a prestarles escritura, voz e imagen.
Roguemos ahora a todos los dioses del Olimpo del tejemaneje para que tu decisión no sea inmediatamente aprovechada como excusa en ese proceso que estamos soportando por parte de quienes se obcecan en presentar a Batasuna como abanderada de no se sabe qué proceso de paz. Sobre todo porque nunca hubo una guerra, ya que todo se reducía a soportar que unos asesinos mataran cuando, como y cuanto podían, y fueran jaleados por los ahora interlocutores válidos, a decir de Lópezgarrido El cambiachaquetas y otros visionarios y tan de fiar próceres, que antaño negaban lo que hogaño defienden.
La mayoría del pueblo español, no dudo que del pueblo vasco, jamás impediría que los de Batasuna dieran una rueda de prensa. O conferencia de ídem, que dicen y escriben los más puristas. Jamás llamarían a la Policía, con pe, para pedirles que Pernando, Petrikorena y Permach, dirigidos por el pacifista Otegi, menudo cuarteto de presuntos, con pe, jaleadores de los pistoleros, otra pe, etarras, dieran a conocer sus planteamientos políticos, que, al parecer, y según noticias no del todo fiables, aunque el mismísimo Pepe Blanco, no el cantante del cocidito madrileño, sino el Pepiño, secretario de la cosa de organización socialista, parezca creérselas de cuando en vez, nada tienen que ver con el pistoletazo por la espalda. Digo que no impedirían esa rueda de prensa, si tuvieran la certeza de que tan respetables ciudadanos iban a anunciar a los cuatro vientos, los moldee o no el Peine de los Vientos, nueva pe, de Chillida, cuenten o no con el beneplácito del PNV, estoy ya de pes hasta la mismísima esa que empieza con pe, su decisión de ingresar en prisión.
En la puta, con pe, cárcel. A hacer compañía, no se vayan a sentir solas las criaturitas, a los presos de la banda asesina que pretenden agrupar en el País Vasco, algo a lo que Rodríguez Del Talante parece dispuesto.
A purgar los muchos años de negarse a condenar la violencia, de pasear su matonesca chulería ante los familiares de asesinados por los criminales etarras, de ofender sólo con la mirada, de poner en práctica sus métodos fascistas para aterrorizar y callar bocas, de empuercar los plenos municipales de tantos ayuntamientos de aquella limpia y noble tierra, de poder disfrutar de la libertad y la democracia cuando desprecian a ambas por sobre todas las cosas.
Partidarios y defensores a ultranza como son de su particular Gestapo con logo de hacha y serpiente, la cárcel los acogería con los brazos abiertos. A todos. Hasta que cumplieran íntegras las penas. Y entonces, paz, piedad y perdón, aquellas palabras de Manuel Azaña, podrían empezar a tener sentido.
Con pe de ponerlas sobre la mesa de un futuro diálogo. No de pistolas ni de porcojonismo político presidencial.
¿Qué es eso de la Justicia?
Manuel Díez de los Ríos
08.06.2006
Todos, absolutamente todos, somos iguales ante la Justicia. Y todos, absolutamente todos, somos igualmente distintos ante la Justicia. O sea, y para terminar pronto con aqueste párrafo, siempre habrá algunos mas iguales que otros.
Dijo un día, y le quisieron meter el puro de reglamento, el de no te menees, Pedropacheco, una de las mayores cabezas de Andalucía (por cabezón como tal, no por nada más), que la Justicia en España es/era un cachondeo. Por tal simpleza ya tiene un lugar en la Historia, ozú. La frase suena hoy tan angelical y mariagorettiana como eran aquellas primeras miradas entre el susodicho y Alejandrorrojasmarcos, compañeros y conmilitones del andaluzihmo más que menos señorito, así les fue, hasta que terminaron desencamándose y se pusieron unos cuernos que para sí quisieran los miuras de más tronío. Que nadie se rasgue la camisa: cuernos políticos.
Cachondeo no sería el vocablo más adecuado para definir lo que está sucediendo -cómo, dónde, cuándo y por qué- en terrenos justicieros, judiciales, justiciables y judiciables. Ni pitorreo, repolla, cuchufleta, escandalera, coñolabernarda. No. El más adecuado es tan complejo que aún no se ha inventado. Debe expresar demasiadas cosas al mismo tiempo.
Los españoles, a qué negarlo, tenemos conocimientos médicos y jurídicos muy amplios. Aquellos, lo diga o no Manueltorreiglesias, un pureta televisivo charlatán y vendedor de videos, nos permiten automedicarnos a conciencia y en abundancia. Los segundos posibilitan que en el ego de cada cual convivan un presidente de Gobierno irreemplazable, un seleccionador nacional inmejorable, un fanfarrón mierdecilla de bar, modelo "ése a mí no me dice eso", y un picapleitos frustrado.
Sabemos que hay quienes deben devolver el dinero robado para redimir la pena impuesta por sentencia, pero otros, no tan iguales, se quedan con él para siempre, que, a fin de cuentas, santa Rita, Rita, Rita, etcétera.
Las buenas mentes, a la sazón tan abundantes, consideran que quienes roban trescientos euros son una escoria que viven en zahúrdas preparadas para meterse la droga en vena, solos o en compañía. Yonquis, camellos, carne de presidio.
Por el contrario, quienes se apropian de millones ajenos son unos caballeros, empresarios, políticos, ejecutivos y hombres de gestión todos que, si la esnifan o se pinchan, es para superar los flecos del estrés o, todo lo más, para experimentar nuevas sensaciones.
Quienes beben vino en tetrabrick son mendigos. Quienes trasiegan güisqui en puticlús de lujo y pagan con la Visa de la empresa pública o privada de turno son señores que están descansando.
Unos tienen lazos familiares, pero otros no. Unos están felizmente casados, pero otros se limitan a mantener un lío, una pareja de desecho, dan de comer a cualquier barragana, se prestan como criada para un machomierda, o pastorean a unos pedazos de carne llamados hijos algún que otro día de la semana.
¿Está usted preso en estos momentos? ¿Se encuentra a pique de un repique, ya dentro o para entrar en la trena? No lo dude: elija bien la opción, de entre todas las anteriores, para esgrimirla ante quienes pueden firmarle los permisos de rigor. Carcelero, carcelero, abre puertas y cerrojos. Ponga atención, que le va en ello el jolgorio o el castigo.
Ya sabe: 300 euros ó 4 millones. Querendona con salud o señora enferma. Empleado a sueldo o bien pagao por guardar silencio. Si sabe montárselo, dejará de ser un puerco recluso de medio pelo, saldrá del talego todos los días para acudir al domicilio familiar, y contribuirá al afianzamiento de los pilares de la sociedad (familia, municipio y sindicato. O partido. PSOE, a ser posible).
Si no, habrá que concluir que usted, entrullao, no se lo monta bien. O no sabe fomentar las relaciones familiares, pedazo de desgraciao.
Al PSOE le condonan los créditos que no paga
Manuel Díez de los Ríos
09.06.2006
Al PSOE le condonan los créditos y a ti te van a meter una querella con condón incluido. Por si te gusta, que repitas.
- Déjate de leches. No me la van a meter, me la han metido ya. Hasta el fondo. Me piden cien millones de pesetas en papelillos moraos y azulones.
- Joé.
- Nada. Ni joé ni nada. Cien kilos. O me hacen la putada en condiciones o no me la hacen... Sírvete el café, no querrás que lo haga yo...Pero dime algo del disco y déjate de dineros. ¿Qué te parece?
- Fantástico.
- ¿Sólo fantástico? No te pases, no... Ya podías soltar algún calificativo más, aunque no te guste regalarlos.
- Luiso, coño, además de que no te callas y no me dejas escucharlo, eso de la querella es muy serio.
- Ya lo sé. Es la hostia, la rehostia, la contrahostia, pero ¿qué quieres que haga? Me meterán en la cárcel o me expropiarán la ruina que tengo. Voy a seguir contando lo que sé, voy a seguir sacando todos estos papeles... No me dirás que no es un disco bueno para una cena con velas.
- Que sí. Y para lo de después, o antes, de la cena...
- ...O antes y después...
- ... Y para leer un buen libro teniendo esa música de fondo. Y para oírla cuando está lloviendo fuera.
- "El perseguidor" de Cortázar.
- ¿Qué?
- Leer ese relato de Cortázar.
- Y dale con la improvisación...
Fue el primero en airear los trapos del chanchullo, la choricería, la corrupción en Málaga, aún no entrados los noventa del siglo pasado. Dio pelos y señales de los créditos condonados al PSOE, unos cien millones de pesetas, propinilla, baratura con respecto a lo que hoy se perdona. A Luiso Torres le gustaría saber y contar, cómo iba a disfrutar entrando a saco, que ahora, entre unos bancos y otros, le han pasado a la cúpula sociata la mano por el lomo de los favores prestados o por prestar y perdonado 40 millones. De euros. 6.700 kilos de rubias antiguas en coloreado papel moneda.
El PSOE, cada día más Partido Socialista Organizador de Estatutos, llevaba casi 20 años sin pagar nada de esos créditos. ¿Qué el banco tiene interés en cobrar el capital? ¿Que el banco pretende capitalizar el interés? Que espere el banco, que nosotros representamos a los obreros, y los obreros tienen dificultad para llegar a fin de mes.
¡Cuanta mangancia, se disfrace con los términos que se disfrace! ¡Cuánta en todos los partidos, aunque se hable más del que está en el Gobierno!¿Cuántos trabajadores pueden permitirse el lujo, sin ver embargados sus bienes, de no pagar un par de cuotas de la hipoteca?
¿Con quién hablo de estas cosas, Luiso, si no estás? Aquellos perdonadores a quienes diste un buen repaso siguen ocupando cargos y más cargos en consejos y más consejos de Administración. Los perdonados viven, no podía ser menos, como perdonados con euros, de puta madre. Sin embargo, a ti no se te ocurrió nada mejor que morirte en la pasada Navidad.
Qué mala leche tiene la vida: no te ha permitido regodearte a gusto, reafirmarte en lo que denunciaste antes que nadie. Y hacerlo, además, después de que los jueces te absolvieran y el poder económico no pudiera contigo. Ni siquiera tuviste que pagar las costas del juicio. Recordarás que lo celebramos comiéndonos unos callos y robando un par de libros.
Gracias por tantas cosas, Luiso. Gracias, sobre todo, porque viviste y fuimos lo amigos que son algunos hermanos y lo hermanos que pueden ser algunos amigos.
Tengo sobre mi mesa de trabajo aquellos papeles, aquellos listados con números, referencias, más números, más referencias, nombres, cuentas, créditos, préstamos. Te los hacían llegar desde una entidad financiera.
Está sonando el disco Kind of Blue, de Miles Davis. Y estoy llorando. Con lágrimas reales, no con literatura compartida. Nada propio para un artículo de opinión. Lloro no sé si por ti o por mí. No sé tampoco si porque a ello me llevan las bellísimas y melancólicas notas del más hermoso disco de jazz blues de todos los tiempos.
Ése que me descubriste una noche de café solo con canela.
Manolo Chaves y el corrá andalú, la opa y opá
Manuel Díez de los Ríos
09.06.2006
Sin lugar a dudas, Manolochaves, sha ves, sha ves, Manolo, dice mi amigo argentino, ya ves, ya ves, que escribo tu nombre y apellido juntos, del tirón, estamos en una etapa decisiva para nuestro futuro. Así llevamos, ahora que lo pienso, desde el primer día que gozamos de/con tu primer discurso, válgannos todos los dioses de la oratoria, y nos hablaste de estar viviendo una etapa de similares características y patatín patatán.
Las cosas cambian. Pero no se sabe si para peor, para llegar a la más absoluta de las miserias partiendo de la nada, Groucho dixit (y Pixi, contestaría enseguida nuestra ministra de Cultura, Carmen Calvo, otrora tu consejera). El próximo día 27 de julio se cumplirán 16 años, una adolescencia entera, de tu estancia en el sillón. Mucho apoltronamiento es para una Untadandalusía tan joven pero tan poco renovada.
Dieciséis años. Dentro de cuatro, si, metáfora al canto, el agua caliente a presión de los votos no lo ha remediado, continuarás pegado al asiento, y todo será como el tango, que veinte años no es nada, boludo. Dieciséis años. En aquel entonces no querías que don González, el jefe del felipato, te mandara a esta tierra. Te costó mucho trabajo, ministro de Trabajo, aceptar el traslado para sustituir a otro de los tuyos, Pepote Rodríguez, a quien ya le habían dicho desde las alturas que una Borbolla como una olla a su deseo de continuar con mando en plaza. Y es que aspirabas a mayores metas, a sucesor mismamente, aunque Guerra ya se había autonombrado oyente en el Gobierno y tuviera el mérito añadido de ser hermano de "mienmano". Pero en tu currículum, pensabas, siempre podrías incluir aquella fotografía de 1975 con tortilla de patatas en los pinares de Oromana que, a pesar de estar en ella Luis Yáñez, doctorado en ser gafe, no resultó velada, sino que se conservó para la posteridad.
¡Cuántos recuerdos! En aquella instantánea de compañeros, no siempre donde hay confianza da asco, estabais Arfonzo, el sargento de cocina; Felipe, que ya se encargaba de daros de comer, eso que muchos deslenguados califican de "pesebre", así les parta un rayo; Carmen, más jóvena, sí, y ya casada por poderes, y por la Iglesia, con González; Yáñez, el innombrable, junto a su costilla Carmeli, tan Hermosín de apellido ella, y tú, ya por entonces una gran cabeza socialista. Pedazo de cabezón el tuyo.
Hay quienes han pretendido por todos los medios quitarle importancia a esa foto, fíjate, Manolo, ya ves, ya ves, haciendo circular el rumor de que no era tortilla de patatas lo que comíais sino atún en aceite. Bah. Hablan. ¿Qué hablan? Que hablen. Tú a lo tuyo, a tu objetivo.
Con el paso de los años y mientras te has ido dejando pelos propios y de Gasparzarrías, el virrey bigotón, en el camino, aquellas etapas se han hecho más decisivas aún si cabe. Y en estas andamos: metidos en el berenjenal de definirnos nación junto a otras 16 naciones en una nación de nombre España, lo cual no me digas, Manolochaves, ya ves, ya ves, que no es singular zapatiesta incluso para ti, hombre avezado en múltiples lides.
Pero no contento con debate político tal, has hecho algo más por la Andalucía nuestra. Tú eres así de rumboso: nos has llevado con mano firme a la segunda modernización, aunque muchos no tengamos conciencia de cuándo terminó la primera, si ya empezó y ahora se prorroga, si todo esto no es más que palabrería con tintes electoralistas para seguir teniendo al personal en un puño y al cortijo en el otro, florezcan o no las rosas, o si se trata de irnos a la mismísima.
Una segunda modernización que nos ha llevado a ser en dura pugna con Extremadura, alto nuestro gozo, la última región de Europa. Como para no presumir de ello, una vez que ocupamos el liderato de algo, aunque sea compartido y por la cola.
Bonitos tiempos nos has ofrecido en tu loable empeño de servir al pueblo. Muchos te lo agradecerán cuando te vayas, precisamente por eso, porque te vayas. Sin embargo, Manolochaves, no hemos sabido captar tu mensaje socialista y renovador. Amén de obrero, claro. No podemos olvidar que tú, y todos los de la foto, sois obreros cualificados. No hemos reparado lo suficiente en tu verbo fácil, fluido e inteligible, no exento de grandilocuencia, rotundidad y capacidad de convicción. Cuando nos pedías que diéramos pábulo y crédito a tu gestión, lo hacías, por ejemplo, con un muy expresivo y parlamentario "tenga usted confianza en yo", que, me incluyo entre ellos, no todos los andaluces supieron entender.
Por eso, por no entenderte bien, en este pueblo de tragaderas anchas, la reconversión y la modernización se demuestran andando, pero dudo que en la dirección correcta. No sólo reivindicamos pa nosotros solos, ea, el flamenco y el Guadalquivir, sino que empujamos al Koala a abandonar su profesión y cambiarla por la música. Con ello perdemos un buen albañil, pero, eso sí, ganamos un horrible músico, y todos tan contentos.
Además, exportamos su producto al resto de naciones de los alrededores e, incluso, tenemos la nobleza, que no mal gusto hortera, de llevar a Europa el corrá andalú, el albergue pa borregos desde donde soltamos unos balidos que no valen para nada.
Incluso aunque "nos vengamos paspaña", como en otros tiempos lo hacíamos también desde Alemania, sin Mundiá ni na de na, podemos dar sensación de entendidos en complejos mecanismos económicos cuando nos hacemos eco de ese vocablo, opá, que más arriba de Despeñaperros unos pueden entender como una gran Oferta Pública de Acciones, y otros no entender como nada, siquiera como el más familiar papá, allá ellos si no están en etapa de modernización. ¿Es o no es, Manolochaves?
La FAO, más onútil que la ONU
Manuel Díez de los Ríos
13.06.2006
Si queremos hablar de algo más onútil que la ONU, hagámoslo de cualquier organismo dependiente de ella. De tal palo tal astilla, y tiro porque me toca. Ni que decir tiene que la FAO, organización para la alimentación y la agricultura, ocupa un lugar muy destacado en dicho escalafón.
La FAO ha cumplido 51 bien alimentados años y uno de sus objetivos, no el más importante (el cual, por otra parte, permanece en el más estricto de los secretos, vistos los resultados), es posibilitar que sus jerifaltes, atendiendo a la irresistible llamada del paladar, recorran durante ciclos migratorios anuales distintas capitales del mundo donde dejar constancia de buen comer y beber.
Ninguno de ellos tiene hambre. Ni yo tampoco. No tengo siquiera intención de comerme la hache al escribir tan apocalíptica palabra. Todos, ellos y yo, somos iguales de hipócritas. Con hache también. Yo me justifico con el recurso al pataleo. Ellos con recursos para despilfarrar.
Ahora están en Madrid, capital de la todavía esta España mía, esta España nuestra, versión Cecilia. Son unos 700, representantes de 100 países. No han traído a un solo hambriento, siempre se les olvida, siquiera para que produzca lástima entre quienes han de soltar los millones que necesitan para poder seguir recolectando millones con que viajar para comer y pedir más millones.
Ni un solo hambriento, digo, va a subirse a la tribuna de la verborrea, esa en la que se hará lo posible por cumplir con una apretadísima agenda de trabajo diario, según el siguiente programa: palabras de bienvenida, descanso, coffee break, conferencia, descanso, aperitivo, discurso, comida, tarde libre, paseo y cena. Con el dinero que gastan en organización, viajes, dietas, hoteles, guardaespaldas, ocio, compañía, y hacer la estadística del hambre en el mundo, tendrían un buen pico para remediarla. O intentar paliarla, tampoco nos vayamos a hacer muchas ilusiones.
Quizás hayan venido a España para preguntar a los expertos autóctonos en el tema (llamados así porque comen aún más que quienes no lo son) cómo facilitar el acceso a los alimentos a tantos millones de seres humanos con hambre, que, aunque coman poco, son un problema serio. Como los 900 millones de hambrientos que hay en esta lata de sardinas llamada Tierra, donde nos apiñamos 6.500, se empeñen en comer menú del día, vamos a tener problemas de intendencia, ya verán.
Aquí podríamos darles cursos acelerados de Carpanta, nacido para el semanario Pulgarcito en 1947. Símbolo del hambre patria, su única obsesión era comerse un pollo asado, ay, de aquellos que el 99 por ciento de familias podía permitirse exclusivamente en Navidad, siempre y cuando la paga extra lo permitiera, o para hacerle caldo al tuberculoso que hubiera en casa. Y contarles unos chistes. Mejor, muchos. De hambre y para aplacar el hambre. Les hablaríamos de “los pavos de doña Julia, que tenían tanta hambre que se comían la radio cuando oían cantar Trigo Limpio”. Jajajaja, very good, tres bon, sehr gut, molto buono, la repolla. Plas, plas, plas, plas. Aplausos.
Su nombre completo, Francisco Carpanta Gazuza, lo revelaron en 1951. Carpanta significa “hambre violenta” y gazuza se emplea para denominar la bulla y la algazara, así como, familiarmente, "hambre" porque en aquellos años los estómagos, por lo vacíos, formaban jaleo, se meneaban mucho.
De paso, para ayudarles a resolver el problema de la vivienda en sus respectivos países, sin cobrarles nada por ello y sin necesidad de remitirles a una entrevista con la ministra María Antonia Trujillo Rincón, encargada de posibilitarle al personal un ídem donde vivir, les diríamos que el gran amigo de Carpanta, Protasio, se alojaba en un barril. Cumplía con los más avanzados planteamientos urbanísticos de la antedicha: pisos de menos de 40 metros cuadrados para el disfrute popular.
Y les diríamos que para combatir el hambre, lo mejor es que haya hambrientos. García Márquez escribió que el día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo. No se equivocaba, aunque se quedara corto, el hoy multimillonario colombiano. Los hambrientos verdaderos no tienen mierda para cagar, con lo cual siquiera de ella podrían aprovecharse. Para que la FAO exista, han de existir también personas FAOmélicas. Y quienes aprecien como nadie una loncha de epigrama con sabor Álvarez Quintero, los pata negra del sainete:
El señor don Juan de Robles,
de caridad sin igual,
fundó este santo hospital,
pero antes hizo a los pobres.
De lo contrario, ¿cómo justificamos el chiringuito?
La especulación inmobiliaria une a las familias
Manuel Díez de los Ríos
14.06.2006
Nació en 1934, murió en 1983, y otros sabios y yo la consideramos pionera en crear la necesidad del chalecito en un país que iba creciendo urbanísticamente al ritmo marcado por las barriadas sindicales de Pepe Solís, la sonrisa del Régimen, que un día se descolgó con aquello de “la mujer es como la democracia porque, mientras más se usa, más se ensancha", y José Antonio Girón de Velasco, falangistón de rompe y rasga, buen par de piezas del franquismo en estado puro. Chalecito no se sabe si adosado, modelo barbacoa dominguera, o más desahogado, estilo La Moraleja.
La podemos oír en cedés remasterizados o en viejos vinilos, de esos de sonido a freír huevos. Quienes la oyeron en directo en aquella época, o la vieron en alguna de las películas en las que intervino, dicen que estaba muy buena, lo cual no habla muy a las claras de sus cualidades interpretativas, pero es lo que hay. Se llamaba Elder Barber en los papeles y carteles, Elda Perla Barbero en el pasaporte.
Nacida en Argentina, vino a España a finales de los cincuenta, que las gentes de la Pampa no sólo nos llegan ahora, aunque lo hagan más en oleadas, y puso a todo el paisanaje a tararear aquello de “tenía una casita chiquitita en Canadá// con un estanque y flores, las más lindas que hay allá (perdón, ashá)”, para rematar con otro bellísimo e ilustrativo verso, “ y todas las muchachas que pasaban por allí (perdón, ashí)// decían qué bonita es la casita chiquitita en Canadá”. Ponía de manifiesto que las canadienses hacen unos comentarios muy originales y no se dejan asombrar por cualquier cosa, no.
¿Eso era todo? No, quiá. Había más.
La canción sembraba la duda en el lector: ¿Era ella (perdón, esha) la dueña de la vivienda? Sigamos. “Un día por despecho, Pincu Panco la incendió// y entonces sin la casa para siempre se quedó”. Al parecer, el tal Pincu Panco pegaba fuego a las casitas cuando le salía de sus adosados. No obstante, especulador cualificado, “hizo otra casita pequeñita en Canadá//con un estanque y flores, las mas lindas que hay allá (perdón, ashá)”. Y así iba ganándose el hombre la vida, a medias constructor, a medias pirómano, aquí te construyo, aquí te quemo, una buena combinación.
Un estudio del Observatorio de la Sostenibilidad, dado a conocer ayer, ha venido a amargarnos el dulce, a cortarnos la digestión de tan delicado relato. Esto de las casitas ha variado mucho con los años, y cualquier tiempo pasado no fue mejor para el negocio. Hemos convertido España en un Monopoly donde plantamos casas como quien juega sobre una mesa.
Estamos creando unas tierras de ladrillo, ni de secano ni de regadío, que son la envidia de nuestros vecinos europeos. ¿Bosques y humedales? Ya los veremos en documentales de la Nacional Geographic ¿Respeto al Medio Ambiente? Ni que fuera el Entero. ¿Exagerado consumo de recursos naturales? Quien quiera peces… ¡ay, qué agua tan fresquita!
Reseña el informe que la mitad de viviendas, además de innecesarias, se construyen con criterios especulativos. Los expertos parecen haberse caído de un guindo: ¿sólo la mitad?
A pesar de todo eso, hay que seguir construyendo. Que no pare la bacanal de albañiles. Ni la siembra de grúas allí donde se arrancan árboles. Que no quede un trocito de césped en Andalucía sin su correspondiente green para disfrute del golf y de los golfos. Nos podrán tocar las pelotas pero, o vienen los que las tocan con el putt o, vaya puttada, los andaluces no nos comemos una rosca. Vendemos servicios y recogemos turismo. Nada más. Si tenemos los campos libres de cualquier contaminación atmosférica, no hay fábricas, viva el aire puro, debemos llenarlos de hormigón y hoyos con banderola.
¿Bajará el precio de la vivienda? Por supuesto. Por supuesto que no. El cemento es caro, muy caro. La explicación macroeconómica es sencilla: políticos, urbanistas, promotores y constructores se maquillan la cara con él. Así la tienen tan dura. Además, a ver si nos enteramos: familia que se endeuda unida, permanece unida. No todo va a consistir en comer sin decirse nada mirando el televisor. Hoy día, si usted no opta por ningún otro tipo de usura legalizada, los bancos están en condiciones de asegurarle que, si contrata una hipoteca, sus tataranietos le van a recordar con mucho cariño cuando hayan de hacer frente al pago.
México lindo y corrupto
Manuel Díez de los Ríos
15.06.2006
Eran otros tiempos. Hernán Cortés y Pedro de Alvarado andaban sacando pecho en plan conquistadores por aquellos montes y llanos sobre los cuales, dice la canción, “el águila voló y su enseña dibujó en el lienzo tricolor”, la bandera verde, blanca y roja. Ponían en juego la táctica bélica del palo y la zanahoria, ora te doy una paliza, ora te invito a aliarte conmigo.
Aposentado ya en Tenochtitlán, Cortés decidió celebrar su triunfo con un banquete en Coyoacán, como dejó escrito para la posteridad el historiador Bernal Díaz del Castillo en los papeles a los que no dio un uso higiénico tras la sobreabundante comilona. Soldados, paisanos y clérigos sufrieron aquella descontrolada y vergonzosa flojera de vientre a la que dieron en llamar “venganza de Moctezuma”, el emperador indígena del penacho de plumas. Muchos murieron a causa de las altísimas fiebres y la deshidratación.
Los ingleses, siempre en su afán de ponernos a caldo, denominaron “el mal español” a esa ancestral versión de pintar el retrete a pistola. Los médicos, una vez la ciencia de Hipócates había avanzado, tanto en conocimientos cuanto en vocabulario, vinieron a referirse a ella como “diarrea”. Los españoles de entonces y ahora la tildaban de “cagalera” o “cagarse por las patas abajo”, que aquí manejamos las descripciones como nadie.
Hoy día perduran los efectos de aquel legado de México a la humanidad, no todo van a ser pirámides aztecas y paraísos cancuneros. A poco que un autóctono del país o un visitante ocasional ingieran comida sazonada con mucho picante u otros condimentos similares, amén de agua del grifo en determinadas zonas, sabrá de qué va tamaño apoteósico defeque.
Pero la cosa no para ahí. La bacteria entamoeba histolytica, que no es el bichito de la colza que trató de definir Jesús Sancho Rof, ministro de Sanidad en tiempos de UCD, con aquella tan docta expresión “si se cae de una mesa, se mata”, causa la tercera parasitosis más letal del planeta y provoca unas 125.000 muertes anuales.
Vinieron después los mismísimos Pancho Villa, el del sabido corrido, y Emiliano Zapata, que pedía tierra y libertad, motivo de cachondeo del Gobierno cuando lo iban a enterrar Y la cucaracha que no podía caminar. Y Jorge Negrete, ay, Jalisco no te rajes, a voz en grito. Y Adelita, que no sabía si irse con uno u otro, la muy indecisa. Y María Félix y Agustín Lara, la actriz de gran belleza y el músico de gran batuta, llámese así a su atributo. Y Diego Rivera que, en el tiempo libre entre cuadro y cuadro, amaba a Frida Kahlo, carne sujeta en corsé de hierro. Y Cantinflas, el de imposibles calzones. Y los remates de chilena de Hugo Sánchez. Y los tacos, enchiladas y burritos, atención al picante, aviso para despistados, en las cantinas franquiciadas de los grandes centros comerciales.
Fue la Historia también, correveidile como ella sola e incapaz de guardar un secreto, la que aireó lo de la mordida. La corrupción. El dinero a pagar por todo. Corrupción como sistema de gobierno, de apañaderas políticas y de componendas empresariales. Corrupción judicial y policial. Institucionalizada en todos los ámbitos sociales. Más mierda.
El próximo 2 de julio se celebrarán elecciones presidenciales en el país. Los diferentes candidatos, hartos de estar bajo sospecha, de lanzarse acusaciones mutuas relativas a compra de votos, favoritismo, amiguismo, o a que sus campañas son financiadas por los narcotraficantes, han dicho basta, ya está bien, se han remangado los machos, y decidido acabar con todo eso. ¿Con la corrupción? No. No hay que apresurarse. Van a darle carpetazo a las acusaciones. Desde ayer mismo, pacto sellado y rubricado, han decidido no acusarse de corruptela alguna.
Hay mucha mordida como para terminar con ella de buenas a primeras. Ese México lindo y corrupto ha permitido al PRI (Partido Revolucionario Institucionalizado) estar 70 años en el poder. Tiempo más que suficiente para que la revolución quedara en nada, de purititamente asimilada por el sistema, quietapará que decimos en mi pueblo. Ocurrió en España con algo tan paradójicamente detenido y muerto como el Movimiento Nacional.
Un país que todavía echa la vista atrás, al periodo entre 1934 y 1940, para buscar soluciones, tiene difícil arreglo. Hay demasiadas añoranzas respecto a la gestión del general Lázaro Cárdenas, a quien los trajes civiles le caían anchones, como descolgados, pero que repartió tierras entre los campesinos y nacionalizó la producción petrolera en 1938.
Las mayorías absolutas priístas saltaron por los aires en las elecciones del 2000 cuando, ándele manito, entre otras particularidades que contribuyeron al “ya era hora” de muchísimos mexicanos, un hijo del propio Cárdenas se presentó como candidato contra el mismísimo PRI. El PAN, quizás trajera un ídem bajo el brazo, Partido de Acción Nacional, se hizo con el poder.
¿Qué va a pasar en los comicios del mes próximo? ¿PAN, PRIM, PRD? No se sabe. Las encuestas andan como en ellas suele ser habitual. O sea, sin enterarse ni dar ni una.
Quizás pudiera ganar un Partido de la Mordida fuerte y cohesionado. Un partido que institucionalice definitivamente la corrupción. Que en su programa electoral lleve la creación por todo el país de facultades de Ciencias de la Corrupción, exportables al resto del mundo. Para que la mangancia no continúe siendo una chapuza desprestigiada.
La Niña de Antequera
Manuel Díez de los Ríos
14.06.2006
No tengo noticias de que cuando María cantaba alguien del auditorio se rajara la camisa. Pero es opinión generalizada que lo hacía muy bien. Que le daba al fandango el punto exacto de garganta y que se empleaba con los cantes de ida y vuelta, aquellas sus colombianas, como nadie. Además, le metía a las mujeres el repelús en el cuerpo, mira cómo se me han puesto los vellos, de punta, cuando cantaba “si tienes un apellío, la culpa es mía na más, porque perdí mis sentíos una oscurá madrugá”. Sexo fuera del matrimonio y madre en la soltería, toma ya.
Las comadres se intercambiaban miradas de inteligencia y se decían bajando la voz que “está hablando del niño que le hizo el Pepe”, un conocido comerciante del pueblo, véase la sección de muebles en las Páginas Amarillas de Antequera.
El comentario iba de lengua en lengua, aunque Antoñita Peñuela también interpretara la susodicha canción, de título “Con los bracitos en cruz”, obra de Moles, Naranjo y Alfonso, otro trío que añadir a Ochaíta, Valerio y Solano, y al clásico de los clásicos, Quintero, León y Quiroga, Santísima Trinidad de todas las coplas.
Pero a las vecindonas, erre que erre runrún, nadie iba a bajarlas del borrico. La Antoñita no era la de la barriga, no. Era a la María a quien el Pepe había preñao. “María está hablando de su hijo, coño, que os lo digo yo”. Y al niño, a quien ella le promete que “con los bracitos en cruz iré a buscar a tu pare pa que siempre sepas tú lo güena que es una mare” (llegados a este punto, las lágrimas eran incontenibles), las de la lengua floja lo imaginaban como alguien que “tiene toa la cara del Pepe, ¿no lo veis o no lo queréis ver”, insistía la más enterada de las chismosas reunidas, que reforzaba sus argumentos añadiendo una serie de calificativos sobre lo muy pichabrava que era el comerciante y lo muy pedazo de tal que era la María.
Pero lo cierto es que, aunque nadie conociera nunca al tan mentado, e inexistente, niño, ¿quién le iba a decir a María, a Antoñita o a las criticonas que la frase de marras, esa del único apellío, sería objeto de estudio más de cuarenta años después por una profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Ciudad Real? Fue un trabajo de la doctora Rosa Peñasco, titulado “La copla sabe de leyes” que, con prólogo de Carlos Cano, resultó premiado en un concurso de proyectos de investigación y publicado por Alianza Editorial.
También podían haber hecho un estudio que recogiera su influencia en el mundo de las mariconas, sarasas, locas, moñas, homosexuales o gays (el lenguaje evoluciona, por fortuna), gentes a quienes María logró conquistar antes que Marifé de Triana, que ha pasado el testigo a Falete, terror de los bufets libres y cuya máxima aspiración confesada en la vida es tirarse a Javier Bardem.
Cuando María cantaba aquello de “por la sierra de Ronda va la partía y al frente, valeroso, José María”, los de la acera de enfrente esperaban que llegara a la estrofa “y un trabuco naranjero segó allí mismo la vía del capitán bandolero” para cambiar la letra y darle al trabuco una función muy diferente a la de matar a perdigonazos.
Ella fue Pepe Marchena, Pepe Pinto y Porrinas de Badajoz, los tres, pero en hembra. Hacía con su voz lo que le daba la gana. Vivía y cantaba. Su vida era cantar. Tenía doce años cuando comenzó a actuar y a quitar hambre, que entonces se pasaba mucha. El cante podía servir para ir comiendo, y ya vendrán tiempos mejores. No le gustaban los coches, pero murió en un accidente de tráfico. Corría 1972 y tenía 52 años.
La llamaban “La Voz de Oro de Andalucía”. Actuó con los más grandes de su tiempo y dejó una manera de hacer el cante que ninguna ha igualado después. Sólo Pastora, la gran Niña de los Peines, lo había hecho mejor antes. María cazaba liebres con su perro Lucero, al que mataron cuando perseguía una cierva en el coto de Doñana. El perro del que cantaba que “era la llave de mi cortijo y del ganao su centinela, no había lobo que se acercara a los corderos en la Ribera”, valiente y fiel, “había que verlo cuando jugaba con mis chiquillos en la dehesa”. El perro de esa canción que Almodóvar utilizó en la película “Carne trémula”.
Es hermoso pasear en Antequera por la Ribera, háganlo si pueden, por las calles de ese barrio donde se crió María. Donde me crié. A la sombra de la Puerta de Málaga, torreón musulmán del siglo XIII, que alberga la ermita de la Virgen de Espera. Junto a lo que eran las fábricas de hilaturas, de mantas. A ellas íbamos los niños a pedir cuerda para bailar el trompo, nuestra play station de entonces, de madera con punta de acero. Sí, allí. Muy cerquita de una fuente, que hoy ya no existe, a la espalda de la iglesia de San Juan, morada del Señor de la Salud y de las Aguas. Esa fuente de la que mi abuela llenaba cada tarde dos cántaros para, uno en la cadera izquierda y otro sobre la cabeza, llevarlos a casa y verter su contenido en la tinaja grande.
Por allí me veo y me recuerdo. Era un chaval de seis años que canturreaba “como un barquito de vela con el viento a su favor caminaba muy segura María Rosa de León”. No entendía del todo la letra, pero me esforzaba en seguir la canción, que para eso la había aprendido de memoria: “pero una tarde de mayo un mocito la miró, el viento le vino en contra y el barco el timón perdió…”
María Berrús Martínez. La Niña de Antequera. La Niña de mi pueblo, uno de los más bellos de España. Ayer leí en Flamenco News, edición digital, un reportaje firmado por un tal Nomeacuerdo Desunombre, no voy a hacerle publicidad, ¿o era Juan Vergillos?, que considera a María una cantaora nacida en la provincia de Jaén, la de los poéticos aceituneros altivos.
Es posible que Nomeacuerdo sepa algo de flamenco, pero de geografía anda tronco. De olivo, que es más tronco.
La independencia, siguiente objetivo
Manuel Díez de los Ríos
19.06.2006
El sabio pueblo prefirió irse a la platja, quedarse en casa dándole al pan tumaca amb pernil, la “catalana” que decimos por estos pagos, o tocarse los collons, que es una manera de no hacer nada muy facilita de aplicar y al mismo tiempo muy arraigada en España. Todo menos darse un paseo hasta las urnas, total ¿para qué?
El sabio pueblo, cuando ya sabía que Francia no pudo ganarle a Corea, la noticia más importante del día, se enteró también de que si no había ido a votar era por los atascos que se habían formado en las carreteras, y no porque, en claro ejercicio de su libertad, no le hubiera salido de lo que varias líneas más arriba de ésta se estaba tocando. Eso dijo un parlamentario a quien le colocaron delante los micrófonos. Habló y se quedó tan contento. Debe creer que todo el mundo vota a la vuelta del jolgorio dominguero.
El sabio pueblo que, si realmente fuera sabio, no votaría a la gran mayoría de sus políticos, debió soportar, y soportará durante un tiempo, las llamadas “valoraciones políticas” de un acto electoral, léase el tiempo dedicado por unos y otros, cuenten conmigo, a decir tonterías a discreción, analfabeto el último. Y lo malo no es que los políticos no sepan muchas veces lo que dicen o hacen, sino que dicen y hacen lo que saben.
El sabio pueblo ha vuelto a comprobar cómo los ganadores del refrendo han sido los integrantes de la casta política. Es, otra vez, el triunfo del guetto. Mantienen sus puestos, sueldos, prebendas y, quien pueda, mangancias, comisiones del 3, de 10 o del 20 por ciento, inagotable chorreo de obras públicas. Por eso todos se sienten tan contentos de haberse conocido y haber vencido, aunque sólo un 36 por ciento de ciudadanos hayan dicho “SÍ”, vale, de acuerdo, no me déis más el coñazo. Muy pocas papeletas afirmativas, dada la baja participación, pero también muy pocas negativas. Ni el PP ni ERC, que pedían el “NO”, han conseguido movilizar a sus bases para ello. Es más, seguro que moltisims militants de les dues formacions han votat el contrari del que demanavan els seus caps, per afany contestatari y per donar-los pel cul.
Eso. Me ha quedado bien. Gracias, Virginia. Muchísimos militantes de ambas formaciones han votado lo contrario de lo que pedían sus jefes, por afán contestatario y para darles por el cul (no es necesario traducir esta palabra).
El mismísimo Carod Rovira, ex seminarista e hijo de guardia civil, vino a decir ayer, en un fantástico ejercicio de sibilino retorcimiento político, verborrea estirada cual plastilina para moldear, que “los catalanes estaban tan de acuerdo conmigo en decir no, que no han votado ni siquiera lo que yo les pedía”. Tiene barretinas la cosa. Al sabio pueblo le consideran demasiado borrego.
Maragall, que llevaba puestas las ojeras de los festivos, las de presentarse ante los conmilitones como hombre atareado y laborioso, qué sin vivir, qué de trabajo por Cataluña, vino a decir, parrafada arriba o abajo, que “a partir de ahora se acabó el victimismo de los catalanes”. Qué bien miente el president. Su anterior coleguilla de gobierno, Carod Rovira, se había descolgado antes con un nada retorcido, sino directísimo, “la Unión Europea exigió un 55 por ciento de participación para dar por bueno el refrendo de Montenegro”. Un 55, madre mía. Aquí un 49 y gracias.
El sabio pueblo, habida cuenta su sabiduría, debe saber ya que tales maragalada y carodrovirada, aunque aparentemente sin relación, tienen una conexión muy clara: el independentismo. Diga lo que diga Pascual, que hará cualquier cosa por seguir manteniendo su comedero de mando en la Generalitat, ser nacionalista es predicar el victimismo, la llantina y el crujir de dientes, qué poco malito estoy y cuánto me quejo. Ser nacionalista es ser llorón. Para poder mamar. Son condiciones imprescindibles para ejercer el parasitismo, el no hemos tenido tantas oportunidades como otros, el cuándo dejarán de oprimirnos, el queremos más y más y más.
Despreciemos a España, pero exprimámosla. Saquémosle todo cuanto podamos, pero hagámoslo con mucho asco, so charnegos. Dentro de poco llegan las elecciones. A buen seguro, Pepeluí, pronúnciese Yusép Lluís, el de esquérricos republicanos planteamientos, o sea, a ver qué más trincamos, pedirá ayuda al sabio pueblo para ello. Buscará más ventosas en su particular sanguijuela. ¿Qué harán los doctos ciudadanos, sean de izquierdas o de derechas. ¿Sean de qué? Talante, mucho talante.
Pepe Pinto y Concha Buika, sin olvidar a Pastora
Manuel Díez de los Ríos
21.06.2006
Te tocó bailar con la más fea. Porque en el cante fue la más grande, la de siempre, la eterna. Todavía lo es, aunque en los mismos escenarios hayan cantando carmelas, rosarios, lolas, isabeles, rocíos, marías y pasiones. Ninguna como ella, qué soledad la del número uno. No ha habido ni habrá otra. Su cante está declarado Bien de Interés Cultural, los políticos queriendo apuntarse el tanto a la menor ocasión, y para los flamencos ella es un Cristo hembra. El mismísimo Antonio Mairena, sentando cátedra y enciclopédico, decía no tener elogios suficientes para calificarla, y Pepe El de la Matrona confesaba que “Pastora me gusta hasta echándome una maldición, qué voz tiene”.
Viva la madre que os parió a los dos, esa a la que nadie podía faltarle, ni siquiera aquella a la que toíto te lo consiento. Os casásteis cuando tenías 28 años y ella había cumplido los 41, todo un acontecimiento para aquella época, 1931, España cuesta abajo hacia la Guerra Incivil. Fuiste el hombre de su vida, y ella tu mujer, aunque hubiera sido antes la de otro cantaor, de Manolillo Escarcena, ¿quién es ése?, y, vete a saber si es verdad, pariera una niña suya.
Una niña, cantaor. Vuestra niña, Pepe, si la hubiérais tenido. Tu niña Lola que, mientras viviera su padre no estaría en el mundo sola. Con qué ojos te miraba cuando le cantabas un fandanguillo, todo su ser en las pupilas. Ella, Pastora Pavón, que tenía el mundo a los pies. Ni Caracol en toda su gloria le echó jamás unos ojos así a la Lola.
“Barbechos, en medio de los barbechos la alondra hace su nío, y en la canal de tus pechos yo tengo que hacer el mío, tu querer me tiene preso”. Olé, Pepe. Amor que siempre os tuvísteis, el uno para el otro hasta la muerte: los dos en el 69, léase como fecha, no de ningún otro modo.
Hasta Federico, genial afedericado, la subió a los altares del inexplicable duende flamenco y dijo de ella que “tenía la fantasía de Goya y de Rafael El Gallo cuando cantaba en una tabernilla de Cádiz”, en el barrio de La Viña de la tierra de mi Carmen. Tan García y lorquiano, alargaba la definición: “Pastora mojaba su voz en manzanilla o la perdía por unos jarabes tan lejanísimos”. Cante mojado en vino de Jerez. Como las rancheras se mojan en tequila.
Empezó muy chica, con ocho años, a cantar por tangos: “Péinate tú con mis peines, mis peines son de canela”. De esa copla surgió su apodo artístico. Ella misma recordaba la primera gran remolina que armó. Fue en Sevilla: “M'acuerdo mu bien der primé día que canté elante gente. Me llevaron a un café que le desían der Brillante, y allí armé un alboroto tan grande, que me hisieron cantaora de repente".
Los alborotos, Pepe. Esos alborotos fueron a partir de entonces señas de identidad de sus actuaciones. En Madrid, cuentan los papeles, hasta la calle Alcalá llegaban rumores de que en la Plaza de García Hernández (antes plaza del Rey) se agolpaba una muchedumbre imponente. La calle Barquillo era un río humano. Los guardias de Seguridad y los de Asalto, a caballo y fusil en mano, a duras penas podían contenerlo.
¿Qué pasa? ¿Está ardiendo un edificio? ¿Algún atentado? No, no. Es que canta La Niña. En España decir La Niña era como decir don Niceto. Ella es la Niña de los Peines. Él, mucho menos conocido, es Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República.
Tú, Pepe Torres Garzón, El Pinto, Pepe Pinto, también grande entre los grandes, pero a la sombra de Pastora. Siguiriyero e intérprete de soleás como pocos, siempre te echaron en cara los recitados, el abuso de la apoyatura literaria en los cantes, aquellas acrobacias líricas. ¿Que las hacía Marchena? Es como si estuvieran especificadas por contrato. ¿Pero tú? A ti te exigían más que a nadie, se vaya a creer éste que va a vivir del prestigio de la mujer, a comer pan de higo, tú me entiendes.
Si hace unos años, los caracterizados por el sarampión de la progresía y otras ramoncinadas, o por las coplas de Pedro Almodóvar y Mac Namara, cuando ambas querían ser mamás, alguien osaba decir que le gustaba el cante de Pepe Pinto, como poco lo tachaban de “antiguo”, además de apostillar sobre su mal gusto y colgarlo en la picota pública de los medios de información para escarnio de similares horteras.
Ahora, pasadas las epidemias, o quizás porque es temporada en que está de moda el color negro en la piel, todos los progres en fila, hermanos conversos de la Cofradía del Santo Reproche de antes, lectores de los versos que Joaquín Sabina le escribió en Intervíu, hablan y no paran de Concha Buika, mallorquina de origen nigeriano, española con papeles sin necesidad de patera ni condición de cayuco.
Dicen que es una gran compositora, una extraordinaria intérprete que va a llevar la música afro, soul, flamenco, hip hop, jazz y copla, todo junto, ¿hay quien dé más?, a niveles desconocidos hasta ahora, una voz como hay pocas, un talento excepcional, un sentimiento hecho canción, y varios etcéteras.
Hablan y no paran. ¿Y cuál es la prueba de que Concha es tan grande en todo lo anterior? Que canta “Mi niña Lola”, toma compás. ¿Te suena esa copla, Pepe? ¿Le has preguntado a Pastora? Tal vez si hubieras sido negro, no sé, una cosa parecida a Machín, alguien se atrevería a decir que le gusta más interpretada por ti que por Concha. Si te vale mi voto, cuenta con él.
Manolete y Lupe Sino
Manuel Díez de los Ríos
26.06.2006
“Torero, torero”. Mira cómo te quiere la gente, mataor. Se agolpan a tu paso, por la calle, a las puertas del hotel. En el Puerto de Santa María. Ahí donde está esa plaza que, ya lo dijo Joselito El Gallo, quien no haya visto torear en ella, no ha visto una tarde de toros. Te piropean. “El vino se paladea// y se paladea el toreo// si Manolete torea”. Te veneran. Aunque no seas tú en persona, sino alguien que te representa en una película, ¿qué irán a contar en ella?, Adrien Brody, dándole el brazo a Penélope Cruz.
Ahí los tienes, monstruo, que te diría K-Hito, inventor del apelativo. Son tu público, maestro, añadiría tu mozospás, como lo eran quienes pagaron 97 pesetas por una entrada de sombra para verte aquella tarde, un 28 ferragosto de 1947, con Luis Miguel Dominguín, tu rival, y Gitanillo de Triana, tu amigo. Saludan al triunfador, al héroe de mil pases de pecho, al que inventó la manoletina mirando al tendío, al que escapó de cientos de cornás, a ése que tenía pensado retirarse con treinta años cumplidos, “cuando termine esta temporada, porque he ganado más dinero que cinco generaciones de mi familia y quiero disfrutar”. Muchos de quienes te vitorean siquiera te han visto en fotografía, pero saben que, casi sesenta años después de tu muerte, toreas mejor que nunca.
Veneran al mito, califa. Porque eso eres. Cordobés en la gloria, de quien se desconoce si lo mató un toro, Islero, miura burriciego, en la plaza de Linares, o un plasma que Jiménez Guinea, cuánta fe le profesabas, don Luis, no veo, le dijiste, y tenías los ojos abiertos, ordenó meter en tus venas cuando ya estabas en el hospital. Momentos antes habías hablado y fumado un Camel sin filtro, que eras hombre de los de dos paquetes diarios.
Lo cantaba el Beni de Cádiz por alegrías, tirititrán tran tran, “nos tenemos que acordar del año 47, la catástrofe de Cái, la muerte de Manolete”. Pero todos se acuerdan más de tu muerte que de aquella explosión de 300.000 kilos de trilita, unos diez mil coches bomba bien cargados de los de ahora. Eran las diez y cuarto de la noche del 18 de agosto, diez días antes de la corná de Linares, cuando uno de los dos almacenes de la Armada en la tacita de plata voló por los aires. Minas antisubmarinas, cabezas de torpedo y cargas de profundidad, un explosivo cóctel de muerte, sembró el pánico. Si hubiera volado el otro almacén, de la fenicia Gades no habría quedado prácticamente ni rastro. 151 muertos, 5.000 heridos y nosesabecuántos mutilados. A muchos de los muertos les habían hecho transfusiones del plasma asesino, un regalito de los noruegos al Gobierno español, que había sido usado en los hospitales durante la Segunda Guerra Mundial.
De ti y de tu amor por Lupe se ha escrito más que de aquel terrible suceso, hoy enterrado en la memoria colectiva. Se investigó, se dijo que no hubo culpas personales y que la terrible explosión se debió a factores externos a los explosivos. O sea, no se dijo nada.
Os aclaman, Manuel. A tu lado, orgullosa, republicana, murmuran que casada con un comisario político durante la guerra, Antoñita, la de los ojos verdes, esa por la que tuviste que interceder ante el mismísimo Franco, no paran de chismorrear. La morena, la aspirante a starlette que te presentó Pastora Imperio, “lo dejo en buenas manos, mataor”, en el bar de Perico Chicote. Era Lupe Sino, a la que tu cuadrilla llamaba “la serpiente”.
Una morena de quien decían que era “hembra de esas que toma varas”, pero que no tomó contigo, porque no le ibas a hacer tú eso a tu madre, a doña Angustias, ay, qué disgusto, no, por Dios, sin estar casados. A pesar de vuestros cuatro años juntos, los tuyos no la quisieron. Era demasiado pecado mortal para aquella España sacristana.
Antonia Bronchalo Lopesino. Una chica que vivía en Lavapiés, que sacó a sus hermanas adelante a base de mucho trabajo, pero que hubo de soportar el sambenito de “chica alegre”. Dijeron de ella que era actriz, aunque había intervenido en papeles muy secundarios en dos peliculitas, “El testamento del virrey” y “La famosa Luz María”, cuando tu vivías, y lo hizo, ya muerto, en “El marqués de Salamanca”, dirigida por Edgar Neville. También dijeron que era mexicana, aunque había nacido en Sayatón, un pueblecito de Guadalajara. En él y en el cercano Fuentelaencina jugabas al dominó con los parroquianos de sus tabernas. “Qué simpático es el novio de Antoñita”, decían algunos, conocedores de tu fama, que te veían llegar “en un pedazo de coche”, el impresionante Hispano Suiza que guardabas en la cochera del boticario.
Miro dos fotos vuestras, de esas de enamorados. En una, con el torso desnudo, llevas de las riendas a un borriquillo que montan Lupe, con una sombrilla abierta para protegerse del sol, y una amiga. Íbais a bañaros a la poza que formaba el río Valdefuentes. Esa fotografía estuvo prohibida un montón de años en España, porque, cosas de la Inquisición que no cesa, un retorcido meapilas dijo que parecía representar la entrada de la Virgen en Jerusalén. En la otra tienes la sonrisa, tú que jamás reías, más hermosa que se te conoce. Lupe ríe también. Tú sentado en un pequeño muro. A tu lado derecho, un cocker blanco y negro. Ella, detrás de ti, piernas abiertas, sentada sobre tus hombros, ambas manos en tu barbilla, y con su yamentiendes rozándote el cogote.
Estaba en el hotel España, en Lanjarón, que tanto os gustó cuando os alojásteis en él. Se enteró por la radio de que Islero te había cogido, lo del plasma no se supo hasta casi cincuenta años después, y corrió a tu lado. Cuentan que Álvaro Domecq, don Álvaro, el padre de Alvarito, y Camará, tu apoderado, no la dejaron entrar a la habitación del hospital. Cuentan que se quedaron con todo tu dinero. Cuentan que Lupe lo sabía. Cuentan que temían que quisieras casarte in articulo mortis.
Cuentan que un año después de tu muerte, don Álvaro, todo rectitud y religiosidad, Opus Dei fracción supernumeraria, se compró la maravillosa finca “Los Alburejos”. Cuentan, y ya es contar, que dicen que tu madre autorizó a ambos para que manejaran la morterá de millones que tenías en los bancos. Cuentan, pero no se sabe.
Ella, Antoñita o Lupe, Bronchalo o Sino , tal vez porque era su ídem, pudo convertirse en la viuda de España, mucho antes que la Pantoja quedara tan despaquirrinada el 26 de septiembre de 1984, cuando Avispado hizo de Islero, y el trayecto por aquella carretera infernal desde Pozoblanco a Córdoba ejerció de plasma. Pero no. Se quitó de en medio. Se fue a Méjico, donde habíais vivido días muy hermosos, y se casó con un abogado, de nombre Manuel Rodríguez, cruel coincidencia. Separada del picapleitos, volvió a España y murió sola, olvidada, en su casa de Madrid en 1959.
Tengo algo en mis manos, Manuel, Lupe, que os llenaría de estupor. Un recibo emitido por el Ayuntamiento de Madrid, una providencia de apremio, con fecha 30 de enero de 2006, este mismo año, ya os digo, a nombre de Anunciación Bronchalo Lopesino. Más datos: 00576336 AP, referencia 06030002832. Algo municipal que no se ha pagado. Las cosas de la vida, mataor. Una de las hermanas de tu Antoñita Lupe no puede pagar un impuesto. Las cosas, sí. Con el dinero que tú habías conseguido reunir y que no os dejaron disfrutar.
Los franchutes nos dan el chute
Manuel Díez de los Ríos
28.06.2006
Te lo dije, Ángeles. Una hora antes de empezar el partido. Te dije que no quería escribir un artículo con ese título, ya estaba decidido cuál era, su juego de palabras y mis ganas de cachondeo, pero también te dije que terminaría por escribirlo. Los hechos, tozudos, me dieron la razón.
Me había negado desde el primer momento, especialista que soy en ganar amigos, a unirme al coro de loadores, juntaletras y unepalabras, que, sin temor alguno a desperdicio de papel y tiempo, glosaban las glorias futuras de una selección española, la mejor de siempre, la de Zapatones de Hortaleza, Luis Aragonés de todas sus depresiones, cuyo capitán alzaría la copa para dejar al mundo boquiabierto, ohhhhh. Raúl hubiera levantado a pulso los 6,175 kilos de oro macizo, 18 kilates, nada de bisutería barata, aunque el ganador reciba una réplica en más vulgar chapado, 36,8 centímetros de altura y dos anillos de malaquita en la base, con los nombres de los ganadores grabados en su parte inferior.
Un trofeo que fue invento de Jules Rimet, francés y mítico presidente de la FIFA. Para que te hagas una idea, 33 años estuvo el colega tirándose el moco en el cargo, algo que a muchos se la refanfifa. Entre ellos te incluyo, claro.
Nos chutaron. Nos dieron la patada en el pompidú. Nos metieron un chute de realidad en la vena de tantísimos falsos inventos sobre “la roja”, su calidad, el este año sí, y el cacareo insoportable de los medios de comunicación, cuyos ingresos publicitarios descenderán de forma considerable tras la eliminación del Mundiá, ése que, encabezaos por opá, íbamos a ganá entre todos, con Ludwig Van Koala componiendo música y letra de un himno, se van a enterar Queen y su We are the champions.
Había llegado el momento soñado, el más dulce. Venganza reclamaban los camioneros españoles, a quienes los gabachos les vuelcan la carga en la frontera un año sí y otro ya veremos. Venganza pedían los canarinhos, los brasileiros del jogo bonito, a quienes Zidane y los suyos les dejaron con la miel en los labios en la final de 1998. Venganza exigía un vecino mío, tontopollas por más señas, que defiende la piedra de la catedral de Málaga frente a tanto hierro como tiene la torrirfé, pronúnciese como él lo hace.
Los franceses eran pan comido. Por viejos. Eso decían nuestros jóvenes futbolistas, no enterados de que la juventud es una enfermedad que se cura con la vejez. Barthez no iba a parar ni una. Claro que tampoco nos enteramos: no le chutaron. Zidane haría poco, sólo un golazo marca de la casa. Sagnol y Thuram no podrían con fenómenos tales como Villa y El Niño Torres, a ver si crece. Vieira estaría perdido ante las acometidas de Raúl, que cumplía 29 años. Puyol se comería a Henry, a Ribery y a cuanto francés pasara por el área. Makelele no jugaría con tres piernas.
Y después de machacar a los franceses, Brasil sería fácil presa para nuestros geniales jugadores. Pero faltaron huevos, güevos, buebos, un par de pelotas bien puestas, los cojones de siempre, y no hace falta más vocabulario. Anoche no hubo de aquello que tenía José María Belausteguigoitia Landaluce, tomen aire, Belauste para los forofos futboleros y otras enciclopedias.
Era la tarde del primer día de septiembre de 1920, ya se han dado patadas desde entonces, durante los Juegos Olímpicos de Amberes. Se enfrentaban los equipos nacionales de España y Suecia, botas que pesaban cinco kilos, pantalones marcando paquete, a derecha o izquierda, zamarra muy ajustada, fotografias en blanco y negro, cero a cero y Zamora de portero.
Cuentan las crónicas de la época que los nórdicos, espigados y mejor comidos que los ibéricos, no practicaban un juego limpio. En determinado momento del encuentro Belauste le gritó a Sabino, otro jugador del Athletic, y también nacido en el mismo Bilbao, aquello de “A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo". Belauste recibió el pelotón (esos sí que eran balones y no las pelotillas de ahora), controló con el pecho y, cual si de una estampida se tratara, cagonlaléche, ahivalahóstia, se introdujo en la portería con el pelotón y tres jugadores suecos a los que había arrollado.
Por aquellos días y en lugar de calificativo que definiera mejor la animalada, a tal acción se le llamó “la furia”. Qué bonito. Desde entonces, siempre que perdemos cualquier campeonato internacional, léase todos, lo hacemos tras haber recurrido a la furia que, visto lo visto, debe tener mucho de gafe, la madre que la parió. La “furia española”.
Esas dos palabras conforman toda nuestra épica en la historia de los distintos torneos de selecciones nacionales de fútbol, fútbo, fúrbo, fúrbol, fúmbo, fúmbol, que hay donde elegir. En ellas se resumen los escasos logros. No tenemos nada más que contar. Bueno, algo queda para adobar las batallitas. El gol de Zarra a Inglaterra. El Matías Prats diciendo aquello, si lo dijo, que tampoco es seguro, de “Hemos derrotado a la pérfida Albión”, a la que todavía no le hemos cobrado la paliza a la Armada Invencible. El gol de Marcelino a Rusia en el Bernabéu, las camisetas de los soviéticos con las letras CCCP, nada que ver con “Cucurrucucú paloma”, según chiste de la época, y Franco en el palco con su traje y sombrerillo de gerente de comercio. La medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, que se ganó a Polonia. Y los sucesivos otravezserá, resumidos en una serie de variantes, retahílas repetidas desde ni se sabe: tenemos un equipo joven y con futuro, esta generación dará mucho que hablar, y los éxitos llegarán.
Los gabachos mandan gachos y cabizbajos a los seleccionados españoles a casa. Los de la furia traen otra vez la derrota como único triunfo. Por seguir con la expresión de otro francés, el poeta maldito por excelencia, Arthur Rimbaud, la selección ha ganado una merde.
Merde era la definición que daba de poesía cuando le preguntaban por su obra. Como lo era también de su amante, Paul Verlaine. Y una mierda, dígamoslo en tono nada lírico, es lo que la selección ha ganado. Otra más. Una mierda avec des fleurs, con flores.
Zapatero es el Mesías, aleluya
Manuel Díez de los Ríos
29.06.2006
Lo has dicho. Y es cierto. Otros gobiernos intentaron acabar con el terrorismo, pero no pudieron. Además, pobrecillos, no supieron. González creó el GAL, un grupo de matones del que se enteró por la prensa, según nos contaba el entonces, y hasta hace poco contigo, portavoz Rubalcaba.
El GAL fue una chapuza, entre otras cosas porque Amedo y Domínguez, en lugar de matar etarras como era su obligación, terminaron pagando a las putas en Portugal con una Visa del Ministerio del Interior, y mandando a la cárcel a sus jefes más directos, aunque quisieron taparles la boca a base de maletines llenos de millones. Míster X, menos mal, algo es algo, no fue a prisión. A pesar de todo eso, Felipe, el mismo Dios, y eso le honra, no se dejó chantajear por los matarifes etarras.
Aznar también decidió hablar con ellos y puso tamaña tarea en manos de Pedro Arriola, costilla de Celia Villalobos y hacedor de encuestas, a quien le vino demasiado larga la tarea. “Txapote”, ejemplo de luchador por la libertad del pueblo vasco, le pegó dos tiros en la nuca a un maniatado Miguel Ángel Blanco, pero el tío del bigote no cedió a las presiones de los asesinos.
Todo lo cual es antañazo, pertenece a la historia, tiempos pasados, intentonas vanas, poca cosa, sólo más argumentos para el odio que las víctimas atesoran en sus duros corazones.
No contábamos contigo, paladín de la paz, adalid de la libertad. España llevaba treinta años equivocada, sin reconocerlo. Por fin has aparecido, te esperábamos. A ti no te llegan Felipe y Josemaría ni a la suela de los zapatos, por supuesto, viva la autoestima. Se ha iniciado un nuevo camino pleno de esperanzas: la paz, que no la rendición del Estado a una panda de criminales, está más cerca.
Así lo has declarado institucionalmente, sin ninguna soberbia a unos cuantos periodistas apiñados en la sala Isabel II del Congreso. Has actuado con magnanimidad y sentido democrático. Podías haberlos convocado en los retretes, al objeto de evacuar preguntas, pero no lo has hecho. No lo has comunicado al pleno de los diputados, que eso hubiera sido un trajín, un aguante de debates innecesarios, un cansancio, vaya. Por decisión propia, tu tan acertado porcojonismo, pasándote por el forro de los presidenciales testículos todo cuanto te da la gana, ni has hecho la declaración en sesión plenaria, ni has convocado la Comisión de Secretos Oficiales, ni el Pacto Antiterrorista. No era necesario. Lo importante es el mensaje, no las formas, aunque hayas dejado en ridículo y por embustera, pobre mujer, a su edad, a la vicepresidenta De la Vega, vuestra querida Maritere de todos los Consejos de Ministros.
¿Qué debemos hacer los ciudadanos? La pregunta es innecesaria, retórica. Seguirte a pie juntillas, hosanna Mesías. Has pedido colaboración a los medios de comunicación, sí al lavado de cerebro, lo que usted diga, adelante con el trompeterío propagandístico de siempre. ¿Cómo negártela? ¿Quién va a ser capaz de criticar los argumentos tan sólidos que has ofrecido? Naturalmente sólo los fachas, intransigentes, fanáticos, deseosos de que los etarras continúen matando, y rencorosos, amén de no segundorrepublicanos.
Te hacen palmas los nacionalistas, talantoso, y la ciudadanía se congratula de tu arrojo democrático. Legaliza a Batasuna de nuevo, Rodríguez. No esperes más. Manda a Rubalcaba a Europa para que convenza a los fachas europeos de tus ansias democráticas. O manda a Rub Al Kaba a Europa para que convenza a los fanáticos europeos de que Batasuna no es una organización terrorista. O manda a Rubalcaba a Europa para que, insistiéndoles, machacándoles los conceptos, convenza a los intransigentes europeos de que una manada de asesinos te va a convencer de la necesidad de autodeterminación, de independencia, de separatismo, que a fin de cuentas Euzkadi es una colonia de España, como todos sabemos.
Hay quien dice que no les has prometido justicia a las víctimas. Que no puedes hacerlo si te vas a sentar a charlar de vuestras cosas con los matarifes. Insidias, ganas de enredar, veneno. En tu hoja de ruta del proceso, todo muy constitucional, nada chapucero ni como tomado de cualquier guía de carreteras, también eso llegará. Seguro. Tiempo al tiempo. En cuanto mires a los ojos a los asesinos, se van a volver buenos, entregarán las pistolas, os tomaréis unos txiquitos, y se dirigirán a la Audiencia Nacional para ser juzgados, previa petición pública de perdón.
Ahora sólo falta que nos confirme algunos detalles López Garrido, Diego, el camarada que donde dijo digo dice ahora cualquier otra cosa, qué más da, ese político tan de fiar, de tan profundas convicciones, que juró por los muertos y la momia de Lenin que no abandonaría jamás a los compañeros del Partido Comunista y otros parias de la Tierra, poco antes de marcharse a Nueva Izquierda, a cuyos miembros aseguró muy claramente por los muertos de Stalin que no los dejaría en la estacada.
Ojalá te salga bien lo que pretendes, Mesías. Ojalá aciertes. Ojalá legalices cuanto antes a Batasuna, dialogues con ETA, consigas que Navarra se integre en el País Vasco, veas un Euzkadi independiente que nos saque las túrdigas dinerarias a los demás, vacíes las cárceles de criminales etarras, de los otros, que también tienen sus derechos, no se habla, y hagas que las víctimas olviden tantos odios como tienen acumulados contra esos patriotas vascos que lo único que hicieron fue reventarle la cabeza de un tiro a cualquiera de sus seres queridos.
Ojalá consigas una nueva mayoría absoluta, establezcas la democracia de la Segunda República, derrumbes la transición, destruyas por completo la Constitución, posibilites que veamos 17 naciones sobre la vieja piel de toro e islas, 18 si contamos a esa cosa llamada España, con las propinas de Ceuta y Melilla. Ya nos contarás en septiembre. Y nos traigas la paz. Y todos seamos muy felices.
Después, descansado y con la satisfacción del deber cumplido, podrías dedicarte de lleno a buscar apoyos para que ETA consiga el Premio Nobel de la Paz.
Tortilla de patatas sin patatas ni huevos
Manuel Díez de los Ríos
03.07.2006
Decían mi madre y mis abuelos que durante la Guerra Civil el hambre pasó por la puerta de su casa, pero no entró en ella. Estuvieron en una zona, la nacional, en la que no hubo tanta gusa como en la otra, la llamada roja. Si miramos los mapas bélicos de finales de 1936, Franco y sus leales se quedaron con las tierras agrícolas y ganaderas, mientras que los republicanos permanecieron en aquellas donde estaban las minas, los Altos Hornos y las fábricas de material de guerra. En eso salieron ganando los primeros, habida cuenta que las vainas de las balas, aunque se las someta a una larga y minuciosa cocción, no son digeribles siquiera para estómagos hambrientos. Que no hay trágala, vamos.
Anoche le daba vueltas a tales palabras en la agradable terraza del bar donde suelo cenar. Mientras esperaba que me sirvieran el pinchito de pollo que había pedido, perdía el tiempo ganándolo en algo que me entretiene y enseña: mirar a la gente, observarla. Sabido es que si alguien quiere conocer una ciudad o un país, los mejores observatorios para ello son los bares, los transportes públicos y los mercados. En una mesa próxima a la que ocupaba se sentaron tres parejas de una edad comprendida entre los 45 y 50 años.
No entraré a valorar su aspecto físico ni las más o menos carnes que llevaban a cuestas. Tampoco los frescos vestidos de las mujeres ni las tan masculinas bermudas de los hombres, ropa toda de la marca Malapedraledén, muy de temporada veraniega.
Los seis tenían trazas de haberse sometido a su primera sesión de calentamiento dérmico, colorados como cangrejos cocidos, y de haber olvidado a conciencia la protección solar para su lechosa piel, transformada en un mírame y no me toques. Si el nuevo carné de conducir contemplara las idioteces que cometen los veraneantes en sus primeros días de estancia en playa, estos seis colegas se habrían quedado sin puntos a buen seguro.
Pidieron un par de platos de jamón ibérico y queso, pata negra y curado, respectivamente, un par de ensaladas con revoltijo de lechuga, tomate, cebolla, zanahoria, atún y huevo duro, tres solomillos y un entrecot de ternera, y dos solomillos de cerdo, el mío no muy hecho, dijo una de las ellas. ¿Quieren ustedes la carne con guarnición? Sí. Con una patata asada, papasá, que se dice, y que sirven acompañada de alioli. Para regar los sólidos, unas cervezas y una botella de tinto. Sí, era de Ribera del Duero
Cuando el camarero retiró los servicios antes de servir los postres, ¿qué van a tomar?, helados y unos güisquicitos, dijo uno de los chorvos, lo pronunció con cé, no con ese, no era andaluz, había varios trozos de carne en los platos. Unidos, y previamente retiradas las colillas apagadas sobre los restos de solomillo, podrían haber servido para que cenaran dos personas más. No tenemos hambre. Estamos ahítos de comida. La desperdiciamos.
El 2 de julio de 1938 el hambre continuaba extendiéndose por la España republicana. La gente cultivaba hortalizas incluso en macetas. Se criaban conejos y gallinas en las terrazas y patios. En la radio sonaba Miguel de Molina, “La bien pagá”, na me debes, na te debo, me voy de tu vía, orvíame ya, sin reclamarle las joyas ni mucho menos el rosario de su madre, y quédate con todo lo demás, como años después hiciera María Dolores Pradera. Y llegaba el turno de Leonor Pareja, la cocinera ideal, así la presentaban, que ofrecía a las amas de casa suculentas recetas de cocina para ir engañando las peticiones del estómago. Así, las hojas de lechuga, hervidas y rehogadas con ajo, podían parecer espinacas, y las cáscaras de cacahuete tostadas y molidas servirían para hacer algo “lo más parecido al café”.
Pero había otras delicias gastronómicas, aprendan de una vez los Adriá, Arzac, Bocusse y Arguiñano, que tienen demasiado cuento, para poner en la mesa familiar un menú completo: tortilla de patatas sin patatas ni huevos y chuletas de cordero. ¿Cómo es posible todo esto? Lo contaremos de inmediato. Coge papel y lápiz, querida amiga, y anota.
Para la tortilla de patatas se pelan naranjas y se echan en remojo de aguasal, durante un par de horas, esas peladuras blancas que salen entre la cáscara y la pulpa. Aparte, se hace una gachuela de harina con un puntito de colorante para que parezca huevo batido. Se sofríe el blanco de la naranja y, cuando alcanza la textura adecuada, como de patata frita, se añade el falso huevo y se cocina como una tortilla, dorándola por ambos lados y procurando que el interior nos quede jugosito.
Y añadía la Pareja, tan cocinera y tan ideal ella, “sus seres queridos lo agradecerán”.
Pero, ¿cómo cocinar unas chuletas de cordero si no hay chuletas de cordero? El truco estaba en el ingenio. Se hace un puré espeso de algarrobas, se cogen varias porciones, se rebozan en pan rallado y se fríen. ¿Sólo eso? No. Para dar a cada una forma de chuleta verdadera, con su hueso y todo, se le añade un palito de madera.
Otro no va más, otro te cagas en las bragas, que dicen los modernos, mezcla de optimismo y consuelo ante la carencia de productos básicos, era la receta de “Merluza a la Evacuada”. También muy simple. Se cuece arroz hasta que se hace una pasta compacta. Se corta en trozos que rebozamos y freímos como si fueran filetes de merluza. Mira qué bien. Las diferencias de ayer a hoy.
Con todo ello, y un punto de fantasía en la cocina, amén de ganas de creérselo, los comensales tendrían un menú divertido pero gastronómico. Como quiso cierta Infanta de España que fuera el elegido para servir en su banquete de boda. No entiendo qué quiso decir con tal frase, aunque tampoco ella lo entendió.
El bikini de la Bernardini
Manuel Díez de los Ríos
05.07.2006
Cumpleaños feliz, japi bérdei tu yú. No es mi intención contar un chiste fácil sobre una Bernarda que hubiera pensado nombrar al modo italiano. Tampoco hacer rima con una madmuasél que solía actuar cada noche en pelotas en el Casino de París y contribuía con ello a calentar el ambiente y a estirar cuellos y otras partes del cuerpo de cuantos mesiés se agolpaban para verla. Se llamaba Micheline Bernardini. No tenía un solo michelín, pero su chochuá era sin duda el más visto de toda Francia y parte del extranjero. Tampoco le importaba. Como tampoco negaba ser un putón verbenero.
Corría 1946 cuando el modisto Jacques Heim creó el bañador de dos piezas más diminuto, al que llamó Átomo, dadas sus reducidas dimensiones. No tuvo éxito, pero abrió el camino a perfeccionar el diseño. Y llegó el día. La destapada bailarina aceptó taparse sucintamente lo que mostraba en el escenario. Lo hizo en la piscina Molitor de París con el que su creador, Louis Reard, un ingeniero mecánico francés que dejó las máquinas para encargarse de la tienda de ropa familiar, anunció como “el más pequeño de los más pequeños trajes de baño del mundo”.
Era el 5 de julio. Unos días antes los norteamericanos habían comenzado las pruebas nucleares en el atolón Bikini. Cuando Miguelita le dijo a Reard que “su bañador va a ser más explosivo que la bomba de Bikini”, había dado el nombre, yo te bautizo, a la prenda que hizo de sí misma un objeto de deseo de la mujer, y a la mujer aún más objeto de deseo.
Era una versión mejorada de la paradisíaca hoja de parra, lencería que Eva vistió para convencer a Adán, dale un bocadito, cariño, de que mordiera la manzana. Y también del tapanabos, no es un error, lo he querido escribir así, que lucía Johnny Weissmuller, buena persona, pionero de Greenpeace, y salvaje de agradable, pero no muy extensa, conversación,”mi Tarzán, tú Yéin”, mientras saltaba de liana en liana, de árbol en árbol, y daba unos gritos espantosos que ponían de los nervios a cuantos animales participaban en el rodaje, cocodrilo incluido.
El único que hacía orejas sordas era el mono Chita, un macho, sí, que se había colado de rondón en las películas, porque no aparece en las novelas de Edgar Rice Burroughs, creador del selvático personaje. Se da la circunstancia de que en los años cuarenta hubo sus más y sus menos sobre si el simio y el simiesco se entendían antes de que apareciera la hembra humana, pero el chisme no fue a mayores.
Después llegó Brigitte Bardot, en 1956, en la película “Y Dios creó a la mujer”. En 1957 fue Jane Mansfield, las curvas más exuberantes del cine, quien apareció en la portada de “Life Magazine” con un bikini blanco, rodeada de muñecas que lo llevaban de color negro.
La absoluta culminación fue “007 contra el doctor No”. Un ronco murmullo de admiración se escapaba de las gargantas macho, urogallos que fueran al cine, cuando Úrsula Andress, bikini y cinturón blancos, salía del agua como ya hubiera querido Botticelli para sus primaverales musas. Jamás, ni antes ni después, mujer alguna lució bikini que insinuara monte femenino más parecido a cordillera andina venusiana.
Pero aunque pequeño, el bikini es una versión demasiado grande del tanga, objeto de culto en la playa de Ipanema, museo viviente de ese objeto imprescindible para comprobar in situ la turgencia o flaccidez de los glúteos de cuantas garotas se atreven a lucirlo. Esta prenda de desvestir tiene su máxima venta, con una diferencia muy grande sobre Francia, segundo país comprador, en Arabia Saudita, donde ellas gustan ponérselo para despelotarse en privado ante quienes las obligan a ir tapadas en público.
En España lo introdujeron las suecas, que de esa nacionalidad eran todas las extranjeras a decir de los aguerridos maromos patrios, quienes hablaban y no paraban de sus proezas sexuales con las mencionadas tordas, siempre dispuestas a la folganza consentida y la coyunda a cualquier hora. El dos piezas triunfó, a pesar de la prohibición de Manolón Fraga, entonces ministro de inaugurar paradores, y de cuantos obispos pasaban por delante de una tienda de bañadores y se percataban de lo muy pecaminoso que era tan escaso telamen. La prohibición se prolongó hasta los años setenta.
Su consagración definitiva en el solar patrio llegó en 1973, anteayer como si dijéramos, con Fórmula V, léase quinta, no uve a secas, cuando Eva María se fue con el suyo de rayas, cuya parte de abajo era similar a unos bragones de cuello vuelto, pero que tenía un aspecto de lo más decente, cubría por todas partes y no exigía que la susodicha se depilara la pelambre púbica ni con cera, ni con la apestosa crema Taky, ni mucho menos con la recia cuchilla hombruna, no inventada aún la más sofisticada Epileidi, ni puesta en práctica la técnica láser, mediante la cual cada pelo arrancado sin dolor le sale a la depilada por un tirón, ayyy, en el monedero.
Es casi un anciano y sigue tan joven. Lo suyo, sin necesidad de clínicas y tratamientos, es carne fresca, guerra a la arruga. Felicidades, abuelo. Aunque seas más que tatarabuelo. Hace 3.600 años, según unos mosaicos, que son las fotografías de la época, descubiertos en Sicilia, las féminas de aquellas tierras, ay, pillín, te usaban para tú ya me entiendes.
Huele a burro en la Moncloa
Manuel Díez de los Ríos
09.07.2006
Quien no lo supiera, seguro que comprendería de inmediato cuánto te quiere la gente. Aunque tus pretorianos monclovitas pretendieron secuestrar las imágenes de televisión para servirlas convenientemente filtradas, tamizadas y cocinadas, al más puro estilo de propaganda política, pudimos ver unas muy significativas, debió fallar el control, da orden de buscar a los culpables, que contribuyeron a dicha comprensión, aunque nos privaran de otras de las que, no obstante, tuvimos el sonido, otro fallo imperdonable.
Ibas en coche hacia el Palacio Arzobispal de Valencia, donde te recibiría el Papa, qué lata tener que ir a charlar con el anciano ése, ¿verdad?, y las gentes congregadas en las cercanías del edificio te gritaban que te fueras con los de ETA , que son tus amigos. Se habían percatado de que no estabas a gusto con la visita, ibas forzado, como también habías parecido estar a disgusto en el aeropuerto para recibir al líder espiritual de unos mil cien millones de personas, cuántas ovejas, y, al grito de “embustero, embustero”, en perfecta rima con tu apellido, te silbaban. Pero no te lo tomes a mal. No querían insultarte, aunque no te acercaras a saludarles ni les dirigieras un mínimo gesto. Sólo pretendían decirte que no te sintieras obligado a hacer lo que no deseabas.
Se merecían tu desprecio. Y lo que hiciste, darles la espalda. A fin de cuentas no eran más que parte de ese millón largo de fósiles de la derechona, escuchamisas retrógrados, llegados de todas partes del mundo, que están empeñados en mantener un modelo de familia tradicional, un padre, una madre, y no un modelo Zerolo, dos padres, dos madres, o lo que sea. El primero es anticuado, no acorde con los tiempos, destinado a desaparecer, antañón, impuesto por la fuerza, despreciable, risible. El segundo es el adecuado desde cualquier punto de vista, tolerante, pleno de futuro y alegría: “Papá, no te vayas a enfadar, pero mamá tiene la pilila más grande que tú”, que dijo un niño después de ver desnudos a sus dos padres, un padre y otro padre, adoptivos.
Un millón y medio de personas, cuentan los que hacen estas cuentas, se habían reunido siguiendo la llamada de un abuelete alemán, un tal Joseph Ratzinger, capaz de movilizar a más personas que cualquier otro presidente de Gobierno o jefe de Estado. Claro que eso no es nada con las que tú vas a ser capaz de congregar en cuanto te lo propongas, presidente, te aseguran tus asalariados y paniaguadas de cuota. Y lo cierto, tienen razón, es que has logrado sacar a la calle a un millón largo de españoles. Pero no a favor, sino en contra de tu compadreo con ETA. Para ponerte a caldo. Cuestión de matiz.
Has hecho bien, ya lo creo, en no ir a ninguno de los grandes actos convocados en este Encuentro Mundial de las Familias. Tú, que te definiste al poco tiempo de alcanzar la presidencia del Gobierno como “rojo, utópico y feminista” en las páginas de Marie Claire, una revista de tan alto contenido intelectual y político, no podías caer tan bajo. ¿Qué pintabas al lado del Sumo Pontífice sin asumir el protagonismo? ¿Quién es ése que está junto a Zetapé, no confundir con Zape, el hermano de Zipi? Alguien vendrá que de tu propia casa te echará, maldito refranero. Por ahí no podías pasar.
Un revolucionario llamado Daniel Ortega en Nicaragua, un marxista de nombre Wojciech Jaruzelski en Polonia, o un Fidel Castro en Cuba asistieron a misas celebradas por Juan Pablo II. Y con ellos estuvieron sus ministros. Y los tres despidieron al Papa Wojtila en los aeropuertos de sus respectivos países. Bah, unos pringaos que no se atrevieron a decir ya basta y romper el protocolo. Menos educación y más decisión. Menos componendas y más acciones de rojo de verdad. A ti no te va a imponer ninguna obligación un Benedicto XVI cualquiera.
Has actuado como buen estadista y mejor diplomático. Cualquier presidente de Gobierno de España habría seguido tu ejemplo. Mejor una vez rojo que cien amarillo, con un par.
Fernando Moraleda, secretario de Estado de Comunicación, otrora secretario general de Agricultura, Alimentación y Desarrollo Rural, antes sindicalista agrario, hombre cuyo no menor mérito es ser amigo tuyo, y que tiene por talento añadido el que le otorga tu talante, atendió a los periodistas, dejad que los plumillas se acerquen a mí.
Este funcionario de altísimo sueldo se encargó de transmitir a los canallas de la prensa, la fiel y la infiel, la amiga y la que no le baila las gracias, la subvencionada y la que se las ve y se las desea, unas informaciones relativas a tu encuentro con el Papa. Además de una valoración, léase una forma de no decir nada, respecto a la entrevista, el ínclito Moraleda tuvo a bien pergeñar una nota sobre los regalos que Su Santidad os dio tras recibir un cuadro de Manolo Valdés que le obsequiaste: una Biblia grande para ti, y un collar de perlas con una cruz de plata para ellas.
Quiero creer que ni la vicepresidenta Maritere, que gusta de los complementos, pero no le prestó mucha atención, ni Sonsoles, aquí Miseñora, Santidad, que se atuvo al protocolo, abrió el suyo y miró en el interior, son responsables de haber equivocado a Moraleda o a cualquiera de sus múltiples adláteres, hombres o mujeres, mujeres u hombres, tanto monta, respecto al contenido de sendos estuches de piel de color blanco que el Papa entregó a ambas.
El propio Fernando Moraleda decía hace unos días que, desde su llegada al cargo, en la Moncloa huele a campo. No sólo a campo. Huele a burro. Porque hay que ser muy borrico para confundir un Códice Vaticano con “una Biblia muy grande”, y un rosario de cuentas blancas con “un collar de perlas con una cruz de plata”. O muy borrica, que no sabemos si fue hombre o mujer quien redactó la nota.
El Estado represor debe derogar la Ley de Partidos
Manuel Díez de los Ríos
09.07.2006
Por si hacían falta nuevos datos. Por si era necesario saber algo más. Gara, el periódico de los etarras, lo ha dejado claro: el Gobierno había pactado con los asesinos antes de que el presidente Joseluís representara la última farsa relacionada con ETA ante un reducido número de asombrados periodistas en una sala del Congreso de los Diputados.
Ya han dicho los batasunos que ellos no piensan legalizarse y que sea el Estado opresor, represor, coaccionador y coercitivo, quien se rinda y derogue la Ley de Partidos. Amén, así sea, adelante, nihil obstat, cosas más costosas que reunirnos con Otegi tendremos que hacer, ha contestado Pachilópez, a quien hay quienes califican de “líder” de los socialistas de Euzkadi, cuánta osadía, e incluso de los socialistas a secas, qué sabia es la ignorancia, debe ser porque colocar una tx en el nombre o en el diminutivo confiere cierta impronta de liderazgo vascongado y euskaldún a cualquier Paco. Qué poca cosa es entonces un líder, rediez.
El 28 de marzo de 2003, el Tribunal Supremo notificaba la sentencia que ilegalizaba a Batasuna, Euskal Herritarrok y HB, y ordenaba el cese inmediato de sus actividades. Se cerraba así el proceso puesto en marcha el 26 de agosto de 2002, cuando el Congreso instó al Tribunal Supremo a que dejara fuera de la ley al partido independentista. De forma paralela, el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, decretó la suspensión de las actividades y el cierre de las sedes de la formación. La Fiscalía General del Estado también pidió la ilegalización de Batasuna por ser el brazo político de ETA. Hasta hoy, que sepamos, nadie ha legalizado a los voceros de los asesinos, aunque les estén echando un txapote, no sé si se me entiende la expresión, y presentándolos en todos sus escaparates mediáticos, paso previo para devolverlos a la senda legal, como interlocutores válidos o imprescindibles.
Eran otros tiempos. Ni mejores ni peores, otros. Y otros eran también los mismos que ahora aplauden hasta con las orejas la decisión de Pequeño Garzón, recién llegado de Nueva York, de permitir la reunión entre socialistas y batasunos, algo que no habría consentido Grande Marlaska, su sustituto en el puesto durante la aventura estadounidense. Ponen en los altares a San Baltasar, que ha fundamentado su permisiva decisión en el hecho de que los socialistas quieren encarrilar a los batasunos por el buen camino, hijos pródigos que deben volver al redil, recaderos de unos criminalitos de nada, cualquiera tiene derecho a equivocarse. Si entonces se deshacían en alabanzas hacia las citadas sentencias judiciales ilegalizadoras, ahora pretenden fundamentar lo contrario.
Esos otros/mismos, del PSOE también, habían firmado el tan socorrido Pacto Antiterrorista, pero ya tenían sus flirteos con los criminales del hacha y la serpiente. Tenían sus bísnes mutuos, unas cosillas, sus dame que te doy, palomas de la paz que se creían, unos con traje de Armani y cargo político y otros con capucha y metralleta.
Así las cosas, además de la hoja de ruta del proceso negociador, podrían poner sobre la mesa una ruta turística para dar a conocer los lugares donde los criminales etarras mataron valientemente por la espalda o colocaron con grave riesgo para sus vidas las bombas asesinas, todo ello en pro del bien común del País Vasco. Nada más pedagógico y aleccionador, que el pueblo es duro de mollera y necesita ejemplos concretos de lo arrepentidos que están los asesinos y de sus ansias de reintegrarse a la vida democrática y en libertad.
Algunos miembros de Batasuna, pensemos en Permach, Petrikorena o el mismo Pernando, que lo tendría bastante pácil, podrían actuar de guías, sería pabuloso, para ilustrar el proceso de lucha llevado a cabo por los criminales hasta hoy, algo que se quiere vender a los ciudadanos como una progresiva búsqueda de la paz. Sí, sería fantástico. Para ello los batasunos ya tienen la infraestructura montada, pues han abierto una oficina de información en la mismísima Pamplona, gora San Fermín, donde en los últimos días, entre encierro y encierro, han dado conferencias ilustrativas en inglés para explicar el proceso de independencia que se nos viene encima, aunque ignoro si repartirán folletos.
Y ya puestos, los socialistas podrían reunirse también con los grapos, para ir acercando posiciones, aunque estos sean unos matarifes de menor categoría que los etarras, y convocar una mesa de negociación con Al Qaeda para, mirando a los ojos a Ben Laden, pedirle que sea bueno y no se empeñe en seguir a rajatabla sus convicciones islamistas, que aquí está Rodríguez ZP blandiendo el dialogador talante de la Alianza de Civilizaciones, cual Tizona de Cid leonés redentor de todos nuestros fracasos.
Ver a una anciana llorar, en este caso la madre de Joseba Pagazaurtundúa, destroza el corazón. Llamaba traidores a quienes le prometieron que no pactarían con los asesinos de su hijo. Una anciana de 74 años que había vivido el calvario propio y del hijo cuando le decía “madre, me van a matar”. ¿Cómo se puede estar cayendo tan bajo desde las alturas del poder? ¿Por qué? Si De la Vega llama a Rajoy insumiso del Estado de Derecho, muchísimos ciudadanos, que jamás han votado al PP, pero no entienden esta rendición ante unos asesinos, se considerarán insumisos declarados.
Buen bollo: el muerto al hoyo y el vivo a marcarse el rollo
Manuel Díez de los Ríos
11.07.2006
La ciencia política avanza que es una barbaridad. Hasta ahora sabíamos de políticos de izquierdas, progresistas, conservadores, de derechas, demócratas, socialdemócratas, comunistas, fascistas, socialistas, de centro, de extrema izquierda, de extrema derecha, radicales, abertzales (bueno, esto no se sabe qué significa, pero queda fino decirlo), nacionalistas, independentistas e, incluso, políticos a secas, no hagamos más larga la retahíla. Pero he aquí que ha llegado un pensador de nuevo cuño, José Pepe Pepín Pepiño Blanco, para hablar del político “de buen rollo”, según definió a su zetajefe, que debe ser algo similar al talante pero pasado por una profunda reflexión intelectual.
Míster White, López por su madre, un gallego cosecha de 1962, ha ido a Nueva York, al Instituto Cervantes, para explayarse al respecto con su fácil verbo y, ahondando en el concepto, dar muestra de su sapiencia politóloga, que no insufrible politiqueo. Amén de ello, ha quedado nuevamente demostrado que el dinero público tiene unas muy culturales aplicaciones cuando se emplea en costear viajes de tanto calado internacional como éste, cuyo objetivo ha sido la explicación del “good roll”, ¿se dice así, Pepiño?, a cargo de uno de nuestros próceres.
Aplicadete estudiante de Derecho, de Dereito, aunque no pasó de primer curso de carrera, y con la incomparable formación que le proporciona su militancia en el PSOE gallego desde los 16 años, llegando a ser incluso, ahí es nada, secretario general del partido en Lugo, nuestro hombre quedará en los anales de la historia como teorizador del buen rollismo y sus aplicaciones prácticas al gobierno de la ciudad, la polis tijé. Es la etimología griega, Pepe, no un insulto.
El hoy secretario de organización de los socialistas, que fala castelán con acento galego, asalariado arrimado al pesebre de partido, léase que cobra de nuestros impuestos, una vez puesto a ello, podría también explicarnos si en su definición de buen rollo considera implícito el hecho de que el buen rollista cuente rollos a los ciudadanos de amplias y conformistas tragaderas.
Tal aspecto, “el muerto al hoyo y el vivo a marcarse el rollo”, parece deducirse de las informaciones publicadas por el diario El Mundo relativas a que los explosivos empleados para cometer la masacre del 11-M en Madrid nada tienen que ver con lo que nos han venido contando nuestros preclaros y enrollados gobernantes. Si la información es cierta, y nadie la ha desmentido, el máximo exponente del buen rollo, y algunos de sus colaboradores, nos han tenido engañados hasta ahora. Esa es otra bomba de gran calibre cuya onda expansiva no se sabe hasta donde llegará.
Los citados explosivos son distintos a los hallados en posesión de los terroristas que se suicidaron (o los suicidaron, recuérdese que las cargas explosivas se detonaban con teléfonos móviles) en el piso de Leganés (dos de los suicidados tenían los pantalones puestos al revés y otro estaba bajo la cama, extraño lugar para esperar la explosión), y los que había en la célebre mochila (de la que nadie se percató en los trenes antes de que apareciera en la comisaría de Leganés) o en la no menos célebre furgoneta Renault Kangoo (en la que los policías que primero la inspeccionaron no vieron nada, pero otros hallaron una bolsa con restos de Goma Dos, detonadores y una cinta magnetofónica) . Tampoco eran los que contenían las bolsas colocadas en las vías para hacerlas estallar al paso del AVE.
Si los datos se confirman, los 93.000 folios del sumario, seguro que Pepiño los domina de arriba a abajo y por eso no necesita saber más, con lo cual apoya el carpetazo y cierre de la comisión de investigación, son papel mojado, nada, desperdicio con destino a la basura. Y si no son ciertos, el periodista que ha publicado la información se va a ver inundado de querellas.
¿Dónde están todos aquellos ciudadanos que portaban unas pancartas iguales, qué casualidad, en tamaño, letra y forma en distintas ciudades de España, naturalmente no convocados por Rubalcaba, cómo dudarlo, sino, oh casualidad, espontáneamente concentrados ante las sedes del PP el célebre 13 de marzo, sábado y día de reflexión, muy preocupados, “queremos saber”, ansiosos por conocer los quién, cómo y por qué de la matanza?
También se dan por satisfechos ante las explicaciones oficiales. Lectores empedernidos de algo más que del folleto de Carrefour hasta que se tira de la cadena, consideran creíbles los argumentos facilitados por la propia, e inútil, comisión de investigación. Una comisión ante la que el comisario Sánchez Manzano, el Juan Jesús jefe de los TEDAX, los artificieros de la Policía Nacional, y a preguntas de José Antonio Mochilas Labordeta, el de la Chunta Aragonesista, chunta chunta chunta, dijo que sus hombres habían encontrado en los trenes restos de nitroglicerina, un componente de la dinamita, sea cual sea su nombre comercial. Lo cual es absolutamente falso, habida cuenta que esa información no está en el sumario. Una de dos: o el comisario mintió ante los diputados, nos mintió a todos, o son cosas del buen rollo.
El juez Del Olmo reconoce en el auto que no se sabe cuál fue el explosivo empleado ni mucho menos quién dio la orden de cometer los atentados. ¿Los motivos? Se desconocen. ¿Quién diseñó la masacre? Es una incógnita. ¿Quiénes la llevaron a cabo? Pues… ¿Por qué fueron profanados la tumba y el cuerpo del GEO que murió en el asalto del piso de Leganés? Ni idea.
¿Qué cojones, sin perdón, sabemos? No sé cuál será la verdad. Pero sé que el Gobierno, en esto también, nos ha contado una mentira. Con buen rollo, claro. Ah, otra cosa: se dice “buen rollito”, Pepín, que no estás en lo que estás.
Los inconvenientes de una familia unida
Manuel Díez de los Ríos
13.07.2006
Son una familia. O, mejor, miembros de una familia, que no es lo mismo ni tampoco igual. Una mujer y tres hombres, tres hombres y una mujer, parecen títulos de una película mala donde las haya. La hija y sobrina, el padre y los tíos. Ella y tres hermanos. En fechas durante las cuales España ha sido escenario del Encuentro Mundial de las Familias, presidido por Benedicto XVI, la que nos ocupa se muestra especialmente unida para ayudarse en lo que corresponda y ser núcleo de crecimiento personal, espiritual y material.
Ella es joven, estudiosa, muy preparada, licenciada en Derecho, responsable, liberal, y con ideas avanzadas para su época, que diría el pelotas hagiógrafo de turno, aún sin especificar la época. Una mujer de su tiempo, claro, que, gracias a su continuado esfuerzo, ha llegado a trabajar en el departamento de Recursos Humanos de sociedades que han recibido últimamente encargos por valor superior a los 15 millones de euros. O sea, una morterá.
A la joven se la rifan. En Telvent Tráfico y Transportes S.A. y en Inabensa, una filial de Abengoa, la tienen entre su personal. Es una mirla blanca, no pecaré de machista. Son empresas, cosas de la I+D, sí, eso, Investigación más Desarrollo, que se mueven en los terrenos de la construcción y puesta en funcionamiento de la Ciudad Digital de Almería, la red de telecomunicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, que también quiere implantar el del Almería, un sistema informático de control de las infraestructuras energéticas de Andalucía, y la modernización de los sistemas de información y gestión sanitaria de tres hospitales andaluces.
Estos encargos han sido realizados desde organismos oficiales de la Junta de Andalucía, o sea que pagamos entre todos, ay, las cosas de los impuestos, pero nadie debe creer que hayan podido ser fruto de manejo de información privilegiada, nepotismo, amiguismo o recomendación, noooooo, vade retro Satanás, sino de asistencia a concurso público de ofertas y legal cumplimiento de los requisitos establecidos.
No obstante, siempre hay algún metepatas, se da el caso de que Martín Soler, secretario general del PSOE de Almería, ha venido a decir que esto es algo así como la madre de las corruptelas, en qué lío se ha metido, no sabe la que le espera, cómo se puede llegar a decir eso.
Un tío de la joven, también gracias a su esfuerzo, capacidad intelectual y méritos en la gestión, ocupa sillón de director general y maneja un presupuesto anual de 160 millones de euros, céntimo arriba o abajo, cosas del balance presupuestario. El otro de los tíos, gran profesional donde los haya, forma parte desde 2003 de Climo Cubiertas S.A., una empresa sevillana dedicada a la construcción y montaje de piscinas climatizadas y cubiertas desmontables.
Desde que llegó a la entidad, su facturación ha subido de 1,5 a casi 6 millones de euros, dada su buena gestión como trabajador, algo que le ha reportado las felicitaciones de sus jefes. Últimamente, ha recibido encargos de hacer unas cosillas, entre ellas una guardería y un polideportivo, en los municipios almerienses de Berja y Pulpí. Del segundo es alcaldesa María Dolores Muñoz, presidenta provincial del PSOE, casualidades de la vida.
¿Qué decir del padre de la joven y hermano de los tíos? No hemos hablado de él. Tal vez no hiciera falta, pero sería injusto no mencionarlo tras haber comprobado lo furioso que se ha puesto por los comentarios vertidos desde ciertos sectores socialistas, qué se habrán creído.
Ha reaccionado noblemente, como debe ser. Dispuesto a defender la honorabilidad y el buen nombre de la parentela, paladín de los necesitados y arcángel de los programas sociales, ha declarado que “sé por qué salen ahora estas cosas, lo sé. Mi familia hace una actividad completamente legal, honrada y honesta que sólo tiene el inconveniente de que son mi(s) hermano(s) y mi hija”. Me apunto a ese inconveniente.
A que me lluevan los euros. Y conmigo, estoy seguro, se apuntará todo el andalucerío viviente y quienes siendo de otros lugares de España, venid y vamos todos, quieran superar tales obstáculos en la vida. Dejo claro que no quiero trato de favor alguno, sino recibir el dinero por similares caminos a los reseñados, que son al mismo tiempo una traba para el receptor.
La joven se llama Paula. Y es hija de Manuel Chaves y Antoñita Iborra. Cuentan los papeles, no tendrán nada mejor que hacer, que una de sus empresas ha firmado contratos recientemente con la Sociedad para el Desarrollo Energético de Andalucía (Sodean), dependiente de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa.
Los tíos se llaman Leonardo y Antonio José. Sus apellidos, como los de Manuel, son Chaves González. La vida ha puesto a cada cual en su sitio. Uno preside desde tiempos inmemoriales la Junta de Andalucía y, visto lo visto, pudiera tener claro, aunque no sea católico practicante, que la ayuda a la familia es esencial para su buen desarrollo. Leonardo es director general de Infraestructuras Deportivas de la propia Junta.
El tercero de los susodichos tiene su curro en la construcción. Pasado ya el tiempo de los cafelitos de Juan Guerra, el gran conseguidor, el hermano de Mienmano, en aquel despacho que era una verdadera chapuza, un oprobio para estos chicos del partido de los cien años de honradez, y no se sabe cuántos de propina, resulta hermoso conocer a personas tan unidas por lazos familiares como las que nos ocupan.
Trabajadores abnegados y pendientes de los demás, prestos a conceder apoyo y respaldo, son aire puro en una atmósfera que estuvo viciada de corrupción. (Plas plas plas, aplausos.)
Mujer y hombres de la Andalucía empresarial y emprendedora, productiva y competitiva en los mercados laborales, la Chaves Iborra y los Chaves González son un ejemplo a seguir para sentirse comprometidos con ella, inmersos en la segunda modernización, esa con la que Manuel nos va a llevar a la cabeza de Europa, aunque no sé si habrá dinero público para repartirle a todos.
De cualquier modo, ahora también estamos a la cabeza de Europa, pero por el culo. Tal vez nos quejamos porque no hemos entendido el sentido exacto de la modernización ni reparado como debiéramos en la visita del Papa.
Julián Muñoz, Andreíta, Isabel García Marcos y la familia Chaves
Manuel Díez de los Ríos
21.07.2006
Andaba el pueblo muy preocupado, con el ánimo por los suelos. No le habían dado respuesta a la pregunta que esa mañana formularon en las diferentes televisiones. ¿Iría su papá al cumpleaños de Andreíta? Los andaluces no salían de su asombro, qué angustia, cuánta desazón, por qué este malestar. ¿Sería posible que Andreíta pasara su cumpleaños sin el papá de Andreíta, acompañada sólo por su mamá, las abuelas, y unos seiscientos juntapalabras de los programas basura? ¿Debería conformarse Andreíta en su cumpleaños con aburrirse sola, sin su papá? ¿No habían contratado los familiares de Andreíta a suficientes payasos como para necesitar al papá de Andreíta?
En Canal Sur habían corrido un tupido velo sobre el asunto. Las órdenes eran tajantes desde los despachos gasparzarrieros del ente: ni siquiera en los programas del mamporrerío juanimediano se hablaría del asunto. Silencio absoluto. La situación podía llegar al límite, sí, pero la información estaba secuestrada. La censura volvía a hacer de las suyas, revivían las peores prácticas del fascio. Y el pueblo sufría en silencio la falta de información, pedazo de almorrana de la libertad de prensa.
En contrapartida se supo que a Cachuli podían meterlo entre rejas, pajareador que fue entre mangantes de presa. Llegado de su pueblo natal, una mano detrás y la otra también, tieso cual mojama de atún amojamado, él había sabido someterse a las exigencias de los demás. De uno sobre todo. Y lo había hecho como nadie. Veía circular cientos de millones en billetes contantes y sonantes.
De esta mesa a aquella otra. De un bolsillo al de más allá. Incluso cuando, fiel camarero, le servía las copas a él y sus amigachos, se dejaba insultar por “este gordo de los cojones”, sultán de aquella localidad costasoleña en la que, cuando arribaban el rey Fahd y su casi infinito séquito, todos los vividores de Arabia Saudí en pleno, la mierda también parecía ser de oro. O, al menos, eso contaban quienes gustan de oropeles tales.
Lejanos quedaban los tiempos de los alcaldes socialistas. El primero fue Alfonso Cañas.
Durante su mandato una daga de oro y brillantes, regalo del monarca saudí al pueblo marbellero, fue robada del despacho de Alcaldía y jamás volvió a saberse de ella. Le sucedió José Luis Rodríguez, un profesor de Instituto encantado de haberse conocido, que hizo de su hermano un hermanísimo en asuntos municipales. Después vino Francisco Parra, que convirtió su casa en la esquina de una calle, la derriban, no la derriban, en santo y seña de las reivindicaciones urbanísticas marbelleras.
Hasta que llegó el otro, el innombrable. Ahora mandaba Donjesús, a secas. A él había que tratarle, cuando se aborricaba y resultaba ser más equino que su caballo Imperioso, de excelentísimo para arriba. Eso lo sabías mejor que nadie. Era un Suexcelencia con escasa formación, como tú, pero con inteligencia natural y percepción clarísima para las componendas de manguta mayor. Era el mejor árbol del dinero al que arrimarse. Con su cohorte de guardias pretorianos, sus ni se sabe cuántos ayuntamientos paralelos en un ayuntamiento y sus chupatales a sueldo, y vaya sueldo, comisiones, dietas y sobres aparte, hizo de Marbella una hucha sin fondo.
Naturalmente, la Junta de Andalucía nada sabía de ello. Tan despistada andaba que siquiera se enteraba por la prensa, cachis en la mar. Gil bis hizo una siembra perfecta. Fuiste trepando puestos. A más vaselina Siseñor, la mejor marca, más poder. “El Gordo” os puso a todos a comer de su mano. La corrupción floreció y hasta su otrora azote, Isabel García Marcos, chica PSOE, él la llamaba “La Rubia”, gustó de los placeres del papel moneda. Cuando Gil no pudo verlo para disfrutar con ello, menuda la habría liado, logró guardar en bolsas de plástico en su casa unos 360.000 euros, fruto, según dijo al juez, de regalos por su bodorrio. Y es que en esta tierra somos así de rumbosos con las mujeres que se casan.
Poco podía imaginar “La Rubia”, y mucho menos aquella noche en la que charlé con ella cuando paseaba de caseta en caseta por la Feria de Agosto de Málaga acompañada del mayor muñidor del negocio bancario en Andalucía, que la iban a entrullar. Pero así son las cosas.
Tanto tiempo esperando y por fin ha llegado tu hora. Ya eres de los suyos, Julián. Ya puedes tratarlos más o menos de igual a igual. Ya estás con la mayoría de ellos. Y como te dé por hablar, puedes buscarle nuevos inquilinos a Villa Cerrojo en Alhaurín de la Torre. Por cierto, ten cuidado. Ahora que tienes a Roca contigo, vela por que no le dé por urbanizar el patio de la cárcel y trincar de ello. Con Pantoja o sin Pantoja, con poca pinta de marinero de luces, y mucha más de con pocas luces, ya estás en el trullo. Capullo, te gritaban ayer, quienes hasta hace poco te prestaban la voz, Muñoz. Desde hoy le has asegurado al canalillo, a la televisión que pagamos, vaya manera de tirar el dinero, todos los andaluces, programas y programas. Marisol Yagüe, la alcaldesa de coro rociero, y tú, el rociero devocional, vais a dar mucho juego.
O quizás no. Te cuento. Acabo de leer que el consejero Paulino Plata, autóctono con mando en Turismo, Comercio y Deportes, a quien los sociatas quieren poner de próximo alcalde de Marbella, ha dicho que la Junta piensa construir 51 piscinas climatizadas en Andalucía. Su coste se engloba dentro de un pellizco total de 1.800 millones de euros, quién los pillara. El director general de Tecnologías e Infraestructuras Deportivas, pieza clave en la adjudicación de las obras, es Leonardo Chaves. Y la sociedad que podía llevarse el gato de los euros al agua de las piscinas es Climo Cubiertas S.A., en la que trabaja Antonio José Chaves.
Ambos son hermanos, joé, cuánta hermandad, del presidente de la Junta de Andalucía. Y asegura Izquierda Unida, qué malos son estos rojos, que Leonardo incumple la ley al no inhibirse en las adjudicaciones a Antonio José. Y no veas lo que el PP está soltando por boca de sus representantes en el Parlamento de Sevilla.
Estamos en democracia, Julián. Todo el mundo, ya lo dice Paulino, tiene derecho a vivir, y no van a negarle ellos, políticos tan responsables y preocupados por el bienestar de sus conciudadanos, a una empresa en la que preste servicios un Chaves la posibilidad de recibir una lluvia de millones a modo de subvenciones o trabajos encargados desde la administración pública. Esa negativa sería inconstitucional, vuelve a decir el compañero Plata. Mucho compañerismo es lo que hay. Demasiado.
Quiero decir, Cachuli, que desde hoy los Chaves pueden ser objeto de debate en Canal Sur, esa televisión tan plural y abierta al diálogo. Hasta que se aclare el follón de las contratas y los dineros públicos. Y a ti te dejarán al margen. Y a Andreíta. No lo dudes.
La abstención o el estado de estar hasta los cojones
Manuel Díez de los Ríos
18.02.2007
No. Estamos en época de triunfo de don Carnal sobre doña Cuaresma, y muchas carnestolendas, mucho sobo y toqueteo de cuerpo, pero no. Aunque los chascarrillos y chistes, más o menos simpáticos, y los dichos jacarandosos, con más o menos ingenio, puedan correr de boca en boca, meras copias de las gracias de las chirigotas del Selu o del Yuyu, a quienes fríen y refríen sin pudor alguno letras y músicas, ritmo y compás, en todos y cada uno de los carnavales de estos días en Andalucía, una patochada tal, más que graciosa resulta siniestra. Y vergonzosa.
Una estupidez del calibre de "los andaluces no han acudido a votar en mayor número porque daban por seguro el sí al estatuto", puesta en boca de Chaves y Zarrías, sultán y visir del terruño, amo y capataz del cortijo, respectivamente, no es asumible. No lo es, salvo en el caso de considerarla un refinado ejemplo de manipulación del lenguaje, algo en lo que los políticos son consumados maestros.
Los andaluces (y andaluzas) no han ido a votar porque están hasta los cojones (y hasta el coño, que no me acusen de machista) de los políticos, de tanto mercachifle (y mercachifla) que tiene en el pesebre del poder su única razón de existencia. A la gran mayoría de andaluces (y andaluzas) les importa un carajo (y caraja) el estatuto (y ¿se puede decir la estatuta, señor Chaves?) con toda su ralea de voceros estatutarios (y voceras estatutarias) porque consideran que la política es sólo un pretexto para enriquecerse a costa de los demás. Tal vez no tengan el razonamiento adecuado para expresarlo, pero no les falta razón.
Cuando a eso de las diez de la mañana de hoy, un arriesgado reportero de la más sectaria de las televisiones autonómicas, esa que mayestáticamente se hace llamar "La Nuestra" ( es decir, la de Zarrías y otros cuantos, comisarios políticos en ejercicio et in pectore, válganme los latines), le puso el micrófono por delante a Chaves, el presidente, duchado y desayunado, largó por esa boquita de intelectual que tiene una --otra más-- de sus frases para la historia. Lapidaria. Si sus turiferarios están en lo que tienen que estar, deberían imprimirla y buzonearla por toda Andalucía. El presidente se merece eso y mucho más.
-¿Qué les diría usted a los andaluces en un día como éste?
- Animo a los andaluces y las andaluzas a votar, a votar libremente, y sobre todo pensando en los andaluces y las andaluzas.
Olé tus güevos, Manolo. Andalucía, la vieja Al Andalus, se te queda chica para tanto como tú le ofreces. Qué capacidad expresiva. Qué verbo. Qué facundia oratoria. Eso es nivel verbal y no lo que dicen los de la oposición. Olé. Y olé para tus apesebrados aúlicos (y apesebradas aúlicas), consejeros y consejeras, quienes, a eso de las dos de la tarde, cuando ya se sabía que los ciudadanos (y ciudadanas) habían votado (y votada) en un escaso (y escasa) porcentaje (y porcentaja) del 19 por ciento (y por cienta), se mostraban esperanzados (y esperanzadas) en que el resultado (y la resultada) del referéndum (¿tiene femenino esta palabra, señor Chaves?) superara en participación a consultas (y consultos) anteriores. O sea, mentían. Con toda sinceridad. Como suelen hacerlo siempre. Sabían que el fracaso (y la fracasa) estaba cantado (y cantada), pero se negaban a admitirlo (¿y admitirla?)
Todos los políticos (y políticas) tienen la cara de cemento armado (y armada). Tal vez por ello el precio de la vivienda sea tan prohibitivo. Y, sin lugar a dudas por ello, han conseguido que los andaluces (y andaluzas) estén completamente hastiados (y hastiadas) de ellos (y ellas). Hasta el coño (y los cojones, que no me llamen feminista) de la casta que han formado y de toda su casta. Lo están de los virreyes socialistas (y socialistos, que viva el socialistismo) que han conseguido en un cuarto de siglo, a base de ímprobos esfuerzos, mantener a Andalucía en el furgón de cola de Europa.
Lo están de los perdedores populares, con un Javier Arenas especializado, y especialista, en poner parches y más parches a sus fracasos, una ruina detrás de otra. Lo están de los ahora contestatarios andalucistas que, faltos ya de la cobertura pesebrera que les proporcionaba la Consejería de Turismo, de la que obtenían el necesario maná para dar prebendas y pagar sueldos, ponen morritos cuando el PSOE les ofrece encamarse como antes. Y lo están de los diegovalderistas de Izquierda Unida, los de la revolución pendiente, esos que se conforman con que Antonio Romero les eche un titular a los plumillas, y aspiran a un virreinado que no les llega, aunque puedan recibir unas migajas del reparto.
El resultado de esta consulta popular, políticos y políticas, lo vendáis como lo vendáis, ha sido una abstención que os debería poner a todos (y todas) en vuestro sitio. Es decir, en la calle.
Así las cosas, y para terminar el día, habida cuenta tanta trascendencia, importancia, relevancia y demás "ancia" que se le había dado al Estatuto (¿puedo decir la Estatuta, señor Chaves?) desde los despachos de la Junta, "la Nuestra", preocupada por dar a conocer puntual, cumplida y amplia información al sabio pueblo andaluz de lo que había sido la jornada del referéndum, ése que, en palabras de un destacado chufla con asiento en el Parlamento de Sevilla, "va a marcar el futuro de Andalucía en los próximos treinta años", una vez cerrados los colegios y conocidos los resultados, estaba dispuesta a mantenernos al tanto de todo.
Pero, visto lo visto, o sea, conocido el triunfo de la abstención (mayor debería haber sido), y como no podía vender la burra vestida con sus mejores galas, en lugar de un programa sobre el 18-F, que las siglas gustan mucho, puso una película americana. Eso es, qué duda cabe, estar al tanto de la noticia. Para que nos enteráramos bien de lo que unos cuantos han aprobado y de los contenidos de lo aprobado.
Eso no es un canal de televisión. Es un canalón con el que nos meten cuanto quieren. Tragaderas no nos faltan.
El muchachito Zapatero
Manuel Díez de los Ríos
21.07.2007
Se están barajando diversas opciones. La diplomacia ha entrado en funcionamiento, lo cual no quiere decir necesariamente que la guerra vaya a alargarse por tiempo indefinido, pero algo de eso hay. El mundo tiene experiencia más que sobrada en asuntos del matarile y sabe que cuando empiezan los bombardeos no se sabe cuándo terminarán.
Si la ONU, siempre tan onútil, pedía un inmediato alto el fuego, imaginemos lo que puede suceder. Y si el Gobierno español abogaba por una acción decidida para frenar la violencia, ¿qué querrá decir eso en el lenguaje de los funcionarios de Asuntos Exteriores?, podemos llevarnos las manos a la cabeza. Kofi Annan, ése tan ejemplar personaje de nombre parecido a una marca de café pronunciada en inglés, y Joseluis Rodríguez Zetapé, se ofrecían en cuerpo y alma al resto de mortales como decididos a redimirnos de los enfrentamientos entre el ejército israelí y los terroristas de Hizbulá, el partido de Dios, que en todas partes cuecen cristos y mahomas.
Miguel Ángel Moratinos, nuestro ministro de la cosa foránea, por una vez y ojalá valga de precedente, no había cometido desatino alguno, sino que, muy al contrario, estuvo bastante moratinado en su intervención para hablar del conflicto. Condenó los ataques de los criminales chiítas a ciudades judías, les consideró causantes de la crisis, y no justificó el uso desproporcionado de la fuerza.
Pero he aquí que, oh, es él, casi de inmediato, preso de ese gusto por la talantorrea que le tiene obnubilado y le impide mantenerse callado cuando debe, el presidente del Gobierno se descolgó con una retahíla de las suyas, un blablablá de diseño monclovita. No tan cantinflescas como algunas de Felipe, el González de toda la vida, pero también en tono parecido, sus asertos, da igual lo que diga, siempre parecen lo mismo. Lo suyo es llenarse la boca de palabros a los que (aseguran quienes saben de esto que cuando lo hace es porque está mintiendo) procede a cambiarles la acentuación. Y así pronuncia démocracia, cónstitucion, fávorecer, émigrantes y otra serie de lindezas fónicas.
Rodeado como estaba por jóvenes, ay, cuánta muchachada, se sintió más lleno de acné en la cara que sujeto de alopecia, más alumno en primero de universidad que jefe del Consejo de Ministros, más propio de colegueo que de confrontación de ideas, más dándole caladas a los Celtas cortos que haciéndole ascos al tabaco, y mitineó a sus anchas, quizás anteriormente asesorado por José Blanco, un estadista de nuevo cuño que, siempre en su particular estado de joseblanquez y elogio del buen rollo (recuerda, Pepiño, good roll, no lo olvides), es consciente de que las mayores estupideces se suelen formular en lenguaje político. Con palabras o con signos.
Así estaban las cosas, el escenario preparado, la audiencia revoloteona, cuando llegó este leonés afincado en Moncloa para, tras su esdrujuleada exposición, dejarse fotografiar con una kufiya, pañuelo o pañoleta, palestina, rematada en sus extremos por una bandera ídem. “Es que se la han puesto, que él no quería, que han pillado a los servicios de seguridad con la caraja, que han sido unos jóvenes”, decían miembros de su séquito de servidores para justificar la acción. Maldito signo.
Su ministro Moratinos, a quien dejó con el culo al aire de las colinas de Sión, en lugar de enmendarle la plana y darle unos detalles, no muchos tampoco, que no es cuestión de empacharlo, respecto a lo que está sucediendo en aquellas tierras, le aplaudió adulador. Calificó su gesto de juvenil, una chorradita, nada que mereciera leña al mono, interpretaciones políticas, ni muchísimo menos el enfado de la comunidad judía en España y fuera de nuestro país.
A partir de ahora, cuando Zetapé se plantee, verbigracia y llevado por su afán de desfacer entuertos, echarle una mano a los palestinos en sus problemas con los israelíes, lo mejor que puede hacer es colocarse una kipá, el gorrito hebreo. En la cabeza, claro. Y que lo haga como gesto de muchachote, de zangolotino agilipollado aún ante la vida, no como una manera de querer ofender a nadie. A buen seguro, los palestinos le agradecerán el detalle y le colmarán de bendiciones para él y los suyos.
El colegui ha tirado por los suelos con una de sus famosas talanteces y esa risa de oreja a oreja que no demostraba hallarse muy molesto con la foto, tal y como aseguraban sus pelotas cuando se enteraron de la metedura de anca, casi todo cuanto sus predecesores habían hecho en el terreno de las relaciones internacionales con Israel. Felipe las restableció y mimó, Aznar las consolidó y él las Zpcagó, que también así se escribe la Historia. No ha hecho un solo viaje a Oriente Medio, muy al contrario que los anteriores presidentes, pero ya se ha puesto barreras añadidas a cualquiera que pretendan prepararle. Sus predecesores podían servir, y de hecho lo hicieron, como mediadores en diferentes rifirrafes en Oriente Medio. Él parece empeñado en la solución sin solución. O acaso en eso que llama Alianza de Civilizaciones, nada que ver con civilizar aliados, en la que pretende integrar a demócratas (se supone que los israelitas entre ellos) con tiranos en cuyo diccionario la palabra democracia, no digamos su ejercicio, es una ofensa digna de castigo ejemplar.
El sueño de nuestro presidente, quién lo sabe, tal vez pase por sentar a la misma mesa a Mahmud Ahmadineyah, presidente iraní y uno de los mentores de Hizbulá, y a Ehud Olmert, primer ministro judío. Para que el árabe, hecho un mamut, le diga al israelí en su cara que hay que borrar a Israel del mapa. En plena democratización del odio y la mala leche, nada mejor que no andarse con tapujos.
Por fin te saliste con la tuya
Manuel Díez de los Ríos
29.06.2008
Hacía mucho calor aquel 21 de junio de 1964. En la mesa del comedor había dos botellas de Orange Crush, la Fanta de entonces, y dos vasos. Medio llenos o medio vacíos. Murcia, la ciudad de las siete coronas en su escudo, "la siete veces coronada y nunca bien barrida", que se decía antaño, ardía por sus cuatro costados, pensaba al modo lorquiano años después el niño que ese día contemplaba fijamente la pantalla del televisor en blanco y negro, sin perderse un solo detalle de la emisión. Era un aparato Marconi que recibía la señal del repetidor instalado en la Sierra del Gallo. Una emisión que, por aquello de los inicios de la televisión en España, solía fallar con demasiada frecuencia. Sin embargo, aquella final pudo verse íntegra.
A su lado, un hombre que fumaba un cigarrillo Rex, también estaba pendiente del partido de fútbol que ofrecía la primera, y única entonces, cadena de televisión en España. Cuando Pereda, no Amancio, centró hacia el área y Marcelino, lanzándose en escorzo hacia el suelo, cabeceó el pelotón que entró junto al palo izquierdo de la portería de Yashine, el mítico portero "araña negra", el hombre y el niño gritaron goooooool y se abrazaron. Fue un abrazo como se daban muchos domingos en La Condomina, para celebrar los goles del Real Murcia. Aquel hombre, que le llevaba de la mano hasta el estadio, le había metido al chaval el venenillo del fútbol en las venas.
- Qué bien, papá, España va a ganar la Copa.
- Sí. Y España va a ganar muchas más, ya lo verás.
- Menos mal que ha marcado Marcelino, porque Iríbar se ha comido un gol.
- Bueno, ha sido un churro, hijo, porque el balón le ha pasado por debajo del cuerpo.
El niño se sabía la alineación de España de memoria: Iríbar, Rivilla, Olivella, Calleja, Zoco, Fusté, Amancio, Pereda, Marcelino, Suárez y Carlos Lapetra. Guardaba los cromos de cada uno de los jugadores y cambiaba los repes con sus amigos, ayudado por aquel hombre que le decía: "Deja que lo haga yo, que a ti te pueden engañar". El hombre era como otro niño en el grupo donde se intercambiaban las estampas, las vitolas de puro, los cromos y las cajas de cerillas con los escudos de los equipos de Primera División.
España ganó la final y Franco, de paisano, no de militarón, que estaba en el palco con Carmen "Collares" (el niño no sabía entonces el apodo de la mujer del Generalísimo), entregó la Copa a Olivella, capitán de la selección y defensa central del Barcelona. Los jugadores pasearon a hombros a José Villalonga, seleccionador nacional, que había ganado como entrenador las dos primeras Copas de Europa con el Real Madrid de Distéfano, el futbolista que el niño siempre diría que es el mejor del mundo, y a quien vio en directo frente al Murcia en el viejo campo de los pimentoneros, ahora derribado.
- No sé cómo lo llevan en hombros, porque tiene que pesar mucho, está gordo.
- Jajajajajaja. Las cosas que se te ocurren, hijo...
Vinieron otras Copas de Europa, muchos goles, muchos regates, muchos pases al hueco, muchos éxitos del equipo de sus amores, aunque no de la selección nacional, pero el hombre ya no estaba. Tres meses después de la final ganada por España a Rusia, que fue también el último partido que vio, murió en el Carlos Haya de Málaga. Tenía 44 años de edad y mucha vida por delante, mucho halamadrid por decir con su hijo al lado.
Hoy, 44 años después, te has salido con la tuya, padre. España ha ganado la Eurocopa. Yo he podido verlo en la televisión de un bar, con mucha gente a mi lado, pero también muy solo. He vuelto a echarte de menos. Esta vez imaginando que, con tus ochenta y ocho años a cuestas, habrías cantado el gol de Torres, "ese rubiasco", nos habríamos dado un fuerte abrazo, y comentado cosas del partido. Como si fuera posible. Gracias, padre.
Manuel Díez de los Ríos
23.04.2002
Estoy flojeando de azotea, aunque uno pertenezca a ese grupo de mortales que, dicho sea en roman paladino y andaluz para andar por casa, tiene cabeza como para dos pescuezos. Alguien me dijo una vez que “si fueras gorrión, tendrías que meterte debajo de las tejas de culo”.No contento con ello, añadió: "Si fueras limón, tenían que rallarte en un somier".
Debe ser que las entendederas no me dan para más a estas alturas de la película cósmica. Ni siquiera cuando algunos planetas, tan formalitos ellos, a la orden de un ¡Ar! galáctico, han decidido alinearse como si de ponerse a la cola del bufet se tratara. Y lo habrán hecho, digo yo, para no dejar por embusteros a Einstein y su discípulo Hawking. No sé si me explico.
Bueno, a lo que íbamos. Cuando el cerebro se niega, nada que hacer. No es cuestión de demencia senil, de Alzheimer, de falta de riego sanguíneo a ese órgano que Woody Allen considera su segundo preferido, sino de incapacidad para ponerme a la altura de otras mentes pensantes, padres o no de la patria nuestra.
Dando un hojeo paseante por la web de bahiadigital.com, o un ojeo, que no vamos a pelearnos por una simple hache, me reencuentro con algo familiar para quienes, de un modo u otro, se interesan por el mundo de las nuevas tecnologías y otras zarandajas que Aldous Huxley puso a caer de un burro (o de un Ford modelo T, dicho sea para los lectores leídos) en su profética “Un mundo feliz”.
Ahí está, copando espacios impresos y chips, el llamado Plan Info XXI, concebido desde el Gobierno para hacernos a todos unos figuras en el manejo de los ordenadores. Quienes acuden a los consejos de ministros, con Aznar a la cabeza, decidieron rentabilizarlo (periodísticamente hablando) desde que sus técnicos se lo dieron a la firma, y no hay mes que no realicen una peregrinación por distintos foros para volvernos a contar sus excelencias y, de paso, inmortalizarse en formato impreso o digital.
Pero como no todo el monte va a estar lleno de orégano en los predios de Bill Windows Gates, querido Ricardo Ventanas Puertas, leemos que, ¡oh, fatalidad!, algunos follones con el papeleo y otros problemas funcionariales impiden al ministerio de doña Birulés gastar el presupuesto destinado al tan cacareado Plan. No me extraña tampoco, porque sabemos desde tiempo ha que los funcionarios son personas encargadas de crearles una serie de problemas a los ciudadanos, que no los tendrían de no existir los funcionarios.
Aparte de ello, un capítulo del presupuesto total destinado al Plan es más para avergonzarse que para explicarlo en detalle. Porque, para hacernos una idea, de la talega del ministerio de don Rato se sacan 2,4 millones de euros y se asignan a culturizar, informáticamente hablando, a un millón de españolitos (incluyendo en esa cifra la correspondiente cuota de inmigrantes) que somos de lo más burros (léase en la acepción de borricos como tales, no en la más poética del Platero juanramoniano) y no queremos ponernos al día. O sea, nuestras mentes políticas pensantes destinan 2,4 euros para cada uno, y que nos aproveche el consumo de interneses e intraneses. Salimos a unas 400 pelillas de las de antes por cabeza. Me siento eufórico por ello. Gracias a don Aznar y a doña Birulés ya puedo comprarme la caja de cartón del ordenador y aún me sobrarán céntimos para un cedé virgen con el que piratear algún disco.
Además, y para no hacer menor el batiburrillo, desde el propio Gobierno se nos dice que el 55 por ciento de los profesores no tienen ni la menor (permitan el eufemismo, que no quiero escribir el palabro adecuado) idea de cómo se utiliza un ordenata, y sólo el 22 por ciento conecta el pecé, aplica las nuevas tecnologías, para explicar su materia. ¿Son esos profesores quienes han de encargarse de “informatizar” a las nuevas generaciones?
De pena. Pero que nadie se entristezca: nuestros políticos, además de ofertarnos nuevas tecnologías a la carta, también nos proporcionan motivos para el pitorreo. Se agradece.
Quizás por todo eso, y para darnos un descanso informático, para llevarle la contraria al PP mandón, los chicos de don Chaves, a través del Centro Andaluz de las Letras de la Junta de Andalucía, han decidido fomentar la lectura y el amor al libro en un día como el de hoy, aniversario de la muerte de don Cervantes, el más Miguel de todos los escritores. Para ello han elegido (otra cosa es que lo hayan leído, qué idiotez eso de la lectura) a un gran poeta, Luis Cernuda. Conferencias, exposición, parafernalia culta, etcétera, etcétera.
En Málaga el acto central se celebrará a las ocho de la tarde en el Palacio Episcopal. Eso es política cultural y no las tonterías que a otros se les ocurren. Me escucho a mí mismo, y a mimismo, y suelto una carcajada, no sé si llamarla anti rebuzno alegre, audible a diez kilómetros de distancia. ¿No saben que el padre del Quijote era socio del Madrid y que también él estará pendiente del televisor? Nada mejor para apreciar los versos, el estilo, la estética de Cernuda, que ponerlos a competir con los pases de Zidane, las vaselinas de Raúl o el corretear de Saviola. No, nada mejor.
Tranquilo, colega
24.02.2002
'No digo que sí ni no, digo que, si Dios existe, no tiene perdón de Dios… Y si un día nos encontramos, nos perdonamos los dos'. Lo escribió mi tío Manolo Alcántara, qué lujo de tío, poeta que tiene el récord mundial de contar gaviotas, periodista con capacidad para crear lenguaje. Envidiada capacidad.
Dios. Y si no existiera, habría que crearlo. Se le ocurrió a Sartre, dicen. Más que nada por echarle la culpa a alguien. ¿Acaso vamos a admitir nuestros errores? Venga ya, por Dios.
Dios. No sé si trabajó mucho para hacer el mundo, si sus días de tarea le dejaron tan exhausto como se nos antoja. Pero algo debe haber de cierto en todo ello porque, desde entonces, se ha tomado dos mil años sabáticos y no se le ve dispuesto a arreglar, siquiera para callarnos unos minutos la boca, algunos problemas de aquí abajo. No presta atención a Homer Simpson, ese filósofo basura que no duda en sentenciar: “Si tu trabajo no te gusta, no hagas huelga. Limítate a hacerlo lo más chapuceramente posible”. El Altísimo debería atender más los consejos de un perdedor tan recalcitrante. Pero no. Está demasiado alto. Miramos hacia arriba y le vemos muy entretenido con sus cosas.
Dios. A quien ese error de la Providencia apellidado Duhalde, que está dejando Argentina más esquilmada de lo que cualquiera podría pensar, ha invocado para asegurar en una perorata ante las fuerzas vivas/zombies del país que “abriré los bancos, y sea lo que Dios quiera”. O sea, Dios, te están buscando un empleo de contable distinguido.
Dios. Los curas te han puesto en el disparadero. Este año te toca lidiar con pederastas. Uffff. Tus empleados de más confianza, con el Papa y el presidente de la Conferencia Episcopal Norteamericana a la cabeza, lo han dicho, alto y claro, por primera vez: hay mucho enfermo sexual con sotana, o clergyman, y los seminarios se vacían porque en ellos se respira un ambiente homosexual. Ambiente, la rima me viene sola, de la acera de enfrente. Se te han ido de bragueta y ahora te están pidiendo ayuda.
Dios. No te imaginas cómo está todo. ¿Cuántos días de vacaciones te quedan aún por disfrutar? En fin, no importa. Tú, a tu bola. Tranquilo, colega. Ya nos arreglaremos, aunque sea para peor. Y que nadie pronuncie tu nombre en vano. Lleve o no tiara en la cabeza.
Las cosas de la calor
Manuel Díez de los Ríos
27.02.2002
Sábado. Calor. Hace calor. Málaga empieza a arder por los cuatro costados del verano. La primavera ha encendido el brasero, al estilo pueblo: con picón, y los malagueños recurren al chiste tópico, al de siempre, al qué frío hace hoy, cagonlaleche.
Pero ¿qué puede ser esta temperatura comparada con los diez mil millones de grados que dicen quienes dicen saber de estas cosas era la de la nebulosa cuya explosión dio origen al Universo? Nuestro entorno galáctico, vuelven a decir quienes dicen que saben, puede estar en continua explosión. Petardeando cual viejo automóvil, taxi cubano de los de ahora. O ventoseando su aerofagia cósmica por los siglos de los siglos.
Así no hay quien se entere de nada, manía ésta que tenemos de querer explicar, y explicarnos, dónde estamos metidos en ese batiburrillo absoluto de planetas y estrellas. Dónde y por qué.
Y para qué. Salvando el tiempo de pensarnos creados por soplo divino, nosotros, y fabricadas de una costilla, vosotras, siempre nos habíamos considerado parientes de los monos, tan cómicos y rijosos como ellos, tan macacas rhesus como ellas. Pero, frustración al canto, ay, dolor, cuán poco dura la dicha, Fabio, ahora nos salen con la teoría de que descendemos de una especie de ratoncillo con placenta (¿placentero?)
Darwin estará tirándose de sus canosos pelos, caray con las especies. Y los más recalcitrantes asegurarán que ya lo decían, que el refranero tiene razón, que por algo preferían ser cabeza de ratón a cola de león. Cuestión de gustos zoológicos. Al menos, salimos ganando en astucia: el ratón se procura el sustento con más facilidad que el mono, siquiera sea por hacer caso a ese bodrio best seller titulado “¿Quién se ha llevado mi queso?”, libro de cabecera para cuantos idiotas creen en los manualitos de auto ayuda.
Sí. Hace calor. Álvaro Pombo, gay entre gays, (no escriba usted maricón, que no es homosexualmente correcto), autor de "El cielo raso”, novela gay donde las gaya (¡menuda frase acabo de construir!), dejó ayer plantados en Sevilla a cuantos plumillas acudieron a la llamada de su editorial para, precisamente, que el autor les hiciera un pequeño resumen del libro, una promoción y esas cosas, por si no lo habían leido. O sea, para que les diera una mano de barnicillo cultural. El gallego no salió del hotel y se negó a conceder entrevista alguna porque, argumentó, en Sevilla hace mucho calor. La calor, don Pombo, el bochorno, la calor que le afectó a la sesera, mala puñalá le den a la calor.
El advenimiento del mesías facha
Manuel Díez de los Ríos
28.02.2002
España, aseguran los politólogos y otros ólogos, está a la espera de un líder a la altura del francés Le Pen. Alguien que haga temblar los cimientos de la democracia roja y gualda, que se cisque en los partidos políticos y le dé vidilla al panorama bipartidista de este suelo patrio nuestro. Desterrado Gil, ajesulado en su Marbella, y aburridos como estamos ante los de siempre, como siempre, hay quienes apuestan por que nos den un poquito de…caña. Nos está haciendo falta. Con o sin vaselina política.
Pero un alguien más guapo que el galo de marras. A Le Pen, durante muchos años con un parche pirata para taparlo, y ahora con su ojo izquierdo de cristal, ése que le reventaron de una patada cuando subió a la tribuna de un orador rival para hacerle trizas el mítin, no se le puede encuadrar en arquetipos de guapura. Sí de mala bestia, qué consuelo, algo es algo.
Nuestro facha, el ibérico, será una especie de Blas Piñar, pero más a lo párvulo y no tan garrulo. Algunos se aventuran a pronosticar que ese especimen de cavernario surgirá por estos pagos alrededor de 2008. Tendrá entonces unos 40 años, muchos millones en la cuenta corriente, o, mejor, muchos más que muchos, y procederá del negocio de las nuevas tecnologías. Será un maniquí cibernético, no se sabe si vestido de Armani o de algún otro padre de la tijera.
Se admiten apuestas. ¿Quién será el nuevo mesías del más recalcitrante fascio hispano? Hoy por hoy, un completo desconocido, dicen los augures de la cosa, deseosos de flagelarse con el advenimiento. El prenda debe andar ahora amasando dinero.
Como lo ha amasado Borja, aunque el dinero no dé la felicidad (pero tampoco estorbe para ello).
Zangolotino de nueva hornada, a sus 21 años se ha encontrado con 166.000 millones de pesetas, fruto del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Sus méritos, hasta ahora, habían consistido en que la gente desconociera la identidad de su padre biológico, fulano que llevó a un desliz a la hoy baronesa. Sabíamos, eso sí, de su madre, Carmen Cervera, y del marido de su madre, Henrich von Thyssen, RIP. Conocíamos que el nene, un zascandil a una napia pegado, quevedescamente hablando, no ha pisado un colegio, salvo el tiempo preciso para volver a salir de él.
Cuentan los cronicones de la aristocracia que han sido necesarios los ímprobos esfuerzos de una legión de tutores e institutrices para desasnarle en lo posible. Se desconoce el resultado. Se tiene constancia, sin embargo, de que pataleaba lo suyo porque los papis no le compraban un yate y un Ferrari, y, entre puchero y puchero, qué llanto, madre, qué llanto, se detenía a mirar cromos de miles de millones colgados en las paredes de las casas de la familia.
Los asesores del difunto papi y la inconsolable viuda mami le han ido comprando cuadros aquí y allá para fabricarle un currículo de “experto en arte”, de coleccionista culto, de exquisito catador pictórico, que tal están presentado al acneico en distintos medios de comunicación.
Lo que hace el euro, Dios mío. Donde hay mucho dinero hay mucho sí señor.
El dinero no da, etcétera, etcétera, pero Borjassen no necesitará pensar en la mezquina felicidad que produce ganarlo. Lo suyo será vivir por amor al arte. O sea.
Hacen falta más garzones
Manuel Díez de los Ríos
04.05.2002
Esa no es la noticia. No. Que diez presuntos batasunos, presuntos colaboradores de los presuntos criminales etarras hayan sido enviados a la cárcel por el juez Garzón es una evidencia. Y no sé si presunta. Responde a un clamor popular. A una limpieza de pústulas sociales. A una desinfección ciudadana. A una necesidad de higienizar el ambiente. La noticia sería saber por qué se viene tardando tanto en meterlos entre rejas.
Garzón es criticable por su presunto afán protagonista y de ambición mediática, pero jueces como él sólo hay uno. Lo diría don Muñoz Seca, el Pedro autor de "La venganza de don Mendo": hacen falta más garzones. Y con un par de... esos, que rima con lo otro.
Para meter en el trullo, trena, bujero o talego, como quiera que se llame la prisión, a los que practican el tiro en la nuca y a quienes, tan patriotas ellos, nacionalistas de sangre podrida en las manos, acólitos vesánicos, les ríen y alaban sus asesinatos.
Mientras más batasunos cómplices y más asesinos etarras haya detrás de las rejas, más posibilidades tendremos los demás de disfrutar de los espacios abiertos. Urge, por tanto, un comportamiento ciudadano que converja en ese planteamiento. ¿Acaso la democracia tiene establecido que debemos seguir reconociéndoles su derecho a la libertad cuando ellos la niegan al resto? Quienes matan o ayudan a los matarifes sobran en la calle. El aire que respiran nos lo están quitando a los demás. Su sitio está entre cuatro paredes. Allí donde puedan experimentar el zulo asesino en propia carne. ¿Pena de muerte? Nunca. Únicamente, y con ello basta, echarles encima todo el peso de la ley.
La noticia será, y no presunta, que ETA reviente de una vez. Que los progresivos desmantelamientos de comandos lleve a los del hacha y la serpiente al definitivo final. Ilegalizar a Batasuna será otro grano de arena, a pesar de los melindres de don Zapatero, don Arzallus, don Ibarretxe y otros políticos que caben en el mismo saco del etcétera.
Acabar con el terrorismo requiere de una compleja red de acciones y negociaciones, pero, sobre todo, de una sociedad que tenga, lo repito, un buen par de cojones.
Duhalde, caco de guante blanco
Manuel Díez de los Ríos
08.05.2002
Tenemos ganas de irnos. Por ahí. En la cultura del ocio se cacarea mucho eso de “salir fuera”. El problema está en que jamás conseguimos escaparnos de nosotros mismos y siempre terminamos volviendo. Siempre. Lo difícil no es dónde ir, sino desde dónde. El turismo ayuda a viajar, pero no le echa una mano al viajero para que abandone su propio yo. Irse tiene sus fronteras: en un lado lo que dejas y en el otro lo que esperas. Al final acabamos en nosotros mismos, en lo que dejamos. Y vuelta a empezar. Y vuelta a esperar. Y de nuevo la esperanza. Y si la esperanza fuera lo primero que se perdiese, las cosas irían mejor. Seguro.
Tal le ocurre a Duhalde. Ese error de la Providencia que ejerce de presidente de Argentina, un boludo que ha convertido su país, en connivencia con otros ladrones de idéntica estirpe, en un verdadero corral corralito donde las gallinas ciudadanos picotean sus mierdecillas, a falta de mejores cosas para comer, amenaza con venir a mendigar a Europa. Limosnero de lujo, caco de guante blanco, no cree haber robado suficiente.
Busca más dinero que embolsarse, y repartirlo con la clase dirigente de la tierra pampera, porque, a fuerza de años de ejercerla, la mangancia es para él un noble arte. Trae en la maleta, además de notorios deseos de enriquecimiento propio, como aplicado golpista que aprendió de las técnicas de enriquecimiento ilícito puestas en práctica por tanto peronista podrido y tanto generalote de apellidos Videla y Galtieri, un supuesto plan de saneamiento monetario. Con una sarta de embustes económicos pretende devolverle a los argentinos sus ahorros. Y, de paso, la dignidad y los garbanzos. O el mate y el asado de vaca. No como ahora: bonos/papeles a cambiar por dinero en un plazo de cinco o diez años, sino en billetes contantes y en monedas sonantes.
Y quiere ver al Papa. No tiene bastante Wojtila con su parkinson y la función maricono pederasta que le están montando los curas desbraguetados en todo el mundo. No. Además, ha de transmitirle a su jefe, a Dios, que anda por allí arriba, tan entretenido con sus cosas, los deseos del jeta argentino. Porque el plan, en sus contenidos básicos, e independientemente del blablablá que le eche el ministro Lavagna, otro desahogado con balcones a la calle, tiene dos puntos principales. 1) Encender velas y rezar. 2) Abandonar el país, con la cartera rebosante, al grito de “Sálvese quien pueda”. O sea, ésteeeee: Padre Nuestro, si estás en los cielos, resérvanos plaza en cualquier vuelo, porfa.
La tontuna pacifista
Manuel Díez de los Ríos
11.05.2002
Nunca he entendido eso de “inteligencia militar”. Las creo palabras contrapuestas, en perenne enfrentamiento. Fue don Millán, el más Astray de cuantos tuertos ha producido la Legión, quien pedía la muerte de la inteligencia en beneficio de la vida de la muerte. "Cuando oigo la palabra cultura echo mano a mi pistola". Así se las gastaba ante el mismísimo don Unamuno, el heterodoxo Miguel rector de la Universidad de Salamanca. ¿Inteligencia militar? No sé. Recuerdo a un propio de mi época de milicias. Se refería a sí mismo como “un hombre de la carrera militar”. Llevaba veintidós años de cabo primero, menudo carrerón el suyo. Inteligente el tío.
La cosa, sin embargo, parece apuntar trazas de cambio. O de renovación, seamos exactos. Que todo cambio es revolucionario y no está el horno para muchos bollos de darle la vuelta a la tortilla, sobre todo si es cuartelera. Ni tampoco confundamos el culo de una mujer con las témporas de los sables. Sea como fuere, y a partir de ya, una doña Vilanova, María Dolores de pila bautismal, ejerce de jefa del Centro Nacional de Inteligencia, que viene a sustituir a esa cueva de espías llamada CESID, con su Manglano y demás coronelones. Algo de magia tiene que le hayan quitado el añadido de “militar” al centro de marras. Algo, sí. Y algo es algo.
Mujerío en el mando. Hace mucha falta. Demasiada. Si ya entran a los consejos de ministros, y no sólo para pasarle el trapo del polvo a la mesa; si son presidentas de Congreso y Senado; si, incluso, se atreven a ponerse al mando de la fila de fieros forofos de los clubs de fútbol, ¿por qué no van a marcar el rumbo de una parcela de poder militar? La dicha será completa cuando una de ellas, a ovario libre, diga “hasta aquí hemos llegado” y empiece a hacer astillas el ejército, institución que los hombres no hemos tenido huevos de destruir. Lo más inteligente sería acabar con lo militar. Estás utópico hoy, Manolo. Sí. Debe ser que acabo de recordar un título de don García Márquez y me ha entrado la tontuna pacifista. ¿El título? “Me alquilo para soñar”.
Tan onútiles como la ONU
Manuel Díez de los Ríos
20.05.2002
Gorilón y golpista, a Bolívar rogando y con el ejército dando, picaviruelas de esos que cuando llama a sus conciudadanos a votar les diseña una campaña con el mensaje “¡Bota, ar!”, que él es un generalón calzado y no un demócrata de andarse con el cuento de las urnas, don Chávez, el más Hugo de cuantos presidentes venezolanos han sido, no estuvo en la cumbre de Madrid. Y se ganó el reproche, entre otros, de don Aznar, el Jóse (acentúese la cursilada en la o) de la Botella, su doña costilla, aspirante a futura diputada.
No estuvo, no. Aunque pasaron lista. Y ni falta que le hacía. Poniendo de manifiesto un impensable sentido común aplicado a su persona, el bufón televisivo con galones y mando en plaza, dijo que “las cumbres no sirven para nada”. ¡Cuánta razón tiene, cuánta, cha ve usted! No ha descubierto la cuadratura del círculo, ni la redondez del cuadrado, pero ha sentenciado ambas a su manera. Lo cual que don García Márquez, el mágico realista Gabo, ya escribió a su manera con toda la mala leche inteligente que su vieja Underwood, negra y de teclas nacaradas, le permitía: “El día que la mierda valga algo los pobres nacerán sin culo”.
En tales cumbres, en todas, propios y ajenos, de aquí y de acullá, presidentes y ralea, se pasan unas jornadas a gastos pagados y mujeres –u hombres, que hay de todo en la elección de agujero para la trinchera política- , se permiten decir determinadas sandeces, recogidas por los micrófonos que, aaaaayyyyy, deberían estar en off pero resultan hallarse en on, se soban las respectivas chepas con deleite, o se intercambian las manos con esa indiferencia que permite el protocolo y el jejeje, jajaja en los caretos, pero jamás hallan soluciones a nada. Los pobres continúan siendo pobres, y los ricos no saben qué es la pobreza. O sea. De la mierda y su valor nada se dice, pero se sobreentiende.
Las cumbres son las cimas del bostezo político. Tan onútiles como la mismísima ONU, digan lo que digan quienes se pagan unos días de vacaciones a costa de los contribuyentes. Sin embargo, no seamos demasiado ácidos, debemos reconocer que, entre plato y plato del menú de muchos tenedores –y un clavo, a juzgar por el precio- los próceres suelen hablar de las cosas del Tercer Mundo. Y encuentran remedios eficaces. “El problema no es grave, queridos coleguis, esas gentes sólo tienen hambre y, además, comen poco”.
La democracia orgánica
Manuel Díez de los Ríos
21.05.2005
Una concejala dice que Nevenka, poético nombre, nívea frescura en las páginas de periódicos impresos y digitales, siempre llenas del calor de la sangre, le dijo que tenía al alcalde Álvarez cogido por los cojones. Mucha poiesis para tan prosaicas y bragueteriles acusaciones. Y cuánto dolor el trinque, ayyyy, si están bien trincaos. La cosa tiene cojones.
Los sindicatos, el largo Fidalgo y el ancho Méndez, Quijote y Sancho de cuantos liberados sindicales viven sin dar golpe y de muchísimos más que curran pero no pagan una sola cuota, quieren llevarnos a la huelga general. Por cojones. No les avergüenza pagarse el sueldo de las subvenciones del Gobierno, allá ellos con lo bien montado que se lo tienen. De cojones.
El Gobierno está empeñado en sacar adelante la reforma del Plan de Empleo, o como se llame. Por cojones. Aunque el ministro Aparicio y el mismísimo Aznar, a dúo, finjan lo contrario, con una sonrisa que, cuando la intentan, parece causarles un principio de hernia. Qué cojones.
El error de la Providencia que está al frente de Argentina, Duhalde de todas las Pampas, pretende acabar con el corralito que ha enmierdado, y no sólo económicamente, a su país. Por cojones.
Don Zapatero, Sapatítou le llama el muñecote plus Bush, pretende una ralentización de la Ley de Partidos. Por cojones. Que hay mucho rile con eso de ilegalizar a Batasuna. Acojono.
Ibarretxe, nunca vasco con calva pareciese tanto al capitán Spok, orejas pudientes de Star Trek, quiere tirar de los del mismo Bilbao y resto de provincias de Euzkadi hacia las urnas independentistas. Por cojones.
¡Cojones! Cuántos cojones por todas partes. Cuánta manera de dialogar. Cuántas formas de, hablando, perdonen el gerundio, buscar soluciones a las cosas. Esa es nuestra democracia. Orgánica, claro. Haga cada cual lo que le salga de lo que antiguamente se llamaba sus partes. De los cojones. Por cojones.
Se llamaba, se llama, Tania
Manuel Díez de los Ríos
24.05.2002
Diez. Uno y cero. Principio y fin. Alfa y omega. Números y letras. Ella ha decidido su fin sin casi haber podido darse cuenta del principio. ¿Ha sido ella o se lo hemos impuesto entre todos? Ha detenido su mundo para bajarse definitivamente, que no quería seguir en el tiovivo de las pequeñas inmundicias mundanas. Ni en el carrito de las alegrías. Demasiado mayor para ser tan joven.
Cuando Cesare Pavese andaba por los 41 y había terminado la redacción de “El oficio de vivir, el oficio de poeta”, añadió un párrafo: “No escribiré más. Ni un gesto”. Y se quitó la vida en un hotelucho de Turín. La falta de amor, o la falta de sentirse amado, le llevó a la nada. A esa nada que él jamás quiso poblar de un más allá. Muchos años después, ahora, ante el teclado, recuerdo uno de sus bellísimos versos: verrá la morte i avrá i tuoi occhi, vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Para rastrear sus últimas voluntades, si es que las tuvo, nada mejor que releer “Trabajar cansa”, obra maestra de aquel ser anímicamente destrozado e incapaz de asumir la soledad como norma de vida.
Ella se llamaba Tania. Se llama. Para sus seres queridos continuará llamándose, muerta siempre viva. Tenía diez años. Y escribía. No la hemos conocido. ¿De qué color serían sus ojos? ¿Qué había escrito, y desde cuándo, en su diario? ¿Cuál sería su juguete preferido? ¿Qué examen de matemáticas, malditos números, no fue capaz de superar con buena nota? Eligió el 21 de mayo para decir adiós. Antes escribió. Dejó un tercio de sus cosas a su abuela y el resto a su madre. Sus cosas. No sabía que sólo iba a dejarles lágrimas. Pedía ser incinerada. “Adiós papá, adiós, mamá, os deseo larga vida y que tengáis mucha suerte”. Tania cogió la pistola del padre, se fue al bosque y se descerrajó un tiro en la cabeza. En un pueblecito de Austria. Ni un hada se le apareció antes de apretar el gatillo ni la música de Strauss le hizo desistir de su propósito. ¿Por qué?
Y Uribarri salió de la orza de lomo en manteca
Manuel Díez de los Ríos
28.05.2002
Hubo líving, pero no selebreíchion. El resultado final fue el de casi siempre, con permiso de doña Massiel y doña Salomé, ambas con una canción a cual peor, la la la la, vivo cantando, ey. O sea, poglias en vinagre. Televisión Española, y la productora Gestmusic Endemol, cada día más de oro a costa de las estupideces de la marabunta de españoles, se habían gastado una pasta en comprar voluntades, traducidas a votos, e, incluso, en sembrar en el consciente colectivo patrio la tontuna de que “esta vez sí”. Sin haber ganado nada, pero teniendo que aguantar por aguantar la parafernalia preparada para festejar el premio, que era cosa hecha, como todo el mundo sabe, TVE continuó la programación desde Granada, con amplio desfile de griterío, sudores, saltos juveniles y una retórica de lo más antañona.
Otra vez, y ya van ni se sabe, las gilipolleces ocuparon el lugar de lo racional, en el entorno de la estética más hortera, que presidió todo el batiburrillo festivalero, y, porque es necesario continuar manejando como peleles que dan dinero a los nenes/as triunfadores/as en la academia (me niego a escribir la palabreja con mayúscula), se habló de triunfo moral, de preparación para ganar en el futuro, de apuesta para próximos vencedores. De bla bla bla. De nada. Todo menos admitir que se había vuelto a hacer el chorra en la puntuación final.
Rosa y sus adláteres cumplieron. La chica tiene poco que decir pero mucho que cantar. Y lo puso de manifiesto en Tallin. Felicidades a ella y a sus compañeros que, meteóricos, han conseguido poner en la calle discos grabados en quince días, ya encaramados en los puestos de superventas. Torres más altas han caído, pero esperemos que no se den el tremendo guantazo.
Todo lo demás, que no fue sino lo de siempre, un bodrio sin parangón que se niega a desaparecer de una eurovisiva vez, me pareció digno de integrar una antología de lo despreciable. Desde el comienzo. Habían sacado a José Luis Uribarri de la orza de lomo en manteca donde estaba conservado estos últimos años, lo habían metido en una tinaja de tinte para el pelo, le dieron algunos ratos de vidilla ante las cámaras y lo mandaron a hacer turismo a tierras lejanas. Se llevó en el equipaje su más execrable palabrería, esa que sólo pretende transmitir lo buenos que somos y lo mal que nos quieren los demás.
Cosas como “nuestros amigos los rusos no nos han votado, y digo amigos en sentido eufemístico, porque no saben ustedes el mosqueo que he cogido”, “ya me lo veía venir”, "seguro que le dan los votos a otros" o “así es difícil ganar” fueron parte de los tan objetivos comentarios de quien creía ser el talismán, la piedra filosofal, el aleph de la chica de Armilla, ganadora según todos los pronósticos, y olé nuestra Rosa con más cojones que nadie.
¿Qué va a pasar ahora? España puede sumirse en el derrumbe moral. No tenemos horizonte como país. Nos vamos al traste. Si la huelga general es un éxito y si los raúlico valerones de la selección no ganan el Mundial, habremos de concluir que Dios está contra nosotros. Esto, con Franco… también pasaba.
¿Quién juzga a los jueces?
Manuel Díez de los Ríos
30.05.2002
Suele pasar. Hay tiempos en que los días se bronan, léase acabronan y encabronan. Estamos en ellos. No es que la Justicia en España sea un cachondeo, frase que don Pacheco, el alcalde perpetuo de Jerez, dejó para la historia del palabrerío, sino que ya no se sabe qué es. No se trata de que los abogados hayan de asistir a los juicios con corbata ni de que los jueces se bajen o no los pantalones a la hora de enfrentarse a determinadas sentencias. Todo eso quedaría reducido a lo meramente anecdótico, a convertirse en objeto de chacota, si no fuera por su apestoso fondo de desidia, de politiqueo barato, de lamerle la mano a quienes han posibilitado que algunos de esos togados estén en el más alto escalafón de la Magistratura.
A Gómez de Liaño lo echaron de la carrera judicial porque sus colegas interpretaron que, si hubiera dictado una resolución contra la Prisa de don Polanco, el Jesús del Gran Poder que imparte doctrina informativa a los mass media, lo habría hecho con prevaricación. La resolución no se dictó. Tiene guasa.
Uno de quienes le dieron puerta fue don Bacigalupo, juez que ha reconocido sus deudas con Hacienda, pero no ha pagado un duro ni tampoco abandonado su puesto en la Audiencia Nacional, desde donde se encarga de combatir los delitos tributarios. Ha estado cobrando, y cobra, la tira de años una pensión millonaria del Gobierno argentino, pero no ha tributado por ello. Y debe hacerlo en España, país donde reside. Como premio, doctos juristas de la Facultad de Derecho de Granada quieren coronarlo con el laurel del doctorado honoris causa por aquella Universidad.
Jueces del Supremo, con don Perfecto a la cabeza, han dicho que rebuznar vivas a ETA, el único lenguaje conocido de don Otegi, jaleador de matachines, no constituye delito de terrorismo, sino sólo de opinión. Se han ciscado en el Código Penal y, de paso, permiten que los criminales continúen con sus aullidos de muerte.
¿Quién le explica ahora –ha preguntado don Aznar- a las víctimas del terrorismo y al resto de españoles –pregunto yo-, todos con las nucas como blanco de las pistolas de los criminales etarras, que eso no es un delito de terrorismo? ¿Quién juzga a los jueces?, permitan la perogrullada.
Necesitaría un tocho como la guía telefónica para seguir la enumeración. Termino, y no sé si me explico: la desvergüenza y el miedo continúan siendo libres.
Obispos, no nos pastoreen
Manuel Díez de los Ríos
01.06.2002
Me gusta la palabra pastor. Por sus connotaciones bucólicas, de vida en contacto con la naturaleza y, si me apuran, por sus contenidos etimológicos. No me gusta rebaño.
Ni sentirme parte de él, aunque a veces, como cada hijo de vecino, me abandone a mi cuota de borrego y haga bueno al mundo como un redil con alambradas. Por tanto, tampoco me gusta que ningún cura quiera pastorearme o se atribuya esa condición.
No voy a hablar de pederastas, homosexuales, pedófilos y toda esa cuadrilla de ensotanados pervertidos que últimamente habitan las curias, hasta el punto de haber hecho exclamar a uno de los máximos dirigentes del Vaticano que los seminarios se están quedando vacíos porque en ellos se vive “un intenso ambiente homosexual”.
Bastante tienen ya los curas con quitarse de en medio a tal ralea, si es que –ay, la duda razonable- definitivamente quieren apartarla del seno de la Iglesia. Están experimentando en sus carnes (y en las de tiernos jovenzuelos) aquello que hace sólo un par de años calificaban como “algo contra natura” “pecado nefando” y otras lindezas que los latines posibilitan. Han salido de los armarios de las sacristías y van a misal sacado, que se las pelan para ponerse al día en lo más gay.
Los obispos vascos han metido la pata hasta el alzacuellos con su pastoral (otra vez el palabro) en la que, entre otras cosas, además de postular la no ilegalización de los batasunos, afirman que en Euzkadi existe una confrontación. Y una mierda, dicho sea con todo respeto a la vestidura eclesiástica. Pegarle un tiro en la nuca a alguien no es confrontar, sino agredir y asesinar. Esconderse en el más añejo de los nacionalismos es echar serrín para disimular tanta sangre derramada en nombre de nadie sabe qué. Los mitrados vascos no han medido las consecuencias que esa carta puede tener sobre quienes se dejan pastorear. Tampoco es de extrañar su actitud: sabemos que don Arzalluz fue jesuita y mucho seminarista pasó a engrosar las filas de los criminales cuando la bicha etarra empezó a inocular su mortífero veneno.
No nos pastoreen, obispos. En nombre de la vida, cállense. O balen ustedes, si se sienten perversos borregos, letanías tan insidiosas, pero háganlo como opiniones particulares, no en pastorales que se leerán en los púlpitos. No fomenten la vesania. Utilicen el cerebro en algo más positivo que dar pábulo a quienes aprovecharán sus palabras para reventar a tiros el de cualquier persona inocente e indefensa.
¡Qué asco!
Manuel Díez de los Ríos
06.06.2002
Si en España hay obispos que pretenden querer llevar a sus borregos al matadero etarra, o al menos eso parecen entender muchos españolitos tras la lectura de la pastoral de marras, en Estados Unidos los pastores mitrados pasan la mano sobre la bragueta de curas pedófilos y les perdonan los pecadillos de cintura para abajo. A los primeros es como si les gustase que sus fieles se regodeen viendo a los criminales de ETA revolcarse en sangre ajena.
A los otros, los prelados de Yanquilandia, no se les cae la cara de vergüenza cuando deciden mantener con la sotana puesta a quienes hayan abusado sexualmente de un niño. Si ha sido sólo una vez, la cosa tiene perdón. Pero que no se repita, reverendo. Déjese usted de hacer guarrerías con boys, si no quiere que le mandemos a su casa por picarón. Gente de esta calaña tiene el altavoz del púlpito para hablar del respeto a la vida, los valores familiares, la sexualidad y el amor. ¡Qué asco, Dios! ¡Qué asco!
Cháchara y sólo cháchara. La jodienda no tiene enmienda y el celibato no impide que la carne cornee entre las piernas. Verborrea variopinta también se suelta a espuertas en la reunión de responsables de Asuntos Sociales de las distintas Comunidades Autónomas de España que son, como es bien sabido, la tira. Todos ellos, de traje y corbata, todas ellas conjuntadas de marca, se han reunido para buscar soluciones a la pobreza en nuestro país. Lo hacen entre visita y visita a buenos restaurantes y mejores hoteles.
Comida y cama. Sin pagar un duro, que para eso estamos aquí quienes les costeamos a escote el putiferio. Yantar y folgar. No todo va a ser dormir, y siempre habrá alguna Nevenka a mano para sentirse Ismael. Han decidido que a los pobres tampoco es necesario hablarles de comida, no se les vaya a despertar el gusanillo, sino de reinserción laboral, ayuda a la familia y empleo de nuevas tecnologías. Lógicamente, en el congreso no hay un solo pobre. No hace ninguna falta. La escoria no tiene sitio entre los próceres. Los verdaderos protagonistas, como en casi todas las parafernalias políticas, siempre están ausentes.
¡Qué asco! Para evitar una nueva arcada me refugio en Forges. Hago mía una frase suya. Plagio. Intertextualizo. Quiero ser rebelde como un ibero, rezar como un hebreo, pensar como un griego, y soñar como un árabe.
Muertos de hambre
Manuel Díez de los Ríos
12.06.2002
¿Que miles de niños revientan por avitaminosis? No importa. ¿Que son 24.000 las personas que mueren diariamente en el mundo por hambre? No nos quejemos: así tienen trabajo los fabricantes de ataúdes. O de lo que sea, porque a esas gentes las tiran a la fosa sin más, sin un artesanal pijama de madera. ¿Qué el mundo llamado civilizado derrocha como para dar de comer a otros tres mundos? No es para asombrarse: Padre Consumo que estás entre nosotros. Léase: Padre nuestro, si estás en los cielos...
Un conocido malagueño me dijo hace poco tiempo que “lo que otros necesitan para comer un año, me hace falta a mí para una noche de cigalas y coca. Que les vayan dando por el culo”. Al cocainómano mal vestido se le llama “yonqui”. Para él se pide la cárcel, el encierro, la desaparición. De alguien como éste individuo al que cito (sin nombre, aunque muchos lectores sabrán quién es) se dice que está estresado y necesita la droga. Hay drogados y drogados. Ocurre como con el alcohol: si la coges con vino común, eres un borracho; si con güisqui de marca, un locuaz ejecutivo.
Forma parte del sistema. Casado, padre de familia, coleccionista de barraganas, humilla para satisfacer su empuercado ego. “El aire que respiran los demás me lo quitan a mí” es otra de sus frases preferidas. Ese triunfador se limpia el moho de su conciencia dándose golpes de pecho y abanderando algunas “causas nobles”, dos palabras que nada significan para sus entendederas en cabestrillo. Lo hace por babeante protagonismo, jamás por convicción. Sólo se merece que le escupan a la cara y lo releguen al banquillo de los acusados. Ya le llegará.
No es un animal único. No pertenece a las especies en vías de extinción. Ojalá. Se mueve entre carroñeros de similar ralea y se alimenta de la desesperación y las carencias de quienes no saben, o no pueden, alzar la voz. Todos son una ONU en sí mismos. Tan onútiles/inútiles como la propia Organización de Naciones Unidas.
Una nueva cumbre contra el hambre, un nuevo fracaso. El tiempo de un discurso es simultáneamente el de varios cientos de entierros. El muerto al hoyo y el vivo a la ONU. El hambriento a pudrirse en vida, y el harto a vivir tan podrido.
No pretendo hablar del hambre porque no quiero tampoco contribuir aún más con mi cuota de hipocresía a esa falsa representación a la que no asisten los líderes mundiales. ¿Líderes? ¿De qué? Yo tampoco tengo hambre, sólo apetito.
Confieso mi cuota de culpa en cuanto sucede: soy incapaz con el bisturí de las palabras de extirpar el cáncer que está devorando a 800 millones de seres humanos. Creo que sólo en un mundo de pobreza y miseria sería posible conseguir la igualdad. Cuando no tuviéramos ni mierda para echar fuera del cuerpo. Ni ricos ni pobres. Seres humanos. Así diríamos algo distinto a lo que acabo de escribir. Lo cual es mi manera de quitarme de encima los muertos de hambre que me corresponden. En fin, me voy a desayunar.
Pero, ¿cuál es la solución?
Manuel Díez de los Ríos
20.06.2002
Las palabras pierden todo su valor. No ayudan a expresar aquello que sentimos, quizás porque, en este caso, sabemos que no contribuyen a conseguir nuestros propósitos. Son ya tantas veces, tantas frases, tantas condenas verbales. Nos quedamos huérfanos de instrumentos lingüísticos. Queremos paz mientras otros matan. Echamos de menos un nuevo diccionario que nos hiciera posible acabar con la vesania. Y ya nos duelen los cojones del cerebro de tanta impotencia. A mí, al menos, me duelen.
Todas las revoluciones comenzaron con palabras, aunque a continuación se empuñaran las armas. Pero los criminales etarras no son revolucionarios. No hablan, descerrajan tiros en la nuca y ponen bombas. Son cobardes matarifes. Ni siquiera verdugos, porque esos ajustician a condenados y ellos matan a inocentes. Ellos, que llevan más veneno en las venas que la serpiente de su emblema, vuelven a sembrar el terror. Ellos, a quienes este país, que no quiere muertos, les permite vivir.
No encuentro la palabra, pero alguna --búscala, Manuel-- ha de quedarme en los bolsillos del lenguaje. Recurriríamos a todo, menos al ojo por ojo y disparo por disparo. Me niego a pensar de la manera que lo hace esa ralea de criminales, a quienes todavía algunos se empecinan en llamar “activistas” o “terroristas”. Son asesinos. Y, por lo tanto, carne de presidio, pústulas sociales infectas que deben cumplir íntegras sus condenas. Sin privilegios ni consideraciones.
Pero nos llevan una gran ventaja, y lo saben: somos seres humanos. Ellos no. Nosotros pensamos. Ellos no. Si nos dejáramos llevar por sus inexistentes planteamientos mentales, este país se convertiría en un mar de sangre. De muertos sobre muertos. De matar a quien matara. De asesinar a cualquiera que asesinara. Ahí nos tienen cogidos por los mismísimos.
La pena de muerte no es la solución. Aunque, pobre de mí, con mi hatillo de palabras a la espalda, no sé cuál puede ser.
Quiere crear otro lenguaje
Manuel Díez de los Ríos
03.07.2002
Quienes somos virtuosos de nuestros vicios tenemos, multiplicado, el vicio de leer. Para, como decía Borges, no sentirnos orgullosos de lo que hemos escrito, sino de lo que hemos leído. Quienes sabemos que la vida no es más que el éxito de un fracaso continuo tratamos de comunicar sensaciones. Buenas o malas, a la manera de amanuenses de nosotros mismos. Periodistas. Escritores. Quizás por ello comprendemos el bromazo que significa venir al mundo y, además, tener que irse de él.
La muerte, eso que, rumores no confirmados, llaman la otra vida no consigue evitar que haya metafísicos en este mundo, seres angustiados por el vértigo del tiempo. O del lenguaje. Como mi amigo Gonzalo, que se ha empeñado en crear un lenguaje nuevo, no sé si un nuevo lenguaje. Parte de una base falsa: pretende un lenguaje asimilable por todos, sincrónico, capaz, incluso, de ser entendido por los ordenadores. Espero que jamás lo encuentre. Por su bien. Para que jamás pierda la capacidad de asombro, de sorprenderse. O, lo que es lo mismo, de aprender.
La memoria, como el periodismo, consiste en olvidar los recuerdos y recordar los olvidos. Decía Oscar Wilde que la diferencia entre periodismo y literatura estriba en que la literatura no se lee y el periodismo es ilegible. Hoy, paradojas del lenguaje, la mejor literatura se hace en los periódicos. Antes también se hizo.
Pasado el Mundial de fútbol, la letanía de las alineaciones y las euforias del gol, verdadero orgasmo de la hinchada, bien vendría remitirse a un equipo formado, entre otros, por Quevedo, Larra, Gómez de la Serna, Pedro Rodríguez, Manolo Alcántara y Umbral. La columna vertebral de un equipo de creadores de lenguaje: hay literatos y ellos son literatura, hay periodistas y ellos son periodismo. Hacen de la actualidad algo intemporal, porque sólo lo efímero permanece.
Lo dice Manolo Alcántara, creo, el maestro que quiere continuar siendo aprendiz:
- Son gentes que juntan las palabras con talento.
-¿Sólo eso?
-¿Te parece poco con todas las que hay?
Gentes que allí donde otros dimitieron de ella, o no la tienen, ponen la inteligencia al servicio de quienes, pobres de nosotros, disfrutamos con un artículo, un poema o una manera de decir por escrito. Gonzalo, olvida tu propósito.
El faraón ha hablado
Manuel Díez de los Ríos
10.07.2002
Aznaratón I ha hablado. Que así se escriba y así se cumpla. El dios ha bajado de su reino celestial y dictado quiénes serán los que le acompañen en la nueva travesía del Nilo político. Unos, sus fieles súbditos, le han aplaudido, plas, plas, plas, por tales designios. Otros, los del grupo Prisatis, encabezados por Cebrianetis han puesto el grito en el cielo, ¡fuera,fuera,fuera!, porque quieren ver a Zapaterhosis, cada día más clónico y prolongación de Felipeth, instalado en el palacio del Valle de Moncloa.
Aznaratón I ha mandado a la calle, entre otros, a doña Villalobos, que bien pudiera ser parachutada nuevamente sobre Andalucía, a la manera de delegada del Gobierno. Ra nos libre de ello. Cuota femenina, con más apariencia, y conocimientos, de dueña de puesto de mercado en Atarazanas que de ministra de Sanidad, cuenta con el respaldo de su Pedro consorte, el Arriola que le lleva encuestas y campañas a Aznaratón.
Ya se sabe: los matrimonios tienen de vez en cuando intereses comunes, y en éste que nos ocupa la Celia hará pucheros, no sólo con hueso de vaca, y pondrá morritos por un cargo. Mientras tanto, a Sanidad (por fin, ya iba siendo hora) irá una médica, doña Ana, la Pastor que lleve al rebaño por caminos más saludables.
Rajoy sale reforzado. Con su porte de Rajuá y su manera de hablar cuasi gangosa, el Gran Organizador deberá tomar las riendas de una comisión de subsecretarios que era un auténtico batiburrillo incapaz de funcionar medianamente bien. Al tiempo, y porque Cabanillas había terminado por no decir un pío bien dicho, será la voz de Aznaratón I, que estás en los cielos, y se enfrentará todos los viernes a esa manada de bestias con nombre de periodistas.
Rato, el más Rodrigo de todos cuantos quieren llevar al trote mantenido la Babieca económica, sigue al lado del faraón. No le han dado el juguete de Exteriores, con sus avioncitos de aquí para allá, que ha pasado a manos de Ana de Palacio, una Loyola sister, con preparos ella, porque, como en el caso de Cristóbal “Orejas” Montoro, con las cosas de comer no se juega, y son los dineros los que proveen de alimentos, ropa y bienes inmuebles, amén de presupuesto para la cosa pública.
A Piqué, Pepep que presentarán para baranda de la Generalitat y no pueden ahora quitar de en medio, le han dado consignas de hacer algo en Ciencia y Tecnología, un búnker en el que Anna, la Birulés número uno de su promoción en Berkeley, lumbrera en la empresa privada, mediocridad en la pública, sólo ha conseguido sacar adelante una ley, la de Internet, que suelta aguas de ilegalidad por todos sus flancos.
Permanecen Álvarez, el Cascos que fomenta eso de poner los puntos sobre las íes allá por donde pasa, un impagable peón de brega, y el Acebes, Ángel exterminador de batasunos, que deberá desde Interior echar a andar la ley que parió en Justicia.
Vuelve al Gobierno el chico campeón, muchachote canoso, la ceja izquierda levantada del régimen, don Arenas, el Javier, Bocanegra por su madre, que no abandonará todavía el cargo de secretario general de los de la gaviota, aunque le estén preparando el destierro definitivo.
Y llega, también, un guaperas que ha puesto a Valencia de dulce en los últimos años. Don Zaplana se apoltrona en Consejo de Ministros con la misión de tomarse unos cafelitos con Méndez y Fidalgo, el Dúo Dinámico, Manolo y Ramón de los currantes, pareja que curra poco pero está empeñada en llevar al país a huelgas generales que ni quiere ni necesita. Sustituye a don Aparicio, ese ministro con cara de andar siempre estreñido, que le ganó la huelga general a los sindicatos, 20 J para los amigos, pero no supo cambiarse el careto de eterno perdedor.
Aznaratón I ya tiene a sus posibles sucesores reunidos en la sala de juntas de la pirámide de Moncloa. Juntitos y en comandita. Menos Jaime Mayor, que sigue con la Oreja en el País Vasco. Hay más ministros y ministras, pero da igual. Son el relleno, la tramolla. Estén o no, se vayan o no de vacaciones, el país funcionará. Un cambio de Gobierno, a fin de cuentas, sólo es un nuevo reparto de poder: los mismos y las mismas.
Hace falta cambiar algo para que todo siga igual.
Jó
Manuel Díez de los Ríos
09.09.2002
Estaba jugando con “Blade”, su revoltoso cachorro boxer. En un momento dejó el juego, miró la televisión y soltó un “jó” de esos que sólo los jóvenes son capaces de deshilvanar. Mi hija no maneja el lenguaje como Quevedo, cosas de la edad, pero ese “jó” me sonó a la más sutil de las metáforas, a medias entre el no sé qué, el asco y la pena. Fue, sí, un momento en el que una palabra valió más que mil imágenes, aunque nadie haya sido capaz de fotografiar el Quijote.
En la pantalla, piñata al aire, profusamente desparramada de dientes, que le deben asfaltar más que empastar, revestida de blanquecina ilusión y, habida cuenta lo madura que es para su edad, (dicen los voceros, escribanos y tertulianos del régimen) con tocado de señorona metida en los cincuenta, estaba ella. Del brazo de papá, que se había permitido una mueca de bigote, una especie de rictus cuasi de herniado, similar a un esbozo de sonrisa. Mamá miraba, toda henchida de beatífico alborozo.
Con gafas de galán de la canción italiana años 60, muy gagá (qué adecuado resulta su apellido al leerlo de atrás hacia delante), y pinta de gilipuá versión pija del barrio de Salamanca, estaba él. Descendió del coche en mangas de camisa, mientras su mami se ajustaba la peineta y olé.
El escenario lo brindaba el más excelso de cuantos monasterios se levantaron para festejar a la muerte, batalla de San Quintín mediante, piedra sobre piedra, uno de los más preciados patrimonios del Patrimonio Nacional.
El gentío, la tramoya, lo ponían 1.200 gorrones de diseño, invitados vips que se llaman, amigos de la familia. ¿Quién no tiene hoy un millar de amigos a los que darle mesa y mantel cuando pagan otros? Ellos y ellas, noventa y ocho pasos contados de pasarela, unos tres minutos desde el comienzo del desfile hasta la entrada a la iglesia del monasterio, lucieron palmito como Dios les dio a entender.
Hubo algunos cuerpos danone, aunque muchos, la mayoría, eran cuerpos pimientos fritos. Algunas, andando como pataletes con los tacones sobre tan históricas losas, embutidas en trajes de colorines que atentan contra el buen gusto, parecían morcones reconvertidos en farolillos de feria.
Algunos, demasiados millones de euros en los bolsillos, eran el retrato de un gordo harto de dietas inútiles y viva el reino del colesterol. Mujer se vio que, patachula y muleta en ristre, cual toreando a la estética del protocolo mínimamente exigible, lucía vestido anaranjado que le daba porte de sobrasada mallorquina desteñida. Horror.
Los Reyes, al parecer (el príncipe y las infantas no), toman café con los papás desde casi siempre. Banqueros y empresarios que se daban literalmente de hostias por entregarle el dinero a los socialistas se comen ahora el piquito con los padres de la novia.
Ladrones de guante blanco que ganan dinero como por arte de mafia (he escrito mafia), algunos de ellos, hijos adoptivos de los Juzgados, condenados como vulgares mangutas, llegaban al templo acompañados de la propia o la nueva querida. Varios primeros ministros pusieron la nota de Estado a tan íntimo jolgorio, que a fin de cuentas El Escorial es sólo la ermita de un pueblo cercano a Madrid.
No había amigos de los contrayentes prometidos. Y prosacados, que ahora la virginidad no se estila en la venta de carne casadera. Y después hubo ágape. Y docenas de coches oficiales, y cientos de guardaespaldas y policías, y vengan platos de jamón, que cotizamos a tocateja los contribuyentes. Sobró de todo, que los 1.200 están sobrealimentados y le hacen ascos a la comida. Hay que joderse: no se comieron ni la parte del Jabugo que les pagué con mis impuestos. Desagradecidos.
La niña había dicho tres meses antes “Me caso” y no hubo manera de quitarle el empecinamiento, por no decir otra palabra, más relacionada con las partes nobles, que mejor vendría al caso. La niña se ha casado. Veinte años de niña. La Celestina se habrá sentido muy a gusto en su tumba. El alcahueteo en este país no se ha perdido. A quienes se casan hay que desearles felicidad, que ya tendrán tiempo para hartarse de pagar letras y tirar el amor al cubo de la basura.
A la niña de mamá Botella, de malva y maquillaje plastoso en el bodorrio, futura senadora que ha iniciado su campaña con tan sencillita ceremonia nupcial, sólo se me ocurriría decirle, cosa que le habrá dicho también su presidencial papi, supongo, “¿Qué has hecho, niña?”
Irene, mi hija, seguía jugando con su cachorro. Jó.
Viva Arnaldo en las alturas
Manuel Díez de los Ríos
10.09.2002
Y en eso que el superjuez se sintió como un aplicado operario de la SEAT. Alguien a quien la empresa le entrega una plaquita o un reloj en reconocimiento a sus muchos años de trabajo. Pero nada más. Un trasto humano al borde de la jubilación. No quisiera ponerme en su pellejo.
Como si de su puesto de la cadena de montaje hubieran salido cientos y cientos de autos cuya autoría nadie quisiera reconocerle. A Garzón hay quienes se han empeñado en hacerle parecer un constructor de autos que los demás aprovechan a la medida de sus intereses y/o circunstancias. Unos los aplican de inmediato, pero otros se los pasan por la parte más cálida de la entrepierna.
¿Qué he hecho yo para merecer esto?, se preguntaba Baltasar mientras en las ikastolas del País Vasco, allí donde hacen germinar la gusanera de la kale borroka y el asesinato, enseñaban a los niños que los Reyes Magos sólo son dos: Melchor y Gaspar.
Empeñado en su pelea contra el terrorismo (algún día habrá que agradecerle a este hombre esa actitud, independientemente de sus fallos o de aquel coqueteo en el tocador político de don González, el más Felipe de todos los sevillanos con poder), comprueba cómo, un día sí y otro también, los gobernantes vascos, los peneuvistas, que pactaron con los criminales etarras en Estella y ahora pretenden hacerse pasar por demócratas, autorizan manifestaciones probatasunos con la serpiente Otegi a la cabeza. No lo bajan a la cárcel, lo suben a los altares: “Viva Arnaldo en las alturas y en la tierra tiro en la nuca a los hombres de buena voluntad”.
Los acólitos de Arzalluz están empeñados en colocarnos a todos la mordaza. O el cabestro. O darnos por donde amargan los pepinos, no sé si me explico, que para algo el jefe fue jesuita y hoy por hoy, demostrado está, el índice de pederastas puestos en la calle por los seminarios sube en progresión matemática cada hora que pasa.
Y Garzón ha de morderse las uñas. Otra frustración más. Y quienes nos las mordemos desde siempre pensamos qué decidirá el Tribunal Supremo sobre la ilegalización de esa ralea de asesinos potenciales que cobran del dinero público. Y así van y vienen los días. A medias entre el deseo de vivir en paz y la mirada puesta de reojo en el siguiente atentado.
Mientras tanto, en un pueblo de Álava, de cuyo nombre no me sale de ahí mismo acordarme, el encargado de las fiestas ha dado luz verde a un cartel anunciador en el que, gracias a un fotomontaje, aparece la torre de la iglesia dos veces. Hacia ella se dirige un avión, y un bombero mira hacia arriba. Hijos de puta, y santas sean sus madres. Descerebrados de mierda. Miren ustedes ese cartel. Lo tienen en estas páginas.
Estoy seguro que, como a mí, se les caerá la cara de vergüenza, si es que, y porque nos la están rompiendo cada día, aún les queda cara.
¿Hay alguien que se imagine un cartel en cualquier pueblo de Estados Unidos en el que, para anunciar las fiestas, con sus fuegos artificiales y todo, utilizaran como reclamo las imágenes de los coches bomba de ETA reventando por los aires? Quizás Ibarretxe, ese clónico de Spok, pero con mala leche (que rima con su apellido), y Atutxa tengan la respuesta. Maldita sea su estampa.
Hoy quisiera ser una de ellas
Manuel Díez de los Ríos
13.09.2002
Noche cerrada. Dieciséis de diciembre de 1770. Una tremenda tempestad descargaba sobre Bonn, a orillas del Rhin. La lluvia caía torrencialmente y el viento golpeaba puertas y ventanas. Nadie en las calles. Magdalena, ya casi en los cuarenta, daba a luz a un niño. Hijo de un sifilítico alcohólico, el crío se convirtió en un hombre bajo, moreno, con el rostro achatado y picado de viruelas.
De expresión bondadosa, su risa era sin embargo violenta y desagradable. Coleccionista de dolores físicos y desengaños espirituales, escribió en su diario: “¡ Valor! A pesar de todas las flaquezas de mi cuerpo, mi genio triunfará. Es necesario que me rebele y revele todo entero”. Cuando se sumergía en el trabajo los músculos del cuello se le saltaban, las venas se le hinchaban y parecía que sus ojos cambiaran de color. Se veían grises, azules o verdes.
Veintiséis de marzo de 1827. Casi las seis de la tarde en el reloj de carrillón. Han pasado cincuenta y siete años. Aquel recién nacido, hombre avejentado y perdido en la soledad de su sordera, se levantaba de la cama y dirigía con sus manos el tropel de rayos y truenos que galopaban en los cielos de Viena. Pidió a quienes se encontraban con él que le llevaran hasta su piano, ése cuyas patas había hecho cortar para así mejor sentir las vibraciones del sonido. No pudo llegar. Le devolvieron al lecho. Una hora después murió. Sus acompañantes le cortaron los cabellos, que guardaron como reliquias.
La nave Voyager lleva años explorando las galaxias más lejanas a la nuestra. En su interior, y en distintos cofres, contiene discursos de varios presidentes americanos, anotaciones sobre las características de la raza humana, y un disco: la Novena Sinfonía. Beethoven, la música, cruza el espacio hacia donde el tiempo tampoco ha comenzado.
Y yo quisiera ser la Giulietta a quien le dedicó la sonata “Claro de luna”, la mujer cuyo padre le dijo que “ese hombre no te conviene, hija, es muy torpe de entendimiento”, o la Teresa que inspiró la bagatela “Para Elisa”, título que los copistas cambiaron al no entender la difícil letra del genio.
Dos personas conversan en la mesa cercana a la que ocupo. Pago y espero el cambio. Apuro el café y el cigarrillo. Tarareo una melodía. Hoy debería escribir un artículo de opinión. ¿Sobre qué?
Literalmente: comen mierda
Manuel Díez de los Ríos
16.09.2002
No lo sé, Virginia, pero lo imagino. El cielo debe ser muy aburrido. En el infierno, y menuda pelotera podemos formar, siempre queda la posibilidad de pedirle a Lucifer que se rasque los bolsillos y ponga aire acondicionado. El cielo sería divertido si San Pedro, porque Cristo lleva tiempo dedicado a sus cosas y no quiere líos, le abriera las puertas a los malos, para que fueran haciendo acopio de algo de bondad, aunque se confunda demasiadas veces con la gilipollez, y echara de cabeza a los buenos (beatos, meapilas y pegagolpes de pecho incluidos) a las calderas de Pedro Botero, para que se dieran cuenta de lo que vale un peine.
Además, en el cielo debe comerse bien. Y a eso no estamos acostumbrados últimamente. Nos están dando mierda por liebre. Bueno, en Argentina siguen ofreciendo gato en las mesas, que parece manjar apropiado para estos tiempos de corralito y carencias económicas. Y ranas. Y sapos. Y culebras. Y ratones. Aunque lo más apreciado por los improvisados gourmets es el caballo. Se sabe que alguno ha caído en la calle, rendido por el trabajo, y los vecinos, machete en mano, lo han descuartizado y repartido la filetada. Donde se ponga un churrasco de penco, que se quite el terneramen.
Mientras unos cincuenta millones de vacas pastan a su antojo en la reserva cárnica del mundo, alrededor de ocho millones de chés deben comer anfibios, reptiles y roedores. Los niños aprenden a distinguir el sabor del sapo, “de carne más mala y dura que la rana”, y las madres dan a su hijos solomillo de rata previamente lavado con lejía.
En un barrio de Quilmes, nombre comercial de la cerveza gaucha, hace poco azotado por la peste, hasta el punto de que hubo de acometerse una concienzuda campaña de desratización, los vecinos han pedido al alcalde que no fumigue, “porque si lo hasés, ¿qué vamos a comer, boludo?”.
En China, a la hora del desayuno, sopa de sésamo, algo de arroz y leche de soja, más de 100 personas han muerto intoxicadas con matarratas. Eran estudiantes, albañiles, y algún que otro anciano y niño. Poca cosa, casi nadie en un país de miles de millones de alguien. Los restauradores chinos han descubierto que, para bajar los precios, lo mejor es recurrir a determinados condimentos químicos. De sabor no estarán muy acá, pero llevan a la gente al más allá, y meten más dinero en caja. Además, para hacer más apetitosas las frutas y verduras, las barnizan con alcohol y laca.
Sí. El cielo, sobre todo para las gentes que aspiran al cielo de este mundo, ése que nos toca de cerca, es muy aburrido. Poco variado. A saber: hay quienes no tienen ni mierda en las tripas, porque nada comen, y quienes la tienen porque comen mierda. En el infierno, a buen seguro, ya se habría montado una de mil pares de fuegos para que mejorasen la comida.
El matrimonio, causa del divorcio
Manuel Díez de los Ríos
19.09.2002
Definitivamente no estamos preparados. Tenemos mucha información pero escaso conocimiento. Nos fabricaron limitados y no hemos logrado mejorar nuestros componentes básicos de entendederas. O sea.
Que dicen los curas que los malos tratos no son causa de nulidad matrimonial. Con toda la metáfora de que soy capaz, no sé si mandar a defecar a la vía a quien dedicó tan afortunada información a la parroquia, de feligreses o de descreídos, o a que le hagan la prueba de alcoholemia. En eso que terció Ricard María Carles, cardenal purpurado de Barcelona, para aclarar conceptos, por si había algo poco claro: sí son motivo de nulidad (no se me encabrite el personal, caray), pero sólo si se han producido antes de la boda. Léase que la mujer haya sido bien hostiada, a conciencia, con anterioridad a que se coloque el tul ilusión.
Soy de los que sonríen cuando presencian esa procesión callejera de coches a claxon sacado, encabezada por el de los novios, con cara de tontolitos (tortolitos es otra cosa), terminada la paliza de la misa y en dirección al gorroneo oficial. No sé si la pitada que les dedican es porque se casan, porque ya vienen majados de casa, o porque van a empezar una nueva vida de apaleo. Pero como la principal causa del divorcio, bragueta y dinero aparte, es el matrimonio, me consuela saber que el piterío no se repetirá cuando cada uno de los nuevos esposos decida irse con otro maromo u otra parienta, que siempre es bueno conocer gente cambiando de cama.
Allá ellos si aguantan el casorio eclesiástico. Han de saber, desde ya, que lo suyo, para poder descasarse, previo pago al tribunal de la Rota, abogados y demás, es montarse una excusa distinta a la de los malos tratos. Incompatibilidad de caracteres, por ejemplo. Sí. Mucho mejor. Menos berenjenal.
O, puestos a seguir el precepto, como el matrimonio es para toda la vida, y hasta que la muerte os separe, nada mejor que un descasamiento logrado a base de matar al cónyuge. Artesanalmente. A palos. Como se ha hecho toda la vida de Dios. Nada de utilizar pistolas y otras armas. ¿Ven qué fácil? Todo solucionado: el muerto (casi siempre la muerta) al hoyo, los curas a su Derecho Canónico, y a vivir que son dos días.
(Ahora que lo pienso, tengo que hacer un cálculo. No sé a cuánto sale el kilo de carne de niño sobada por un cura pederasta. Cáchis. Voy a ver si termino la operación matemática y les cuento el resultado.)
Sólo ha sido un accidente laboral
Manuel Díez de los Ríos
24.09.2002
Es distinto. No se debe desear la muerte para nadie, pero hay muchas veces que se desea la muerte a alguien. Cuestiones de lenguaje, que bien podía haber aclarado más a fondo Ferdinand de Saussure en su Curso de Introducción a la Lingüística General, libro que aprovecho para recomendar a quienes crean en la inutilidad de leer.
En España, y no me voy por los cerros de Úbeda, sino que me encaramo al muro semántico, se producen muchos, demasiados accidentes laborales que acarrean muertes. Se suceden las campañas para prevenir tal sangría, no siempre con resultados alentadores y satisfactorios. No obstante, en el sector de matachines, criminales algunos de comunión diaria que se distraen con el tiro en nuca ajena, sólo se han producido 40 en los últimos 30 años. ¿Por qué no aumenta la cifra? Debemos alentar a la sociedad a promover campañas promocionales tendentes a que sigan matándose en el desarrollo de su trabajo.
Cuando algún etarra manipule una bomba, ahora que no están bajo la piel de serpiente de Txelis, el máximo dinamitero de esos asesinos, hoy en la cárcel, no hemos de sentirnos tristes porque sus vísceras queden esparcidas en un radio de doscientos o trescientos metros. Los que anoche reventaron mientras se relamían de gusto porque iban a colocar los explosivos que asesinarían a cualquier inocente, sufrieron un accidente laboral. Nada más.
Traguémonos, por una vez, la hipocresía. No son mártires. Ni soldados por la libertad. Ni guardianes de un País Vasco Independiente, en el que, sabido es, los criminales etarras serían los guardias de corps, las SS y la Gestapo de Otegi, Ibarretxe y Arzalluz, encanallados en su lenguaje como clónicos de un Hitler redivivo, cuya dictadura llevaría las cadenas más miserables a una tierra hospitalaria, hermosa, y unos hombres nobles como pocos. Ni la una ni los otros se merecen este delirio criminal que impulsan quienes empuñan la nueve milímetros y quienes se pasan las decisiones judiciales por allí mismo.
La serpiente mata cuando está segura de que su rival no podrá aplastarle la cabeza. ETA mata porque la democracia permite vivir en libertad a quienes les apoyan. No hay pena de muerte para ninguno, ni la queremos. Pueden acogerse a la reinserción, y lo deseamos. ¿Perdonarles? Sí. Pero que ello no signifique resignación. No desean la paz, y terminaremos imponiéndosela por la fuerza de la razón, no de las pistolas. Pero no derramemos lágrimas de cocodrilo.
Se han asesinado a sí mismos. Mejor eso que lo sucedido horas después cuando un guardia civil moría y otros quedaban gravemente heridos. Para estos sí son necesarias la prevención, la ayuda, el reconocimiento a su abnegada tarea por un miserable sueldo, la solidaridad con sus familias destrozadas.
Para los otros, no. Allá ellos. Si los asesinos etarras persisten en su trabajo, ojalá les sobrevengan muchos accidentes laborales.
Carne fresca de jovencito
Manuel Díez de los Ríos
02.10.2002
El cálculo no es difícil, aunque prefiero dar el resultado en pesetas de las de antes, añoradas rubias para comprarnos las más variadas chuches. Grosso modo, y sin distinción de si es solomillo, brazuelo, pechito, lomo, jarrete o entrepierna, el sobo de muchacho virginal y/o monago de noviciado le está saliendo a la Iglesia yanqui por unos 19 millones la pieza.
Al cura Geogham, en la trena a la espera de juicio, apartado de masturbadores y otros especímenes del hágaselo usted mismo, le llueven las acusaciones. A más de doscientos hombrecitos recentales les metió mano durante su época de apostolado pastoral. La Iglesia, la yanqui y la vaticana, la de Bernad Law y Carol Woitila (¿cómo cristos se escribe y pronuncia este apellido?) sabía de sus aventurillas, pero sólo se limitó a castigarlo cambiándolo de diócesis. Y Geogham vio el cielo terrenal abierto, la bragueta de este reino que se le ofrecía con la cremallera abajo.
Escandalera habemus. Rasgadura de sotanas, amitos y casullas. No porque semejante Supermán pederasta haya estado en el redil tantísimos años, sino porque la cosa ha terminado sabiéndose.
A la Iglesia le importa un pedo la pedofilia. Su problema es que el conocimiento de lo que dentro ocurre trascienda más allá de los muros de latines y maitines. Mariconerío hay, ha habido y habrá en noviciados de machos y hembras (por separado, claro) desde tiempos inmemoriales. Para comprobarlo, podemos remontarnos a la Edad Media y a la historia de los Papas mujeriegos y su reala de clerigalla emputecida, que se han escrito libros sobre ello como para llenar con estanterías la distancia de aquí al Vaticano y volver. Recomiendo uno de los últimos, ‘El ángel desconocido’, de Eduardo Mendicutti, abanderado de la literatura gay en España.
Que los seminarios sean foco de homosexualidad es consentible por las autoridades eclesiásticas, quienes, y a la vista está, defienden la pedofilia de puertas para adentro y ante los tribunales si hace falta. Los calzoncillos sucios, polutos, se lavan en casa, no ante jueces ni canallas periodistas. Pero es que, ¡ay!, si al campo y los armarios no se le pueden poner puertas, ¿cómo hacerlo con los conventos y sacristías?
La Iglesia, que reparte condones entre sus curas y monjas de África, por aquello de facilitarles la tarea, aunque se los niegue a los autóctonos, en pro de una mal entendida defensa de la vida (que, curiosamente y en tales casos, rima con sida), y tampoco los ofrezca gratis a la salida de misa de una en los templos, pasa la mano sobre el toqueteo, pero no soporta la ruptura del celibato. Ahí sí que con la Iglesia hemos topado.
Los curas y monjas, ya lo dicen los textos dogmáticos, están condenados a sufrir amnesia en el sexo y aledaños. La curia condena con todas sus fuerzas el matrimonio, el amancebamiento o la juntera entre los eclesiásticos, pero no lanza con tanta frecuencia sus anatemas, Vade retro, Satanás, contra tantos Geogham a los que les cornea entre las piernas el deseo de carne fresca de jovencito. Cuestión de gustos, ya ven: una manera como otra de estar al día.
Méndez, Fidalgo, Josemaría y Osemaría
Manuel Díez de los Ríos
10.10.2002
Dicen quienes entienden de coyundas político sindicales que el Gobierno se ha bajado los pantalones ante UGT y Comisiones, o viceversa, que tanto monta, y que Méndez y Fidalgo, a la sazón subvencionados con partidas de los Presupuestos Generales del Estado, han puesto la vaselina. Ahora, ambos liberados, que han dado pocos palos al agua en su vida (y pocos es mucho decir), se presentan como dioses ante los trabajadores.
Los dos, alto y bajo, la una menos cuarto cuando se colocan para la foto, los mesías, se reúnen con los suyos para jalearse unos a otros, mientras se emocionan autollamándose “sindicatos”. Así van sacando tajada y liberándose de cualquier trabajo: viven de la gran teta del Estado, que sigue permitiéndoles la mamancia. (Me asalta una duda: ¿hay algún trabajador en esta tierra nuestra que afloje euros mensuales para pagar la cuota sindical? Jajaja. Y una mieeerda.
El Estado (o sea, todos nosotros) pagamos a esta gente por no hacer nada. A ellos y a la patronal, comandada por ese don Cuevas, otro listillo que no ha tenido una empresa en su vida. Sindicalista que fue de aquel tinglado que montó Franco, hoy está siempre a las maduras: lo suyo es poner la mano y llevarse la pasta a la talega. Otro mesías.
Y mesías es para los del Opus Dei (tradúzcase por “Obra de Dios”, no por Organización Para Usted Situarse, Dios Es Inocente) san Josemaría (todo junto) Escrivá de Balaguer, autor de ese “Camino” que el genial Perich parodió con su no menos genial “Autopista”. El baturro ya está en los altares. Juan Pablo el del Vaticano, muy en la línea opusdeísta, le ha conferido la santidad por decreto de cura mandamás. A este Papa le van a tener que mandar un aviso del reino de allá arriba: “Para, tío, que en veinte años de jefe nos has metido 465 nuevos inquilinos en el santoral y tienes a 1.294 beatos en lista de espera”. Wojtila ha canonizado a más de la mitad de todos los santos que la Iglesia ha ido dando a los fieles en sus siglos de existencia.
¿Quién iba a decirle a Juan Ynfante cuando escribió su “La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia” que Josemaría se iba a codear con Pedro, Pablo y demás figuras de la cosa sacra? Ni siquiera otro Josemaría (más Osemaría, que para ello es andaluz), en sus rezos a la Virgen del Perpetuo Socorro (él dice “Perpetuoscorro”, al puro estilo jerezano) podía imaginarse tal efemérides.
Ay, Ruizmateos de todas las Rumasas, ¿por qué te peleaste con gente de tanto peso en la Obra? También es verdad que, a pesar de pertenecer a ella, ninguno de tus banqueros enemigos, esos con apellidos de vals y de taberna, ha colocado un ladrillo en su vida, aunque haya amontonado cerros de billetes.
Pero ya se sabe: el servicio a los trabajadores (me río yo), la sonrisa del “padre”, y la gran banca no están reñidos con el vivir del cuento, los falsos golpes de pecho y la santidad de andar en zapatillas por casa.
Música y literatura, palabras y sonidos
Manuel Díez de los Ríos
14.10.2002
Enfermo, aterido de frío, y a la luz de una vela, Yuri escribía poemas a su amada Lara. Aquellos ojos enrojecidos de Zhivago que miraban un paisaje helado, tras limpiar el vaho de los cristales de la ventana, ya son parte de la historia del cine. Omar Shariff y Julie Christie encarnaban a los personajes del libro de Boris Pasternak. Sonaba de fondo “Somewhere my love”, compuesta por Maurice Jarre, pero que será recordada en la versión de Ray Conniff.
Música y literatura. Conniff, a quien se le paró el corazón como a Yuri Zhivago, se ha ido con la música a otra parte, al reino de lo etéreo, no sin habernos dejado muchas horas para disfrutar de su manera de entender las palabras de los sonidos y los sonidos de las palabras. Pentagrama y folios.
¿Quién le hubiera dicho a Joseph Conrad cuando escribió “El corazón de las tinieblas”, un texto ya clásico en Occidente, que los negros no son tan salvajes, cafres, gruñidores e imbéciles como él los describe? Siquiera cuando Coppola utilizó esa novela para crear la magistral ”Apocalyse now” surgieron voces discrepantes respecto al racismo que aquella destila en demasiadas de sus páginas.
Ha sido un negro, Chinua Achebe, quien le ha echado en cara hasta la saciedad todo cuanto los demás han silenciado. Un nigeriano en silla de ruedas, una metáfora humana viva de esa África que el mundo llamado civilizado no consiente que eche a andar de una vez. Su “En casa y en el exilio”, fustigadora de la hemorragia xenófoba de Conrad, le ha abierto las puertas del Premio de la Paz, un galardón que, otorgado por los editores alemanes, a muchos nos parece más verdadero y valioso que el dinamitero Nobel.
Premios y jurados. En España le han dado, y nunca mejor dicho por la simple nacencia en una parte de su territorio, el Nacional de Narrativa a un fulano de nombre Unai, Elorriaga por su padre, cuyos méritos son tener 28 años, haber escrito una primera novela de 150 páginas sobre un tranvía y no sé qué más, haberlo hecho en euskera, idioma literario donde los haya, y decir que ama a Cortázar y Borges. Dice también el amanuense vasco, y no se le cae el careto de vergüenza, que su libro se puede leer como ”Rayuela”, ese monumento a la imaginación escrito por Cortázar. O sea, ha intertextualizado, vulgo copiado, un estilo ya clásico.
En esta España de catetos nacionalistas y nacionalismo cateto, un patio de putiferios donde se dan de hostias por tener contentos a vascos y catalanes, no sea que pidan por esa boquita de bombas e independencia, se premia a un cachorro de aprendiz de escritor con un galardón que, se supone, tiene prestigio. Y lo deciden trece fulanos y fulanas (perdón, menganas) que no tienen ni vasca idea de euskera. Unos dicen que leyeron dos capítulos traducidos por el propio autor. Otros dicen que tres. Todos mienten.
El Nacional de Narrativa es un simple mangoneo ¿intelectual? que habla a las claras de lo que también son, serán y han sido, el Planeta, el Cervantes y demás ralea, tan prestigiosamente desprestigiados y en los que catetez y estulticie se extrapolan a todos los países de habla hispana. Con sus euros y oropeles se los coman.
Que alguien le cuente el cuento
Manuel Díez de los Ríos
18.10.2002
Ismael Serrano quiere que le contemos un cuento. No desea quedarse atrapado en azul en cualquier paraíso desierto donde la memoria de los peces le sirva para recordar la traición de Wendy. Esa Wendy que siempre nos traiciona o a la que acabamos traicionando.
Sin edad para haber vivido Mayo del 68, Ismael aún se siente el Peter Pan que no quiere convertirse en alguien a quien se le olvida el camino de regreso. A sus veintinueve años, con tantos pájaros en la cabeza, preguntándose qué andarás haciendo o recordando paseos por Buenos Aires, él se empeña en que Amanda vuelva a la puerta de la fábrica para esperar a Manuel. Ese Manuel que no saldrá jamás de nuevo.
Que alguien le cuente el cuento. Porque no podemos dejarle con la idea de que bajo los adoquines hay playa o de que las hostias no van a seguirlas recibiendo los de siempre, así en la tierra como en los cielos. Saquémosle de dudas. Por joven, porque ama tanto la vida. Porque canta. Porque les habla a los veinteañeros de los pantalones de campana que jamás usó, las chicas en minifalda a las que no tuvo en sus brazos con canciones de los Rollings, los dictadores a los que no sufrió, las madres de la Plaza de Mayo huérfanas de hijos, el guerrillero loco al que mataron en Bolivia, y hasta los polvos imaginados en noches de sexo amnésico.
Ismael, capaz de repartir instrucciones para salvar el odio eternamente, se mira en los adentros para preguntarse “qué va a ser de mí”. Como todos nos lo preguntamos. Con una persona, o sin ella, a nuestro lado. Con una casa, o sin ella, encantada. Con pájaros, o sin ellos, en la cabeza. Con una canción, o sin ella, de gratificante amor propio. No merece quedarse sin su cuento antes de dormirse. Rebusquemos en la memoria de los olvidos para hacerlo posible.
Es cierto. Fue terrible aquel año. ¿Qué andarás haciendo? Ahora, cuando la ciudad parece un mundo, han pasado cien días más de cien días, y aguantamos lo que hay que aguantar.
Ismael Serrano cantó anoche en el Teatro Cervantes de Málaga. Belleza, comunicación, feeling, fuerza. Alguien, tú, me dibujaba un amanecer a través de una ventana. Doy un trago a estos papeles: brindo por él y por aquellas canciones nuestras a cuatro oídos.
Mejor pedir perdón que permisos
Manuel Díez de los Ríos
12.10.2002
No soporto a quienes van del útero a la tumba en línea recta, con el cabestro de su conformismo bien colocado y su felicidad avícola a cuestas. En justa correspondencia, tampoco esas personas me soportan. No entiendo los días como funerales de veinticuatro horas ni que a la vida puedan ponerle precio las rebajas de la muerte.
No imagino otro modo de emprender el último viaje, adecuado para ir ligeros de equipaje, ya lo dijo Machado, que no sea el de dejar atrás un pellejo vacío. Que abandonemos un despojo porque nos hayamos saciado de vivir. Saciados, no hartos. La vida no puede ser una antesala de la muerte. Por eso es preferible, higiénico y recomendable vivirla con un “me equivoqué”, antes que con un “¿por qué no lo hice?"
Mejor pedir perdón que andar gestionando los permisos. La dignitas de los romanos.
Zurich, Suiza. Calle Gertudestrasse, 84, tercero izquierda. Un edificio gris, cuadrado, frío y feo como casi todos los cubículos que albergan oficinas y funcionarios covachuelistas. El piso del que hablo tiene cocina, cuarto de baño y una habitación con dos camas, decorada con un cuadro que representa una mujer desnuda, y ambientada con algunas plantas. También hay varios discos de música clásica. Ochocientos euros cuesta el alquiler mensual. En él tiene su sede la organización Dignitas, presidida por el doctor Minelli, un ángel de la vida para quienes van a él reclamándoles que les ayude a morir.
Erika Lulley, 59 años, enfermera de profesión, ojos azul cielo y pelo cano, está en la vivienda, acompañada de otra persona, enferma terminal de cáncer, a la que ha dado un cigarrillo y una sonrisa. Enciende el equipo de música. Suena una cantata de Bach. Su acompañante se lleva a la boca un vaso con agua, en la que Erika ha diluido quince gramos de pentobarbital de sodio. Salud. Adiós. Hasta luego. Y de un trago. Cinco minutos después ya está en ese siempre que es el nunca de la eternidad.
Ha muerto tan dignamente como quiso vivir, sin un minuto en balde y vacío. La enfermera marcará el número 117, teléfono de la Policía de Zurich, y un agente y el juez se presentarán para testificar el fallecimiento. Los familiares podrán enterrar el cuerpo o llevarse las cenizas. Erika sonríe: “Lo mejor es que quien quiera morir lo haga de 2 a 3 de la tarde, porque a los policías no les gusta venir de noche”.
La asociación tiene en la actualidad 1.800 socios, que pagan 18 euros anuales. Por escasas 3.000 pesetas hay quienes sacan billete de primera clase hacia la nada. Todos piden música para irse con su música a otra parte. Lo prefieren a engrosar la terrible estadística: cada 40 segundos una persona se quita la vida en el mundo. Cuando termine este artículo, habrán sido diez o doce. Punto y final.
Partido de Mangantes Unidos, PMU
Manuel Díez de los Ríos
22.10.2002
¿Quieres que juguemos a ser personas mayores? De acuerdo, ¿quién dice la primera estupidez? Es uno de esos geniales diálogos que Quino puso en boca de Mafalda y su amiga Libertad, una frase que vale por varios tratados completos de sociología aplicada.
Y es que, a medida que cumplimos años, o nos aborricamos o perdemos las referencias, que suele ser lo mismo. Las palabras pueden transformarse en sonoros rebuznos, cuyo valor queda reducido a la mínima expresión, habida cuenta el mal uso que de ellas se hace.
Hay una turbamulta de políticos expertos en la materia. Echen un vistazo a su alrededor y lo comprobarán. Gran mayoría de nuestros padres y padrecillos, putativos o no de la patria, no tienen ni puñetera idea de nada, pero, no conformes con ello, además opinan. No sabemos qué será peor. Cuando cogen la hebra del palique y el palabrerío son capaces de hilar frases tan fáciles de entender como el estribillo del Aserejé, la madre que los parió. Y así nos va.
Don Zapatero, muñequito clónico de don González, padre del felipato gonzalista que sufrimos años ha, se ha dado un baño de populacherío, pan y circo, en la plaza de Vista Alegre, debe ser para torear la que se nos avecina. Con mucha cojoncianina, un derivado ibérico de la testosterona, el casi eterno culiparlante del Congreso, parece haber despertado de su inopia en los últimos tiempos.
Y lo ha hecho cuando los del PP han puesto en marcha su máquina de perder votos, están de capaznar caída y parecen decididos a que el PSOE llegue nuevamente al poder. Don Zapatero, que días pasados hizo, debemos reconocérselo, un papelón (leáse gran papel) en el debate de los Presupuestos Generales del Estado, sin hablar nada de cifras pero con una gran puesta en escena de traspaso de papeles, los que le dio don Sevilla, y morritos como de estadista en trance de cabrearse, huummmm, se ha permitido un orgasmo verbal. Otro más. En la plaza, con los fieles a pique de un repique, dijo la sandez que pasará a la Historia: “Voy a quitarle el poder a los poderosos”. Plas, plas, plas, plas, muchos aplausos, enloqueció la asistencia, que la gente está deseosa de carnaza y de echarle la culpa a los de siempre.
Jajajaja, qué cachondo el José Luis. Los banqueros, especuladores del suelo, y gentes de la Trilateral se herniaban de risa. Hasta don Boyer, único socianosequé no invitado al acto, empleado en dar lustre a los cuarenta y seis cuartos de baño que comparte con doña Porcelanosa en Villa Meona, soltaba una carcajadilla de las suyas, jijijiji.
Zapatero, a tus chorradas. Ya que te vas a quitar el poder a ti mismo y a los tuyos, servidor, como ejercicio de higiene mental, votará en blanco. A la espera quedo de que algún mesías político nos llegue, sin vergüenza ni vergüenzas, diciendo que “voy a forrarme, a trincar, a corromperme, y a forrar a todos quienes me bailen al son”. Se presentará por el PMU, Partido de Mangantes Unidos. Será sincero, dirá la verdad, ese tío tendrá mi voto.
¿Por qué no te has quedado allá, ayatolá?
Manuel Díez de los Ríos
30.10.2002
Debajo de su chilaba de diseño, árabe profeso él pero con ropa cara, trae un variado muestrario de objetos. Ni relojes, ni video cámaras miniatura, ni plumas Montblanc. Ha venido más preparado para la vida moderna, cosa de los tiempos que corren, y acorde con las diferentes suras que forman su libro de cabecera. Ese librote que igual lleva debajo del turbante, caber le cabe, aunque ningún portavoz oficial se ha pronunciado al efecto, y la duda me corroe.
El ayatolá, que bien podría haberse quedado allá, con otros seguidores de Alá y personajes a los que el mismísimo Ciro pondría ahora firmes por borricos, esconde bajo su capa no piojos como habichuelas, que se decía de la de Luis Candelas, sino sentencias a muerte (antes de emprender viaje para acá dejó allá a un ahorcado de una grúa, el cuelguing, no puenting, más practicado en su país), amputaciones de manos a ladrones (unas quinientas en los últimos cuarenta y cinco días) y adúlteras ejecutadas (ni se sabe cuántas), entre otras muestras de su espíritu democrático.
Las hembras de Irán, las persas de dos piernas, que de otras no hablamos, valen la mitad que un macho, los persas de tres piernas. Todas son impuras. Todas un conjunto de agujeros destinados al placer, ¿impuro también? Todas tienen el exclusivo valor de convertirse en huríes que recibirán, cuando la espiche, al creyente musulmán en el Paraíso, aunque menuda paliza le espera al notas si, como dice el Corán, lo harán mientras le recitan sus versículos.
El ayatolá, ¿quién le mandaría a don Aznar, ¿o ha sido Asnar?, y los suyos consentirle venir para acá? se ha meado en el protocolo patrio, en la reina, en la ministra de Asuntos Exteriores, en la presidenta del Senado y en las demás con algún mando en plaza. Sólo las concejalas del Ayuntamiento de Madrid, mayoría ellas en la cuota política, se han negado a hacerle el caldo a tan funesto, tirano, sátrapa y dictador personaje (se queda corto el diccionario), cuya moderación más conocida consiste en que no se deja los dientes tan amarillos como los lucía Jomeini.
Llega a España y dice que ni vino ni mujeres. En fin. No quiero trivializar el mal ni tan siniestro comportamiento. Pero me molesta (¿o se dice me jode?) que Mohamed Jatamí (¿o es Fulaned Zutaní?) esté haciendo aquí lo que le dé la gana. Y más me jode (¿o se dice molesta?) que nuestros políticos le hayan consentido los caprichos porque, argumentan los muy lelos, hay en juego sustanciosos contratos empresariales.
¿Acaso son los Gobiernos quienes firman los contratos? ¿Acaso el protocolo ha roto jamás una operación comercial? Nos hemos bajado los calzones, que de las bragas no hablo, se vaya a cabrear el Fulaned, para justificarlo por dinero. Y hemos pagado la vaselina. Así, cuando el Zutaní, o el Fahd de Arabia, o tantos otros llegan a España, se burlan de nosotros, a mandíbula batiente, porque nos echan una limosnilla y saben que les estaremos eternamente agradecidos. Renegamos del moro, pero no le hacemos ascos al cheque del jeque, aunque el cheque chorree sangre y el jeque nos cague y mee a discreción.
La Manuela acusa al Juan Manuel
Manuel Díez de los Ríos
03.11.2002
En ese pueblo se le reza a san Ernesto Guevara, el Che de todas las revoluciones y poster de todas las progresías, no hay cine para que el capitalismo no corrompa la inocencia comunistoide de sus habitantes, y su alcalde perpetuo desde 1979, Juan Manuel Sánchez Gordillo, maestro en excedencia por la gracia del ministro de turno entonces, encabeza cuantas manifestaciones de jornaleros, que son la tira, se llevan a cabo en el terruño y alrededores.
Marinaleda, refugio del campesinado rojeras, sale de nuevo en papeles, radios y televisiones, no por una algarada de aceituneros y segadores sino porque una lugareña de 32 calendarios, casada con un toxicómano y madre de cinco hijos, acusa al barbudo primer edil de habérsela estado beneficiando trece años.
En pago a los favores sexuales que hubo de prestar, dice la propia, de nombre Manuela, gitana de pura cepa calé, el alcalde la mantuvo como limpiadora en el Ayuntamiento, le pagó un aborto, le compró un coche de segunda mano, y le dio vales para comida y otras cosas “que me hacían falta”, porque debía alimentar y vestir al churumbelamen y al marido
Como el excelentísimo Sánchez no era de lujos y oropeles, a pesar de que hasta el 2000 cobró dos sueldos, unas 600.000 al mes, en calidad de maestro excedente y diputado del Parlamento Andaluz, algo que él decía desconocer, porque empleaba el dinero en dárselo a todo quisque, y tenía siempre la cartilla en números rojos (no iban a ser azules, joé), a pesar de todo ello, digo, Manuela ha dejado claro que sus follandeces eran un tanto cutres. Ni el Ritz de Madrid ni algún cinco estrellas de Sevilla. No. Para las urgencias del fornicio y la coyunda, empleaban el descampado que hay detrás del Ayuntamiento. Eso es amor al campo y respeto a la Naturaleza. Eso es ser jornalero de pura cepa: a falta de pajares cercanos, los rastrojos servían de colchón. ¡Qué rústico y pastoril resulta todo!
Dicen también otras buenas almas del pueblo, ahora desatadas de lengua, que Lucrecia, la primera mujer del presunto garañón, terminó marchándose de su lado porque nunca le compró un buen electrodoméstico, argumentando que esas eran cosas de burgueses capitalistas. Claro que él ni lavaba ni planchaba ni fregaba, hasta ahí podíamos llegar.
Así las cosas, el alcalde anda ahora empurado por un juzgado de Estepa, que deberá discernir si, además de desabrocharse tantas veces la bragueta, se llevó dinero de la caja pública, cosa que la Manuela también ha largado por esa boquita de piñonate.
Mal asunto, Juan Manuel. Malo. A lo mejor no es para tanto. A lo mejor ni siquiera es. Quizás ni sea. Pero en las fotografías que te hicieron anteayer tu mirada no tiene la claridad de siempre. Venga, tío, que no te machaquen si no llevan razón. Más cornadas te han querido dar, y has salido sin heridas.
¿Qué hacemos los hombres después de miccionar?
Manuel Díez de los Ríos
06.11.2002
Ya lo dijo quien lo dijo. ¿Oye, qué fue lo que dijo? “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Hoy, las cosas son más complicadas. Ahora se trata de tener unos apoyos con los que mover el mundo, convertido en un patio de monipodio en el que nos lanzamos a degüello unos contra otros y maricón el último.
Pasados esos días en que el año se anoviembra y vamos a darle la paliza a nuestros muertos, con flores, lucecitas, lágrimas de cocodrilo y parafernalia variada, volvemos al mundo de los vivos y ahí te quiero ver. Quien más quien menos busca apoyos para justificar sus actos e, incluso, justificaciones que hagan actuar a sus apoyos. No entraré en tales dilemas, pero voy a permitirme una sonrisa (horizontal, que soy hombre y no me es posible la vertical, salvo cuando logro provocarla en alguna de sus dueñas). Me río de varias estupideces (¿o son estadísticas?) que sesudos sociólogos manejan hogaño.
Dos millones de compatriotas dicen que son infieles a sus propios y propias, o viceversa. Al fin. En España, lugar donde la cornamenta no debía ser mentada, sino llevada con dignidad y alevosía, ya es posible hablar y no parar sobre tales prominencias. ¿Quién no recuerda el viejo chiste? “Camarero, ¿dónde han puesto los cuernos que había colgados en esta pared? Señor, ahí lo que teníamos era un espejo”.
Como todo ha de hacerse objeto de estudio, quienes velan por el buen estado sinérgico de nuestras meninges aseguran que el 98 por ciento de los hombres no se lavan las manos después de miccionar (¡ay, cuán socorrido es el latín para esto de los palabros!), aunque hayan tenido previamente un asunto entre ellas. O quizás por eso.
Al loro como están de todo lo referido a la seguridad vial, en previsión de que las carreteras y sus arcenes no se asfalten de más cadáveres, acaban de darnos a conocer que el 67 por ciento de conductores se sacan mocos a la menor ocasión, y que el 23 por ciento de ellos hacen pelotillas con tan nasal material.
Así, qué satisfacción, ya podemos tener argumentos para enfrentarnos al día a día. El saber no ocupa lugar y nuestro aprendizaje ha de ser continuo. Para ir por el mundo con el apoyo de la frente alta y la lengua larga (lo de la falda corta es opcional, mi querido Sabina). Que aunque no nos guste esta vida, hace falta vivir, según creo. Y es mejor hacerlo con sapiencia que en la inopia. Menos mal.
Que los mesmos no estén con las mesmas
Manuel Díez de los Ríos
08.11.2002
Debe ser por aquello del olor. Cuando los animales están en celo, estro para quienes gusten del lenguaje científico, se reconocen olfateándose. Después pasan al hola, ¿qué tal?, al tanto gusto, el gusto es mío, y al final el gusto es de ambos. Lo hacen de manera distinta a los animales de dos piernas (pronúnciese piennnnas), pero lo hacen, que me lo han dicho mis perros.
En un colegio de Ourense, (¡caraju con los gallegus!), las privilegiadas mentes responsables de la educación del muchacherío decidieron separar a los unos de las otras en los recreos, no fuera cosa que se dedicaran a olfatearse en los servicios y a procurarse satisfacciones y cambio de aceite en los bajos más o menos peludillos.
La ministra Pilar del Castillo (en Galicia dicen que “castillo” es uno que no se va de putillas) aprobó tan eficiente medida, en orden a garantizar la virginidad de rapaciños y rapaciñas, siempre con la sabiduría que dan los años respecto a que los unos son verdaderas rapaces para las otras, en tierras galaicas y/o en cualesquiera otras. Nada, que no. Que los mesmos no podían estar con las mesmas. Que aquello de “Los chicos con las chicas”, canción de Los Bravos, prehistoria de la música, es sólo un soniquete sin valor alguno.
Faltádoles ha a tan insignes próceres culturales impedir la entrada de los ellos con los ellos a los retretes, que hoy en día hay mucho homomariconeo suelto, y de las ellas con las ellas, pues las tordas no se quedan atrás en eso de emparejarse con las de su propio sexo, bollería que se llama. También podían haber esparcido virus gripales por los patios del cole. Con todo el personal resfriado hasta las trancas les hubiera sido imposible apreciar los efluvios corporales que se despiden en trance de follandilla y habrían garantizado esa tan recomendable abstinencia carnal que demasiados consideran idónea para ir aplacando el sexo hasta más ver.
Lo malo de esas cosas de los olores es que los educandos piensen también en cómo evitar que los rapaces anden todo el día con la mano vuelta, dejando a Onán a la altura de un simple pajillerete y no todo un profesional, como lo era, de la paja, gayola, gallarda, manola, en todas su variantes.
Antaño los curas decían que masturbarse contribuía a que se derritiera la médula espinal, aunque ninguno de ellos padecía semejante mal. Hogaño ciertos maestros tienen las cosas más fáciles: recreos separados por sexos, y ahora meas tú, ahora yo. Qué bien.
Que apagues el calor, y lluevas
Manuel Díez de los Ríos
12.11.2002
Alguien me ha pedido que te lo pida: que apagues ya el calor, y lluevas. Llora de una vez sobre nosotros, sobre los cuatro costados de esta Málaga, para enseñarnos a reír. Seas Tlaloc, el dios azteca, o Manitú, que llevaba a los indios al Paraíso. Seas la advocación a Guacantanga o los cabellos al viento de Georges Moustaki. Seas un tema de “El último de la fila” o un poema de Luis García Montero. Seas el piano de Eric Satie o el Jesús del Gran Poder de todos los gitanos, no de los polanquistas. Seas un verso, ése, sólo ése, de Vallejo o una canción de Serrat. Seas, ante todo, Jehová, que no parece (y acéptame el juego de palabras), sino un simple Jehoviene que se niega a empaparse con todos nosotros.
De paso, moja el mundo y límpiale la mierda con que nos rociamos cada mañana. Uff, menuda petición me está saliendo. Seas quien seas. Que hace falta beber. Y ducharse. Y lavar los platos. Y fregar los suelos. Y regar las plantas. Sí, también eso forma parte del contenido de una sonrisa medianamente civilizada y consumista, aunque nadie haya tenido la idea de abrir una tienda de lluvia a veinte duros, sesenta céntimos de euro al cambio.
Ponte a llover mejor que en las películas francesas, en los libros de García Márquez, en la música de Miles Davis, en la voz de José Feliciano o en las comparaciones de Juan Luis Guerra. Llueve de una lluviosa vez. Con la prosa de llenar los pantanos y con la poesía de quienes, a pesar de tropezar continuamente en la piedra de siempre, que no hay otra, preferimos ser lluvia a ver llover.
Alguien, sí, me ha pedido que te lo pida. Necesita sentirse frente al mar en un día nublado y lluvioso. Quiere oír el saxo de Charlie Parker desgranando en gotas de lluvia las notas de “Embraceable you”. Lo necesita en una buhardilla a la que la lluvia da esa impronta que sólo confiere el sentirse bien con uno mismo. Para vivir y florecer.
Lluvia. Llueve. Sobre los hombres llueve. Sobre la calle llueve. Sobre mi casa llueve. Somos millones que la necesitamos, pero alguien en especial quiere esa lluvia. Sabiéndonos llovidos, yo dibujaría una gota de lluvia en sus labios. Y tal vez, me llevaría su corazón en un cesto de agua. Tampoco es pedir mucho, aunque agoreros, meteorólogos y gentes de la hidrografía suelan hacerlo de otra manera.
Que el 'Mochi' quiere ser alcalde, horror
Manuel Díez de los Ríos
27.01.2002
Bueno, al fin. Alguien nos oyó, y el dios de la lluvia lloró sobre nosotros. La habrás visto, olido, pensado y dibujado. Ella, la ansiada, llegó. Como dices, lo hizo por paquetería urgente. Sin precipitarse, aunque haya habido precipitaciones. No obstante, para vergüenza propia, ajena y general, sin prisa pero sin pausa, ha vuelto a poner de relieve las carencias en infraestructuras de este pueblo grande llamado Málaga, cuyas alcantarillas son como tapaderas de cemento que contribuyen a inundar aquellos lugares donde se encuentran, no a desaguar.
Los barrios convertidos en albercas, las salidas de los bomberos, las brigadas de limpieza desatascando imprevistos que deberían haberse previsto, colas de muchos kilómetros en las carreteras, y retenciones de la madre que las parió en la circulación (eso que ahora los soplagaitas y otros políticos llaman “movilidad urbana”) han sido como el agua nuestra de cada día de una tierra boquerona que, cuando le lavan la cara, protesta como gato escaldado.
Y en estas, para que no se agote nuestra capacidad de indignación, llega también el ‘Mochi’ y dice que quiere ser alcalde de Marbella por el grupito ese que ha creado el abogado Rodríguez Menéndez. Juan Erasmo trae un programa electoral que, como dicen por aquí, te cagas. Muchos políticos no saben lo que hacen, aunque siempre resulta mejor eso que si se pusieran a hacer lo que saben, pero lo del Juan Erasmo, que ni es político ni nada parecido, tiene mandanga.
Este personaje, otrora en pantaloncitos acampanados y camisas de cuello picudo, cantarín que fue de ‘Mami Panchita’ (“¡Qué si un día te viera llorando, no sabes lo que yo haría por devolver la sonrisa a tus labios…!”) y “El lagartija” (“Le llaman “El Lagartija” porque siempre tiene prisa y le gusta el sol…”), canciones de tan sublime inspiración poética, dice que a Marbella se la arregla haciendo de ella "un espacio de ocio, de belleza y de divertimento". O sea, que aquello vuelva a convertirse en el putiferio de la jet set antañona.
Si llega a ser alcalde (los dioses habrán decidido, gracias a Dios, que no lo sea), asegura que se hará acompañar de "personas que entiendan bien lo que hacen y estén relacionadas con las competencias a asumir, con conocimientos profundos". Anda, ea, toma ya. ¿Se estará refiriendo a los mineros? Espera, Mochi, que me voy a esco.., digo a tirar de risa. Jajaja. Ya.
Lo mejor del caso es que el jefe del Juan Erasmo es Emilio Rodríguez Menéndez, el leguleyo barrigón conocido por las periquitas de que suele rodearse, aspirantes todas ellas a putiplistas, por sus apariciones en programas y revistas de bragueta, por pedirle mil millones de pelas a Rocío Jurado con destino a Antonio David, el ex yerno, ex guardia civil y ex cepillador de Rociíto, y, sobre todo, por haber mentido de la manera más cruel a toda España.
Cuando estaba reciente el terrible crimen de Alcásser, este siniestro personaje, que ahora quiere ser alcalde de La Línea de la Concepción, publicó en el periódico del que era propietario una supuesta entrevista, fotografías incluidas, con el mismísimo Antonio Anglés, el asesino más buscado de España. Todo fue un montaje, una falsedad, una ignominia. Qué asco. Ya sólo falta que intelectuales y pensadores de la talla de Belén Esteban, Quico Matamoros, Emilio del Pozo, Tamara, y Paco Porras encabecen las listas electorales de otras circunscripciones. Así todos empezaremos a creer un poco más en la política y sus profesionales.
Extraterrestres de no sabemos dónde
Manuel Díez de los Ríos
28.01.2003
Las comunicaciones interplanetarias avanzan a un ritmo que nuestras entendederas no pueden asimilar, por muchos móviles con los que nos estemos amargando la oreja y ordenadores que nos dejen los ojos haciendo chiribitas.
Dicen los raelianos que descendemos de unos extraterrestres llegados a la Tierra hace 25.000 años, mes arriba o abajo, sin aclarar si fue por la mañana o a media tarde. Tampoco especifican, qué desazón, si procedían de más allá o acá de Plutón ni si de, según se mira al cielo, a la derecha o a la izquierda, con lo cual me dejan geográficamente descolocado en mi nacimiento primario. Otra carencia más que llevarme a la biografía.
La portavoz de la secta, una tal Brigitte Boisselier, de buen ver, cálido verbo, silicónicos morros, y de profesión sus supuestas fabricaciones de niños como churros, se ha aprendido el discurso y lo suelta allá donde tiene audiencia. En principio, ha calado hondo entre los japoneses, esas gentes que, cuando te miran, no sabes realmente si te están mirando o sospechando de ti, al ser sus ojos dos puñaladitas en un cartón.
Los raelianos están diciéndonos que, si fuéramos de otro mundo, dejaríamos de sentirnos tan extraños en éste. Tal vez por eso llevamos destrozándolo meticulosamente minuto sí y minuto también, con total eficacia. Nos gustan los amaneceres y anocheres, pero no escatimamos esfuerzos en llenar de mierda la atmósfera y las playas. Tenemos macetas en el alféizar de la ventana y en la mesa de trabajo, pero acumulamos papeles que son resultado de talar bosques enteros.
Ninguno nos creemos de este mundo y hay quienes prometen, por la gloria venidera (algunos, incluso, hasta por sus muertos) otro para después de diñarla. Con los de Rael y la Iglesia hemos topado, Sancho de mis entretelas. Unos viven del cuento de nuestro nacimiento, y otros del renacimiento, extraterrestres ambos. Al parecer, el negocio les va bien a todos.
Pero, ¿qué haremos en el otro mundo, en plena contemplación de la verdad, joé, qué aburrimiento, ajenos al cuerpo terrenal, nuestro chasis de toda la vida, sin un dolor de muelas, el plazo mensual de la regla o sin rascarnos ahí mismo cuando nos pica?
No contentos con eso, poco dura la dicha en casa del mortal, nos amenazan con las clonaciones y otras leches. En polvo o desnatadas. Uf.
Compañías y sentimientos
Manuel Díez de los Ríos
30.01.2003
Es simpático. ¿O no? Me hace gracia lo de "compañero/a sentimental", expresión inventada para designar a los antiguos follador/a, que hoy día viene a significar, la Real Academia está en el ajo, "aquél o aquella que asesina a quien con él o ella convive". Los propios y las propias se ponen al día en el lenguaje.
Me río cuando leo u oigo esos palabros porque sólo me parecen tales compañeros, además de los colegas de borrachera, que el vino nos pone sentimentales, esos que se presentan en un entierro, con cara de estreñidos (condición sine qua non), prestos a repartir palmadas y sobar chepas, cuya misión es decirle a los dolientes, profundo suspiro y mirada al suelo incluidos, "te acompaño en el sentimiento".
Lo hacen de la mejor buena fe posible, incluso se han puesto su traje nuevo, aunque al muerto le importe un pimiento que hayan acudido al velorio. Los muertos son muy suyos en esas cosas y no agradecen lo bien que algunos quedan cuando cumplen en el funeral, como en el bautizo o la boda.
Los españoles somos de lo más cumplidores con las parientas, sobre todo los sabadetes, después del partido televisado, y una vez cambiado el mando a distancia por otros tocamientos, también apresurados. Pero, eternos buscadores de emociones fuertes, las majamos a palos o las acuchillamos. No por ser unos psicópatas asesinos, sino para cumplir con, y justificarnos ante ellas. Así, de paso, además de buscarle alicientes a la relación, mantenemos una agradable conversación, fruto del arrepentimiento pasajero, preguntándoles cómo se sienten y acompañándolas en su dolor después de trincharlas, que la sangre y vísceras al aire unen mucho a las parejas.
Perdidamente enamorados, les agradecemos a navajazos el hecho de habernos amargado la vida a medias: cada quisque se casa contra, no con alguien. Reivindicamos el capitalismo, la propiedad privada, y la familia: os matamos porque sois nuestras.
Sin embargo, lo de "compañera sentimental" es algo que mantenemos de puertas para adentro. En la calle, cuando la presentamos al amigote, al técnico que nos mira el ordenador para terminar diciéndonos, no falla, que tiene escogorciado el rúter, o al vecino diario de autobús, siempre nos referimos a ella como "aquí, mi mujer", "esta es mi costilla" o cualquier otra lindeza imaginativa, la pata quebrada y en casa. Aunque muy bocazas, somos de lo más prudentes: nos privamos de comentar "ésta es la que me cepillo" o "quiero que conozcas a mi follatriz".
Como lo de novia, esposa, amiga, amante o querida, lagarto, lagarto, ya no se lleva, ahora nos ensañamos más concienzudamente con la compañera sentimental. Ya digo: las matamos con todo sentimiento, porque, a veces, nos gustaba su compañía.
Somos unos sentimentales de caca (eufemismo al canto).
Ver las estrellas
Manuel Díez de los Ríos
03.02.2003
Inventamos el tiempo sólo para no saber qué hacer con él. Inventamos el espacio únicamente para buscar la manera de ir de un sitio a otro y escapar de nosotros mismos. Por eso, cuando nos entierran o transforman en ninot de falla, siempre llevamos en alguna costura de la mortaja un pedacito de tiempo no usado, tiempo perdido, y manojos de caminos no andados.
Con el espacio ocurrió, ya digo, otro tanto. Vista nuestra incapacidad de elegir bien el acá para allá, inventamos las agencias de viaje, los touroperadores y los patronatos de turismo, encargados de perder el tiempo para diseñarnos el uso del espacio.
Como no teníamos bastante con los caminos de esa aldea llamada Tierra, nos pusimos manos a la obra y dimos pábulo a la Nasa para que nos llevara a las estrellas. Los astronautas se empeñaron en tenerlas al alcance de la mano y, dale que te pego, se apuntaron a ser colones en el Columbia.
No obstante, algunos han visto las estrellas y otros han visto las estrellas, dependiendo del uso que le queramos dar a la frase. Los siete últimos tripulantes del vetusto trasbordador, dos ellas y cinco ellos, han terminado por ver las estrellas, que decimos en Andalucía, después de haberlas visto tan cerca. Se han desintegrado.
Han muerto en un plis plas por un error de cálculo en el ángulo de entrada a la atmósfera, que ha de ser exactamente, ni uno más ni menos, de 28 grados 38 minutos, o porque el Columbia era un pájaro tocado del ala izquierda, que terminó perdiendo a 22.000 kilómetros por hora.
Queremos comernos el mundo, con su tiempo y espacio, pero siempre resulta al revés. Uno de los cosmonautas, israelí de nacimiento y rito religioso, llevaba consigo un ejemplar de la Torah, el libro santo judío, no se sabe si como guía de viaje o para que Dios le firmara un autógrafo si tenía a bien aparecer subido en el pico de una estrella.
En cualquier caso, tampoco él, visto lo visto, tenía claro el uso del tiempo y del espacio, tan relativos como Heráclito y Einstein, cada uno a su manera, nos dejaron dicho.
Tiempo y espacio, a ver si no enteramos, están fuera de control. Será por eso que reivindico para mí el record Guinness de mirar estrellas, así de descontrolado estoy.
Ana de Palacio, una intelectual
Manuel Díez de los Ríos
04.02.2003
Hay que haber conocido mucho mundo, trapicheado con decenas de funcionarios, covachueleado en muchos despachos de la Unión Europea, UE para los amigos, compartido muchos asientos de lujo y mamado mucho de la teta del Estado para tener las ideas tan claras.
Los títulos universitarios, qué se han creído, no se regalan, salvo los que se regalan. Ni se inventan, a excepción de todos cuantos se inventó Luis Roldán para ser alguien, con el añadido de varios masters y otros cursos de perfeccionamiento y desarrollo de la cosa estudiada.
El saber no se adquiere así como así, sino tras años de estudio, reflexión, confrontación intelectual y disposición de ánimo para el aprendizaje. Mens sana in corpore sano, me parece que se dice en los latines. El saber, además, sí ocupa lugar, siempre y cuando se disponga de una buena biblioteca o de un disco duro con más gigas que vivas a la Virgen y otros rezos para tenerlo. El saber no ha de estar reducido a guetos, salvo que aspire a dar soporte a religiones, dictaduras o fascismos variados.
"Sólo sé que no sé nada" es algo tan falso como su propia formulación. Si sabes que no sabes, ya sabes. Sócrates, no te pases, no quieras liarnos. Lo tuyo es un sofisma. Bien formulado, pero sofisma a fin de cuentas.
Quien sabe tiene la obligación de compartir su sapiencia con quienes no somos más que unos pobres ignorantes. La sabiduría, hago un paréntesis, es la ignorancia más sutil y suprema: no tiene idea de nada.
Saber, reflexionar, estudiar, compartir. Todo ello lo reúne en su personalidad pinturera nuestra ministra de Asuntos de Fuera (lo digo así para que rime), Ana de Palacio y otros tintes, hermana de Loyola, también intelectual de la reserva aznariana y pepera.
Doña Ana nos ha dejado atónitos. Frases como la suya estaban haciendo falta en un mundo tan carente de líderes y pensamientos que motiven de inmediato a pasar a la acción."Si hay guerra, el petróleo subirá". Nadie ha dicho si, tras pronunciar tan categórico aserto, se fue al retrete. No obstante, para hablar con tal conocimiento de causa, hay que haber estudiado, leído y etcétera, etcétera.
A partir de mañana, quiero desasnarme de una vez, prepararme para la vida moderna. Voy a empezar a estudiar.
Muéranse de una vez
Manuel Díez de los Ríos
08.02.2003
'Quiero repartir marihuana en el Consejo de Ministros'. Hágalo, cenutrio, pero no se aproveche de Televisión Española, que pagamos todos, para decir semejante estupidez y lanzar tanta soflama. Repártala antes a su familia, que tal vez la prefiera más picada. Usted, y quienes hicieron el guión del esperpento del sábado noche, se han cubierto de tanta basura como acumulan esas mal llamadas películas, subvencionadas por todos, que realizan y no valen nada.
La gala de los Premios Goya (sin premio, por favor) resultó un engendro, de pésimo gusto, peor realización y nulo contenido, que los telespectadores supieron premiar distinguiéndola con la cifra más baja de audiencia de todos los tiempos. Marisa Paredes, emparedada entre tanto imbécil, reinona de parásitos, ponía su mejor sonrisa bajo el maquillaje.
Es vomitivo contemplar a una caterva de progres, hembras, machos y mitad y mitad, vestidos de Armani, Vittorio y Luchino, Ungaro o Galiano que apalean al estado capitalista, pero le piden el dinero a manos llenas para seguir perpetrando sus bodrios cinematográficos.
Si no quieren la guerra, ¿y quién, realmente, la quiere?, conviertan la reunión, como lo hicieron, en un cómico alegato antibelicista, pero tengan también el valor de colocarse una pegatina de "No a ETA y al terrorismo". Ninguno de ustedes, desvergonzados, lo ha hecho jamás, siquiera en el Festival de San Sebastián, convertido desde ni se sabe en covacha fascistoide y salita de estar de quienes apoyan a los criminales etarras.
Decía John Lennon "que los del gallinero hagan palmas y los del patio de butacas hagan sonar sus joyas". En la gala de marras no había gallinero, sino demasiados bultos enjoyados, trapos y pedruscos adquiridos con dinero público. Dinero tirado. Queridos hijos del capital, no critiquen al Estado cuando ponen la mano para poder seguir viviendo. Trabajen, no vivan de trincar subvenciones.
Ustedes, gentuza, piltrafas que desprecian a Almodóvar y Garci, los únicos cuyas películas triunfan en Europa y Estados Unidos (un país que es todo en el mundo del cine, precisamente porque allí no está subvencionado) deben meterse su falsa y hedionda progresía allá donde les quepa, que les cabe, al socaire de la iluminación más adecuada y en un rodaje de todos a la vez.
Por mí, váyanse a la mierda. En bloque, No lo digo como título de película, sino como un deseo ferviente. Por xenófobos, racistas, facciosos y, además, tontos de la haba.
Los cadáveres tienen un valor doble: podredumbre de la que hay que desprenderse u objetos de eterna veneración. Ustedes son lo primero. Ya están muertos, pero, por favor, muéranse. No sean tan vivos.
Escribir de las letras
Manuel Díez de los Ríos
09.02.2003
Muchas veces me tropiezo con las letras. Es el tributo que pago por trabajar con las palabras. Con una a, principio, alfa, y una o, omega, final en el alfabeto griego, cuarta vocal en el nuestro. Y con la i, cuya misión principal consiste en que muchos presuman de ponerle los puntos. También suele sucederme que descabece el sueño sobre la l de un libro. O me dé de bruces contra la e, la tercera, empeñada en excitarme la imaginación. Nuevo golpe contra la i.
Cada letra es un mundo en sí misma, veintinueve mundos girando en órbitas imaginarias. No obstante, todas terminan unidas cuando, elegidas escrupulosamente y dependiendo de la palabra que pretendamos formar, representan para cada uno de nosotros el micro universo de lo que amamos. Personas, animales, paisajes, cosas.
Aquí está la n, con su arco romano sujetándole la estructura. Aunque no siempre es comienzo de negaciones, tampoco suele descubrir sus cartas. Cualquiera puede buscar en el interior del alfabeto y disfrutar la noche creativa, el nacimiento de algún amor a orillas del mar e, incluso, que el reloj se ha parado en las nunca en punto. Mientras, hay nubes que se desvisten del día por el horizonte. Como si a alguien se le hubiera caído por él una rosa roja.
Las letras me han llevado toda la vida por caminos distintos. No sólo metafóricamente hablando. Así, un día chirriaban contra el asfalto de la carretera porque la matrícula del coche se había soltado de uno de sus enganches. La l, tan esbelta, obliga a mirar hacia arriba, que la Luna siempre ofrece refugio para quien lo sabe buscar. Luna. Luz. Paradojas de la noche, siempre oscura, circular, redonda. Como la o con la que tropecé párrafos más arriba.
Noches idénticas, la i de nuevo, pero amanecidamente diversas. Amanecer, nuevo día. Otra manera de habitarnos, soportarnos, decirnos, vivirnos. Más imágenes, más íes, más acuarelas, la a que no cesa, para alegrar el instante en que mi habitación y yo despertamos.
Amanece, sí. Como homenaje al sol que nos redime cuando la noche se va por la ventana. Intimidad. Mondarnos el alma y estar orgullosos de sus cáscaras. Libertad. Grande o pequeña. A fin de cuentas, libertad.
Hoy, ya digo, he vuelto a nadar sin guardar la ropa. Como en el sexo. Me he tropezado con varias letras. Si las recuerdo todas, escribiré algo sobre ellas.
ETA, hez
Manuel Díez de los Ríos
10.02.2003
Las banderas son un sentimiento, una creencia, un pensamiento, un compromiso. Se puede vivir sin bandos, pero difícilmente sin banderas. La bandera es un trozo de tela, sí, un trapo, también, pero los pueblos se lanzan a degüello contra quienes se lo destrozan o mancillan. No citaré ejemplos foráneos, baste hablar de la Guerra de la Independencia en España.
Pero lo execrable es cuando la bandera se transforma en banderín de enganche, en centro de reclutamiento o bandería para quienes pretenden vivir de ella por los siglos. Surgen así los matarifes en nombre de la ikurriña o los que la transforman en seña de identidad de apetencias monetario personales y prebendas políticas. Con el engaño como mástil y la engañifa por manera de ondear al aire. Nos duele la bandera, supongo, pero más la patada en los mismísimos que significa comprobar cómo tantos la utilizan para intereses mezquinos y criminales.
ETA, ez, ETA, no. Era el texto de la pancarta que presidía la gran manifestación de ayer en repulsa contra el nuevo acto heroico de los criminales del hacha y la serpiente, que han sumado otro muerto a su lista de infamias. A la palabra ez, cuyo significado es no, le falta una hache. ETA, hez. ETA, mierda. Eso es la banda, con perdón para la digna mierda. Y eso son también quienes les ríen las gracias, por temor o porque les agrada el sonido de los disparos.
Los familiares del sargento asesinado pidieron que al funeral no asistiera nadie del Gobierno vasco. Están hastiados de Ibarretxes y Arzallus uniformados de ikurriña, que ponen cara de pena en un sitio y se alegran pactando con los asesinos en otro. Han hecho del amiguismo y los silencios su modo de ejercer el poder. En nombre de una bandera están llevando a los vascos a un precipicio sin fondo.
Digamos todos ez a la hez. Y a las heces, a las excrecencias con siglas PNV y colores verde, rojo y blanco de una bandera que han degradado hasta el máximo en beneficio propio.
Alma de piedra
Manuel Díez de los Ríos
11.02.2003
Andaba yo en edad prepajilleril, aún no llegada la adolescencia, cuando una duda comenzó a corroerme. "Dios dotó a los hombres de alma", le oí decir al profesor de Religión. Me gustaba mucho esa clase porque en ella poníamos toda nuestra atención para intercambiarnos los cromos de futbolistas y animales, que convivían con los de razas humanas y artistas. Un día conseguí, al fin, el del francolín silvestre, número 83 del álbum de Zoología, una especie de pato que jamás he visto en mi vida, salvo en aquella imagen. Había completado la colección, no podía creérmelo. Qué gozo de los once años.
"...A los hombres de alma", insistía el profesor. Por entonces oí también al de Historia decir que los hombres primitivos tenían armas de piedra. Qué choque, la liamos. Mi confusión no fue de concepto alma/arma, sino de dos letras, líquidas ambas, la ele y la ere.
Manolín, ese era yo, ahí me tienen, empezó a pensar que a los primitivos aquellos les pesaría el alma una tonelada. Me solía palpar el pecho, un poco hacia este lado, donde creía que estaría colocada. No la notaba pesada, a lo mejor se le había ocurrido cambiar de emplazamiento. Y deducía que los primitivos no podían andar como nosotros, más o menos derechos, por el peso ése. Pero también veía a gente que andaba encorvada. Tentado estuve muchas veces de preguntarles por su alma. No lo hice, no.
¿Por qué se le habría ocurrido a Dios semejante barrabasada? Después fui enterándome de algunas cosas más. El profesor de Literatura nos leyó aquello tan fuenteovejunesco de "Al rey la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios". Más confusión. Más. Sólo Dios tenía alma. ¿Sería también de piedra? Un día oí decir a mi abuelo, bendito ser humano, que se le había caído el alma a los pies tras haber presenciado no sé qué. Armándome de todo mi valor, no mucho entonces, le pregunté si le había hecho mucho daño. Se río a carcajadas. Le expliqué mis dudas y, como de tantas otras, me sacó de ellas.
Ahora necesitaría a mi abuelo para que me aclarara algo. A estas alturas de mi vida no he logrado saber si el hombre tiene o no el alma de piedra.
Vivienda, atraco a mano armada
Manuel Díez de los Ríos
12.02.2003
Al final, las casas terminan viviéndonos a cada uno, no al contrario. Tal vez por ello son tan caras, las hijas de la gran pared. Nos llenan el presente de hipoteca, y el por llegar, ese porvenir como de andar en zapatillas por ellas, de pagos al banco. Futura ruina. En muchos casos, más que viviendas terminan siendo moriendas a las que van a fallecer ahorros, anhelos, esperanzas, histerias e historias de calidad de vida, y hasta el canario que nos trinaba a media tarde.
Su precio va a seguir subiendo, dicen quienes saben de estas cosas, aunque se monte la mundial en Irak. Como si más o menos muertos tuvieran algo que ver con la especulación del suelo. A saber: en los últimos seis años la vivienda ha subido un 176 por ciento, mientras el terreno lo hizo en un 20. Ahí es nada: más de un 150 por ciento de pelotazo para el promotor. Como la espuma chorreándole de su cuenta corriente.
¿Acaso se construye con huesos humanos? No digo que los albañiles no se rompan las espaldas, y la vida, en los tajos, pero de ahí a lo otro hay una distancia.
Los gangsters del ladrillo se han acostumbrado a ganar dinero como por arte de mafia (lo he escrito con efe) y nadie va a bajarles del machito, caigan o no missiles en plan chuzos de punta sobre territorio sadánico.
- Buenas tardes. Venía a informarme sobre las condiciones de compra y demás de los pisos que tienen en promoción.
- Muy bien, cómo no. Siéntese y manos arriba.
Al grano, sin más. Y es que para ser un buen ladrón, respetado por la sociedad, con estatus y aperitivo en hoteles de lujo, la experiencia aconseja ser promotor. Promueve, no te quedes quieto, roba a manos llenas. Buen consejo para quien empiece ahora a ganarse la vida.
Hay cosas que no entiendo. Lo cual, por otra parte, me deja plenamente satisfecho. Si algún día entendiera este atraco a mano armada que significa comprarse cuatro paredes, algunas de ellas alicatadas hasta el techo, terminaría dándome con un ladrillo en los dientes. No sería cuestión. Yo y (con permiso de Ortega y Gasset) mi ignorancia.
Estupidez sanvalentinesca
Manuel Díez de los Ríos
14.02.2003
Lo mejor de la memoria es el olvido. Recordar los olvidos y olvidar los recuerdos, dicho sea en poético escribir. Por eso cuando ella olvida el número del móvil del último ligue o él no recuerda el de su tarjeta bancaria están siendo poetas por unos minutos. Aprendices de poeta, mejor. La poesía y las cosas reales tienen poco que ver. El catorce de febrero es un día irreal a todas luces.
Tampoco es algo irremediable ese momentáneo alzheimer de la memoria: ni en su cuenta corriente hay demasiado dinero, que eso suele tenerse siempre escaso, para ir malviviendo y olé, ni ella va a perder al maromo tan fácilmente en otros brazos.
No osbtante, llevamos tanto número en la cabeza que es lógico que las neuronas protesten y digan ¡basta! Teléfonos, carnés, claves. Memorizamos los reales y todos cuantos tenemos con nombres falsos, no sea que la parienta o el propio nos coja en el renuncio de ponerle los cuernos.
No hay peor infidelidad que la numérica. Así, cuando las parejas se rompen siempre es por culpa de uno de los tres, independientemente de sus cifras en el extracto mensual del banco.
Mucho cuidado deben tener con los números los sanvalentinosos de hoy, seguidores a machamartillo del invento de Galerías Preciados, directamente importado desde Estados Unidos, como casi todo. Este día de febrerillo loco es ideal para que nuestro porcentaje de estupidez aumente por encima del resto. Por ello mismo, precaución amiga/o enamorada/o. El agilipollamiento es traicionero.
Cuidado con las cifras. No lo digo por nada relativo al horóscopo, sino por la prudencia que cualquiera de ustedes ha de extremar para no dejar en cualquier parte (mucha atención a los bolsillos del pantalón) el recibo de la Visa, tanto en regalito para Maripuri, o la factura del hotel, a tanto le salió el polvo al Antonio. Es cuestión, simple y llanamente, de cantidad. El amor son números, y el Valentín ése un consumista del carajo.
El Tenorio mentía
Manuel Díez de los Ríos
18.02.2003
Pues no. No es verdad. En esta apartada orilla no brilla la luna más pura ni se respira mejor. No, ángel de amor. Aquí estamos rodeados por todas partes de chapapote, políticos de chichinabo, debatidores chupagaitas y chocholocos con cierto mando. Y, además, hay un pestazo a mil pares de fueles, versos del Tenorio y palabrería, a favor o en contra de la guerra aparte.
Claro que quien no se consuela es porque no quiere o no tiene dinero para acudir a un psiquiatra que le diga eso que quiere oír. ¿Qué? Sólo eso. Cualquiera lo sabe. También queda la opción de presentarse en el chiringuito de algún psíquico disminuido (no confundir con disminuidos psíquicos, personas de gran inteligencia) y entre bolas de cristal, sahumerios de sándalo, estampitas del Corazón de Jesús en vos confío y relicarios, pedir que le lean el futuro. O el presente de mañana, para entendernos.
Tantos rappeles y aramises siembran de mierda las conciencias de incautos cuyo mayor placer es dejarse engañar. Que nadie se rasgue las vestiduras: los políticos lo hacen a todas horas y luego tienen la desvergüenza de pedir el voto a quienes les voten. Abogo por ni oír rebuaznar ni creer en Zapatero dedicado a sus zapatos.
Preocupado como está en limpiar los millones de litros de prestigiosa inmundicia o de lavar su imagen ante no menos prestigiosos ciudadanos que le berrean en plenas narices parlamentarias, el Gobierno podría aprovechar también para quitarse de en medio, por succión o enterramiento bajo hormigón armado, a estos engañabobos con derecho a aparecer en televisiones que todos mal pagamos.
Algo me gustaría que acertaran alguna vez alguno de ellos: la fecha de su suicidio. Qué satisfacción.
Cavarnos la fosa
Manuel Díez de los Ríos
20.02.2003
Tener opinión es cavarse un poco más la fosa. Ver, oír y callar. La máxima, el summum orgásmico, de quienes se consideran prudentes. O sea, más gente para el rebaño. Con excesiva frecuencia. "Es que tú te pasas, y lo mejor es guardarse las opiniones". Vengo oyendo esa cantinela desde que tengo el uso de razón, ni mucho ni poco, que tengo, aunque, en el nombre de la prudencia (de otros), se cometen todo tipo de atropellos, un día sí y el otro ni te cuento. Forever.
Gentuza de diversa calaña, mangantes con coche oficial, tenderillos de nada y vendedores de menos saben que nuestra prudencia les mantiene abiertas de par en par las puertas de las tropelías para que sigan medrando a costa de chepa ajena. Así, un poner, por cada pensión que sube un tanto por ciento miserable, algún hijoputa se llevará el dinero en sacas.
Seamos prudentes y no le mentemos la madre, por ejemplo, a quien decide entrullar a un fulano que ha robado mil duros, conviértanlo ustedes a euros, pero se va a comer y compartir puta de lujo con un don Mengano que nos ha robado cuatro mil kilos de papel billete a todos. Una cosa es un chorizo y otra, muy distinta, todo un señor.
Prudencia, bendito bozal. Vivamos en la inopia si no queremos tener problemas. Seamos el cabestro de la manada de la autocomplacencia en el 'Yo no me meto en nada'. Si los que no opinan volasen, no veríamos nunca el sol.
Seamos prudentes y, virgencita, que me quede como estoy. Hasta el cuello. Tragando, tragando y tragando. Poniendo culo, o coño, o ambos, y vaselina, pero, eso sí, siempre prudentes. Opinar es mala cosa, compañero.
Es como si nos hubieran dado la boca sólo para acordarnos de la familia del árbitro o del que frena delante de nosotros. Podremos estar muertos en vida, pero nos defenderemos de la opinión propia, algo que puede abrirnos la hoyanca bajo nuestros pies de borrego. Cualquiera serviríamos para modelo de anuncio de Norit.
Hoteles que no aparecen en las guías
Manuel Díez de los Ríos
21.02.2003
Hablé con ellos unos diez minutos. Dos hombres, dos seres humanos que han llegado a Málaga atraídos por su clima, hospitalidad y bla bla bla. En ese tiempo pasaron por la calle a todo sirenar dos coches de mal agüero, ambulancia y de la Policía Local, líbrennos los dioses de todas las autonomías de vernos subidos en uno de ellos por ahora. Las ciudades, además de ese tipo de vehículos, también acogen personas de mal agüero y turistas, aunque no siempre unos son otros ni viceversa.
Bueno, la verdad es que sólo se pretende acoger turistas, que Europa nos quiere como un inmenso hotel de habitación con vistas, un territorio de servicios y el cliente siempre tiene razón, yes, mister, oui, monsieur, ja, herr. Y así.
En Málaga, donde casi siempre no hemos tenido industrias, nos llaman mucho la atención esas fábricas que tienen recepcionistas, puertas numeradas y polvódromos selectos tipo suites. Miramos hacia ellas por ver si el humo continúa saliendo de sus chimeneas, fumata blanca de los guiris. Sale, sí. Es un alivio. Porque o cobramos de ahí el jornal o nos van dando.
Patronato, hoteleros, hosteleros, empresarios, chiringuiteros y demás, periodistas incluidos, rezamos para que no muera la gallina de los huevos de euro. Sólo tenemos la fuente de ingresos del turismo, porque todavía no se puede considerar a la especulación como industria, y de ella vivimos. Así que ojo al parche, pirata, miremos el negocio como a amante de estreno.
La otra noche, digo, charlé con dos de ellos. Por completar un reportaje, vaya. Algo duro el colchón, se quejaba uno. También son ganas de quejarse. Con haber llamado a recepción, le habrían solucionado de inmediato la carencia y enseguida estamos ahí, caballero. Eran dos turistas de los que no suelen aparecer en las estadísticas, quizás porque el hotel no figure en las guías ni en los folletos del ocio. No demasiado bien vestidos ni peinados, con unas bolsas de plástico a modo de maletas. Visitantes de esos que vienen de paso y no pernoctan mucho, no.
Recién duchados, porque acababa de llover, tapados con cartones y una manta mugrienta, se trasegaban una botella de tintorro que, mira por dónde, nadie les había llevado a la habitación como regalo de bienvenida. Tal vez eligieron esas pequeñas incomodidades porque en el resto de hoteles había llenazo. Over booking, se dice.
El hotel está en la puerta de la oficina de un banco, frente al centro Málaga Larios. Si pasan por allí, verán qué bonito y acogedor. Quizás no quieran incluirlo en la publicidad de los touroperadores porque es muy selecto, no de muchas plazas, o porque cualquier noche pueden majar a palos a clientes como esos que les digo o, como ya ha pasado, quemarlos vivos, qué simpática broma, y al director del hotel le da un pasmo. Dios no lo quiera, pobre hombre.
Sindicatos de clase
Manuel Díez de los Ríos
24.02.2003
Ya no hay lucha de clases. No al menos como se entendía antaño, cuando los proletarios estaban cargados de hijos, la prole, y los capitalistas de dinero, ¿de capital? Un capital puede ser algo más, mucho más, aunque casi siempre suele disfrutarlo gente tan pobre que sólo tiene dinero, lo cual es un triste consuelo para quienes carecemos de tales papelillos en cantidad.
Bueno, la cosa es que, no se me vaya el euro al cielo, la lucha de clases hoy sólo queda reflejada en los aviones y trenes, donde están las de preferente, primera y turista, y en las academias de inglés. Metidos todo en el mismo recipiente metálico y con ventanillas, y aunque podamos desintegrarnos al mismo tiempo, le concedemos mucha importancia a distingos tales. En el AVE le dan mejor zumo a los de primera, y los de preferente tienen en los aviones más tiempo, sobre todo en viajes largos, para mirarle el tren de aterrizaje a las azafatas, algo que enseña mucho sobre aeronáutica.
En los centros donde dan clases de idiomas, si es que no han cerrado todos a esta hora, hay otro tipo de clases: las aceleradas y las especializadas, que usted mismo programa. La diferencia entre ambas es que con las primeras no aprendes nada, y con las segundas tampoco, pero empleas más tiempo en ello.
Pero, siempre hay un pero, cachis, y a pesar de la evidencia, los sindicalistas continúan empeñados, erre que erre, en aquello de los parias de la Tierra, la legión de esmayaítos, los jornaleros, los obreros, y esas cosas tan amargantes. Tienen dos caras. No reniegan de sus orígenes verborreicos, pero siempre que pueden, y a cargo de los demás, porque ellos y los de la patronal viven de las subvenciones que todos les pagamos, se montan en preferente o primera.
Están por el relanzamiento de la lucha de clases, pero no renuncian a ser tratados a cuerpo de monarca, a mantener encendida la llama del no dar un palo al agua, porque, entre reuniones, lucha por los derechos de los demás, asambleas y ocupaciones sindicales varias, han aprendido a vivir sin hacer nada.
Son como putas, no se me ofenda ninguna con la comparación, que niegan a pie juntillas lo que hacen a piernas abiertas.
Pido a voces ser excomulgado
Manuel Díez de los Ríos
26.02.2003
Nunca fui mujer, creo, y nunca me violaron siendo un niño de nueve años. Debe ser por eso que no tengo las entendederas preparadas para apreciar lo que la Santa Iglesia Católica hace por todas las niñas que hay en el mundo.
He visto, en vivo y en directo que se dice, niñas apaleadas, violadas, destrozadas en vida. Con la mirada perdida, la inocencia mutilada, la existencia negada desde su más tierna infancia, el horror reflejado en sus bellísimos pero casi muertos ojos. No obstante, todo ello parece no haberme servido para comprender cuánto las quieren los curas y cómo desean el bien de su alma.
Una niña nicaragüense ha sido violada y preñada por un ¿cómo llamarlo? de veintitrés años que, no contento con ello, le ha metido en el cuerpecillo un par de enfermedades venéreas para que la pequeña suelte pus y se purifique en el dolor, con la infección y el sufrimiento.
Muchos, demasiados curas, arzobispos mitrados, toda esa mafia del Botija, el polaco que manda en el Vaticano, han tocado a rebato y han dicho "hasta ahí podíamos llegar". No han hablado mal de nadie salvo de quienes han facilitado el aborto de la pequeña, condenada a muerte si seguía con ese conjunto de espermatozoides no deseados en el vientre.
Veo en una fotografía al arzobispo de Managua, un barrigón apoltronado en silla de lujo, soltando por esa boca tanta sandez como puede llevar en su inmensa barriga. Es como si traspasara la carga de mierda que guarda en el vientre a los órganos fonadores y expresara su pensamiento.
Los padres de la niña, analfabetos, lloraban al saber que su pequeña podía terminar en una caja de madera, en un entierro miserable, pero esos curas, y médicos manejados por los de la cruz al pecho, se negaban a la práctica del aborto. Para mantenerlos en el temor, la superchería, la resignación y tantas infamias como la Iglesia (a la que no pueden negársele cosas buenas, pero que parece haber olvidado) ha sembrado en las conciencias, los curas dictan la excomunión.
Son los herederos de quienes bendijeron el holocausto nazi, llevaron a Franco bajo palio, rieron las gracias a Mussolini o se acostaron con las mujeres de los generalotes argentinos y chilenos. Pienso en mi hija, en las hijas de todos, y quiero vivamente, lo pido a voces, ser excomulgado para siempre, ir de cabeza al jodido infierno. Y también ruego a Dios (a quien desearía encontrarme cara a cara para que nos perdonáramos los dos) que no piense mal si esos padres nicaragüenses cogieran un machete de zafra o una escopeta de caza, y se pusieran a rebanar pescuezos o reventar a plomazos las barrigas de algunos ensotanados.
No merecen nada mejor esos que, en nombre de la fe y en su condición de pastores, así revienten todos, disfrutan viendo a una niña de nueve años hecha una piltrafa o violan niños en los confesionarios y las sacristías.
Mejor bares que bancos
Manuel Díez de los Ríos
03.03.2003
Cada vez que cierran un bar en Málaga cercenan algo de mi capacidad creativa, que es no mucha. En bares o cafeterías me encuentro a gusto para leer, escribir, oír o tomar notas de esto y aquello en las servilletas donde nos dan cortésmente las gracias por nuestra visita.
He aprendido a aislarme en medio de la gente. De su presencia y palabras. A veces hablo con alguien, y otras anoto aquello que dicen quienes están en las mesas próximas. Todo me sirve para algo, aunque no sepa cuándo, y en qué, lo utilizaré. Claro que si hago caso a un amigo psicólogo apasionado por la informática, todo se queda grabado en el disco duro del cerebro y termina saliendo por alguna de sus neuronas file.
Pero lo que realmente sale es que dos semanas después de asistir al entierro de un bar, obreros de casco en cabeza y piocha en mano, y unos carteles así de bien rotulados, nos avisan de la próxima inauguración de otra sucursal bancaria. Allí donde tomamos café y charlamos con esa mujer que tratábamos de llevar al huerto de la cama para seguir hablando con ella, pero más largo y tendidos, ahora podremos consumir una extracción de cajero automático, un reintegro de la hipoteca o preguntar a quien esté en el departamento de atención al cliente si está dispuesto a prestarnos atención. Queremos plantar una queja, después de habernos plantado en el surco destinado a tal fin que aquella prójima nos ofreció en vivo.
Perdemos un bar, uno de esos sitios en los que el cliente siempre tiene razón, y ganamos un banco, un lugar siniestro en el que la razón siempre está de parte del papelito que haya parido el ordenador.
Así las cosas, me están forzando a prepararme el café en casa, meterlo en un termo e irme a tomarlo junto al mar mientras oigo las conversaciones de los ahogados, unas gentes que tienen mucho que contar.
Como mínimo, vergonzoso
Manuel Díez de los Ríos
05.03.2003
Sucede, claro que sucede. La palabra cultura es para muchos sólo la referencia a un grafitti en cualquier retrete público. Pero también, y ante todo, una subvención al amigo que le limpia la baba y le propone una exposición que va a ser el éxito del siglo.
Políticos que no leen, pero a quienes se les hace el ya me entiendes agua en cuanto le soban la chepa, que no diferencian entre la banda de cornetas y tambores de la Cofradía del barrio y la Filarmónica de Berlín, aunque compran los compact disc por kilos, o que no alcanzan a ver un cuadro más allá de sus simples narices, tienen la desvergüenza de manifestarse en público respecto a lo bueno/lo malo, culturalmente hablando.
Se atreven a realizar juicios de valor, los muy borricos, y que me perdone Platero, como si tuvieran capacidad para hacerlo, cuando su único bagaje es disponer del dinero público para instrumentarlo en acciones de amiguismo y designación a dedo, mientras sus despreciables turiferarios les ríen la gracia, les prestan altavoces en los medios de comunicación y les ponen la mano a fin de mes.
Como mínimo, vergonzoso. Es lo que puedo opinar respecto a lo mostrado en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. Si por mi fuera, al menos por ahora, le quitaría lo de "Arte". Para no ofender en sus tumbas a Miguel Ángel, Velázquez, Goya, Van Gogh, Dalí o Picasso, que tampoco es necesario hacer interminable la relación.
Llamar "arte", siquiera con minúsculas y entrecomillado, a lo que allí hay es un insulto a la inteligencia. Si todo lo que nuestros políticos, y sus culturetas de guardia, van a ofrecer en el Centro es esa basurilla, que venga Leonardo Da Vinci y lo vea. De juzgado de guardia.
Arte, lo que se dice arte, lo tiene la vieja que posó en porretas para una fotografía. Porque hay que tener mucho arte para sostener así el cigarrillo entre los dedos.
Es cierto que hay gente, léase Piero Manzoni, que ha llegado a enlatar su mierda para venderla a precio de platino. Mierda que la Tate Gallery compró por un buen puñado de libras. Mierda que se ha desparramado cuando la lata, por aquello de los gases contenidos, reventó no hace mucho.
Tengamos muchas salas de exposiciones en Málaga. Más todavía. Pero para exponer algo que valga la pena, no para darle salida, y justificación, al cerrilismo cultural de ciertos imbéciles integrales con mando en plaza.
Si eso que hay en el CAC es Arte, la Historia del Arte es una simple historia de la nada. Nos han tomado el pelo, maldita engañifa, con azafatas y azafatos por el mismo precio. Lo digo, sin prejuicio alguno, con mi mejor buena educación: Váyanse todos al carajo.
Tener un huerto
Manuel Díez de los Ríos
07.03.2003
Y ya no será que no nos conozca la madre que nos parió, sino que terminaremos por no conocernos a nosotros mismos. Tenemos la conciencia hecha un bebedero de patos, que dijo no sé quien y leí no sé donde. Me he acostumbrado a no soportar más estupideces que las imprescindibles y, la verdad, esas ya son demasiadas.
Pero, ay, siempre quedará un huerto. Todos los prójimos con quienes hablo piensan en tener un huerto. Al menos, ya digo, siempre nos quedará un huerto para recordar, que lo de París parece más de película casablancuna.
En la historia de la Historia no ha faltado un huerto desde Getsemaní hasta hoy, cuando el campo es cada día más un recuerdo, y la agricultura deviene ciencia ecológicamente exacta. Judas vendió a Cristo por quedarse con la concesión del aceite de aquel sembrado, aunque después no le fueron bien las ventas y decidió ahorcarse en uno de sus olivos.
Lo que yo quiero es tener un huerto para cultivar mis tomates y pimientos, dice el cursi Visa oro, a medias entre el sueño de libertad del terruño y el dogal de su corbata Loewe, un pastón de cara. A aquella me la llevaba yo al huerto, manifiesta el otro, sin saber que sus muslos se le podrían escapar como peces lorquianos sorprendidos, o que resultara ser un pedazo de tío con apariencia mujerona. No obstante, la frase es propia de machistas encaballados, que no aspiran a otra cosa que a colocarle el hierro a cuanta yegua se les pase por la visual.
Es que me quiso llevar al huerto, le oímos comentar a un insignificante machaca a quien alguien pidió que le ayudara en cierto asunto, o al pelotas de turno que se arrastra ante el jefe, pero le pone a parir cuando se reúne a tomar café con el resto de chupatintas de la empresa.
Mientras, aquellos que han cultivado el huerto toda su vida, que han dejado en la tierra años, salud, recuerdos, esperanza, hombría y dignidad, exigen que dejen de engañarlos y pagarles una miseria por algo después comercializado a un muchísimo por ciento más.
Al resto, a todos los demás del huerto, yo les compraría uno. Palabra. Para que se perdieran por siempre en él.
Los héroes que somos
Manuel Díez de los Ríos
10.03.2003
Todos tenemos héroes. Todos somos héroes. Todos queremos ser héroes. Sujetos de nuestra catadura y caradura, cualquiera de nosotros sueña con ser el bueno que salve a la rubia cuando está a pique de ser literalmente mancillada (¡qué palabro!) por un grupo de indios, rijosos como mandriles y con lo de debajo del tapanabos (sic) presentando armas. Todos somos protagonistas de alguna película y/o novela de aventuras.
Cada uno es cada cual y tenemos una vida tan apasionante como para escribir un mamotreto así de grande, eso que solemos decir en confidencias y cuarto güisqui al amigo. Todos le hemos cantado las cuarenta al jefe, qué se habrá creído, y se lo contamos con todo lujo de detalles a los compañeros de oficina, café con leche y tostada, pero, como la heroicidad tiene mucho de parte humana, y somos unos sentimentales, siempre contribuimos para regalarle la corbata en su cumpleaños.
Todos tenemos en la cabeza el noteolvides de empezar una buena acción la semana próxima, aunque, ya se sabe, no dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana. La heroicidad, lo heroico, es consustancial con la personalidad de cada quisque, ol pípol, que dicen los súbditos de Su Malafollá Majestad, madre del Orejas de Gales.
Cualquiera sueña con rescatar a aquella chorva de las garras de su pariente, que por algo amamos al prójimo como a nosotros mismos, o establecer valores de actuación en la vida para hacer felices a los demás. Pero, entre unas cosas y otras, con tantas preocupaciones, siempre la jodemos y terminamos por hacerlo fatal.
Estamos dispuestos a entregar la vida por cualquier causa justa, mosqueteros indomables, pero ¿te has dado cuenta, Pepe, que no hay nada por lo que valga la pena morir?
La sociedad nos aliena, nos cosifica, nos hace malos. Nosotros, tan puros y prístinos. Y eso que siempre estamos a pique de un repique, con el corazón encima de la camisa, a pecho descubierto, poniendo la otra mejilla para que nos la rompan a galletas, y ahí nos las den todas.
¡Cuánto héroe incomprendido hay por el mundo! Parece mentira que vaya tan jodidamente mal, si sus habitantes somos gente tan maravillosa y buena.
Hablar con ellos de perro a perro
Manuel Díez de los Ríos
12.03.2003
¡Qué imbécil puede resultar cualquier persona que se te acerca y, cuando te habla de su perro, dice "le he enseñado", "ha aprendido", "me quiere como su dueño" !Ninguno de nosotros, ignorantes, tenemos (ya quisiéramos) la lealtad y la inteligencia de un perro. Ellos son nuestros dueños, ellos nos enseñan siempre, ellos nos dan lecciones. No al contrario.
Si no nos hablan es porque son lo suficientemente listos, ya digo, humildes y bondadosos, como para no decirnos nada que nos haga reventar de vergüenza, de arriba a abajo, hasta la mismísima raíz del alma. Nos ponen siempre en nuestro sitio: el de unos reyes mierdecillas de ese territorio inabarcable llamado Creación.
Pensando siempre como estamos en nosotros mismos, regrese o no Dios despatarrado a bordo de una Harley (sí, me he leído el libro de Joan Brody, siquiera para reafirmarme en qué y qué no se debe leer), somos incapaces de admitirle al perro otra cualidad que la de animal de compañía, un ser capaz de dejarse apalear por una caricia o una palabra amable.
¡Qué equivocados estamos! Su abnegación no es sino la manera que tienen de afearnos la soberbia, la bilis, la mala leche, la ira que llevamos a cuestas todos y cada uno de nosotros, bípedos mal llamados racionales. Álvaro de la Iglesia sí supo calificarnos: "Racionales, pero animales".
Conozco a muy pocas personas, me incluyo en el lote, y ya he tenido tiempo en lo que llevo aquí abajo, capaces de mirar con la humanidad con que mira un perro. Sé de miradas odiosas, de desprecio, amorosas, de inteligencia, estúpidas, de necesidad, dubitativas, de deseo, y muchas más, pero les aseguro que cuando Atila, Luna y Blade, mis tres dueños perrunos, un yorkshire terrier, un pastor alemán y un boxer, me miran, no hay ojos más humanos a su alrededor. Por eso los quiero tanto.
Por eso y porque, para seguir mereciendo su amistad, me esfuerzo en hallar la manera de hablar con ellos algún día de perro a perro, que no de hombre a perro.
No son mejores, son mujeres
Manuel Díez de los Ríos
14.03.2003
El mar nos abrazaba aquella mañana sobre una hamaca azul. Ella lo miró y creó un verso: "Un traje de sal le hicieron, bordaos volantes de espuma, donde lucían barquillas lunares de sol y luna". Las mujeres, sí, son más inteligentes que nosotros porque llevan miles de años mirando y aprendiendo. Mirar enseña mucho, demasiado. El aprendizaje siempre es poético. La prosa es posterior, cuando nos estrellamos contra el muro del vivir. Tienen un código genético absolutamente lúcido, que sorprende cuando las conocemos.
Asumen los desafíos y los superan, siempre los superan, aunque les duela en los mismísimos ovarios: son productos humanos depurados, absolutamente perfectos en muchas cosas. E imperfectos. De ahí nuestra admiración por ellas. O mi admiración, si se me permite el singular.
Alguien dijo que son receptáculo, vivero, fábrica. Dan y perciben. El hombre puede sembrar, pero no recibe nada. Terminará retirándose: se irá al fútbol o a tomar viento. Como siempre.
Ellas miran y miran. Mi madre, mirándome, me ha enseñado más que hablándome. No sé si habré sabido aprovechar sus enseñanzas, pero, créanme, no reparo en esfuerzos para conseguirlo. Los aprendices tenemos esas cosas.
Pueden estar toda la eternidad mirando, pero, cuando se les inflan las narices, a la hora de amar o matar, no sueltan a la víctima hasta verla completamente exangüe. Ellas dan forma a cuanto se les apetece, mientras los machitos nos pasamos los días llamando a alguien para que nos ayude en la tarea, nos eche una mano, no al cuello, por favor. Ellas son su propia mano. Son madres y son sus propias madres. Jamás van a ciegas ni hay que llevarlas de la mano.
Aprisionadas en la burka, sometidas por los hombres, siempre tendrán más visión que todos nosotros, aunque haya bestias empeñados en mantenerlas tuertas o ciegas. Pueden multiplicar su fuerza, esa que los hombres decimos tener, y hacer más habitable esta redondura que se llama mundo. Ahora es necesario que se pongan, ya, manos a la obra.
No son mejores que nosotros, son mujeres. No todos los hombres son odiosos ni todas las mujeres maravillosas por el simple hecho de nacer, pero algo de ello hay.
Ellas viven, siempre viven. Y son conscientes de que están vivas. Y nos hacen factible vivir. Los hombres somos un simple apunte en sucio, mientras ellas lo tienen todo pasado perfectamente a limpio.
Y deben seguir viviendo. Porque nos hacen tanta falta y porque viven o continúan luchando por vivir, empeñadas en jugarse el tiempo a doble o nada día a día. Una mujer, ya digo, escribió un verso una mañana. A otra le debo la vida y tantas cosas. Una está viva. La otra pelea por vivir: seguro que ganará la batalla.
Que nos vayan dando
Manuel Díez de los Ríos
18.03.2003
Aquí andamos. Dando tumbos por el mundo como el atún dentro de la tortilla, sin saber salirnos completamente del relleno. Nunca falta alguien sobándonos, dándonos vueltas, lanzándonos hacia arriba como si fuéramos masa de pizza en anuncio de televisión.
Cada cual elegimos nuestro camino, pero no faltan quienes nos dicen "anda por aquí". O sea, tu individualidad es saber elegir, pero siempre que elijas esto. Nadie debe pensar por ti, pero deja que nosotros te liberemos de tamaña carga. Eres libre para decidir, pero decide como nosotros queremos o te vas a acordar de todos tus muertos.
En mi pueblo, de niño, cuando mamoncillo y no un mamón como ahora, había una noria de seis cangilones (sin premio, por favor) en la que, previo pago de un real, veinticinco céntimos de rubia pela, nos dábamos cuantas vueltas quisiéramos. El chisme aquel era manejado por un tal Pajillas, hombre de edad y nombre indefinidos. Jamás supe, andaluz de todas mis pronunciaciones, si se apellidaba Padilla, y le nombrábamos trocando la d por una j, habida cuenta nuestro hablar andalusí, o si lo de Pajillas tenía algo que ver con la también móvil masturbación, que para eso era él quien se encargaba de darle al manubrio del artefacto mecánico.
-¿Queréis más?, preguntaba.
- Síííííííííí, contestábamos al unísono los seis zangolotinos.
Y él se afanaba, dale que te pego, en hacer girar la noria. Sudaba y soltaba al mismo tiempo unos tremendos cuescos, cuyo sonido quedaba disimulado por el chirriar de las poleas.
Desde entonces no recuerdo una época en que alguien no haya querido darnos más. Ahora toca darnos guerra, meternos nuevamente en el engranaje de la muerte, cambiadas las voces de aquel buen noriero por la de los generales que comandan el lanzamiento de la muerte inteligente. Esta España del dos mil tres vuelve al políticamente llamado concierto de las naciones, menuda música.
Otros, mareados por el tufo a campaña electoral, nos dan la tabarra, la letanía y la pancarta, con su falso y miserable pacifismo, ellos que perdieron el culillo por montarse en la noria de la Guerra del Golfo, sí, Felipe, lo que tú digas, faltaría más, de cabeza a pegar tiros en Kuwait.
Otros, gabachos, rusos y teutones, ponen cara de ofendidos mientras ponen también el cazo al moro malo para que se lo siga llenando de petróleo, que la macroeconomía no entiende de tiquismiquis ni de más o menos cadáveres. La guerra está a la vuelta de la esquina, pero las bolsas han subido como si nada pasara.
Ninguno ha pedido, debe ser que su concepto de paz se lo impide, por los millones de iraquíes, kurdos y turcos a quienes el benéfico Sadam ha fusilado, gaseado o bombardeado.
Somos hombres libres, no hay duda. Por eso mismo, que nos vayan dando.
Que si quieres arroz, Catalina
Manuel Díez de los Ríos
24.03.2003
Y nos dieron, vaya si nos dieron. En toda la cresta. En las convicciones. En las ideologías, que ya no existen, salvo aquellas que tienen el significado de aspirar a un mejor futuro, macro y microeconomías mediante. O sea, a tener algo más de dinero para seguir rindiendo pleitesía al Dios Consumo. No hay ideólogos, ni políticos, sólo contables. Nos la han dado, ya digo, en los mismísimos arcos del triunfo, si es que alguno queda en pie, si no se nos han arrugado después de ver las fotografías de niños terriblemente mutilados y casquería variada desparramada por todos sitios. ¡Cuántos jirones de banderas podridas, qué asco!
Las televisiones, den o no imágenes de vísceras militares al aire, se encarguen o no del latir de nuestro corazoncito a la hora de comer y velen por él decretando el apagón informativo, requieren de un público fundamentalmente agilipollado. Todos los programas son el mismo programa.
Los del corazón (extraña manera de llamar a la bragueta, la braguita y sus contenidos, más o menos pilosos), las diferentes crónicas, marcianas o no, en las que putones verbeneros, drogadictos, pederastas, mariconas emplumadas hasta el techo, lesbianorras sin decencia alguna, y chochos en alquiler rebuznan sus soflamas, previo pago, o los hoteles donde glamourosos imbéciles, a quienes, a veces, se les inclina la cabeza como si el vacío pesase, enseñan la mierda que puebla sus hipotálamos, tienen como primera misión formar estúpidos integrales. Más importante que analizar los porqués de esta guerra es demostrar si finalmente Chenoa y Bisbal se terminarán pasando mutuamente por la piedra y, hola, ¿qué tal?, tanto gusto, se pondrán mirando a Cuenca. Y así nos va.
Entre esos estúpidos, una selecta representación, manejada como polichinelas por quienes no dan jamás la cara, se ha lanzado a las calles a destrozar mobiliario urbano, quemar contenedores y papeleras, o apedrear policías, deporte que tiene mucha tradición en este suelo patrio de nuestro españoleo. En nombre de la paz, actúan como vándalos guerreros. En nombre de la paz, y con su modo de comportarse, dan la razón a quienes han montado la última tremolina en el mundo, con Bush y Sadam a la cabeza, que en el reparto de culpas tanto monta, monta tanto. En nombre de la paz, qué palabro más extraño, dejan que la leche mamada se les agrie, se colocan el pasamontañas, e inician la carga de la caballería enmascarada. Vienen a redimirnos de todos nuestros males bélicos, la madre que los parió, mientras el Wojtila, o como se escriba, se desgañita, a medias entre el parkinson y el hablarle a las paredes.
Nadie quiere la guerra. Pero unos porque la trasladan al desierto y otros porque dejan desiertas las ciudades con sus apedreamientos y cócteles molotov, siempre terminan empujándonos a sacar la cachicuerno y rebanarle el pescuezo a cualquiera.
Decían los latinos que si vis pacem para bellum. O sea, que si quieres arroz, Catalina.
Contra la guerra, guerrillas urbanas
Manuel Díez de los Ríos
28.03.2003
Esta mañana se ha levantado pacifista. Una vez despierto, ubicado en el tiempo y el espacio, cuando los párpados se abren, no tan gozosos como a la hora de cerrarse con el sueño, se ha sabido lleno de una fuerza interior que le impulsa a manifestar su rotundo NO, con mayúsculas, a la guerra. Ya está bien. Las imágenes de los bombardeos, la destrucción, la miseria, la muerte que estos días reflejan las pantallas de las televisiones, le duelen en el alma como una estaca en el corazón de un vampiro.
Sus íntimas querencias le impulsan a hacer algo por conseguir, grano de arena en inmenso granero que ayuda al compañero, algo para detener la masacre. No puede permanecer ajeno al compromiso, debe unirse a otros, levantar la voz y las fuerzas contra lo que está ocurriendo en los desiertos bagdadíes.
Así las cosas, nada más salir a la calle le ha pegado fuego a una papelera de esas que suelen estar casi vacías, con montones de desperdicios rodeándolas, porque los ciudadanos gustan mucho de practicar baloncesto a la hora de arrojar en ellas los residuos. Fácilmente combustible, ese objeto del mobiliario urbano, ha quedado reducido a algo irreconocible. Ay, la plástica del plástico.
Más adelante, se ha detenido junto al escaparate de una tienda y le ha lanzado un trozo de madera que encontró en un contenedor. La luna no ha saltado por los aires, pero los propietarios del establecimiento ya han sido avisados de que apoyan a los matarifes, con lo cual un día de estos se enfrentarán a los pacíficos adoquines que le destrozarán los cristales.
Ha querido tirarle una botella a una pareja de policías locales, sicarios represores, perros del capital, pero no lo ha considerado una acción propia de realizar en solitario. Se reunirá con otros pacifistas antes de decidir cuál será su aportación a la causa de la paz.
El debate dará sus frutos tras largas deliberaciones, que nunca es fácil poner de acuerdo a gentes con las ideas en continuo desarrollo y las convicciones, ya lo dijo Niesztche, aparcadas como fósiles inútiles.
Finalmente, se aprueba el orden del día. Por mayoría absoluta. Asalto a la sede local del PP, apedreamiento de cuanto uniformado se mueva, amedrentamiento de automovilistas, con zarandeo de coches incluido, destrozo de cabinas telefónicas, lanzamiento de cócteles molotov, que los fuegos artificiales siempre quedan bien en cualquier festejo y celebración por la paz, robo en grandes almacenes, vendidos al consumo y al deleznable dinero, arramblando con algún jamón u otras fruslerías, tiro con maceta a la cabeza de algún político democráticamente elegido, a quien, diciéndoselo con flores, se le llamará asesino y tal, "pa que tenteres duna vez", y, echándole muchos cojones a la acción, que la borregada es eminentemente activa, oferta plural de huevos para que los trajes de los fascistas se pongan chorreones.
La paz y la libertad tienen un alto precio, sí. Contra la guerra en Irak, guerrillas urbanas en España. Y que no vivan las caenas. Faltaría más.
Adiós, faraón con peluquín
Manuel Díez de los Ríos
02.04.2003
Faraón con peluquín, escriba jamás sedentario, aunque sedente, efebo en continua busca, y búsqueda, de protector, contador de memorias y de olvidos, hacedor de una Marilyn igual y distinta a la que todos amamos, arpista de notas desconocidas, dios de este valle de vivos, de muy vivos, y también de muertos en vida, escritor de papiros para Planeta. Vividor de la lucha por ser libre, sabiéndose chulo y famoso en su mitomanía, coleccionista de inmortales que aspirara a la inmortalidad. Alguien físicamente demasiado pequeño para tanto corazón.
Ni Ra, ni Amón, ni Ramsés. Pudo adoptar cualquiera de ellos, pero terminó eligiendo un nombre romano, Terencio, para huir del corsé que figuraba en su partida de nacimiento. No se resignó a permanecer en Ramón, incluso desde mucho antes de aquellos días en que frecuentaba los prostíbulos romanos a la búsqueda de carne tan fresca como la suya, carne de hombre joven para reivindicar su manera de ser, y sentirse, diferente. Quiso ir de frente, no de perfil como los personajes de sus amados jeroglíficos demóticos. Siempre al encuentro de algún Sinuhé que le curara el mal de amores que ninguna Nefertari podía producirle.
Decidido a contarse desde lo más profundo de su alma, nos sacó los colores a todos cuando describió, grosso modo, el peso de la paja, el peaje de la adolescencia, el chorro cálido de vida, la entrada en los mundos seminales cuando, a la hora de la siesta, se hojeaban libros eróticos con la mano que nos quedaba libre: el amor bien entendido empieza por uno mismo. Fue su receta de bricolaje sexual, practicada una y mil veces, siempre con la sonrisa de quien cree que su historia permanecerá, aunque jamás lo deseó, por los siglos de los siglos en los obeliscos de Abu Simbel, de Luxor o de Karnak.
Reyezuelo de sí mismo y de su barrio, genio provocador y comprendido, iniciará pronto otro viaje a tierras de su amado Egipto. Tuthankhamon le llama. Como si le reservara una parcela colindante a la suya en el Valle de los Reyes, ése que algunos hemos profanado en vida y que Terenci Moix seguirá profanando por toda la eternidad.
Que te vaya bien, Ramón. Cualquier día de estos, si me acuerdo, recordaré tu canción preferida, Fumando muero, y te devolveré el último libro que me prestaste.
Aboguemos por las bombas tontas
Manuel Díez de los Ríos
07.04.2003
Abre uno las páginas del periódico impreso o descorre las cortinas del digital y sabe que está vivo y aquí abajo: hay guerra, nos matamos unos a otros. Todo, pues, en orden. Como buenos imbéciles, por no llamarnos bestias, no sea cosa que se nos enfaden los nobles animales, hemos construido unos ingenios bélicos que, a pesar de su inteligencia (¿es posible hacer compatibles las palabras inteligencia y militar?), suelen comportarse como auténticos ceporros y se cargan al personal que da gusto.
Como escribía mi tío Manolo Alcántara, esas bombas apuntan pero no atinan y de vez en cuando confunden un mercado con un campamento. Cuestión de más o menos tontuna, ya se sabe. Puestas así las cosas, deberíamos volver a las bombas gilipuás, a las estultas, las de toda la vida.
No hace mucho tiempo, siempre me parece poco, comprobé in situ, creo que por penúltima vez, cómo las mujeres y hombres kosovares se despedían para siempre de su familia cada vez que salían de casa. Eran adioses definitivos los que se daban, porque no sabían si iban a volver. Atravesar aquellas calles era exponerse a un disparo de francotirador, o a un mortero de soldado en guardia, a elegir. Las gentes trataban de comprar algo (y lo que más había era nada) jugándose la vida a cada minuto. Desde cualquier ventana, desde cualquier boquete de cualquier edificio, podía aparecer el cañón de un fusil con mira telescópica y, bang, un transeúnte menos. Ya digo: los francotiradores cumplían con su tarea de matar al prójimo. Estaban haciendo un control de natalidad, pero a destiempo, no sé si me explico.
Como el ser humano tiende a progresar, ahora no hacen faltan gentes emboscadas para llevarse por delante a otras. Basta con un pepino culto, un misil licenciado por Harvard, para dejar vísceras y mondongos al aire, esa carnaza caliente que le da un color rosáceo amoratado muy de atardecer a las calles.
En Kosovo, y en otros sitios, lloré de rabia e impotencia. Como lloro ahora. De la única manera que se puede llorar, sin poética alguna. Llanto por los muertos del tío Sadam y por los del tío Sam.
En Kosovo no los había. Todo lo más, encontrabas boquetes en el suelo donde descargar las heces. En España, afortunadamente, sí tenemos retretes. A uno de ellos me voy, siguiendo el consejo de Félix Grande, a llorar en honor de nuestro destino. Un rato. El suficiente para echar de menos las bombas tontas.
Menuda chuminada, Chumy
Manuel Díez de los Ríos
11.04.2003
Harto de ser codorniz, que es la versión light de la perdiz chocha, en el vuelo y la cazuela, nunca en lo referido a aquella revista genial, se reencarnó en hermano lobo, auuuuuuuu, para fundar Hermano Lobo, y ser el más licántropo de todos aquellos locos que convivían en su redacción.
Nos trajeron, gracias (que es de bien nacido ser agradecido), uno de los escasos motivos que la España de sacristía, rancia y con olor a cuadra, brindaba a quienes hace veinte años nos permitíamos el placer de la lectura inteligente. Nosotros, lectores empedernidos y enfebrecidos, pobrecitos imbéciles en busca de un minuto inteligente de sonrisa. O de sonrisa inteligente, que por ahí va la cosa.
Decía Jardiel, el Enrique más Poncela de cuantos han poblado esta tierra de nuestras tristezas, que el humor dejaba de serlo cuando había que definirlo. Chumy lo sabía. Por eso hacía humor tirando a negro, con mala leche, del mejor.
- Estoy preocupado, he empezado a odiar a mi prójimo.
- ¿Tan tarde?
Filósofo del pesimismo, incomprendido por tantos acémilos de dos patas como circulan aquí y allá, dibujante de mujeres que ponían huevos, guía turístico en sus chistes por los paisajes de las tumbas de otros, la parcelita definitiva, era agorero de porvenires o porllegares aún peores si cabe que los previstos. Iba siempre prendido a su percha ósea de eterno perdedor, aunque, como solía decir, aquí abajo no se le hubiera perdido nada. Tan lúcido como lúdico, trabajaba como un genio de la ironía. Lo digo dentro de lo que cabe, no sea que se levante y venga a darme unas collejas por regalarle el ego.
José María vivió como deseando morirse. Lanzado a toda velocidad por las carreteras de la hipocondria, inventaba enfermedades para su cuerpo que para su teatro hubiera querido el mismísimo Moliere. No tenía nada mejor que hacer que mantenernos encendida la sonrisa y, sin embargo, va y se muere. Menuda chuminada, Chumy.
El sambódromo de Semana Santa
Manuel Díez de los Ríos
22.04.2003
Señoras y señores pasajeros, les informamos que dentro de unos minutos tomaremos tierra en el aeropuerto de Málaga. La azafata acaba de comunicarlo. El cielo, este hermoso mar boca abajo, está de noche. Las estrellas alumbran sus calles. Algunos pasajeros dormitan, otros miran por las ventanillas.
Sé que vuelvo a casa, pero me he quedado allí donde he pasado cinco hermosos días. Sin información, sin contacto con el mundo de la prensa, sin querer saber nada de lo que no fuera el hecho de vivir, soñar, sentir. Cuando uno viaja, suele hacerlo para salir de donde se encuentra. Lo complicado es que difícilmente conseguimos salir de nosotros mismos. Esta vez lo he hecho. Me ha costado algunos años, ya ni recuerdo cuántos, conseguirlo. Pero al fin.
Me fui de esta Málaga provinciana dejando a capillitas, beatos y meapilas llorando lágrimas de cocodrilo folklórico, no lágrimas de fe, no nos engañemos, porque el Cautivo no había salido a la calle un lluvioso lunes de Semana Santa. ¡Qué lástima! No había hecho su desfile por ese inmenso sambódromo en el que se convierten algunas de nuestras calles en días de folklore sacro, cuando crucificados, dolorosas y demás muestras en madera de esta religión del sufrimiento, el dolor y la tristeza, junto a su tramoya penitencial, toman las calles cual Escolas do Samba en Río de Janeiro.
El cristo de la túnica blanca no desfiló ante esa gradería de mal gusto colocada en la Plaza de la Constitución, lo más parecido a la tribuna de cualquier campo de fútbol, en la que se arraciman como sardinas en lata de cera e incienso las gentes de las cofradías. Demasiados, que no todos, hipócritas de traje, y demasiadas, que no todas, hipócritas de vestido color tristeza. Ellos y ellas se dejan ver, que lo de menos es mirar tronos. Están allí para que los miren, no para contemplar imágenes. Ellos son la procesión. Menuda tropa. Al Cautivo debió darle vergüenza ajena y prefirió quedarse en su casa.
Vuelvo. Con más vida que cuando salí. He recorrido calles vacías, de la mano y ojos de otra persona, con soportales donde guarecerse de los chubascos. He visto otros cuadros. He oído otras músicas. He leído otras piedras. He olido otros paisajes. He sabido otra piel. Vuelvo, ya digo, aunque me haya quedado en ese lugar donde un ser humano confía en mí.
Uno se siente persona cuando se sabe sentido. Ese alguien, curiosamente, tiene nombre de cielo. Un cielo al que no iremos aquellos a quienes nos importa un cirio la Semana Santa y toda su parafernalia.
Dios tampoco sabe de política
Manuel Díez de los Ríos
28.04.2003
Jehová anda en sus cosas desde hace 2003 años. Y tan satisfecho el tío. Alargó su sabath particular y ahí anda, tomándose una vacaciones prolongadas, mientras los demás nos damos de hostias (bofetás, que no sagradas formas) en el reino terrenal, a la espera de si conseguimos o no alquilar una silla en el de los cielos para pasarnos una eterna temporada.
"Si un día nos encontramos, nos perdonamos los dos", que escribió como nadie mi tío Manolo Alcántara. Y es que al de arriba sería necesario darle un par de voces, a ver si despierta, el muy Jesús. Ni se entera, ni quiere saber de política.
No es culpable de sus divinas culpas, lo sé, pero consentir un nuevo error de su providencia en Argentina no debería pasársele por la aureolada cabeza. Que ese maravilloso país, que, en palabras de Clemenceau, se recupera durante las ocho horas que duermen sus políticos, pueda volver a ser presidido por un mangante, un ejemplar clónico de momia mental y pelo tintado como "Patillas" Ménem, es algo que clama al cielo.
Los gauchos, ésteeeeeeee, vos sabés, no quieren limpiarse el pellejo del pestazo a muerto que arrastran con los cadáveres de Perón y su primera prójima en los hombros. Pueden volver a llevar a la Casa Rosada a un chufla del calibre de ese que les convirtió en el hazmerreír del mundo, a pesar de los pesares, los pasares y los pisares. Allá ellos, que Dios no va a mover un dedo para impedirlo.
Ménem hizo de la corrupción una carrera universitaria, algo que deberíamos poner en práctica en España, donde eso del choriceo se hace a la buena de Dios, sin titulación académica correspondiente; llevó el amiguismo a cotas jamás alcanzadas en ningún país de Sudamérica; trapicheó con la economía y la gobernabilidad de su país cual marmota (perdón, empleada de hogar) en casa ajena, y aglutinó una inmensa fortuna para sí y sus allegados. No tenía nada suyo, todo era robado, que decimos así de graciosos los andaluces.
A un país cuyo 63 por ciento de jóvenes desea abandonarlo para no volver jamás, que ahora quieran echarle encima semejante montaña es el comienzo del fin de su posible recuperación. Argentina, sigue llorando mucho por ti misma, la madre que te parió. Vuelves a merecerte la llantina por no saber enterrar definitivamente aquel cadáver que momificó Ignacio Ara, el pellejo de Evita, la santa de los descamisados, que vestía con los modelos más caros de la alta costura mundial.
Un abuelo 'torero, torero'
Manuel Díez de los Ríos
06.05.2003
No me gustan los capillitas. Tampoco los meapilas. Ni los beatos embutidos en sotana rancia, con olor a sacristía. Me importan nada los curas que son incapaces de manifestarse como hombres y condeno a los que utilizan su hombría de mal para abusar sexualmente de los jóvenes. Reniego de la Semana Santa entendida como pretexto para disfrazarse con capirote, frac o mantilla y pasear imágenes cargadas de joyas hasta las trancas. Ni los ídolos me dicen nada ni los idólatras tienen nada que decirme, y entienda cada quien mis palabras como mejor le parezca.
Un negocio como el de la Iglesia Católica, con la mejor diplomacia del mundo, el mejor sistema de control del capital (conectado directamente con el control de conciencia: tú me das y yo buscaré la forma de alquilarte un asiento en el cielo, a la diestra del Padre), los medios radiofónicos de comunicación más potentes, y un sistema de marketing diseñado a partir de aquella lejana entrada en Jerusalén a lomos de una borriquilla, debería tener sus contras. Y algunas he enumerado.
La curia vaticana encarna, por sí y en sí, todos los defectos que la Iglesia (a pesar de sus virtudes) arrastra desde tiempos de aquellos Papas, Borgias y parentela, que llenaban los palacios de los sucesores de Pedro de barraganas, efebos e hijos naturales, emputeciendo y encanallando todo cuanto debía representar el hombre de confianza de Cristo aquí abajo.
No me gustan esos Papas, digo. Ni los más recientes, siempre rodeados de conspiradores, correveidiles, validos y otras especies de inútiles mitrados. Sin embargo, me gustan dos ancianos, que han hecho olvidar a ese otro, de nombre Eugenio Pacelli, el Sumo Pontífice Pío (es igual el numeral romano añadido), colaborador que fue de los nazis.
Siento debilidad por Angelo Roncalli, Juan XXIII, un vejete todo bondad y paz. Y la siento por el abuelo Carol Wojtila (lo de Juan Pablo II me es indiferente). Destrozado por el dolor, que no le dignifica, sino que le humaniza, y, para hacerlo aún más igual a todos los mortales, le envilece y afea, levanta gritos de "torero, torero" incluso entre aquellos que 'pasan un kilo' de curas y tiaras.
Muchas cosas de las que Carol dice, lee, tienen gancho (cómo me gustaría saber quién le escribe los discursos), aunque algo muy distinto sea que ello se lleve a la práctica. Cuando Carol deja de hablar como Vicario de Cristo, ex cátedra (algo que debería ser objeto de un análisis diferente, y no está mi horno para bollos tales), y utiliza el lenguaje de la calle, provoca un "El Papa es cojonudo" que no hay Dios que pueda entenderlo sino a modo de elogio y viva la madre que te parió.
Ese viejo me gusta. Ni pastor, que no soy borrego, ni padre, que no soy su hijo. Ese viejo. Un abuelo como el que yo tuve.
Gracias por favorecer(me) el voto en blanco
Manuel Díez de los Ríos
12.05.2003
Han llegado, golondrinas en época electoral, a colgarse no de balcones becquerianos, sino de farolas callejeras. O sea, a empuercar, algo más si cabe, con sus falsas sonrisas, el mobiliario urbano de una Málaga que no sabemos cuidar como se merece. ¿Y cómo se merece? En principio, sin verse sometida a semejante invasión. ¿Por qué no se habrán quedado en sus nidos de tristeza de todos los días, en lugar de exhibir tanta falsedad en los caretos?
A pesar de retoques, manipulaciones con el Photoshop y otras gaitas cibernéticas, nuestros candidatos, y candidata, a la Alcaldía de Málaga, dan pena, penita, pena, y Lola Flores me entenderá.
No saben reírse, ni siquiera en fotos, pero se empeñan. Y algunos de ellos, tres para ser más exactos, o dos y una, para absoluta concreción, no tienen ni idea de casi nada, pero, además, opinan. Qué castigo.
Paco de la Torre, alcalde y buen hacedor de dudas, da el aspecto de un hombre a punto de herniarse, cuasi estreñido por los siglos de los siglos. Lo suyo no es risa, sino mueca. Sus asesores se han empeñado en cambiarle la imagen: otro traje, otras gafas, maquillaje. Pero lo de la risa es superior a sus fuerzas. Ya digo.
Marisa Bustinduy, aterrizada desde las ramas-del-consenso del PSOE (o del POE, Partido de los Osados Españoles), está así de contenta con el caramelito en la boca. No es que tenga mucho que decir, pero se ha empeñado en piarla. Y, de paso, muestra sonrisa de arrobo, entre mística y evangélica, que para sí quisiera la Teresa de Alba de Tormes, leáse Santa Teresa de Jesús.
Rafael Rodríguez, de la Izquierda Undida (sin hache queda más comunista, camaradas), se plantea una risa de medio lado. Como su política: ni sí ni no, sino a lo que caiga. El hombre sabe que, si vuelve al sillón de concejal, son otros cuatro años a chupar del bote y viva la gran teta del Estado.
Ildefonso Dell'Olmo (ay, esas malas lenguas que le llaman Ildeltonto) es representante de un partido de siglas PA y de contenidos ideológicos desconocidos. También quiere ser alcalde. Y a ello se presenta. Como podía haberse presentado a conserje del Ayuntamiento, delegado de aguas, promocionador de fábricas de enderezar pestiños o cosas de similar relieve. Es un páginas amarillas: vale para todo, qué tío. Aunque para lo que de verdad vale es para tener miedo a que alguien pueda quitarle el sitio. Y a trepar, que son dos días.
Visto lo visto, esas risas, gracias a los cuatro, me reafirman en mi más profunda convicción: votar en blanco.
Un inmenso regüeldo
Manuel Díez de los Ríos
20.05.2003
Requiere de la digestión, pero el plazo no es de dos horas sino de cuatro años. El gran circo, la farsa que se reinventara. Las ciudades digieren todo lo digerible, los ciudadanos, olvidados por un tiempo de sus mesías y políticos en ejercicio, tragan cuanta quina puedan asimilar, enfrentándose a la especulación, la desidia, los baches, el hacinamiento, los impuestos, la mezquindad y el más absoluto de los desconciertos.
Pero cada cuatro años, ya digo, la ciudad suelta un regüeldo terrible, dantesco, pantagruélico (de Gargantúa y Pantragruel, lo cito para los leídos y escribidos) y aparecen aspirantes a concejales por todas partes.
La jauría se desata. Vestidos de perros de presa prometedores, salen a la calle para lanzarse a la yugular de cuanto votante -y voto- pretenda tener el paseo en paz. Carne de urnas, eso somos. Ni más ni menos. Mierdecillas considerados como porta papeletas a quienes determinados individuos, con la amenaza de "Ojo con que venga el otro", pretenden redimir de no se sabe qué. Como si aquí no nos conociéramos todos.
Regüeldos y rebuznos. Tonantes. Cuales de Júpiter o de dinosaurios y bisontes en celo.
Una campaña, la actual, transformada en plebiscito al Gobierno, a Aznar, al Prestige y a la guerra en Irak, por un clónico de González y un aventajado alumno de Fidel Castro, Zapatero a tus felipes, y Llamazares a sus llamaradas apocalípticas.
Y los criminales etarras, malditos sean, aprovechándose de la podrida y maquiavélica conciencia de los políticos del PNV, lanzan sus criminales soflamas en televisión. Y los periodistas de Reporteros Sin Fronteras, maldita clase periodística esa que justifica en nombre del sagrado (¿sagrado?) derecho a la información las palabras de los asesinos, ejerciendo de abogados del diablo de los matachines.
El vientre de la ciudad defeca y se siembran las calles de mítines a los que sólo asisten los fieles convencidos, esos con menos imaginación que recién casados organizando su viaje de novios en cualquier agencia de borreguiajes. Trágalas y más trágalas.
Cada cuatro años la aerofagia de la urbe nos lleva a contemplar besuqueos a niños, manoseo a ancianos, cascadas de verborrea, blablablás sin propósito de enmienda, sólo de enmierda. Buscan los votos con ojos de ramera que no acaba de reunir el dinero para otra dosis.
¿Cuándo dejarán el bicarbonato y los laxantes de protagonizar las campañas electorales?
El escrotinio de los votos
Manuel Díez de los Ríos
29.05.2003
Me niego. Que en este país de perdedores se estén ahora dando literalmente de hostias triunfantes por los pactos me trae (¿o es "me la trae"?) absolutamente al fresco. Así es, así ha sido, así será. No llenaré páginas de tarambainas y mangancias. Sabido es que quien pacte y repacte se lleva la mejor pacte. Y a buen entendedor, etcétera. Es lo único a lo que la mayoría de nuestros políticos aspiran: un votillo, un trozo de tarta. El votillo es interesado y la tarta tiene forma de billetes de curso legal.
No seré yo quien colabore al pregón del trinque, no me prestaré a ponerle letra a maniobras egoístas y monetarias. Porque son SÓLO ESO, que se dejen de historias.
Una vez escrotados los votos (y lo he escrito bien), celebrado el escrotinio (vuelvo a escribirlo a la perfección), que cada cual ha interpretado según le ha salido de los compañones (que dicen en mi pueblo, en perfecta unión de dos palabras, compañeros y cojones), han decidido no perder ripio del dinero en juego.
Después de jornadas de duro desgañite y peor voceamiento en las calles, bien les vale ahora un descanso de cuatro añitos. Para nuevamente vivir a costa de los lomos ajenos.
Pasadas las promesas y otros engaños, entran en juego las comisiones, las influencias, la especulación del suelo, el pesebreo de la vivienda (nadie ha hablado de ello durante la campaña), el "do ut des", que los latinos definieron como nadie: te doy para que me des. Permitan la traducción-aclaración para que nadie interprete que puedo estar haciendo referencia alguna a contenidos sexuales. Hablo de poner la mano, de robo con todas las de la ley.
Hay tanto trepa suelto en todos los ámbitos, tanta gente ganando dinero como por arte de mafia (con efe, editor...Ah, pero si el editor soy yo...), que los políticos únicamente se limitan a representar su papel de espejo social. No saben hacer otra cosa. Claro que no sé tampoco cómo nos iría si se pusieran a hacer lo que saben. ¿Ejemplos? Miren a su alrededor. A buen seguro, hallarán para llenar páginas de la Espasa con ellos.
Lo he dicho por activa, pasiva y perifrástica. Lo repito: el día que uno de ellos me asegure que viene a llenarse hasta el borde la buchaca, le daré mi voto. Al menos, será sincero. Que ya es algo.
Ni Don Juan ni Juanillo
Manuel Díez de los Ríos
13.04.2004
Como dicen, y digan lo que digan, en esta tierra, tú serás siempre Juanito. Ni Don Juan, por mor de los homenajes oficiales, ni Juanillo, como te llamaba tu padre, aquel buen hombre que mataba dos guarros cada san Martín, pero no catábais los jamones, que se vendían como fuente de ingresos para mitigar la penuria familiar.
Ahora, Juan, te quedas sin el mes de abril. No vas a poder transitarlo por completo hasta ver llegar mayo por la esquina. También Sabina sigue preguntándose en una canción por qué le tocó que le robaran este mes. Te vas el mismo día, doce del cuatro, que "La Voz" comenzó a cantar su "My way", a su manera, la suya, la única e inimitable, hace 35 años.
Sinatra y tú. Sin comparaciones posibles, o con todas las probables. Porque si Frank hizo de esa canción la más radiada de todas las épocas, tú, en aquella radio de cretona, que hermoseaba Carlos Cano en homenaje a Rafael de León, en los viejos aparatos Iberia, Marconi y Telefunken, fuiste durante muchos años el líder de los discos dedicados en la España con tufo a sacristía y beaterío, a pan y aceite y a café con leche "migao", a mucha tristeza pero más ganas de música, que Radio Andorra llevaba a las ondas.
Te vas Juan, otro que emigra, mientras continúan llegando a nuestra tierra gentes que no han hecho la Primera Comunión, ni tienen por qué. Casi todos con hambre, necesidad de una vida mejor, ganas de hallar futuros nuevos. Por no traer siquiera traen consigo aquellos maletones de cartón atados con correas que los andaluces cargaban hacia Alemania en unas pateras con apariencia de trenes. Andaluces que iban "comulgaos y confesaos". Pero hay otros de esos, ay, de la morisma, que no vienen con el librillo del Pan de los Ángeles en la mano, sino con un Corán entre cuyas líneas creen aprender el funcionamiento de las bombas criminales.
Tú que, casi como muy pocos, has sabido hacer todos los cantes, aunque le dijeras a Quiroga que te compusiera alguna canción para orquesta, porque la Piquer llenaba los teatros a cinco duros la butaca y los grandes cantaores os quedábais con un cuarto de aforo, y eso que la entrada costaba un duro, vas a dejar el recuerdo de aquel "Tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil// para que pueda besarlo cuando esté lejos de ti". Joé, Juan, mira que me he reído con la dichosa estrofa. ¿Cómo iba la parienta a permitir que le arrancaras los piños?
Te vas, artista. "¿Cantante, tú?", te preguntaba tu padre. "Que no, niño, que no, que eso no es de gente bien". Te vas después que hace muchísimos años La Niña de la Puebla y Sabicas, ahí es ná, llegaran a tu casa y le convencieran para que te dejara ir con ellos a Madrid. A cantar. Y a comer cocido, pan y postre, por tres reales.
Te vas y te llevas los 12 días abrileños y el alma de tu Dolores, esa Abril compañera de cama y escenario, de amor y cante desde aquel 1954 cuando el mismísimo Franco, errores tiene la Providencia, te pidió, a ti, sí, a ti, al único a quien lo hizo en su caudillona vida, que repitieras una canción.
Te vas, Juanito. Con tus ojos que parecían hechos con un punzón, tu sombrero cordobés, el pelo tintao, la voz para sentar cátedra, y ese empaque tan parecido al de mi abuelo. De hombre, en el buen sentido de la palabra y machadianamente hablando, bueno.
Alégrale a Dios los oídos. Por fandangos, Juanito, por fandangos. A ver si se plantea, de paso, llegar a un consenso con Alá y que se acabe el morituri.
Con su puñetero pan se lo coman
Manuel Díez de los Ríos
07.06.2004
Las frases elegantes no son sinceras, y las sinceras no son elegantes. Lo dijo Lao Tsé, siglos ha, en un momento de sinceridad de los suyos. Hoy habría hablado de lo políticamente correcto. Sabido lo tal y visto lo cual, podemos concluir que los políticos se dividen en dos categorías: los que mienten y los que no lo dicen. Hasta ahí, todo correcto.
A partir de ahí, pueden añadirse cuantos etcéteras considere cada cual oportuno, que no seré yo quien ponga trabas al ajeno albedrío. O sea, que hay quien me asegura por sus muertos que no es verdad nada de lo anterior. O no todo, para entendernos. Encuentras a determinadas personas que refutan tales aseveraciones: "no son iguales unos que otros". Bueno, tal vez lleven razón, a qué negarlo.
La diferencia está en la manera que los politicones tienen de darnos al resto. Por detrás o por delante, ya saben: las hoy llamadas cuestiones de talante. España se ha convertido en un talantorio, un lugar donde han muerto por falta de uso las mentiras y todas sus vanidades. No hay cabida para ellas.
Don Zapatero debe estar contento. Él, que cada vez que se reunía con un colectivo en campaña electoral, prometía un Ministerio de lo que fuera, ya no habrá de crear el de Corrupción y Mangancia porque la política, aquí y ahora, es objeto limpio cual patena.
Don Rajoy no debe irle a la zaga: alegría generalizada. El socialismo y el popularcismo brillan, ¿qué digo yo?, resplandecen de sinceridad hasta las trancas.
Los elegidos del PSOE y PP, vacas sagradas con retiro y forraje asegurado en Estrasburgo, se están jugando unos sueldos de cojón de mico en Europa, 8.000 euros al mes, otras menudencias aparte, y ante eso no hay quien se atreva a contarle mentiras a los votantes. Sólo les cuentan verdades a medias, que es lo mismo, pero no igual.
¿No queríais debates? Pues ahí los tenéis. ¿Se ha enterado alguien de qué va eso del compadreo de Fichsler y los demás europarlatrincarios? No. ¿Y de qué os quejáis? A ver si le vamos a pedir también a tan sacrificados próceres políticos que le detallen al personal por dónde cae Europa, sus mangoneos y decisiones. No, hombre, no. Que se entere cada cual, si le parece bien, maricón el último, y quien venga detrás que arree.
Las elecciones europeas sólo son el prólogo, innecesario como todos los prólogos, para que unas decenas de afortunados, bendita su suerte, lo dijo el gachó, se garanticen el trinque mensual, a base de pasarse unos días, la campaña que se llama, diciéndose "más malo, más cómplice de asesinos y más corrupto eres tú", para luego irse, de la mano, en bendita compaña, a mesas y manteles de lujo, algunos compartiendo, incluso, barragana y maromo.
Esta gente, oficiantes de la politiquería, no pisan los restaurantes de cinco tenedores, no. Ellos van a los de un clavo. Que son de más postín. Pues, por mí, que con su puñetero (eufemismo por puto) pan se lo coman.
Un currante nato, rediez
Manuel Díez de los Ríos
25.06.2004
El pueblo, ya se sabe, y más en tiempos preelectorales, porque de tal dan fe los políticos, es sabio. Muy sabio. Cuando los eligen a ellos, claro. Cuando eligen a los otros, el pueblo no es más que un conjunto de tontopollas que se dejan manipular con cuatro promesas de nada. O sea, el pueblo es sabio, pero le gusta más el pan y el circo que a un tonto una gorra de cuadros. Llamémosla boina, que para eso uno es antequerano. De pueblo y con su buena dosis de tontopollez, sustituta inequívoca, ya digo, de la inteligencia.
Cuando al sabio pueblo le preguntan por la calle por Felipe de Borbón, suele responder "muy alto y muy guapo". La estatura, más de NBA que de la España de los potajes de garbanzos, y la guapez, más de modelo de Armani que de una ciudadanía que ha hecho millones de chistes sobre los feos, son cualidades, visto lo visto y oído lo ídem, muy a tener en cuenta en las cosas de las jefaturas de Estado y así. Cuando al sabio pueblo le interrogan por Leticia, con zeta, la respuesta es más femenina: "muy guapa". Aunque con un añadido de anorexia, nada que temer sin embargo: "pero muy delgada".
Y no, queridos tontopollas entre quienes me incluyo, no. Felipe, acabo de leerlo en palabras de su tocayo de apellido Sahagún, es un currante nato. De ahí mi apreciación antañona de que vivir a cuerpo de rey debe cansar mucho. Dice don Sahagún, no sé si opiado por tanto florear o por haber bailado cifras, que, tras terminar su master en Relaciones Internacionales, allá por 1995, el primogénito de Juan Carlos ha asistido a 24.000 actos oficiales, 8.000 recepciones y 31 tomas de posesión de jefes de Estado iberoamericanos, así como de los principales mandamases de Gobierno europeos, incluidos Blair, Schröeder, Putin y Chirac. Casi todos ellos, sudamericanos unos, de la UE otros, le agradecieron el gesto no presentándose en el reciente casorio.
Bueno, pero vamos a lo que vamos. Si nueve años, con un par de bisiestos adosados, son 3.287 días, y sus presencias en festolines y demás han sido 32.000, a casi 10 diarias sin tiempo para nada más, el primogénito de Sofía tiene el don de la ubicuidad o una sobrenatural capacidad de organización de agenda. Lo suyo es cuasi divino, nada de extrañar si tenemos en cuenta la fuente de la que emana el poder de los reyes y aprendices de.
A ver si alguno de nosotros conseguimos, amado y atontopollado pueblo, una agenda de esas. Con tapas de piel, recambios y separadores. Lo digo porque cuando miro la propia, y veo tres cosas anotadas para el mismo día, me hago un lío aquello que el mismísimo Pilatos ya se hacía en su tiempo.
No obstante, tengo un consuelo: a Leticia, con zeta de Ortiz, aún no le han preparado una agenda propia. Se limitará a acompañar a su consorte, sin que ello signifique, malpensados todos, que vaya a cumplir un papel de florero. Pero me da a mí que, como buena fémina, tendrá la suya personal en la que ir anotando las cosas de presencia o ausencia de "esos días". Su trabajo es, hoy por hoy, empezar a lucir tripita de preñamiento. ¿Le parece poco? ¡Qué botito y qué herboso!, dirían Martes y Trece, nada supersticiosos ellos.
El tío Manolo, sumiso limosnero
Manuel Díez de los Ríos
08.06.2004
Cuando el tío Manolo se enteró de que un barco se había partido por la mitad en las costas gallegas y llenó de mierdapote aguas y costas, movilizó de inmediato a sus ecologistas de guardia, a sus voceros a sueldo, a sus paniaguados escribanos y les dijo que pusieran a caer de un burro al tío del bigote y los suyos. Por irresponsables, imprevisores y vivalavirgen.
El tío Manolo era entonces un jaquetón, con palabrería ininteligible y espíritu de guiñol sociata de Canal Plus, pero dispuesto a comerse a quien mandara en Madrid, siempre apoyado en una batería mediática que para sí quisiera cualquier mortal con ansias de poder y perpetuación en el sillón de mando.
Pero, una vez que, por hache o por be, por 191 muertos y ni si sabe cuántos heridos, por lo que fuera o fuese, su jefe ganó las elecciones, y nada que objetar al resultado, el tío Manolo, idéntico de palabrería, tan comprensible como el estribillo del Aserejé, se ha vuelto mansueto, borreguil, silencioso.
Reunido hace días en el palacio moncloíta con el presidente Risas, el llamado Zapatero, que es como 'Peíto', pero con más dientes, amén de un güevo de poder, todo hay que decirlo, el tío Manolo olvidó para siempre sus peticiones, reinvidicaciones, y...lo que también rima en ones.
Se acabaron las exigencias, las histerias económicas, el navajeo por las transferencias, y se dio paso al más fino y políticamente correcto "siseñor", con buen talante. Y sin acritú, que diría el faraón pesocialista, González el del Felipato, antañón presidente del Gobierno, sevillano que también salió en la foto de la tortilla en el campo con el tío Manolo y otros cuantos, y que ahora, cuando va a ver a ZP, se permite decirle eso de "Zapatero, a mis zapatos" Ay, estos chicos. Cómo les gusta el pitorreo.
El tío Manolo le ha pedido a presidente Risas a ver si trae para Andalucía alguna cosilla, no sé, una agencia de nueva creación, Oseluí, un...algo. No le ha pedido la declaración de zona catastrófica para su cortijo, que está ardiendo por tres de sus ocho costados, no. Bastante calor va a pasar ahora en Mallorca el marido de Sonsoles, la admiradora del batuta Barenboim, a quien los andaluces vamos a pagar tres millones de euros anuales para sus músicas y sus cosas, como para que el tío Manolo le vaya con el coñazo de los incendios.
"Cha ves, tú, cha ves tú", que diría un andalú, por no largar un "Estoy hasta los cohoneh de to esta reata". Eso es: cha ves, tú. Eso es lo que hay. El tío Manolo se presentó con toda la corte/cohorte de pelotas a sueldo, consejeros, periodistas pagados, alabadores varios y otra morralla laudatoria, en uno de los pueblos afectados. "No pasá ná, que aquí esmatos (quiso decir estamos) pa poner manos a la obra y arreglar todo".
Dicho y hecho. El tío Manolo, que antes había rajado la de Dios porque el Gobierno del PP no le pasaba las transferencias de las "políticas activas de empleo" y ahora, cuando las ha recibido, su primera medida ha sido suspenderlas por un año, que también tiene la cosa perejiles, tuvo uno de sus arrebatos de gran gestor económico y dijo: "Una primera ayuda de 700.000 euros para hacer frente a lo más urgente".
Resulta que "lo más urgente" es todo. Casi 28.000 hectáreas arrasadas por el fuego en Huelva y Sevilla (por supuesto, ningún político es responsable de ello, que esto no es un petrolero chatarra, hasta ahí podíamos llegar) y unos 100 pueblos condenados a muerte.
Rumboso como él solo, el tío Manolo, hagan ustedes la cuenta, se ha rascado el bolsillo a razón de 26 euros por hectárea, unas 42.000 pelillas, que para diez o doce pinos ya dan, y algo así como 1.166.000 pesetillas por pueblo, suficiente como para comprar cal y blanquear alguna fachada.
Y mientras el tío Manolo hace de limosnero, la oposición, el PP, los machacados por el 'Prestige' y otras gaitas, se ponen manos a la obra y movilizan... ¿Movilizan? A nadie. Metidos en Arenas hasta el cuello, no saben, no quieren, no tienen a quien o, simplemente, se dedican también a rascarse los cohoneh. Y así les va: esperando, religiosamente, que les vuelvan a dar de hostias en la otra mejila.
Una real caraja
Manuel Díez de los Ríos
20.05.2005
Con toda realidad, a mí la boda me importa una real caraja. En femenino, que suena mejor. Ni por indiferencia monárquica ni por idelología republicana. Simplemente, porque todo ese tinglado no me llama la atención, salvo para ponerlo a caldo. Y no precisamente Avecrem. Aunque haya de guardarme la sopera y los platos.
Que los turiferarios de turno, las menopáusicas de sábado ante la pantallita, los soplagaitas del verbo, las ilusionadas en el tul ilusión, los rebañababas de la letra impresa y cuanto ejemplar pulula por este país de los recientes doscientos muertos y más de mil heridos físicos, que las heridas psicológicas no se contabilizan, se dediquen a tan dinástico pifostio.
Pero no les perdono que haya de irme a la cama ese día con la preocupación de no saber qué equipo terminará ocupando el segundo puesto en la clasificación de primera, hablo del fúrbo, fúmbo, fúlbol o como carajo se diga. Lo otro, el casorio, que con su pan se lo coman. Un pan, por cierto, demasiado caro y cuyo precio no sabremos jamás.
Me la trae, insisto, realmente al fresco, que el vestido diseñado por Pertegaz, convertido en la momia viviente, pero por fortuna viva, de la alta costura, sea así o asín. Me da exactamente un real níspero cuál será el traje que el novio termine colgándose para el enlace. Idéntica duda me asalta ante la vestimenta de los padrinos, sobrinitos y resto de parentela. Me produce una sensación de irrealidad esa cohorte de animales racionales que desfilarán, en plan Pasarela Cibeles, por la Almudena y alrededores, embutidos cada cual en trapos caros.
No disfruto con el balido de los súbditos, esa alegría que a los pobres les produce la felicidad de los ricos. No me siento bien sabiendo que pago algo de lo que no participo. Me da tres patadas en los higadones tanto comentario, tanta publicidad, tanto periódico, tanta radio, tanta televisión para un simple bodorrio. Hago ejercicios mentales adecuados para que no me coja por sorpresa la montaña de titulares en prensa que nos caerá pronto encima: el preñado, el nacimiento, el bautizo, y el blablablá. Sin olvidar los referidos a que los nuevos esposos, cansados de tanto descansar, dedicarán una temporada al descanso cada equis días, sin dejar pasar demasiado tiempo entre ocio y ocio, porque vivir a cuerpo de rey debe estresar mucho.
Decía el novio hace poco, cuando le presentaron el plan elaborado para que el fiestorro salga bien, que no quería causar problemas. Con lo fácil que hubiera sido casarse en casa, con el cura, los monaguillos y los íntimos. A la novia la hemos oído poco. Lo suyo es más bien ir tomando notas, por si Planeta le ofrece un inmenso dineral por las memorias.
Pues nada, ya lo dicen en Cádiz: a mamar. Que todo este meneo, todo este blindaje de una ciudad, todo este derroche de dinero sirve a fin de cuentas, sola y exclusivamente, para que los prometidos, una vez casados y prosacados, como manda la Santa Madre Iglesia, se dediquen a sus respectivos trabajos. O sea, a fabricar un niño. A ser posible. Como no ultimen varón, la vamos a organizar con la Constitución. Dicho en pareado queda. Y un deseo final: que llueva, que llueva a cántaros.
Adelante, carroñeros
Manuel Díez de los Ríos
01.06.2006
No faltéis, por favor. Debéis ir todos. Y todas. Y todos todas. Y todas todos, que ya no hay quien se aclare con el género. No os quedéis en casa. Adelante, que ya falta menos. Adelante, que sólo quedan el funeral y el entierro para dar la salida al trompeterío anunciador de veda abierta. A degüello. A la calle, que ya es hora de descender a la tierra. Buitres de todos los medios, carroñeros de la información, plegad alas y permitiros el picado, que hay cadáver a la vista.
El féretro va a estar cerrado, se lamentan esas gentes que, sin ser César González Ruano ni Jaime Campmany, dicen que se les dan muy bien los muertos. A Lola, entonces la más grande, faraona de ahí te quiero ver, manolocaracola de la pena, penita, pena la expusieron a la más falsa pena de la vista pública con el ataúd abierto, tocada ella de mantilla y encaje blancos. Vinieron y fueron todos con flores a Hipocresía. No mucho tiempo después, como hicieron con Encarna, la Sánchez de los camioneros y la empanadilla de Martes y Trece, la evisceraron en nombre de ese periodismo que dicen ejercer, empuercaron de palabra y obra su recuerdo. Gajes de la fama, ay.
El ataúd va a estar cerrado, ya digo que se lamentan. Aunque cabe la esperanza de que retiren las banderas española y andaluza y abran una ventanilla. A través de ella se puede dar rienda suelta a los nikonazos que se deseen. Y, de paso, los tertulianos de la basura y escribientes de albañal tendrán fácil la metáfora de avión hacia la eternidad, etcétera.
Qué placer, necrófilos. Qué gozo, necrófagas. Cuando a José, Joselito el Gallo, me explico, lo mató un toro en Talavera, vistieron a la Macarena, a Ella Misma, de luto. A la Virgen de Regla, otra Ella Misma, versión Cádiz musha grassia, dicen que van a bajarla de los altares para colocarla junto a Rocío. Qué cosas. Junto a la Jurado, la chipionera, la más grande, la... etcétera, etcétera, tan larga puede ser la retahíla. Vía libre a los piropos, que ya llegarán los denuestos y el más fiero de los despellejes. Con un verano por delante no hay pudridero que evite y resista las lenguas de las hienas de los programas televisivos. Ni verano ni siquiera una semana.
Honra a la difunta, que ya vendrá el tiempo de deshonrarla. Honra a los familiares, que pronto habrá lugar para avivar el chismorreo, eso que llamáis noticias, respecto a cuánto quiere llevarse alguno de ellos, cambiado el llanto por la euroforia. Poned en fila a posibles novios. Reales o inventados. Sean representantes de artistas o pilotos de Iberia. Carroñeros todos y carroñeras todas, abandonad vuestra madriguera: hay podredumbre cerca. Adelante, a revolcaros en la mierda.
Zapatero y el porcojonismo
Manuel Díez de los Ríos
05.06.2006
Tenían que ser los chinos porque era un trabajo de ídem. Hay tantísimos millones nacidos al amparo de la Gran Muralla que las probabilidades no podían permitirse un fallo. Dos de ellos han solucionado la conjetura de Poincaré, pronúnciese tal que Puancagué, un matemático francés iniciador de la topología geométrica, que establece y mide las superficies del universo, cosa sencillita donde las haya.
Allá por 1904, el colega formuló un enunciado difícil de comprender para los no puestos en el rollo, y para él mismo, qué leches, mediante el cual intentaba demostrar que la esfera tridimensional es el único espacio limitado de tres dimensiones sin orificios. Así, como suena. Y quien no se entere, que hubiera estudiado en su tiempo.
Tan complejo resulta el aserto del eminente galo que ni siquiera él pudo demostrarlo. O sea, la puancagó. Durante más de 100 años, su enunciado ha sido 'conjetura' y no ha podido alcanzar el nivel de 'teorema', cosa que sucederá si la comunidad matemática reconoce el trabajo de sus dos colegas chinos.
La demostración del problema ayudará a comprender -es decir, liará la cosa aún más- la forma del cosmos o a catalogar todas las formas tridimensionales del Universo, lo cual no sé qué aplicaciones tendrá, pero debe ser algo muy importante y no menos epatante si lo dicen gentes tan sabias.
Visto lo visto, leído lo leído, Poincaré formuló su teoría al más puro estilo porcojonista. Le salió de los ya me entienden hacerlo, tuviera o no razón, sirviera o no para algo el susodicho planteamiento. Se le metió en los buebos, que diría Faemino cuando se siente Cansado.
Un practicante furibundo del porcojonismo es el presidente Zapatero, hoy dedicado a su metáfora política de lustrarle los zapatos a los de Batasuna, angelicales seres que cantan las loas de los matarifes de ETA, dulce mester de pistolería, josuternerillos y santipotrillos de buena crianza, chavalotes cagondiós luchadores por el bienestar de su pueblo, que sólo se han limitado a reventar a tiros unas mil nucas de ciudadanos, una nimiedad comparada con la altura de miras que ponían en sus asesinatos.
Y en esas anda el Joseluís de los ojos azules. Un mesías de León, dispuesto a hacer cecina todos los pactos antiterroristas habidos y por haber. Mucho talante parriba, talante pabajo. Talante, ese vocablo que sirve para jugar al teto, o reollo, de la democracia. Un presidente de Gobierno bien peloteado por su turiferaria Maritere De la Vega, que es como una madre para el jefe, no me lo negarán, anciana pero juvenil, tan puesta y arregladita ella, con el código de barras bien maquillado, y un hermano mayor, el Pérezrubalcaba, léase todo junto, ese Alfredo que, cuando era portavoz del Gobierno de Felipe y el oyente Arfonzoguerra, le contaba a la prensa que se enteraba por la prensa de que el jefe del gonzalato sociata se enteraba por la prensa de la corrupción y otras menudencias.
Don Zapatero les va a decir al padre Otegui y a los frailes Álvarez, Permach y Petrikorena que sean aún más buenos, que no se dejen llevar por el mal camino, que le miren - a él, no a nadie más- fijamente a los ojos y comprendan por qué son el espejo del alma... En fin, les va a decir una serie de estupideces, prometiéndoles, además, que quienes no rían las gracias a los asesinos van a ser generosos y, ea, tirillos a la mar, vivan los perdones, olvidemos asesinatos, que el odio no lleva a ninguna parte y puede producir úlcera. Todo menos pedirles que ETA entregue las armas, se rindan los criminales, purguen los presos sus penas en la cárcel y terminen en ella quienes deban. Todo menos no seguir puancagándola.
Y es que, como dice mucha gente, no sólo Marianorrajoy, Batasuna y ETA tienen agarrado al Gobierno. Por los cojones. En roman paladino para entendernos.
SIVE: algo debe estar fallando
Manuel Díez de los Ríos
07.06.2006
Pues sí. Eso dicen las malas lenguas que siempre andan buscando viperina ocasión para despotricar. Algo debe estar fallando. Aunque, y esto lo digo yo, la televisión de Zarrías, un rey Gaspar con bigote que le ha regalado a Manolochaves, a la sazón el caporal del cortijo, ese programa lavacerebros en el que un tal Juan Imedio, gurú cultural de los autóctonos de la vieja Al Andalus, hace mitad de mamporrero y mitad de mamporrera.
O lo haga para darnos la ración diaria de flagelo, para recordarnos lo malos e intolerantes que somos, como ocurrió esta mañana, en el programa de Rafalito, el de la piñata postiza, y su coro de chicas pizpiretas, una de las cuales pretendió, ilusa ella, hacer una mínima referencia a la conjetura de Poincaré para terminar reconociendo de inmediato, eso sí muy delicada, femenina y sonrientemente, no tener ni idea al respecto, qué mona la mushasha de tan grácil estulticie. Pero tampoco los del Canal Sur (Canalón o Canalillo, depende) le pagan para que sepa de ello. Ni para que sepa de nada, hasta ahí podíamos llegar. Digo Canalón porque nos cuesta una pasta: ese Canal Sur tiene unas insaciables tragaderas por donde, viva la copla, se van los ríos de nuestros dineros. Digo Canalillo porque hay teta a la vista.
Rafalito y sus acompañantes hembras (¿podré hablar así sin que me acusen de machismo?, me pregunto inquieto) pretendían hacer creer al personal telesufriente, trágala y trágala, que el pobre senegalés que se ha quemado vivo en Mijas lo ha hecho porque aquí somos muy malos y no tratamos bien a quienes vienen a buscarse la vida. Y es que, afirma la progresía, en esta tierra no queremos a la morisma y a los pateras (sic). O sea, incluso los progres mal entendidos tienen sus resbalones semánticos que los dejan con el sieso (léase el diccionario de la RAE) al aire. Mucho subsahariano por aquí, pero mucho más cachonegro por allá, cuando no hay periodistas que les recojan la perorata y palabrerío.
Algo debe estar fallando. Y algo debe estar follando las previsiones aquellas de la mano y el capullo que hablaban de "todo controlado, ministro". Porque ahora, Caldera de todas las legalizaciones, después de apapelar y legalizar a unos dos millones, hay casi un millón de ilegales dando vueltas por esas calles. Y lo que te rondaré, moreno. Y desde Bruselas le están diciendo al Niño del Talante, jefe de la cuadrilla, que cierre la puerta. Pero no. La dejamos abierta y que nos lleguen por cientos. Hoy mismo, hace un rato, han arribado unos 226 en un arrastrero de 30 metros de eslora, debe ser porque el perfecto Sistema Integrado de Vigilancia Exterior de que disponemos, el SIVE que no sé para qué SIRVE, no es tan bueno ni apañadito como nos lo habían vendido. Y, Neptuno nos coja confesados, acabo de oír que hay unos 3.000 listos para dirigirse a costas canarias a estas horas de la noche.
Que le estamos dando una pastizara gansa al sultán de Marruecos para que nos mande menos súbditos vía marítima, sí. Que los senegaleses, suspendidas las repatriaciones, nos van a pedir más parné del que le habíamos endiñado hace pocos días, también. Que cualquier país africano emisor de seres humanos hacia Europa nos puede remamar la ubre del Banco de España, por supuesto.
Pero serénense, por favor. No sean tan indignos como para pensamientos tales, palabrearán los zapateriles voceros del poder establecido en el ciento y la madre de televisiones, y hablarán de que vamos a destinar no sé cuantas patrulleras, no sé cuáles helicópteros y no sé qué programa informático para controlar el Estrecho. Todo ello acompañado de datos y más datos, muchos números, algunas imágenes, voces en off, jerga informativa, soplapolladas.
Deberían añadir "para acompañar a las pateras, cayucos y barcos hasta puertos españoles". Porque ninguno de esos artilugios sirve para devolver a esos emigrantes al país de origen cuando están en sus aguas. Tampoco si se hallan en internacionales. Y cuando llegan a límites de aguas españolas, entonces, ahora es el momento, se les dice sígannos, que les llevamos a puerto. Esa es la misión del SIVE (Servicio Integral de Venida a España), que tiene mucho del bajo palio de otras épocas.
Y no hablemos de los aeropuertos y los pasos fronterizos. Si por mar nos llegan a cientos, por carreteras y por aire los recibimos a miles. El problema tiene muy difícil solución. Tan difícil que no la tiene.
Con tales planteamientos hay quienes quieren que sus gobernantes, aquellos a los que pagan, les digan con todas las letras que esta carajera no hay quien la arregle. Aunque el PSOE asegure, por él y por todos sus compañeros, pero por él primero, todo lo contrario. Y lo esté demostrando con hechos. Viva la ironía. Jajaja.
Los batasunos ingresan en prisión por decisión propia
Manuel Díez de los Ríos
07.06.2006
Olé tuh cohoneh ahí, que dice un estribillo de una chirigota gaditana. Olé tuh cohoneh ahí, y eso lo entendemos como Dios los andaluces, Grande-Marlaska. Olé tuh cohoneh ahí no porque hayas llevado a cabo acto de heroísmo alguno sino porque, sometido a tanta presión como debes estar soportando, has obrado en consecuencia y hecho cuanto tenías que hacer. Algo tan simple y complicado al mismo tiempo. Has impedido que una pandilla de batasunos, miembros destacados de una organización terrorista, se reúnan libremente para evacuar sus soflamas ante cuantos se prestan a prestarles escritura, voz e imagen.
Roguemos ahora a todos los dioses del Olimpo del tejemaneje para que tu decisión no sea inmediatamente aprovechada como excusa en ese proceso que estamos soportando por parte de quienes se obcecan en presentar a Batasuna como abanderada de no se sabe qué proceso de paz. Sobre todo porque nunca hubo una guerra, ya que todo se reducía a soportar que unos asesinos mataran cuando, como y cuanto podían, y fueran jaleados por los ahora interlocutores válidos, a decir de Lópezgarrido El cambiachaquetas y otros visionarios y tan de fiar próceres, que antaño negaban lo que hogaño defienden.
La mayoría del pueblo español, no dudo que del pueblo vasco, jamás impediría que los de Batasuna dieran una rueda de prensa. O conferencia de ídem, que dicen y escriben los más puristas. Jamás llamarían a la Policía, con pe, para pedirles que Pernando, Petrikorena y Permach, dirigidos por el pacifista Otegi, menudo cuarteto de presuntos, con pe, jaleadores de los pistoleros, otra pe, etarras, dieran a conocer sus planteamientos políticos, que, al parecer, y según noticias no del todo fiables, aunque el mismísimo Pepe Blanco, no el cantante del cocidito madrileño, sino el Pepiño, secretario de la cosa de organización socialista, parezca creérselas de cuando en vez, nada tienen que ver con el pistoletazo por la espalda. Digo que no impedirían esa rueda de prensa, si tuvieran la certeza de que tan respetables ciudadanos iban a anunciar a los cuatro vientos, los moldee o no el Peine de los Vientos, nueva pe, de Chillida, cuenten o no con el beneplácito del PNV, estoy ya de pes hasta la mismísima esa que empieza con pe, su decisión de ingresar en prisión.
En la puta, con pe, cárcel. A hacer compañía, no se vayan a sentir solas las criaturitas, a los presos de la banda asesina que pretenden agrupar en el País Vasco, algo a lo que Rodríguez Del Talante parece dispuesto.
A purgar los muchos años de negarse a condenar la violencia, de pasear su matonesca chulería ante los familiares de asesinados por los criminales etarras, de ofender sólo con la mirada, de poner en práctica sus métodos fascistas para aterrorizar y callar bocas, de empuercar los plenos municipales de tantos ayuntamientos de aquella limpia y noble tierra, de poder disfrutar de la libertad y la democracia cuando desprecian a ambas por sobre todas las cosas.
Partidarios y defensores a ultranza como son de su particular Gestapo con logo de hacha y serpiente, la cárcel los acogería con los brazos abiertos. A todos. Hasta que cumplieran íntegras las penas. Y entonces, paz, piedad y perdón, aquellas palabras de Manuel Azaña, podrían empezar a tener sentido.
Con pe de ponerlas sobre la mesa de un futuro diálogo. No de pistolas ni de porcojonismo político presidencial.
¿Qué es eso de la Justicia?
Manuel Díez de los Ríos
08.06.2006
Todos, absolutamente todos, somos iguales ante la Justicia. Y todos, absolutamente todos, somos igualmente distintos ante la Justicia. O sea, y para terminar pronto con aqueste párrafo, siempre habrá algunos mas iguales que otros.
Dijo un día, y le quisieron meter el puro de reglamento, el de no te menees, Pedropacheco, una de las mayores cabezas de Andalucía (por cabezón como tal, no por nada más), que la Justicia en España es/era un cachondeo. Por tal simpleza ya tiene un lugar en la Historia, ozú. La frase suena hoy tan angelical y mariagorettiana como eran aquellas primeras miradas entre el susodicho y Alejandrorrojasmarcos, compañeros y conmilitones del andaluzihmo más que menos señorito, así les fue, hasta que terminaron desencamándose y se pusieron unos cuernos que para sí quisieran los miuras de más tronío. Que nadie se rasgue la camisa: cuernos políticos.
Cachondeo no sería el vocablo más adecuado para definir lo que está sucediendo -cómo, dónde, cuándo y por qué- en terrenos justicieros, judiciales, justiciables y judiciables. Ni pitorreo, repolla, cuchufleta, escandalera, coñolabernarda. No. El más adecuado es tan complejo que aún no se ha inventado. Debe expresar demasiadas cosas al mismo tiempo.
Los españoles, a qué negarlo, tenemos conocimientos médicos y jurídicos muy amplios. Aquellos, lo diga o no Manueltorreiglesias, un pureta televisivo charlatán y vendedor de videos, nos permiten automedicarnos a conciencia y en abundancia. Los segundos posibilitan que en el ego de cada cual convivan un presidente de Gobierno irreemplazable, un seleccionador nacional inmejorable, un fanfarrón mierdecilla de bar, modelo "ése a mí no me dice eso", y un picapleitos frustrado.
Sabemos que hay quienes deben devolver el dinero robado para redimir la pena impuesta por sentencia, pero otros, no tan iguales, se quedan con él para siempre, que, a fin de cuentas, santa Rita, Rita, Rita, etcétera.
Las buenas mentes, a la sazón tan abundantes, consideran que quienes roban trescientos euros son una escoria que viven en zahúrdas preparadas para meterse la droga en vena, solos o en compañía. Yonquis, camellos, carne de presidio.
Por el contrario, quienes se apropian de millones ajenos son unos caballeros, empresarios, políticos, ejecutivos y hombres de gestión todos que, si la esnifan o se pinchan, es para superar los flecos del estrés o, todo lo más, para experimentar nuevas sensaciones.
Quienes beben vino en tetrabrick son mendigos. Quienes trasiegan güisqui en puticlús de lujo y pagan con la Visa de la empresa pública o privada de turno son señores que están descansando.
Unos tienen lazos familiares, pero otros no. Unos están felizmente casados, pero otros se limitan a mantener un lío, una pareja de desecho, dan de comer a cualquier barragana, se prestan como criada para un machomierda, o pastorean a unos pedazos de carne llamados hijos algún que otro día de la semana.
¿Está usted preso en estos momentos? ¿Se encuentra a pique de un repique, ya dentro o para entrar en la trena? No lo dude: elija bien la opción, de entre todas las anteriores, para esgrimirla ante quienes pueden firmarle los permisos de rigor. Carcelero, carcelero, abre puertas y cerrojos. Ponga atención, que le va en ello el jolgorio o el castigo.
Ya sabe: 300 euros ó 4 millones. Querendona con salud o señora enferma. Empleado a sueldo o bien pagao por guardar silencio. Si sabe montárselo, dejará de ser un puerco recluso de medio pelo, saldrá del talego todos los días para acudir al domicilio familiar, y contribuirá al afianzamiento de los pilares de la sociedad (familia, municipio y sindicato. O partido. PSOE, a ser posible).
Si no, habrá que concluir que usted, entrullao, no se lo monta bien. O no sabe fomentar las relaciones familiares, pedazo de desgraciao.
Al PSOE le condonan los créditos que no paga
Manuel Díez de los Ríos
09.06.2006
Al PSOE le condonan los créditos y a ti te van a meter una querella con condón incluido. Por si te gusta, que repitas.
- Déjate de leches. No me la van a meter, me la han metido ya. Hasta el fondo. Me piden cien millones de pesetas en papelillos moraos y azulones.
- Joé.
- Nada. Ni joé ni nada. Cien kilos. O me hacen la putada en condiciones o no me la hacen... Sírvete el café, no querrás que lo haga yo...Pero dime algo del disco y déjate de dineros. ¿Qué te parece?
- Fantástico.
- ¿Sólo fantástico? No te pases, no... Ya podías soltar algún calificativo más, aunque no te guste regalarlos.
- Luiso, coño, además de que no te callas y no me dejas escucharlo, eso de la querella es muy serio.
- Ya lo sé. Es la hostia, la rehostia, la contrahostia, pero ¿qué quieres que haga? Me meterán en la cárcel o me expropiarán la ruina que tengo. Voy a seguir contando lo que sé, voy a seguir sacando todos estos papeles... No me dirás que no es un disco bueno para una cena con velas.
- Que sí. Y para lo de después, o antes, de la cena...
- ...O antes y después...
- ... Y para leer un buen libro teniendo esa música de fondo. Y para oírla cuando está lloviendo fuera.
- "El perseguidor" de Cortázar.
- ¿Qué?
- Leer ese relato de Cortázar.
- Y dale con la improvisación...
Fue el primero en airear los trapos del chanchullo, la choricería, la corrupción en Málaga, aún no entrados los noventa del siglo pasado. Dio pelos y señales de los créditos condonados al PSOE, unos cien millones de pesetas, propinilla, baratura con respecto a lo que hoy se perdona. A Luiso Torres le gustaría saber y contar, cómo iba a disfrutar entrando a saco, que ahora, entre unos bancos y otros, le han pasado a la cúpula sociata la mano por el lomo de los favores prestados o por prestar y perdonado 40 millones. De euros. 6.700 kilos de rubias antiguas en coloreado papel moneda.
El PSOE, cada día más Partido Socialista Organizador de Estatutos, llevaba casi 20 años sin pagar nada de esos créditos. ¿Qué el banco tiene interés en cobrar el capital? ¿Que el banco pretende capitalizar el interés? Que espere el banco, que nosotros representamos a los obreros, y los obreros tienen dificultad para llegar a fin de mes.
¡Cuanta mangancia, se disfrace con los términos que se disfrace! ¡Cuánta en todos los partidos, aunque se hable más del que está en el Gobierno!¿Cuántos trabajadores pueden permitirse el lujo, sin ver embargados sus bienes, de no pagar un par de cuotas de la hipoteca?
¿Con quién hablo de estas cosas, Luiso, si no estás? Aquellos perdonadores a quienes diste un buen repaso siguen ocupando cargos y más cargos en consejos y más consejos de Administración. Los perdonados viven, no podía ser menos, como perdonados con euros, de puta madre. Sin embargo, a ti no se te ocurrió nada mejor que morirte en la pasada Navidad.
Qué mala leche tiene la vida: no te ha permitido regodearte a gusto, reafirmarte en lo que denunciaste antes que nadie. Y hacerlo, además, después de que los jueces te absolvieran y el poder económico no pudiera contigo. Ni siquiera tuviste que pagar las costas del juicio. Recordarás que lo celebramos comiéndonos unos callos y robando un par de libros.
Gracias por tantas cosas, Luiso. Gracias, sobre todo, porque viviste y fuimos lo amigos que son algunos hermanos y lo hermanos que pueden ser algunos amigos.
Tengo sobre mi mesa de trabajo aquellos papeles, aquellos listados con números, referencias, más números, más referencias, nombres, cuentas, créditos, préstamos. Te los hacían llegar desde una entidad financiera.
Está sonando el disco Kind of Blue, de Miles Davis. Y estoy llorando. Con lágrimas reales, no con literatura compartida. Nada propio para un artículo de opinión. Lloro no sé si por ti o por mí. No sé tampoco si porque a ello me llevan las bellísimas y melancólicas notas del más hermoso disco de jazz blues de todos los tiempos.
Ése que me descubriste una noche de café solo con canela.
Manolo Chaves y el corrá andalú, la opa y opá
Manuel Díez de los Ríos
09.06.2006
Sin lugar a dudas, Manolochaves, sha ves, sha ves, Manolo, dice mi amigo argentino, ya ves, ya ves, que escribo tu nombre y apellido juntos, del tirón, estamos en una etapa decisiva para nuestro futuro. Así llevamos, ahora que lo pienso, desde el primer día que gozamos de/con tu primer discurso, válgannos todos los dioses de la oratoria, y nos hablaste de estar viviendo una etapa de similares características y patatín patatán.
Las cosas cambian. Pero no se sabe si para peor, para llegar a la más absoluta de las miserias partiendo de la nada, Groucho dixit (y Pixi, contestaría enseguida nuestra ministra de Cultura, Carmen Calvo, otrora tu consejera). El próximo día 27 de julio se cumplirán 16 años, una adolescencia entera, de tu estancia en el sillón. Mucho apoltronamiento es para una Untadandalusía tan joven pero tan poco renovada.
Dieciséis años. Dentro de cuatro, si, metáfora al canto, el agua caliente a presión de los votos no lo ha remediado, continuarás pegado al asiento, y todo será como el tango, que veinte años no es nada, boludo. Dieciséis años. En aquel entonces no querías que don González, el jefe del felipato, te mandara a esta tierra. Te costó mucho trabajo, ministro de Trabajo, aceptar el traslado para sustituir a otro de los tuyos, Pepote Rodríguez, a quien ya le habían dicho desde las alturas que una Borbolla como una olla a su deseo de continuar con mando en plaza. Y es que aspirabas a mayores metas, a sucesor mismamente, aunque Guerra ya se había autonombrado oyente en el Gobierno y tuviera el mérito añadido de ser hermano de "mienmano". Pero en tu currículum, pensabas, siempre podrías incluir aquella fotografía de 1975 con tortilla de patatas en los pinares de Oromana que, a pesar de estar en ella Luis Yáñez, doctorado en ser gafe, no resultó velada, sino que se conservó para la posteridad.
¡Cuántos recuerdos! En aquella instantánea de compañeros, no siempre donde hay confianza da asco, estabais Arfonzo, el sargento de cocina; Felipe, que ya se encargaba de daros de comer, eso que muchos deslenguados califican de "pesebre", así les parta un rayo; Carmen, más jóvena, sí, y ya casada por poderes, y por la Iglesia, con González; Yáñez, el innombrable, junto a su costilla Carmeli, tan Hermosín de apellido ella, y tú, ya por entonces una gran cabeza socialista. Pedazo de cabezón el tuyo.
Hay quienes han pretendido por todos los medios quitarle importancia a esa foto, fíjate, Manolo, ya ves, ya ves, haciendo circular el rumor de que no era tortilla de patatas lo que comíais sino atún en aceite. Bah. Hablan. ¿Qué hablan? Que hablen. Tú a lo tuyo, a tu objetivo.
Con el paso de los años y mientras te has ido dejando pelos propios y de Gasparzarrías, el virrey bigotón, en el camino, aquellas etapas se han hecho más decisivas aún si cabe. Y en estas andamos: metidos en el berenjenal de definirnos nación junto a otras 16 naciones en una nación de nombre España, lo cual no me digas, Manolochaves, ya ves, ya ves, que no es singular zapatiesta incluso para ti, hombre avezado en múltiples lides.
Pero no contento con debate político tal, has hecho algo más por la Andalucía nuestra. Tú eres así de rumboso: nos has llevado con mano firme a la segunda modernización, aunque muchos no tengamos conciencia de cuándo terminó la primera, si ya empezó y ahora se prorroga, si todo esto no es más que palabrería con tintes electoralistas para seguir teniendo al personal en un puño y al cortijo en el otro, florezcan o no las rosas, o si se trata de irnos a la mismísima.
Una segunda modernización que nos ha llevado a ser en dura pugna con Extremadura, alto nuestro gozo, la última región de Europa. Como para no presumir de ello, una vez que ocupamos el liderato de algo, aunque sea compartido y por la cola.
Bonitos tiempos nos has ofrecido en tu loable empeño de servir al pueblo. Muchos te lo agradecerán cuando te vayas, precisamente por eso, porque te vayas. Sin embargo, Manolochaves, no hemos sabido captar tu mensaje socialista y renovador. Amén de obrero, claro. No podemos olvidar que tú, y todos los de la foto, sois obreros cualificados. No hemos reparado lo suficiente en tu verbo fácil, fluido e inteligible, no exento de grandilocuencia, rotundidad y capacidad de convicción. Cuando nos pedías que diéramos pábulo y crédito a tu gestión, lo hacías, por ejemplo, con un muy expresivo y parlamentario "tenga usted confianza en yo", que, me incluyo entre ellos, no todos los andaluces supieron entender.
Por eso, por no entenderte bien, en este pueblo de tragaderas anchas, la reconversión y la modernización se demuestran andando, pero dudo que en la dirección correcta. No sólo reivindicamos pa nosotros solos, ea, el flamenco y el Guadalquivir, sino que empujamos al Koala a abandonar su profesión y cambiarla por la música. Con ello perdemos un buen albañil, pero, eso sí, ganamos un horrible músico, y todos tan contentos.
Además, exportamos su producto al resto de naciones de los alrededores e, incluso, tenemos la nobleza, que no mal gusto hortera, de llevar a Europa el corrá andalú, el albergue pa borregos desde donde soltamos unos balidos que no valen para nada.
Incluso aunque "nos vengamos paspaña", como en otros tiempos lo hacíamos también desde Alemania, sin Mundiá ni na de na, podemos dar sensación de entendidos en complejos mecanismos económicos cuando nos hacemos eco de ese vocablo, opá, que más arriba de Despeñaperros unos pueden entender como una gran Oferta Pública de Acciones, y otros no entender como nada, siquiera como el más familiar papá, allá ellos si no están en etapa de modernización. ¿Es o no es, Manolochaves?
La FAO, más onútil que la ONU
Manuel Díez de los Ríos
13.06.2006
Si queremos hablar de algo más onútil que la ONU, hagámoslo de cualquier organismo dependiente de ella. De tal palo tal astilla, y tiro porque me toca. Ni que decir tiene que la FAO, organización para la alimentación y la agricultura, ocupa un lugar muy destacado en dicho escalafón.
La FAO ha cumplido 51 bien alimentados años y uno de sus objetivos, no el más importante (el cual, por otra parte, permanece en el más estricto de los secretos, vistos los resultados), es posibilitar que sus jerifaltes, atendiendo a la irresistible llamada del paladar, recorran durante ciclos migratorios anuales distintas capitales del mundo donde dejar constancia de buen comer y beber.
Ninguno de ellos tiene hambre. Ni yo tampoco. No tengo siquiera intención de comerme la hache al escribir tan apocalíptica palabra. Todos, ellos y yo, somos iguales de hipócritas. Con hache también. Yo me justifico con el recurso al pataleo. Ellos con recursos para despilfarrar.
Ahora están en Madrid, capital de la todavía esta España mía, esta España nuestra, versión Cecilia. Son unos 700, representantes de 100 países. No han traído a un solo hambriento, siempre se les olvida, siquiera para que produzca lástima entre quienes han de soltar los millones que necesitan para poder seguir recolectando millones con que viajar para comer y pedir más millones.
Ni un solo hambriento, digo, va a subirse a la tribuna de la verborrea, esa en la que se hará lo posible por cumplir con una apretadísima agenda de trabajo diario, según el siguiente programa: palabras de bienvenida, descanso, coffee break, conferencia, descanso, aperitivo, discurso, comida, tarde libre, paseo y cena. Con el dinero que gastan en organización, viajes, dietas, hoteles, guardaespaldas, ocio, compañía, y hacer la estadística del hambre en el mundo, tendrían un buen pico para remediarla. O intentar paliarla, tampoco nos vayamos a hacer muchas ilusiones.
Quizás hayan venido a España para preguntar a los expertos autóctonos en el tema (llamados así porque comen aún más que quienes no lo son) cómo facilitar el acceso a los alimentos a tantos millones de seres humanos con hambre, que, aunque coman poco, son un problema serio. Como los 900 millones de hambrientos que hay en esta lata de sardinas llamada Tierra, donde nos apiñamos 6.500, se empeñen en comer menú del día, vamos a tener problemas de intendencia, ya verán.
Aquí podríamos darles cursos acelerados de Carpanta, nacido para el semanario Pulgarcito en 1947. Símbolo del hambre patria, su única obsesión era comerse un pollo asado, ay, de aquellos que el 99 por ciento de familias podía permitirse exclusivamente en Navidad, siempre y cuando la paga extra lo permitiera, o para hacerle caldo al tuberculoso que hubiera en casa. Y contarles unos chistes. Mejor, muchos. De hambre y para aplacar el hambre. Les hablaríamos de “los pavos de doña Julia, que tenían tanta hambre que se comían la radio cuando oían cantar Trigo Limpio”. Jajajaja, very good, tres bon, sehr gut, molto buono, la repolla. Plas, plas, plas, plas. Aplausos.
Su nombre completo, Francisco Carpanta Gazuza, lo revelaron en 1951. Carpanta significa “hambre violenta” y gazuza se emplea para denominar la bulla y la algazara, así como, familiarmente, "hambre" porque en aquellos años los estómagos, por lo vacíos, formaban jaleo, se meneaban mucho.
De paso, para ayudarles a resolver el problema de la vivienda en sus respectivos países, sin cobrarles nada por ello y sin necesidad de remitirles a una entrevista con la ministra María Antonia Trujillo Rincón, encargada de posibilitarle al personal un ídem donde vivir, les diríamos que el gran amigo de Carpanta, Protasio, se alojaba en un barril. Cumplía con los más avanzados planteamientos urbanísticos de la antedicha: pisos de menos de 40 metros cuadrados para el disfrute popular.
Y les diríamos que para combatir el hambre, lo mejor es que haya hambrientos. García Márquez escribió que el día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo. No se equivocaba, aunque se quedara corto, el hoy multimillonario colombiano. Los hambrientos verdaderos no tienen mierda para cagar, con lo cual siquiera de ella podrían aprovecharse. Para que la FAO exista, han de existir también personas FAOmélicas. Y quienes aprecien como nadie una loncha de epigrama con sabor Álvarez Quintero, los pata negra del sainete:
El señor don Juan de Robles,
de caridad sin igual,
fundó este santo hospital,
pero antes hizo a los pobres.
De lo contrario, ¿cómo justificamos el chiringuito?
La especulación inmobiliaria une a las familias
Manuel Díez de los Ríos
14.06.2006
Nació en 1934, murió en 1983, y otros sabios y yo la consideramos pionera en crear la necesidad del chalecito en un país que iba creciendo urbanísticamente al ritmo marcado por las barriadas sindicales de Pepe Solís, la sonrisa del Régimen, que un día se descolgó con aquello de “la mujer es como la democracia porque, mientras más se usa, más se ensancha", y José Antonio Girón de Velasco, falangistón de rompe y rasga, buen par de piezas del franquismo en estado puro. Chalecito no se sabe si adosado, modelo barbacoa dominguera, o más desahogado, estilo La Moraleja.
La podemos oír en cedés remasterizados o en viejos vinilos, de esos de sonido a freír huevos. Quienes la oyeron en directo en aquella época, o la vieron en alguna de las películas en las que intervino, dicen que estaba muy buena, lo cual no habla muy a las claras de sus cualidades interpretativas, pero es lo que hay. Se llamaba Elder Barber en los papeles y carteles, Elda Perla Barbero en el pasaporte.
Nacida en Argentina, vino a España a finales de los cincuenta, que las gentes de la Pampa no sólo nos llegan ahora, aunque lo hagan más en oleadas, y puso a todo el paisanaje a tararear aquello de “tenía una casita chiquitita en Canadá// con un estanque y flores, las más lindas que hay allá (perdón, ashá)”, para rematar con otro bellísimo e ilustrativo verso, “ y todas las muchachas que pasaban por allí (perdón, ashí)// decían qué bonita es la casita chiquitita en Canadá”. Ponía de manifiesto que las canadienses hacen unos comentarios muy originales y no se dejan asombrar por cualquier cosa, no.
¿Eso era todo? No, quiá. Había más.
La canción sembraba la duda en el lector: ¿Era ella (perdón, esha) la dueña de la vivienda? Sigamos. “Un día por despecho, Pincu Panco la incendió// y entonces sin la casa para siempre se quedó”. Al parecer, el tal Pincu Panco pegaba fuego a las casitas cuando le salía de sus adosados. No obstante, especulador cualificado, “hizo otra casita pequeñita en Canadá//con un estanque y flores, las mas lindas que hay allá (perdón, ashá)”. Y así iba ganándose el hombre la vida, a medias constructor, a medias pirómano, aquí te construyo, aquí te quemo, una buena combinación.
Un estudio del Observatorio de la Sostenibilidad, dado a conocer ayer, ha venido a amargarnos el dulce, a cortarnos la digestión de tan delicado relato. Esto de las casitas ha variado mucho con los años, y cualquier tiempo pasado no fue mejor para el negocio. Hemos convertido España en un Monopoly donde plantamos casas como quien juega sobre una mesa.
Estamos creando unas tierras de ladrillo, ni de secano ni de regadío, que son la envidia de nuestros vecinos europeos. ¿Bosques y humedales? Ya los veremos en documentales de la Nacional Geographic ¿Respeto al Medio Ambiente? Ni que fuera el Entero. ¿Exagerado consumo de recursos naturales? Quien quiera peces… ¡ay, qué agua tan fresquita!
Reseña el informe que la mitad de viviendas, además de innecesarias, se construyen con criterios especulativos. Los expertos parecen haberse caído de un guindo: ¿sólo la mitad?
A pesar de todo eso, hay que seguir construyendo. Que no pare la bacanal de albañiles. Ni la siembra de grúas allí donde se arrancan árboles. Que no quede un trocito de césped en Andalucía sin su correspondiente green para disfrute del golf y de los golfos. Nos podrán tocar las pelotas pero, o vienen los que las tocan con el putt o, vaya puttada, los andaluces no nos comemos una rosca. Vendemos servicios y recogemos turismo. Nada más. Si tenemos los campos libres de cualquier contaminación atmosférica, no hay fábricas, viva el aire puro, debemos llenarlos de hormigón y hoyos con banderola.
¿Bajará el precio de la vivienda? Por supuesto. Por supuesto que no. El cemento es caro, muy caro. La explicación macroeconómica es sencilla: políticos, urbanistas, promotores y constructores se maquillan la cara con él. Así la tienen tan dura. Además, a ver si nos enteramos: familia que se endeuda unida, permanece unida. No todo va a consistir en comer sin decirse nada mirando el televisor. Hoy día, si usted no opta por ningún otro tipo de usura legalizada, los bancos están en condiciones de asegurarle que, si contrata una hipoteca, sus tataranietos le van a recordar con mucho cariño cuando hayan de hacer frente al pago.
México lindo y corrupto
Manuel Díez de los Ríos
15.06.2006
Eran otros tiempos. Hernán Cortés y Pedro de Alvarado andaban sacando pecho en plan conquistadores por aquellos montes y llanos sobre los cuales, dice la canción, “el águila voló y su enseña dibujó en el lienzo tricolor”, la bandera verde, blanca y roja. Ponían en juego la táctica bélica del palo y la zanahoria, ora te doy una paliza, ora te invito a aliarte conmigo.
Aposentado ya en Tenochtitlán, Cortés decidió celebrar su triunfo con un banquete en Coyoacán, como dejó escrito para la posteridad el historiador Bernal Díaz del Castillo en los papeles a los que no dio un uso higiénico tras la sobreabundante comilona. Soldados, paisanos y clérigos sufrieron aquella descontrolada y vergonzosa flojera de vientre a la que dieron en llamar “venganza de Moctezuma”, el emperador indígena del penacho de plumas. Muchos murieron a causa de las altísimas fiebres y la deshidratación.
Los ingleses, siempre en su afán de ponernos a caldo, denominaron “el mal español” a esa ancestral versión de pintar el retrete a pistola. Los médicos, una vez la ciencia de Hipócates había avanzado, tanto en conocimientos cuanto en vocabulario, vinieron a referirse a ella como “diarrea”. Los españoles de entonces y ahora la tildaban de “cagalera” o “cagarse por las patas abajo”, que aquí manejamos las descripciones como nadie.
Hoy día perduran los efectos de aquel legado de México a la humanidad, no todo van a ser pirámides aztecas y paraísos cancuneros. A poco que un autóctono del país o un visitante ocasional ingieran comida sazonada con mucho picante u otros condimentos similares, amén de agua del grifo en determinadas zonas, sabrá de qué va tamaño apoteósico defeque.
Pero la cosa no para ahí. La bacteria entamoeba histolytica, que no es el bichito de la colza que trató de definir Jesús Sancho Rof, ministro de Sanidad en tiempos de UCD, con aquella tan docta expresión “si se cae de una mesa, se mata”, causa la tercera parasitosis más letal del planeta y provoca unas 125.000 muertes anuales.
Vinieron después los mismísimos Pancho Villa, el del sabido corrido, y Emiliano Zapata, que pedía tierra y libertad, motivo de cachondeo del Gobierno cuando lo iban a enterrar Y la cucaracha que no podía caminar. Y Jorge Negrete, ay, Jalisco no te rajes, a voz en grito. Y Adelita, que no sabía si irse con uno u otro, la muy indecisa. Y María Félix y Agustín Lara, la actriz de gran belleza y el músico de gran batuta, llámese así a su atributo. Y Diego Rivera que, en el tiempo libre entre cuadro y cuadro, amaba a Frida Kahlo, carne sujeta en corsé de hierro. Y Cantinflas, el de imposibles calzones. Y los remates de chilena de Hugo Sánchez. Y los tacos, enchiladas y burritos, atención al picante, aviso para despistados, en las cantinas franquiciadas de los grandes centros comerciales.
Fue la Historia también, correveidile como ella sola e incapaz de guardar un secreto, la que aireó lo de la mordida. La corrupción. El dinero a pagar por todo. Corrupción como sistema de gobierno, de apañaderas políticas y de componendas empresariales. Corrupción judicial y policial. Institucionalizada en todos los ámbitos sociales. Más mierda.
El próximo 2 de julio se celebrarán elecciones presidenciales en el país. Los diferentes candidatos, hartos de estar bajo sospecha, de lanzarse acusaciones mutuas relativas a compra de votos, favoritismo, amiguismo, o a que sus campañas son financiadas por los narcotraficantes, han dicho basta, ya está bien, se han remangado los machos, y decidido acabar con todo eso. ¿Con la corrupción? No. No hay que apresurarse. Van a darle carpetazo a las acusaciones. Desde ayer mismo, pacto sellado y rubricado, han decidido no acusarse de corruptela alguna.
Hay mucha mordida como para terminar con ella de buenas a primeras. Ese México lindo y corrupto ha permitido al PRI (Partido Revolucionario Institucionalizado) estar 70 años en el poder. Tiempo más que suficiente para que la revolución quedara en nada, de purititamente asimilada por el sistema, quietapará que decimos en mi pueblo. Ocurrió en España con algo tan paradójicamente detenido y muerto como el Movimiento Nacional.
Un país que todavía echa la vista atrás, al periodo entre 1934 y 1940, para buscar soluciones, tiene difícil arreglo. Hay demasiadas añoranzas respecto a la gestión del general Lázaro Cárdenas, a quien los trajes civiles le caían anchones, como descolgados, pero que repartió tierras entre los campesinos y nacionalizó la producción petrolera en 1938.
Las mayorías absolutas priístas saltaron por los aires en las elecciones del 2000 cuando, ándele manito, entre otras particularidades que contribuyeron al “ya era hora” de muchísimos mexicanos, un hijo del propio Cárdenas se presentó como candidato contra el mismísimo PRI. El PAN, quizás trajera un ídem bajo el brazo, Partido de Acción Nacional, se hizo con el poder.
¿Qué va a pasar en los comicios del mes próximo? ¿PAN, PRIM, PRD? No se sabe. Las encuestas andan como en ellas suele ser habitual. O sea, sin enterarse ni dar ni una.
Quizás pudiera ganar un Partido de la Mordida fuerte y cohesionado. Un partido que institucionalice definitivamente la corrupción. Que en su programa electoral lleve la creación por todo el país de facultades de Ciencias de la Corrupción, exportables al resto del mundo. Para que la mangancia no continúe siendo una chapuza desprestigiada.
La Niña de Antequera
Manuel Díez de los Ríos
14.06.2006
No tengo noticias de que cuando María cantaba alguien del auditorio se rajara la camisa. Pero es opinión generalizada que lo hacía muy bien. Que le daba al fandango el punto exacto de garganta y que se empleaba con los cantes de ida y vuelta, aquellas sus colombianas, como nadie. Además, le metía a las mujeres el repelús en el cuerpo, mira cómo se me han puesto los vellos, de punta, cuando cantaba “si tienes un apellío, la culpa es mía na más, porque perdí mis sentíos una oscurá madrugá”. Sexo fuera del matrimonio y madre en la soltería, toma ya.
Las comadres se intercambiaban miradas de inteligencia y se decían bajando la voz que “está hablando del niño que le hizo el Pepe”, un conocido comerciante del pueblo, véase la sección de muebles en las Páginas Amarillas de Antequera.
El comentario iba de lengua en lengua, aunque Antoñita Peñuela también interpretara la susodicha canción, de título “Con los bracitos en cruz”, obra de Moles, Naranjo y Alfonso, otro trío que añadir a Ochaíta, Valerio y Solano, y al clásico de los clásicos, Quintero, León y Quiroga, Santísima Trinidad de todas las coplas.
Pero a las vecindonas, erre que erre runrún, nadie iba a bajarlas del borrico. La Antoñita no era la de la barriga, no. Era a la María a quien el Pepe había preñao. “María está hablando de su hijo, coño, que os lo digo yo”. Y al niño, a quien ella le promete que “con los bracitos en cruz iré a buscar a tu pare pa que siempre sepas tú lo güena que es una mare” (llegados a este punto, las lágrimas eran incontenibles), las de la lengua floja lo imaginaban como alguien que “tiene toa la cara del Pepe, ¿no lo veis o no lo queréis ver”, insistía la más enterada de las chismosas reunidas, que reforzaba sus argumentos añadiendo una serie de calificativos sobre lo muy pichabrava que era el comerciante y lo muy pedazo de tal que era la María.
Pero lo cierto es que, aunque nadie conociera nunca al tan mentado, e inexistente, niño, ¿quién le iba a decir a María, a Antoñita o a las criticonas que la frase de marras, esa del único apellío, sería objeto de estudio más de cuarenta años después por una profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Ciudad Real? Fue un trabajo de la doctora Rosa Peñasco, titulado “La copla sabe de leyes” que, con prólogo de Carlos Cano, resultó premiado en un concurso de proyectos de investigación y publicado por Alianza Editorial.
También podían haber hecho un estudio que recogiera su influencia en el mundo de las mariconas, sarasas, locas, moñas, homosexuales o gays (el lenguaje evoluciona, por fortuna), gentes a quienes María logró conquistar antes que Marifé de Triana, que ha pasado el testigo a Falete, terror de los bufets libres y cuya máxima aspiración confesada en la vida es tirarse a Javier Bardem.
Cuando María cantaba aquello de “por la sierra de Ronda va la partía y al frente, valeroso, José María”, los de la acera de enfrente esperaban que llegara a la estrofa “y un trabuco naranjero segó allí mismo la vía del capitán bandolero” para cambiar la letra y darle al trabuco una función muy diferente a la de matar a perdigonazos.
Ella fue Pepe Marchena, Pepe Pinto y Porrinas de Badajoz, los tres, pero en hembra. Hacía con su voz lo que le daba la gana. Vivía y cantaba. Su vida era cantar. Tenía doce años cuando comenzó a actuar y a quitar hambre, que entonces se pasaba mucha. El cante podía servir para ir comiendo, y ya vendrán tiempos mejores. No le gustaban los coches, pero murió en un accidente de tráfico. Corría 1972 y tenía 52 años.
La llamaban “La Voz de Oro de Andalucía”. Actuó con los más grandes de su tiempo y dejó una manera de hacer el cante que ninguna ha igualado después. Sólo Pastora, la gran Niña de los Peines, lo había hecho mejor antes. María cazaba liebres con su perro Lucero, al que mataron cuando perseguía una cierva en el coto de Doñana. El perro del que cantaba que “era la llave de mi cortijo y del ganao su centinela, no había lobo que se acercara a los corderos en la Ribera”, valiente y fiel, “había que verlo cuando jugaba con mis chiquillos en la dehesa”. El perro de esa canción que Almodóvar utilizó en la película “Carne trémula”.
Es hermoso pasear en Antequera por la Ribera, háganlo si pueden, por las calles de ese barrio donde se crió María. Donde me crié. A la sombra de la Puerta de Málaga, torreón musulmán del siglo XIII, que alberga la ermita de la Virgen de Espera. Junto a lo que eran las fábricas de hilaturas, de mantas. A ellas íbamos los niños a pedir cuerda para bailar el trompo, nuestra play station de entonces, de madera con punta de acero. Sí, allí. Muy cerquita de una fuente, que hoy ya no existe, a la espalda de la iglesia de San Juan, morada del Señor de la Salud y de las Aguas. Esa fuente de la que mi abuela llenaba cada tarde dos cántaros para, uno en la cadera izquierda y otro sobre la cabeza, llevarlos a casa y verter su contenido en la tinaja grande.
Por allí me veo y me recuerdo. Era un chaval de seis años que canturreaba “como un barquito de vela con el viento a su favor caminaba muy segura María Rosa de León”. No entendía del todo la letra, pero me esforzaba en seguir la canción, que para eso la había aprendido de memoria: “pero una tarde de mayo un mocito la miró, el viento le vino en contra y el barco el timón perdió…”
María Berrús Martínez. La Niña de Antequera. La Niña de mi pueblo, uno de los más bellos de España. Ayer leí en Flamenco News, edición digital, un reportaje firmado por un tal Nomeacuerdo Desunombre, no voy a hacerle publicidad, ¿o era Juan Vergillos?, que considera a María una cantaora nacida en la provincia de Jaén, la de los poéticos aceituneros altivos.
Es posible que Nomeacuerdo sepa algo de flamenco, pero de geografía anda tronco. De olivo, que es más tronco.
La independencia, siguiente objetivo
Manuel Díez de los Ríos
19.06.2006
El sabio pueblo prefirió irse a la platja, quedarse en casa dándole al pan tumaca amb pernil, la “catalana” que decimos por estos pagos, o tocarse los collons, que es una manera de no hacer nada muy facilita de aplicar y al mismo tiempo muy arraigada en España. Todo menos darse un paseo hasta las urnas, total ¿para qué?
El sabio pueblo, cuando ya sabía que Francia no pudo ganarle a Corea, la noticia más importante del día, se enteró también de que si no había ido a votar era por los atascos que se habían formado en las carreteras, y no porque, en claro ejercicio de su libertad, no le hubiera salido de lo que varias líneas más arriba de ésta se estaba tocando. Eso dijo un parlamentario a quien le colocaron delante los micrófonos. Habló y se quedó tan contento. Debe creer que todo el mundo vota a la vuelta del jolgorio dominguero.
El sabio pueblo que, si realmente fuera sabio, no votaría a la gran mayoría de sus políticos, debió soportar, y soportará durante un tiempo, las llamadas “valoraciones políticas” de un acto electoral, léase el tiempo dedicado por unos y otros, cuenten conmigo, a decir tonterías a discreción, analfabeto el último. Y lo malo no es que los políticos no sepan muchas veces lo que dicen o hacen, sino que dicen y hacen lo que saben.
El sabio pueblo ha vuelto a comprobar cómo los ganadores del refrendo han sido los integrantes de la casta política. Es, otra vez, el triunfo del guetto. Mantienen sus puestos, sueldos, prebendas y, quien pueda, mangancias, comisiones del 3, de 10 o del 20 por ciento, inagotable chorreo de obras públicas. Por eso todos se sienten tan contentos de haberse conocido y haber vencido, aunque sólo un 36 por ciento de ciudadanos hayan dicho “SÍ”, vale, de acuerdo, no me déis más el coñazo. Muy pocas papeletas afirmativas, dada la baja participación, pero también muy pocas negativas. Ni el PP ni ERC, que pedían el “NO”, han conseguido movilizar a sus bases para ello. Es más, seguro que moltisims militants de les dues formacions han votat el contrari del que demanavan els seus caps, per afany contestatari y per donar-los pel cul.
Eso. Me ha quedado bien. Gracias, Virginia. Muchísimos militantes de ambas formaciones han votado lo contrario de lo que pedían sus jefes, por afán contestatario y para darles por el cul (no es necesario traducir esta palabra).
El mismísimo Carod Rovira, ex seminarista e hijo de guardia civil, vino a decir ayer, en un fantástico ejercicio de sibilino retorcimiento político, verborrea estirada cual plastilina para moldear, que “los catalanes estaban tan de acuerdo conmigo en decir no, que no han votado ni siquiera lo que yo les pedía”. Tiene barretinas la cosa. Al sabio pueblo le consideran demasiado borrego.
Maragall, que llevaba puestas las ojeras de los festivos, las de presentarse ante los conmilitones como hombre atareado y laborioso, qué sin vivir, qué de trabajo por Cataluña, vino a decir, parrafada arriba o abajo, que “a partir de ahora se acabó el victimismo de los catalanes”. Qué bien miente el president. Su anterior coleguilla de gobierno, Carod Rovira, se había descolgado antes con un nada retorcido, sino directísimo, “la Unión Europea exigió un 55 por ciento de participación para dar por bueno el refrendo de Montenegro”. Un 55, madre mía. Aquí un 49 y gracias.
El sabio pueblo, habida cuenta su sabiduría, debe saber ya que tales maragalada y carodrovirada, aunque aparentemente sin relación, tienen una conexión muy clara: el independentismo. Diga lo que diga Pascual, que hará cualquier cosa por seguir manteniendo su comedero de mando en la Generalitat, ser nacionalista es predicar el victimismo, la llantina y el crujir de dientes, qué poco malito estoy y cuánto me quejo. Ser nacionalista es ser llorón. Para poder mamar. Son condiciones imprescindibles para ejercer el parasitismo, el no hemos tenido tantas oportunidades como otros, el cuándo dejarán de oprimirnos, el queremos más y más y más.
Despreciemos a España, pero exprimámosla. Saquémosle todo cuanto podamos, pero hagámoslo con mucho asco, so charnegos. Dentro de poco llegan las elecciones. A buen seguro, Pepeluí, pronúnciese Yusép Lluís, el de esquérricos republicanos planteamientos, o sea, a ver qué más trincamos, pedirá ayuda al sabio pueblo para ello. Buscará más ventosas en su particular sanguijuela. ¿Qué harán los doctos ciudadanos, sean de izquierdas o de derechas. ¿Sean de qué? Talante, mucho talante.
Pepe Pinto y Concha Buika, sin olvidar a Pastora
Manuel Díez de los Ríos
21.06.2006
Te tocó bailar con la más fea. Porque en el cante fue la más grande, la de siempre, la eterna. Todavía lo es, aunque en los mismos escenarios hayan cantando carmelas, rosarios, lolas, isabeles, rocíos, marías y pasiones. Ninguna como ella, qué soledad la del número uno. No ha habido ni habrá otra. Su cante está declarado Bien de Interés Cultural, los políticos queriendo apuntarse el tanto a la menor ocasión, y para los flamencos ella es un Cristo hembra. El mismísimo Antonio Mairena, sentando cátedra y enciclopédico, decía no tener elogios suficientes para calificarla, y Pepe El de la Matrona confesaba que “Pastora me gusta hasta echándome una maldición, qué voz tiene”.
Viva la madre que os parió a los dos, esa a la que nadie podía faltarle, ni siquiera aquella a la que toíto te lo consiento. Os casásteis cuando tenías 28 años y ella había cumplido los 41, todo un acontecimiento para aquella época, 1931, España cuesta abajo hacia la Guerra Incivil. Fuiste el hombre de su vida, y ella tu mujer, aunque hubiera sido antes la de otro cantaor, de Manolillo Escarcena, ¿quién es ése?, y, vete a saber si es verdad, pariera una niña suya.
Una niña, cantaor. Vuestra niña, Pepe, si la hubiérais tenido. Tu niña Lola que, mientras viviera su padre no estaría en el mundo sola. Con qué ojos te miraba cuando le cantabas un fandanguillo, todo su ser en las pupilas. Ella, Pastora Pavón, que tenía el mundo a los pies. Ni Caracol en toda su gloria le echó jamás unos ojos así a la Lola.
“Barbechos, en medio de los barbechos la alondra hace su nío, y en la canal de tus pechos yo tengo que hacer el mío, tu querer me tiene preso”. Olé, Pepe. Amor que siempre os tuvísteis, el uno para el otro hasta la muerte: los dos en el 69, léase como fecha, no de ningún otro modo.
Hasta Federico, genial afedericado, la subió a los altares del inexplicable duende flamenco y dijo de ella que “tenía la fantasía de Goya y de Rafael El Gallo cuando cantaba en una tabernilla de Cádiz”, en el barrio de La Viña de la tierra de mi Carmen. Tan García y lorquiano, alargaba la definición: “Pastora mojaba su voz en manzanilla o la perdía por unos jarabes tan lejanísimos”. Cante mojado en vino de Jerez. Como las rancheras se mojan en tequila.
Empezó muy chica, con ocho años, a cantar por tangos: “Péinate tú con mis peines, mis peines son de canela”. De esa copla surgió su apodo artístico. Ella misma recordaba la primera gran remolina que armó. Fue en Sevilla: “M'acuerdo mu bien der primé día que canté elante gente. Me llevaron a un café que le desían der Brillante, y allí armé un alboroto tan grande, que me hisieron cantaora de repente".
Los alborotos, Pepe. Esos alborotos fueron a partir de entonces señas de identidad de sus actuaciones. En Madrid, cuentan los papeles, hasta la calle Alcalá llegaban rumores de que en la Plaza de García Hernández (antes plaza del Rey) se agolpaba una muchedumbre imponente. La calle Barquillo era un río humano. Los guardias de Seguridad y los de Asalto, a caballo y fusil en mano, a duras penas podían contenerlo.
¿Qué pasa? ¿Está ardiendo un edificio? ¿Algún atentado? No, no. Es que canta La Niña. En España decir La Niña era como decir don Niceto. Ella es la Niña de los Peines. Él, mucho menos conocido, es Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República.
Tú, Pepe Torres Garzón, El Pinto, Pepe Pinto, también grande entre los grandes, pero a la sombra de Pastora. Siguiriyero e intérprete de soleás como pocos, siempre te echaron en cara los recitados, el abuso de la apoyatura literaria en los cantes, aquellas acrobacias líricas. ¿Que las hacía Marchena? Es como si estuvieran especificadas por contrato. ¿Pero tú? A ti te exigían más que a nadie, se vaya a creer éste que va a vivir del prestigio de la mujer, a comer pan de higo, tú me entiendes.
Si hace unos años, los caracterizados por el sarampión de la progresía y otras ramoncinadas, o por las coplas de Pedro Almodóvar y Mac Namara, cuando ambas querían ser mamás, alguien osaba decir que le gustaba el cante de Pepe Pinto, como poco lo tachaban de “antiguo”, además de apostillar sobre su mal gusto y colgarlo en la picota pública de los medios de información para escarnio de similares horteras.
Ahora, pasadas las epidemias, o quizás porque es temporada en que está de moda el color negro en la piel, todos los progres en fila, hermanos conversos de la Cofradía del Santo Reproche de antes, lectores de los versos que Joaquín Sabina le escribió en Intervíu, hablan y no paran de Concha Buika, mallorquina de origen nigeriano, española con papeles sin necesidad de patera ni condición de cayuco.
Dicen que es una gran compositora, una extraordinaria intérprete que va a llevar la música afro, soul, flamenco, hip hop, jazz y copla, todo junto, ¿hay quien dé más?, a niveles desconocidos hasta ahora, una voz como hay pocas, un talento excepcional, un sentimiento hecho canción, y varios etcéteras.
Hablan y no paran. ¿Y cuál es la prueba de que Concha es tan grande en todo lo anterior? Que canta “Mi niña Lola”, toma compás. ¿Te suena esa copla, Pepe? ¿Le has preguntado a Pastora? Tal vez si hubieras sido negro, no sé, una cosa parecida a Machín, alguien se atrevería a decir que le gusta más interpretada por ti que por Concha. Si te vale mi voto, cuenta con él.
Manolete y Lupe Sino
Manuel Díez de los Ríos
26.06.2006
“Torero, torero”. Mira cómo te quiere la gente, mataor. Se agolpan a tu paso, por la calle, a las puertas del hotel. En el Puerto de Santa María. Ahí donde está esa plaza que, ya lo dijo Joselito El Gallo, quien no haya visto torear en ella, no ha visto una tarde de toros. Te piropean. “El vino se paladea// y se paladea el toreo// si Manolete torea”. Te veneran. Aunque no seas tú en persona, sino alguien que te representa en una película, ¿qué irán a contar en ella?, Adrien Brody, dándole el brazo a Penélope Cruz.
Ahí los tienes, monstruo, que te diría K-Hito, inventor del apelativo. Son tu público, maestro, añadiría tu mozospás, como lo eran quienes pagaron 97 pesetas por una entrada de sombra para verte aquella tarde, un 28 ferragosto de 1947, con Luis Miguel Dominguín, tu rival, y Gitanillo de Triana, tu amigo. Saludan al triunfador, al héroe de mil pases de pecho, al que inventó la manoletina mirando al tendío, al que escapó de cientos de cornás, a ése que tenía pensado retirarse con treinta años cumplidos, “cuando termine esta temporada, porque he ganado más dinero que cinco generaciones de mi familia y quiero disfrutar”. Muchos de quienes te vitorean siquiera te han visto en fotografía, pero saben que, casi sesenta años después de tu muerte, toreas mejor que nunca.
Veneran al mito, califa. Porque eso eres. Cordobés en la gloria, de quien se desconoce si lo mató un toro, Islero, miura burriciego, en la plaza de Linares, o un plasma que Jiménez Guinea, cuánta fe le profesabas, don Luis, no veo, le dijiste, y tenías los ojos abiertos, ordenó meter en tus venas cuando ya estabas en el hospital. Momentos antes habías hablado y fumado un Camel sin filtro, que eras hombre de los de dos paquetes diarios.
Lo cantaba el Beni de Cádiz por alegrías, tirititrán tran tran, “nos tenemos que acordar del año 47, la catástrofe de Cái, la muerte de Manolete”. Pero todos se acuerdan más de tu muerte que de aquella explosión de 300.000 kilos de trilita, unos diez mil coches bomba bien cargados de los de ahora. Eran las diez y cuarto de la noche del 18 de agosto, diez días antes de la corná de Linares, cuando uno de los dos almacenes de la Armada en la tacita de plata voló por los aires. Minas antisubmarinas, cabezas de torpedo y cargas de profundidad, un explosivo cóctel de muerte, sembró el pánico. Si hubiera volado el otro almacén, de la fenicia Gades no habría quedado prácticamente ni rastro. 151 muertos, 5.000 heridos y nosesabecuántos mutilados. A muchos de los muertos les habían hecho transfusiones del plasma asesino, un regalito de los noruegos al Gobierno español, que había sido usado en los hospitales durante la Segunda Guerra Mundial.
De ti y de tu amor por Lupe se ha escrito más que de aquel terrible suceso, hoy enterrado en la memoria colectiva. Se investigó, se dijo que no hubo culpas personales y que la terrible explosión se debió a factores externos a los explosivos. O sea, no se dijo nada.
Os aclaman, Manuel. A tu lado, orgullosa, republicana, murmuran que casada con un comisario político durante la guerra, Antoñita, la de los ojos verdes, esa por la que tuviste que interceder ante el mismísimo Franco, no paran de chismorrear. La morena, la aspirante a starlette que te presentó Pastora Imperio, “lo dejo en buenas manos, mataor”, en el bar de Perico Chicote. Era Lupe Sino, a la que tu cuadrilla llamaba “la serpiente”.
Una morena de quien decían que era “hembra de esas que toma varas”, pero que no tomó contigo, porque no le ibas a hacer tú eso a tu madre, a doña Angustias, ay, qué disgusto, no, por Dios, sin estar casados. A pesar de vuestros cuatro años juntos, los tuyos no la quisieron. Era demasiado pecado mortal para aquella España sacristana.
Antonia Bronchalo Lopesino. Una chica que vivía en Lavapiés, que sacó a sus hermanas adelante a base de mucho trabajo, pero que hubo de soportar el sambenito de “chica alegre”. Dijeron de ella que era actriz, aunque había intervenido en papeles muy secundarios en dos peliculitas, “El testamento del virrey” y “La famosa Luz María”, cuando tu vivías, y lo hizo, ya muerto, en “El marqués de Salamanca”, dirigida por Edgar Neville. También dijeron que era mexicana, aunque había nacido en Sayatón, un pueblecito de Guadalajara. En él y en el cercano Fuentelaencina jugabas al dominó con los parroquianos de sus tabernas. “Qué simpático es el novio de Antoñita”, decían algunos, conocedores de tu fama, que te veían llegar “en un pedazo de coche”, el impresionante Hispano Suiza que guardabas en la cochera del boticario.
Miro dos fotos vuestras, de esas de enamorados. En una, con el torso desnudo, llevas de las riendas a un borriquillo que montan Lupe, con una sombrilla abierta para protegerse del sol, y una amiga. Íbais a bañaros a la poza que formaba el río Valdefuentes. Esa fotografía estuvo prohibida un montón de años en España, porque, cosas de la Inquisición que no cesa, un retorcido meapilas dijo que parecía representar la entrada de la Virgen en Jerusalén. En la otra tienes la sonrisa, tú que jamás reías, más hermosa que se te conoce. Lupe ríe también. Tú sentado en un pequeño muro. A tu lado derecho, un cocker blanco y negro. Ella, detrás de ti, piernas abiertas, sentada sobre tus hombros, ambas manos en tu barbilla, y con su yamentiendes rozándote el cogote.
Estaba en el hotel España, en Lanjarón, que tanto os gustó cuando os alojásteis en él. Se enteró por la radio de que Islero te había cogido, lo del plasma no se supo hasta casi cincuenta años después, y corrió a tu lado. Cuentan que Álvaro Domecq, don Álvaro, el padre de Alvarito, y Camará, tu apoderado, no la dejaron entrar a la habitación del hospital. Cuentan que se quedaron con todo tu dinero. Cuentan que Lupe lo sabía. Cuentan que temían que quisieras casarte in articulo mortis.
Cuentan que un año después de tu muerte, don Álvaro, todo rectitud y religiosidad, Opus Dei fracción supernumeraria, se compró la maravillosa finca “Los Alburejos”. Cuentan, y ya es contar, que dicen que tu madre autorizó a ambos para que manejaran la morterá de millones que tenías en los bancos. Cuentan, pero no se sabe.
Ella, Antoñita o Lupe, Bronchalo o Sino , tal vez porque era su ídem, pudo convertirse en la viuda de España, mucho antes que la Pantoja quedara tan despaquirrinada el 26 de septiembre de 1984, cuando Avispado hizo de Islero, y el trayecto por aquella carretera infernal desde Pozoblanco a Córdoba ejerció de plasma. Pero no. Se quitó de en medio. Se fue a Méjico, donde habíais vivido días muy hermosos, y se casó con un abogado, de nombre Manuel Rodríguez, cruel coincidencia. Separada del picapleitos, volvió a España y murió sola, olvidada, en su casa de Madrid en 1959.
Tengo algo en mis manos, Manuel, Lupe, que os llenaría de estupor. Un recibo emitido por el Ayuntamiento de Madrid, una providencia de apremio, con fecha 30 de enero de 2006, este mismo año, ya os digo, a nombre de Anunciación Bronchalo Lopesino. Más datos: 00576336 AP, referencia 06030002832. Algo municipal que no se ha pagado. Las cosas de la vida, mataor. Una de las hermanas de tu Antoñita Lupe no puede pagar un impuesto. Las cosas, sí. Con el dinero que tú habías conseguido reunir y que no os dejaron disfrutar.
Los franchutes nos dan el chute
Manuel Díez de los Ríos
28.06.2006
Te lo dije, Ángeles. Una hora antes de empezar el partido. Te dije que no quería escribir un artículo con ese título, ya estaba decidido cuál era, su juego de palabras y mis ganas de cachondeo, pero también te dije que terminaría por escribirlo. Los hechos, tozudos, me dieron la razón.
Me había negado desde el primer momento, especialista que soy en ganar amigos, a unirme al coro de loadores, juntaletras y unepalabras, que, sin temor alguno a desperdicio de papel y tiempo, glosaban las glorias futuras de una selección española, la mejor de siempre, la de Zapatones de Hortaleza, Luis Aragonés de todas sus depresiones, cuyo capitán alzaría la copa para dejar al mundo boquiabierto, ohhhhh. Raúl hubiera levantado a pulso los 6,175 kilos de oro macizo, 18 kilates, nada de bisutería barata, aunque el ganador reciba una réplica en más vulgar chapado, 36,8 centímetros de altura y dos anillos de malaquita en la base, con los nombres de los ganadores grabados en su parte inferior.
Un trofeo que fue invento de Jules Rimet, francés y mítico presidente de la FIFA. Para que te hagas una idea, 33 años estuvo el colega tirándose el moco en el cargo, algo que a muchos se la refanfifa. Entre ellos te incluyo, claro.
Nos chutaron. Nos dieron la patada en el pompidú. Nos metieron un chute de realidad en la vena de tantísimos falsos inventos sobre “la roja”, su calidad, el este año sí, y el cacareo insoportable de los medios de comunicación, cuyos ingresos publicitarios descenderán de forma considerable tras la eliminación del Mundiá, ése que, encabezaos por opá, íbamos a ganá entre todos, con Ludwig Van Koala componiendo música y letra de un himno, se van a enterar Queen y su We are the champions.
Había llegado el momento soñado, el más dulce. Venganza reclamaban los camioneros españoles, a quienes los gabachos les vuelcan la carga en la frontera un año sí y otro ya veremos. Venganza pedían los canarinhos, los brasileiros del jogo bonito, a quienes Zidane y los suyos les dejaron con la miel en los labios en la final de 1998. Venganza exigía un vecino mío, tontopollas por más señas, que defiende la piedra de la catedral de Málaga frente a tanto hierro como tiene la torrirfé, pronúnciese como él lo hace.
Los franceses eran pan comido. Por viejos. Eso decían nuestros jóvenes futbolistas, no enterados de que la juventud es una enfermedad que se cura con la vejez. Barthez no iba a parar ni una. Claro que tampoco nos enteramos: no le chutaron. Zidane haría poco, sólo un golazo marca de la casa. Sagnol y Thuram no podrían con fenómenos tales como Villa y El Niño Torres, a ver si crece. Vieira estaría perdido ante las acometidas de Raúl, que cumplía 29 años. Puyol se comería a Henry, a Ribery y a cuanto francés pasara por el área. Makelele no jugaría con tres piernas.
Y después de machacar a los franceses, Brasil sería fácil presa para nuestros geniales jugadores. Pero faltaron huevos, güevos, buebos, un par de pelotas bien puestas, los cojones de siempre, y no hace falta más vocabulario. Anoche no hubo de aquello que tenía José María Belausteguigoitia Landaluce, tomen aire, Belauste para los forofos futboleros y otras enciclopedias.
Era la tarde del primer día de septiembre de 1920, ya se han dado patadas desde entonces, durante los Juegos Olímpicos de Amberes. Se enfrentaban los equipos nacionales de España y Suecia, botas que pesaban cinco kilos, pantalones marcando paquete, a derecha o izquierda, zamarra muy ajustada, fotografias en blanco y negro, cero a cero y Zamora de portero.
Cuentan las crónicas de la época que los nórdicos, espigados y mejor comidos que los ibéricos, no practicaban un juego limpio. En determinado momento del encuentro Belauste le gritó a Sabino, otro jugador del Athletic, y también nacido en el mismo Bilbao, aquello de “A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo". Belauste recibió el pelotón (esos sí que eran balones y no las pelotillas de ahora), controló con el pecho y, cual si de una estampida se tratara, cagonlaléche, ahivalahóstia, se introdujo en la portería con el pelotón y tres jugadores suecos a los que había arrollado.
Por aquellos días y en lugar de calificativo que definiera mejor la animalada, a tal acción se le llamó “la furia”. Qué bonito. Desde entonces, siempre que perdemos cualquier campeonato internacional, léase todos, lo hacemos tras haber recurrido a la furia que, visto lo visto, debe tener mucho de gafe, la madre que la parió. La “furia española”.
Esas dos palabras conforman toda nuestra épica en la historia de los distintos torneos de selecciones nacionales de fútbol, fútbo, fúrbo, fúrbol, fúmbo, fúmbol, que hay donde elegir. En ellas se resumen los escasos logros. No tenemos nada más que contar. Bueno, algo queda para adobar las batallitas. El gol de Zarra a Inglaterra. El Matías Prats diciendo aquello, si lo dijo, que tampoco es seguro, de “Hemos derrotado a la pérfida Albión”, a la que todavía no le hemos cobrado la paliza a la Armada Invencible. El gol de Marcelino a Rusia en el Bernabéu, las camisetas de los soviéticos con las letras CCCP, nada que ver con “Cucurrucucú paloma”, según chiste de la época, y Franco en el palco con su traje y sombrerillo de gerente de comercio. La medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, que se ganó a Polonia. Y los sucesivos otravezserá, resumidos en una serie de variantes, retahílas repetidas desde ni se sabe: tenemos un equipo joven y con futuro, esta generación dará mucho que hablar, y los éxitos llegarán.
Los gabachos mandan gachos y cabizbajos a los seleccionados españoles a casa. Los de la furia traen otra vez la derrota como único triunfo. Por seguir con la expresión de otro francés, el poeta maldito por excelencia, Arthur Rimbaud, la selección ha ganado una merde.
Merde era la definición que daba de poesía cuando le preguntaban por su obra. Como lo era también de su amante, Paul Verlaine. Y una mierda, dígamoslo en tono nada lírico, es lo que la selección ha ganado. Otra más. Una mierda avec des fleurs, con flores.
Zapatero es el Mesías, aleluya
Manuel Díez de los Ríos
29.06.2006
Lo has dicho. Y es cierto. Otros gobiernos intentaron acabar con el terrorismo, pero no pudieron. Además, pobrecillos, no supieron. González creó el GAL, un grupo de matones del que se enteró por la prensa, según nos contaba el entonces, y hasta hace poco contigo, portavoz Rubalcaba.
El GAL fue una chapuza, entre otras cosas porque Amedo y Domínguez, en lugar de matar etarras como era su obligación, terminaron pagando a las putas en Portugal con una Visa del Ministerio del Interior, y mandando a la cárcel a sus jefes más directos, aunque quisieron taparles la boca a base de maletines llenos de millones. Míster X, menos mal, algo es algo, no fue a prisión. A pesar de todo eso, Felipe, el mismo Dios, y eso le honra, no se dejó chantajear por los matarifes etarras.
Aznar también decidió hablar con ellos y puso tamaña tarea en manos de Pedro Arriola, costilla de Celia Villalobos y hacedor de encuestas, a quien le vino demasiado larga la tarea. “Txapote”, ejemplo de luchador por la libertad del pueblo vasco, le pegó dos tiros en la nuca a un maniatado Miguel Ángel Blanco, pero el tío del bigote no cedió a las presiones de los asesinos.
Todo lo cual es antañazo, pertenece a la historia, tiempos pasados, intentonas vanas, poca cosa, sólo más argumentos para el odio que las víctimas atesoran en sus duros corazones.
No contábamos contigo, paladín de la paz, adalid de la libertad. España llevaba treinta años equivocada, sin reconocerlo. Por fin has aparecido, te esperábamos. A ti no te llegan Felipe y Josemaría ni a la suela de los zapatos, por supuesto, viva la autoestima. Se ha iniciado un nuevo camino pleno de esperanzas: la paz, que no la rendición del Estado a una panda de criminales, está más cerca.
Así lo has declarado institucionalmente, sin ninguna soberbia a unos cuantos periodistas apiñados en la sala Isabel II del Congreso. Has actuado con magnanimidad y sentido democrático. Podías haberlos convocado en los retretes, al objeto de evacuar preguntas, pero no lo has hecho. No lo has comunicado al pleno de los diputados, que eso hubiera sido un trajín, un aguante de debates innecesarios, un cansancio, vaya. Por decisión propia, tu tan acertado porcojonismo, pasándote por el forro de los presidenciales testículos todo cuanto te da la gana, ni has hecho la declaración en sesión plenaria, ni has convocado la Comisión de Secretos Oficiales, ni el Pacto Antiterrorista. No era necesario. Lo importante es el mensaje, no las formas, aunque hayas dejado en ridículo y por embustera, pobre mujer, a su edad, a la vicepresidenta De la Vega, vuestra querida Maritere de todos los Consejos de Ministros.
¿Qué debemos hacer los ciudadanos? La pregunta es innecesaria, retórica. Seguirte a pie juntillas, hosanna Mesías. Has pedido colaboración a los medios de comunicación, sí al lavado de cerebro, lo que usted diga, adelante con el trompeterío propagandístico de siempre. ¿Cómo negártela? ¿Quién va a ser capaz de criticar los argumentos tan sólidos que has ofrecido? Naturalmente sólo los fachas, intransigentes, fanáticos, deseosos de que los etarras continúen matando, y rencorosos, amén de no segundorrepublicanos.
Te hacen palmas los nacionalistas, talantoso, y la ciudadanía se congratula de tu arrojo democrático. Legaliza a Batasuna de nuevo, Rodríguez. No esperes más. Manda a Rubalcaba a Europa para que convenza a los fachas europeos de tus ansias democráticas. O manda a Rub Al Kaba a Europa para que convenza a los fanáticos europeos de que Batasuna no es una organización terrorista. O manda a Rubalcaba a Europa para que, insistiéndoles, machacándoles los conceptos, convenza a los intransigentes europeos de que una manada de asesinos te va a convencer de la necesidad de autodeterminación, de independencia, de separatismo, que a fin de cuentas Euzkadi es una colonia de España, como todos sabemos.
Hay quien dice que no les has prometido justicia a las víctimas. Que no puedes hacerlo si te vas a sentar a charlar de vuestras cosas con los matarifes. Insidias, ganas de enredar, veneno. En tu hoja de ruta del proceso, todo muy constitucional, nada chapucero ni como tomado de cualquier guía de carreteras, también eso llegará. Seguro. Tiempo al tiempo. En cuanto mires a los ojos a los asesinos, se van a volver buenos, entregarán las pistolas, os tomaréis unos txiquitos, y se dirigirán a la Audiencia Nacional para ser juzgados, previa petición pública de perdón.
Ahora sólo falta que nos confirme algunos detalles López Garrido, Diego, el camarada que donde dijo digo dice ahora cualquier otra cosa, qué más da, ese político tan de fiar, de tan profundas convicciones, que juró por los muertos y la momia de Lenin que no abandonaría jamás a los compañeros del Partido Comunista y otros parias de la Tierra, poco antes de marcharse a Nueva Izquierda, a cuyos miembros aseguró muy claramente por los muertos de Stalin que no los dejaría en la estacada.
Ojalá te salga bien lo que pretendes, Mesías. Ojalá aciertes. Ojalá legalices cuanto antes a Batasuna, dialogues con ETA, consigas que Navarra se integre en el País Vasco, veas un Euzkadi independiente que nos saque las túrdigas dinerarias a los demás, vacíes las cárceles de criminales etarras, de los otros, que también tienen sus derechos, no se habla, y hagas que las víctimas olviden tantos odios como tienen acumulados contra esos patriotas vascos que lo único que hicieron fue reventarle la cabeza de un tiro a cualquiera de sus seres queridos.
Ojalá consigas una nueva mayoría absoluta, establezcas la democracia de la Segunda República, derrumbes la transición, destruyas por completo la Constitución, posibilites que veamos 17 naciones sobre la vieja piel de toro e islas, 18 si contamos a esa cosa llamada España, con las propinas de Ceuta y Melilla. Ya nos contarás en septiembre. Y nos traigas la paz. Y todos seamos muy felices.
Después, descansado y con la satisfacción del deber cumplido, podrías dedicarte de lleno a buscar apoyos para que ETA consiga el Premio Nobel de la Paz.
Tortilla de patatas sin patatas ni huevos
Manuel Díez de los Ríos
03.07.2006
Decían mi madre y mis abuelos que durante la Guerra Civil el hambre pasó por la puerta de su casa, pero no entró en ella. Estuvieron en una zona, la nacional, en la que no hubo tanta gusa como en la otra, la llamada roja. Si miramos los mapas bélicos de finales de 1936, Franco y sus leales se quedaron con las tierras agrícolas y ganaderas, mientras que los republicanos permanecieron en aquellas donde estaban las minas, los Altos Hornos y las fábricas de material de guerra. En eso salieron ganando los primeros, habida cuenta que las vainas de las balas, aunque se las someta a una larga y minuciosa cocción, no son digeribles siquiera para estómagos hambrientos. Que no hay trágala, vamos.
Anoche le daba vueltas a tales palabras en la agradable terraza del bar donde suelo cenar. Mientras esperaba que me sirvieran el pinchito de pollo que había pedido, perdía el tiempo ganándolo en algo que me entretiene y enseña: mirar a la gente, observarla. Sabido es que si alguien quiere conocer una ciudad o un país, los mejores observatorios para ello son los bares, los transportes públicos y los mercados. En una mesa próxima a la que ocupaba se sentaron tres parejas de una edad comprendida entre los 45 y 50 años.
No entraré a valorar su aspecto físico ni las más o menos carnes que llevaban a cuestas. Tampoco los frescos vestidos de las mujeres ni las tan masculinas bermudas de los hombres, ropa toda de la marca Malapedraledén, muy de temporada veraniega.
Los seis tenían trazas de haberse sometido a su primera sesión de calentamiento dérmico, colorados como cangrejos cocidos, y de haber olvidado a conciencia la protección solar para su lechosa piel, transformada en un mírame y no me toques. Si el nuevo carné de conducir contemplara las idioteces que cometen los veraneantes en sus primeros días de estancia en playa, estos seis colegas se habrían quedado sin puntos a buen seguro.
Pidieron un par de platos de jamón ibérico y queso, pata negra y curado, respectivamente, un par de ensaladas con revoltijo de lechuga, tomate, cebolla, zanahoria, atún y huevo duro, tres solomillos y un entrecot de ternera, y dos solomillos de cerdo, el mío no muy hecho, dijo una de las ellas. ¿Quieren ustedes la carne con guarnición? Sí. Con una patata asada, papasá, que se dice, y que sirven acompañada de alioli. Para regar los sólidos, unas cervezas y una botella de tinto. Sí, era de Ribera del Duero
Cuando el camarero retiró los servicios antes de servir los postres, ¿qué van a tomar?, helados y unos güisquicitos, dijo uno de los chorvos, lo pronunció con cé, no con ese, no era andaluz, había varios trozos de carne en los platos. Unidos, y previamente retiradas las colillas apagadas sobre los restos de solomillo, podrían haber servido para que cenaran dos personas más. No tenemos hambre. Estamos ahítos de comida. La desperdiciamos.
El 2 de julio de 1938 el hambre continuaba extendiéndose por la España republicana. La gente cultivaba hortalizas incluso en macetas. Se criaban conejos y gallinas en las terrazas y patios. En la radio sonaba Miguel de Molina, “La bien pagá”, na me debes, na te debo, me voy de tu vía, orvíame ya, sin reclamarle las joyas ni mucho menos el rosario de su madre, y quédate con todo lo demás, como años después hiciera María Dolores Pradera. Y llegaba el turno de Leonor Pareja, la cocinera ideal, así la presentaban, que ofrecía a las amas de casa suculentas recetas de cocina para ir engañando las peticiones del estómago. Así, las hojas de lechuga, hervidas y rehogadas con ajo, podían parecer espinacas, y las cáscaras de cacahuete tostadas y molidas servirían para hacer algo “lo más parecido al café”.
Pero había otras delicias gastronómicas, aprendan de una vez los Adriá, Arzac, Bocusse y Arguiñano, que tienen demasiado cuento, para poner en la mesa familiar un menú completo: tortilla de patatas sin patatas ni huevos y chuletas de cordero. ¿Cómo es posible todo esto? Lo contaremos de inmediato. Coge papel y lápiz, querida amiga, y anota.
Para la tortilla de patatas se pelan naranjas y se echan en remojo de aguasal, durante un par de horas, esas peladuras blancas que salen entre la cáscara y la pulpa. Aparte, se hace una gachuela de harina con un puntito de colorante para que parezca huevo batido. Se sofríe el blanco de la naranja y, cuando alcanza la textura adecuada, como de patata frita, se añade el falso huevo y se cocina como una tortilla, dorándola por ambos lados y procurando que el interior nos quede jugosito.
Y añadía la Pareja, tan cocinera y tan ideal ella, “sus seres queridos lo agradecerán”.
Pero, ¿cómo cocinar unas chuletas de cordero si no hay chuletas de cordero? El truco estaba en el ingenio. Se hace un puré espeso de algarrobas, se cogen varias porciones, se rebozan en pan rallado y se fríen. ¿Sólo eso? No. Para dar a cada una forma de chuleta verdadera, con su hueso y todo, se le añade un palito de madera.
Otro no va más, otro te cagas en las bragas, que dicen los modernos, mezcla de optimismo y consuelo ante la carencia de productos básicos, era la receta de “Merluza a la Evacuada”. También muy simple. Se cuece arroz hasta que se hace una pasta compacta. Se corta en trozos que rebozamos y freímos como si fueran filetes de merluza. Mira qué bien. Las diferencias de ayer a hoy.
Con todo ello, y un punto de fantasía en la cocina, amén de ganas de creérselo, los comensales tendrían un menú divertido pero gastronómico. Como quiso cierta Infanta de España que fuera el elegido para servir en su banquete de boda. No entiendo qué quiso decir con tal frase, aunque tampoco ella lo entendió.
El bikini de la Bernardini
Manuel Díez de los Ríos
05.07.2006
Cumpleaños feliz, japi bérdei tu yú. No es mi intención contar un chiste fácil sobre una Bernarda que hubiera pensado nombrar al modo italiano. Tampoco hacer rima con una madmuasél que solía actuar cada noche en pelotas en el Casino de París y contribuía con ello a calentar el ambiente y a estirar cuellos y otras partes del cuerpo de cuantos mesiés se agolpaban para verla. Se llamaba Micheline Bernardini. No tenía un solo michelín, pero su chochuá era sin duda el más visto de toda Francia y parte del extranjero. Tampoco le importaba. Como tampoco negaba ser un putón verbenero.
Corría 1946 cuando el modisto Jacques Heim creó el bañador de dos piezas más diminuto, al que llamó Átomo, dadas sus reducidas dimensiones. No tuvo éxito, pero abrió el camino a perfeccionar el diseño. Y llegó el día. La destapada bailarina aceptó taparse sucintamente lo que mostraba en el escenario. Lo hizo en la piscina Molitor de París con el que su creador, Louis Reard, un ingeniero mecánico francés que dejó las máquinas para encargarse de la tienda de ropa familiar, anunció como “el más pequeño de los más pequeños trajes de baño del mundo”.
Era el 5 de julio. Unos días antes los norteamericanos habían comenzado las pruebas nucleares en el atolón Bikini. Cuando Miguelita le dijo a Reard que “su bañador va a ser más explosivo que la bomba de Bikini”, había dado el nombre, yo te bautizo, a la prenda que hizo de sí misma un objeto de deseo de la mujer, y a la mujer aún más objeto de deseo.
Era una versión mejorada de la paradisíaca hoja de parra, lencería que Eva vistió para convencer a Adán, dale un bocadito, cariño, de que mordiera la manzana. Y también del tapanabos, no es un error, lo he querido escribir así, que lucía Johnny Weissmuller, buena persona, pionero de Greenpeace, y salvaje de agradable, pero no muy extensa, conversación,”mi Tarzán, tú Yéin”, mientras saltaba de liana en liana, de árbol en árbol, y daba unos gritos espantosos que ponían de los nervios a cuantos animales participaban en el rodaje, cocodrilo incluido.
El único que hacía orejas sordas era el mono Chita, un macho, sí, que se había colado de rondón en las películas, porque no aparece en las novelas de Edgar Rice Burroughs, creador del selvático personaje. Se da la circunstancia de que en los años cuarenta hubo sus más y sus menos sobre si el simio y el simiesco se entendían antes de que apareciera la hembra humana, pero el chisme no fue a mayores.
Después llegó Brigitte Bardot, en 1956, en la película “Y Dios creó a la mujer”. En 1957 fue Jane Mansfield, las curvas más exuberantes del cine, quien apareció en la portada de “Life Magazine” con un bikini blanco, rodeada de muñecas que lo llevaban de color negro.
La absoluta culminación fue “007 contra el doctor No”. Un ronco murmullo de admiración se escapaba de las gargantas macho, urogallos que fueran al cine, cuando Úrsula Andress, bikini y cinturón blancos, salía del agua como ya hubiera querido Botticelli para sus primaverales musas. Jamás, ni antes ni después, mujer alguna lució bikini que insinuara monte femenino más parecido a cordillera andina venusiana.
Pero aunque pequeño, el bikini es una versión demasiado grande del tanga, objeto de culto en la playa de Ipanema, museo viviente de ese objeto imprescindible para comprobar in situ la turgencia o flaccidez de los glúteos de cuantas garotas se atreven a lucirlo. Esta prenda de desvestir tiene su máxima venta, con una diferencia muy grande sobre Francia, segundo país comprador, en Arabia Saudita, donde ellas gustan ponérselo para despelotarse en privado ante quienes las obligan a ir tapadas en público.
En España lo introdujeron las suecas, que de esa nacionalidad eran todas las extranjeras a decir de los aguerridos maromos patrios, quienes hablaban y no paraban de sus proezas sexuales con las mencionadas tordas, siempre dispuestas a la folganza consentida y la coyunda a cualquier hora. El dos piezas triunfó, a pesar de la prohibición de Manolón Fraga, entonces ministro de inaugurar paradores, y de cuantos obispos pasaban por delante de una tienda de bañadores y se percataban de lo muy pecaminoso que era tan escaso telamen. La prohibición se prolongó hasta los años setenta.
Su consagración definitiva en el solar patrio llegó en 1973, anteayer como si dijéramos, con Fórmula V, léase quinta, no uve a secas, cuando Eva María se fue con el suyo de rayas, cuya parte de abajo era similar a unos bragones de cuello vuelto, pero que tenía un aspecto de lo más decente, cubría por todas partes y no exigía que la susodicha se depilara la pelambre púbica ni con cera, ni con la apestosa crema Taky, ni mucho menos con la recia cuchilla hombruna, no inventada aún la más sofisticada Epileidi, ni puesta en práctica la técnica láser, mediante la cual cada pelo arrancado sin dolor le sale a la depilada por un tirón, ayyy, en el monedero.
Es casi un anciano y sigue tan joven. Lo suyo, sin necesidad de clínicas y tratamientos, es carne fresca, guerra a la arruga. Felicidades, abuelo. Aunque seas más que tatarabuelo. Hace 3.600 años, según unos mosaicos, que son las fotografías de la época, descubiertos en Sicilia, las féminas de aquellas tierras, ay, pillín, te usaban para tú ya me entiendes.
Huele a burro en la Moncloa
Manuel Díez de los Ríos
09.07.2006
Quien no lo supiera, seguro que comprendería de inmediato cuánto te quiere la gente. Aunque tus pretorianos monclovitas pretendieron secuestrar las imágenes de televisión para servirlas convenientemente filtradas, tamizadas y cocinadas, al más puro estilo de propaganda política, pudimos ver unas muy significativas, debió fallar el control, da orden de buscar a los culpables, que contribuyeron a dicha comprensión, aunque nos privaran de otras de las que, no obstante, tuvimos el sonido, otro fallo imperdonable.
Ibas en coche hacia el Palacio Arzobispal de Valencia, donde te recibiría el Papa, qué lata tener que ir a charlar con el anciano ése, ¿verdad?, y las gentes congregadas en las cercanías del edificio te gritaban que te fueras con los de ETA , que son tus amigos. Se habían percatado de que no estabas a gusto con la visita, ibas forzado, como también habías parecido estar a disgusto en el aeropuerto para recibir al líder espiritual de unos mil cien millones de personas, cuántas ovejas, y, al grito de “embustero, embustero”, en perfecta rima con tu apellido, te silbaban. Pero no te lo tomes a mal. No querían insultarte, aunque no te acercaras a saludarles ni les dirigieras un mínimo gesto. Sólo pretendían decirte que no te sintieras obligado a hacer lo que no deseabas.
Se merecían tu desprecio. Y lo que hiciste, darles la espalda. A fin de cuentas no eran más que parte de ese millón largo de fósiles de la derechona, escuchamisas retrógrados, llegados de todas partes del mundo, que están empeñados en mantener un modelo de familia tradicional, un padre, una madre, y no un modelo Zerolo, dos padres, dos madres, o lo que sea. El primero es anticuado, no acorde con los tiempos, destinado a desaparecer, antañón, impuesto por la fuerza, despreciable, risible. El segundo es el adecuado desde cualquier punto de vista, tolerante, pleno de futuro y alegría: “Papá, no te vayas a enfadar, pero mamá tiene la pilila más grande que tú”, que dijo un niño después de ver desnudos a sus dos padres, un padre y otro padre, adoptivos.
Un millón y medio de personas, cuentan los que hacen estas cuentas, se habían reunido siguiendo la llamada de un abuelete alemán, un tal Joseph Ratzinger, capaz de movilizar a más personas que cualquier otro presidente de Gobierno o jefe de Estado. Claro que eso no es nada con las que tú vas a ser capaz de congregar en cuanto te lo propongas, presidente, te aseguran tus asalariados y paniaguadas de cuota. Y lo cierto, tienen razón, es que has logrado sacar a la calle a un millón largo de españoles. Pero no a favor, sino en contra de tu compadreo con ETA. Para ponerte a caldo. Cuestión de matiz.
Has hecho bien, ya lo creo, en no ir a ninguno de los grandes actos convocados en este Encuentro Mundial de las Familias. Tú, que te definiste al poco tiempo de alcanzar la presidencia del Gobierno como “rojo, utópico y feminista” en las páginas de Marie Claire, una revista de tan alto contenido intelectual y político, no podías caer tan bajo. ¿Qué pintabas al lado del Sumo Pontífice sin asumir el protagonismo? ¿Quién es ése que está junto a Zetapé, no confundir con Zape, el hermano de Zipi? Alguien vendrá que de tu propia casa te echará, maldito refranero. Por ahí no podías pasar.
Un revolucionario llamado Daniel Ortega en Nicaragua, un marxista de nombre Wojciech Jaruzelski en Polonia, o un Fidel Castro en Cuba asistieron a misas celebradas por Juan Pablo II. Y con ellos estuvieron sus ministros. Y los tres despidieron al Papa Wojtila en los aeropuertos de sus respectivos países. Bah, unos pringaos que no se atrevieron a decir ya basta y romper el protocolo. Menos educación y más decisión. Menos componendas y más acciones de rojo de verdad. A ti no te va a imponer ninguna obligación un Benedicto XVI cualquiera.
Has actuado como buen estadista y mejor diplomático. Cualquier presidente de Gobierno de España habría seguido tu ejemplo. Mejor una vez rojo que cien amarillo, con un par.
Fernando Moraleda, secretario de Estado de Comunicación, otrora secretario general de Agricultura, Alimentación y Desarrollo Rural, antes sindicalista agrario, hombre cuyo no menor mérito es ser amigo tuyo, y que tiene por talento añadido el que le otorga tu talante, atendió a los periodistas, dejad que los plumillas se acerquen a mí.
Este funcionario de altísimo sueldo se encargó de transmitir a los canallas de la prensa, la fiel y la infiel, la amiga y la que no le baila las gracias, la subvencionada y la que se las ve y se las desea, unas informaciones relativas a tu encuentro con el Papa. Además de una valoración, léase una forma de no decir nada, respecto a la entrevista, el ínclito Moraleda tuvo a bien pergeñar una nota sobre los regalos que Su Santidad os dio tras recibir un cuadro de Manolo Valdés que le obsequiaste: una Biblia grande para ti, y un collar de perlas con una cruz de plata para ellas.
Quiero creer que ni la vicepresidenta Maritere, que gusta de los complementos, pero no le prestó mucha atención, ni Sonsoles, aquí Miseñora, Santidad, que se atuvo al protocolo, abrió el suyo y miró en el interior, son responsables de haber equivocado a Moraleda o a cualquiera de sus múltiples adláteres, hombres o mujeres, mujeres u hombres, tanto monta, respecto al contenido de sendos estuches de piel de color blanco que el Papa entregó a ambas.
El propio Fernando Moraleda decía hace unos días que, desde su llegada al cargo, en la Moncloa huele a campo. No sólo a campo. Huele a burro. Porque hay que ser muy borrico para confundir un Códice Vaticano con “una Biblia muy grande”, y un rosario de cuentas blancas con “un collar de perlas con una cruz de plata”. O muy borrica, que no sabemos si fue hombre o mujer quien redactó la nota.
El Estado represor debe derogar la Ley de Partidos
Manuel Díez de los Ríos
09.07.2006
Por si hacían falta nuevos datos. Por si era necesario saber algo más. Gara, el periódico de los etarras, lo ha dejado claro: el Gobierno había pactado con los asesinos antes de que el presidente Joseluís representara la última farsa relacionada con ETA ante un reducido número de asombrados periodistas en una sala del Congreso de los Diputados.
Ya han dicho los batasunos que ellos no piensan legalizarse y que sea el Estado opresor, represor, coaccionador y coercitivo, quien se rinda y derogue la Ley de Partidos. Amén, así sea, adelante, nihil obstat, cosas más costosas que reunirnos con Otegi tendremos que hacer, ha contestado Pachilópez, a quien hay quienes califican de “líder” de los socialistas de Euzkadi, cuánta osadía, e incluso de los socialistas a secas, qué sabia es la ignorancia, debe ser porque colocar una tx en el nombre o en el diminutivo confiere cierta impronta de liderazgo vascongado y euskaldún a cualquier Paco. Qué poca cosa es entonces un líder, rediez.
El 28 de marzo de 2003, el Tribunal Supremo notificaba la sentencia que ilegalizaba a Batasuna, Euskal Herritarrok y HB, y ordenaba el cese inmediato de sus actividades. Se cerraba así el proceso puesto en marcha el 26 de agosto de 2002, cuando el Congreso instó al Tribunal Supremo a que dejara fuera de la ley al partido independentista. De forma paralela, el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, decretó la suspensión de las actividades y el cierre de las sedes de la formación. La Fiscalía General del Estado también pidió la ilegalización de Batasuna por ser el brazo político de ETA. Hasta hoy, que sepamos, nadie ha legalizado a los voceros de los asesinos, aunque les estén echando un txapote, no sé si se me entiende la expresión, y presentándolos en todos sus escaparates mediáticos, paso previo para devolverlos a la senda legal, como interlocutores válidos o imprescindibles.
Eran otros tiempos. Ni mejores ni peores, otros. Y otros eran también los mismos que ahora aplauden hasta con las orejas la decisión de Pequeño Garzón, recién llegado de Nueva York, de permitir la reunión entre socialistas y batasunos, algo que no habría consentido Grande Marlaska, su sustituto en el puesto durante la aventura estadounidense. Ponen en los altares a San Baltasar, que ha fundamentado su permisiva decisión en el hecho de que los socialistas quieren encarrilar a los batasunos por el buen camino, hijos pródigos que deben volver al redil, recaderos de unos criminalitos de nada, cualquiera tiene derecho a equivocarse. Si entonces se deshacían en alabanzas hacia las citadas sentencias judiciales ilegalizadoras, ahora pretenden fundamentar lo contrario.
Esos otros/mismos, del PSOE también, habían firmado el tan socorrido Pacto Antiterrorista, pero ya tenían sus flirteos con los criminales del hacha y la serpiente. Tenían sus bísnes mutuos, unas cosillas, sus dame que te doy, palomas de la paz que se creían, unos con traje de Armani y cargo político y otros con capucha y metralleta.
Así las cosas, además de la hoja de ruta del proceso negociador, podrían poner sobre la mesa una ruta turística para dar a conocer los lugares donde los criminales etarras mataron valientemente por la espalda o colocaron con grave riesgo para sus vidas las bombas asesinas, todo ello en pro del bien común del País Vasco. Nada más pedagógico y aleccionador, que el pueblo es duro de mollera y necesita ejemplos concretos de lo arrepentidos que están los asesinos y de sus ansias de reintegrarse a la vida democrática y en libertad.
Algunos miembros de Batasuna, pensemos en Permach, Petrikorena o el mismo Pernando, que lo tendría bastante pácil, podrían actuar de guías, sería pabuloso, para ilustrar el proceso de lucha llevado a cabo por los criminales hasta hoy, algo que se quiere vender a los ciudadanos como una progresiva búsqueda de la paz. Sí, sería fantástico. Para ello los batasunos ya tienen la infraestructura montada, pues han abierto una oficina de información en la mismísima Pamplona, gora San Fermín, donde en los últimos días, entre encierro y encierro, han dado conferencias ilustrativas en inglés para explicar el proceso de independencia que se nos viene encima, aunque ignoro si repartirán folletos.
Y ya puestos, los socialistas podrían reunirse también con los grapos, para ir acercando posiciones, aunque estos sean unos matarifes de menor categoría que los etarras, y convocar una mesa de negociación con Al Qaeda para, mirando a los ojos a Ben Laden, pedirle que sea bueno y no se empeñe en seguir a rajatabla sus convicciones islamistas, que aquí está Rodríguez ZP blandiendo el dialogador talante de la Alianza de Civilizaciones, cual Tizona de Cid leonés redentor de todos nuestros fracasos.
Ver a una anciana llorar, en este caso la madre de Joseba Pagazaurtundúa, destroza el corazón. Llamaba traidores a quienes le prometieron que no pactarían con los asesinos de su hijo. Una anciana de 74 años que había vivido el calvario propio y del hijo cuando le decía “madre, me van a matar”. ¿Cómo se puede estar cayendo tan bajo desde las alturas del poder? ¿Por qué? Si De la Vega llama a Rajoy insumiso del Estado de Derecho, muchísimos ciudadanos, que jamás han votado al PP, pero no entienden esta rendición ante unos asesinos, se considerarán insumisos declarados.
Buen bollo: el muerto al hoyo y el vivo a marcarse el rollo
Manuel Díez de los Ríos
11.07.2006
La ciencia política avanza que es una barbaridad. Hasta ahora sabíamos de políticos de izquierdas, progresistas, conservadores, de derechas, demócratas, socialdemócratas, comunistas, fascistas, socialistas, de centro, de extrema izquierda, de extrema derecha, radicales, abertzales (bueno, esto no se sabe qué significa, pero queda fino decirlo), nacionalistas, independentistas e, incluso, políticos a secas, no hagamos más larga la retahíla. Pero he aquí que ha llegado un pensador de nuevo cuño, José Pepe Pepín Pepiño Blanco, para hablar del político “de buen rollo”, según definió a su zetajefe, que debe ser algo similar al talante pero pasado por una profunda reflexión intelectual.
Míster White, López por su madre, un gallego cosecha de 1962, ha ido a Nueva York, al Instituto Cervantes, para explayarse al respecto con su fácil verbo y, ahondando en el concepto, dar muestra de su sapiencia politóloga, que no insufrible politiqueo. Amén de ello, ha quedado nuevamente demostrado que el dinero público tiene unas muy culturales aplicaciones cuando se emplea en costear viajes de tanto calado internacional como éste, cuyo objetivo ha sido la explicación del “good roll”, ¿se dice así, Pepiño?, a cargo de uno de nuestros próceres.
Aplicadete estudiante de Derecho, de Dereito, aunque no pasó de primer curso de carrera, y con la incomparable formación que le proporciona su militancia en el PSOE gallego desde los 16 años, llegando a ser incluso, ahí es nada, secretario general del partido en Lugo, nuestro hombre quedará en los anales de la historia como teorizador del buen rollismo y sus aplicaciones prácticas al gobierno de la ciudad, la polis tijé. Es la etimología griega, Pepe, no un insulto.
El hoy secretario de organización de los socialistas, que fala castelán con acento galego, asalariado arrimado al pesebre de partido, léase que cobra de nuestros impuestos, una vez puesto a ello, podría también explicarnos si en su definición de buen rollo considera implícito el hecho de que el buen rollista cuente rollos a los ciudadanos de amplias y conformistas tragaderas.
Tal aspecto, “el muerto al hoyo y el vivo a marcarse el rollo”, parece deducirse de las informaciones publicadas por el diario El Mundo relativas a que los explosivos empleados para cometer la masacre del 11-M en Madrid nada tienen que ver con lo que nos han venido contando nuestros preclaros y enrollados gobernantes. Si la información es cierta, y nadie la ha desmentido, el máximo exponente del buen rollo, y algunos de sus colaboradores, nos han tenido engañados hasta ahora. Esa es otra bomba de gran calibre cuya onda expansiva no se sabe hasta donde llegará.
Los citados explosivos son distintos a los hallados en posesión de los terroristas que se suicidaron (o los suicidaron, recuérdese que las cargas explosivas se detonaban con teléfonos móviles) en el piso de Leganés (dos de los suicidados tenían los pantalones puestos al revés y otro estaba bajo la cama, extraño lugar para esperar la explosión), y los que había en la célebre mochila (de la que nadie se percató en los trenes antes de que apareciera en la comisaría de Leganés) o en la no menos célebre furgoneta Renault Kangoo (en la que los policías que primero la inspeccionaron no vieron nada, pero otros hallaron una bolsa con restos de Goma Dos, detonadores y una cinta magnetofónica) . Tampoco eran los que contenían las bolsas colocadas en las vías para hacerlas estallar al paso del AVE.
Si los datos se confirman, los 93.000 folios del sumario, seguro que Pepiño los domina de arriba a abajo y por eso no necesita saber más, con lo cual apoya el carpetazo y cierre de la comisión de investigación, son papel mojado, nada, desperdicio con destino a la basura. Y si no son ciertos, el periodista que ha publicado la información se va a ver inundado de querellas.
¿Dónde están todos aquellos ciudadanos que portaban unas pancartas iguales, qué casualidad, en tamaño, letra y forma en distintas ciudades de España, naturalmente no convocados por Rubalcaba, cómo dudarlo, sino, oh casualidad, espontáneamente concentrados ante las sedes del PP el célebre 13 de marzo, sábado y día de reflexión, muy preocupados, “queremos saber”, ansiosos por conocer los quién, cómo y por qué de la matanza?
También se dan por satisfechos ante las explicaciones oficiales. Lectores empedernidos de algo más que del folleto de Carrefour hasta que se tira de la cadena, consideran creíbles los argumentos facilitados por la propia, e inútil, comisión de investigación. Una comisión ante la que el comisario Sánchez Manzano, el Juan Jesús jefe de los TEDAX, los artificieros de la Policía Nacional, y a preguntas de José Antonio Mochilas Labordeta, el de la Chunta Aragonesista, chunta chunta chunta, dijo que sus hombres habían encontrado en los trenes restos de nitroglicerina, un componente de la dinamita, sea cual sea su nombre comercial. Lo cual es absolutamente falso, habida cuenta que esa información no está en el sumario. Una de dos: o el comisario mintió ante los diputados, nos mintió a todos, o son cosas del buen rollo.
El juez Del Olmo reconoce en el auto que no se sabe cuál fue el explosivo empleado ni mucho menos quién dio la orden de cometer los atentados. ¿Los motivos? Se desconocen. ¿Quién diseñó la masacre? Es una incógnita. ¿Quiénes la llevaron a cabo? Pues… ¿Por qué fueron profanados la tumba y el cuerpo del GEO que murió en el asalto del piso de Leganés? Ni idea.
¿Qué cojones, sin perdón, sabemos? No sé cuál será la verdad. Pero sé que el Gobierno, en esto también, nos ha contado una mentira. Con buen rollo, claro. Ah, otra cosa: se dice “buen rollito”, Pepín, que no estás en lo que estás.
Los inconvenientes de una familia unida
Manuel Díez de los Ríos
13.07.2006
Son una familia. O, mejor, miembros de una familia, que no es lo mismo ni tampoco igual. Una mujer y tres hombres, tres hombres y una mujer, parecen títulos de una película mala donde las haya. La hija y sobrina, el padre y los tíos. Ella y tres hermanos. En fechas durante las cuales España ha sido escenario del Encuentro Mundial de las Familias, presidido por Benedicto XVI, la que nos ocupa se muestra especialmente unida para ayudarse en lo que corresponda y ser núcleo de crecimiento personal, espiritual y material.
Ella es joven, estudiosa, muy preparada, licenciada en Derecho, responsable, liberal, y con ideas avanzadas para su época, que diría el pelotas hagiógrafo de turno, aún sin especificar la época. Una mujer de su tiempo, claro, que, gracias a su continuado esfuerzo, ha llegado a trabajar en el departamento de Recursos Humanos de sociedades que han recibido últimamente encargos por valor superior a los 15 millones de euros. O sea, una morterá.
A la joven se la rifan. En Telvent Tráfico y Transportes S.A. y en Inabensa, una filial de Abengoa, la tienen entre su personal. Es una mirla blanca, no pecaré de machista. Son empresas, cosas de la I+D, sí, eso, Investigación más Desarrollo, que se mueven en los terrenos de la construcción y puesta en funcionamiento de la Ciudad Digital de Almería, la red de telecomunicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, que también quiere implantar el del Almería, un sistema informático de control de las infraestructuras energéticas de Andalucía, y la modernización de los sistemas de información y gestión sanitaria de tres hospitales andaluces.
Estos encargos han sido realizados desde organismos oficiales de la Junta de Andalucía, o sea que pagamos entre todos, ay, las cosas de los impuestos, pero nadie debe creer que hayan podido ser fruto de manejo de información privilegiada, nepotismo, amiguismo o recomendación, noooooo, vade retro Satanás, sino de asistencia a concurso público de ofertas y legal cumplimiento de los requisitos establecidos.
No obstante, siempre hay algún metepatas, se da el caso de que Martín Soler, secretario general del PSOE de Almería, ha venido a decir que esto es algo así como la madre de las corruptelas, en qué lío se ha metido, no sabe la que le espera, cómo se puede llegar a decir eso.
Un tío de la joven, también gracias a su esfuerzo, capacidad intelectual y méritos en la gestión, ocupa sillón de director general y maneja un presupuesto anual de 160 millones de euros, céntimo arriba o abajo, cosas del balance presupuestario. El otro de los tíos, gran profesional donde los haya, forma parte desde 2003 de Climo Cubiertas S.A., una empresa sevillana dedicada a la construcción y montaje de piscinas climatizadas y cubiertas desmontables.
Desde que llegó a la entidad, su facturación ha subido de 1,5 a casi 6 millones de euros, dada su buena gestión como trabajador, algo que le ha reportado las felicitaciones de sus jefes. Últimamente, ha recibido encargos de hacer unas cosillas, entre ellas una guardería y un polideportivo, en los municipios almerienses de Berja y Pulpí. Del segundo es alcaldesa María Dolores Muñoz, presidenta provincial del PSOE, casualidades de la vida.
¿Qué decir del padre de la joven y hermano de los tíos? No hemos hablado de él. Tal vez no hiciera falta, pero sería injusto no mencionarlo tras haber comprobado lo furioso que se ha puesto por los comentarios vertidos desde ciertos sectores socialistas, qué se habrán creído.
Ha reaccionado noblemente, como debe ser. Dispuesto a defender la honorabilidad y el buen nombre de la parentela, paladín de los necesitados y arcángel de los programas sociales, ha declarado que “sé por qué salen ahora estas cosas, lo sé. Mi familia hace una actividad completamente legal, honrada y honesta que sólo tiene el inconveniente de que son mi(s) hermano(s) y mi hija”. Me apunto a ese inconveniente.
A que me lluevan los euros. Y conmigo, estoy seguro, se apuntará todo el andalucerío viviente y quienes siendo de otros lugares de España, venid y vamos todos, quieran superar tales obstáculos en la vida. Dejo claro que no quiero trato de favor alguno, sino recibir el dinero por similares caminos a los reseñados, que son al mismo tiempo una traba para el receptor.
La joven se llama Paula. Y es hija de Manuel Chaves y Antoñita Iborra. Cuentan los papeles, no tendrán nada mejor que hacer, que una de sus empresas ha firmado contratos recientemente con la Sociedad para el Desarrollo Energético de Andalucía (Sodean), dependiente de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa.
Los tíos se llaman Leonardo y Antonio José. Sus apellidos, como los de Manuel, son Chaves González. La vida ha puesto a cada cual en su sitio. Uno preside desde tiempos inmemoriales la Junta de Andalucía y, visto lo visto, pudiera tener claro, aunque no sea católico practicante, que la ayuda a la familia es esencial para su buen desarrollo. Leonardo es director general de Infraestructuras Deportivas de la propia Junta.
El tercero de los susodichos tiene su curro en la construcción. Pasado ya el tiempo de los cafelitos de Juan Guerra, el gran conseguidor, el hermano de Mienmano, en aquel despacho que era una verdadera chapuza, un oprobio para estos chicos del partido de los cien años de honradez, y no se sabe cuántos de propina, resulta hermoso conocer a personas tan unidas por lazos familiares como las que nos ocupan.
Trabajadores abnegados y pendientes de los demás, prestos a conceder apoyo y respaldo, son aire puro en una atmósfera que estuvo viciada de corrupción. (Plas plas plas, aplausos.)
Mujer y hombres de la Andalucía empresarial y emprendedora, productiva y competitiva en los mercados laborales, la Chaves Iborra y los Chaves González son un ejemplo a seguir para sentirse comprometidos con ella, inmersos en la segunda modernización, esa con la que Manuel nos va a llevar a la cabeza de Europa, aunque no sé si habrá dinero público para repartirle a todos.
De cualquier modo, ahora también estamos a la cabeza de Europa, pero por el culo. Tal vez nos quejamos porque no hemos entendido el sentido exacto de la modernización ni reparado como debiéramos en la visita del Papa.
Julián Muñoz, Andreíta, Isabel García Marcos y la familia Chaves
Manuel Díez de los Ríos
21.07.2006
Andaba el pueblo muy preocupado, con el ánimo por los suelos. No le habían dado respuesta a la pregunta que esa mañana formularon en las diferentes televisiones. ¿Iría su papá al cumpleaños de Andreíta? Los andaluces no salían de su asombro, qué angustia, cuánta desazón, por qué este malestar. ¿Sería posible que Andreíta pasara su cumpleaños sin el papá de Andreíta, acompañada sólo por su mamá, las abuelas, y unos seiscientos juntapalabras de los programas basura? ¿Debería conformarse Andreíta en su cumpleaños con aburrirse sola, sin su papá? ¿No habían contratado los familiares de Andreíta a suficientes payasos como para necesitar al papá de Andreíta?
En Canal Sur habían corrido un tupido velo sobre el asunto. Las órdenes eran tajantes desde los despachos gasparzarrieros del ente: ni siquiera en los programas del mamporrerío juanimediano se hablaría del asunto. Silencio absoluto. La situación podía llegar al límite, sí, pero la información estaba secuestrada. La censura volvía a hacer de las suyas, revivían las peores prácticas del fascio. Y el pueblo sufría en silencio la falta de información, pedazo de almorrana de la libertad de prensa.
En contrapartida se supo que a Cachuli podían meterlo entre rejas, pajareador que fue entre mangantes de presa. Llegado de su pueblo natal, una mano detrás y la otra también, tieso cual mojama de atún amojamado, él había sabido someterse a las exigencias de los demás. De uno sobre todo. Y lo había hecho como nadie. Veía circular cientos de millones en billetes contantes y sonantes.
De esta mesa a aquella otra. De un bolsillo al de más allá. Incluso cuando, fiel camarero, le servía las copas a él y sus amigachos, se dejaba insultar por “este gordo de los cojones”, sultán de aquella localidad costasoleña en la que, cuando arribaban el rey Fahd y su casi infinito séquito, todos los vividores de Arabia Saudí en pleno, la mierda también parecía ser de oro. O, al menos, eso contaban quienes gustan de oropeles tales.
Lejanos quedaban los tiempos de los alcaldes socialistas. El primero fue Alfonso Cañas.
Durante su mandato una daga de oro y brillantes, regalo del monarca saudí al pueblo marbellero, fue robada del despacho de Alcaldía y jamás volvió a saberse de ella. Le sucedió José Luis Rodríguez, un profesor de Instituto encantado de haberse conocido, que hizo de su hermano un hermanísimo en asuntos municipales. Después vino Francisco Parra, que convirtió su casa en la esquina de una calle, la derriban, no la derriban, en santo y seña de las reivindicaciones urbanísticas marbelleras.
Hasta que llegó el otro, el innombrable. Ahora mandaba Donjesús, a secas. A él había que tratarle, cuando se aborricaba y resultaba ser más equino que su caballo Imperioso, de excelentísimo para arriba. Eso lo sabías mejor que nadie. Era un Suexcelencia con escasa formación, como tú, pero con inteligencia natural y percepción clarísima para las componendas de manguta mayor. Era el mejor árbol del dinero al que arrimarse. Con su cohorte de guardias pretorianos, sus ni se sabe cuántos ayuntamientos paralelos en un ayuntamiento y sus chupatales a sueldo, y vaya sueldo, comisiones, dietas y sobres aparte, hizo de Marbella una hucha sin fondo.
Naturalmente, la Junta de Andalucía nada sabía de ello. Tan despistada andaba que siquiera se enteraba por la prensa, cachis en la mar. Gil bis hizo una siembra perfecta. Fuiste trepando puestos. A más vaselina Siseñor, la mejor marca, más poder. “El Gordo” os puso a todos a comer de su mano. La corrupción floreció y hasta su otrora azote, Isabel García Marcos, chica PSOE, él la llamaba “La Rubia”, gustó de los placeres del papel moneda. Cuando Gil no pudo verlo para disfrutar con ello, menuda la habría liado, logró guardar en bolsas de plástico en su casa unos 360.000 euros, fruto, según dijo al juez, de regalos por su bodorrio. Y es que en esta tierra somos así de rumbosos con las mujeres que se casan.
Poco podía imaginar “La Rubia”, y mucho menos aquella noche en la que charlé con ella cuando paseaba de caseta en caseta por la Feria de Agosto de Málaga acompañada del mayor muñidor del negocio bancario en Andalucía, que la iban a entrullar. Pero así son las cosas.
Tanto tiempo esperando y por fin ha llegado tu hora. Ya eres de los suyos, Julián. Ya puedes tratarlos más o menos de igual a igual. Ya estás con la mayoría de ellos. Y como te dé por hablar, puedes buscarle nuevos inquilinos a Villa Cerrojo en Alhaurín de la Torre. Por cierto, ten cuidado. Ahora que tienes a Roca contigo, vela por que no le dé por urbanizar el patio de la cárcel y trincar de ello. Con Pantoja o sin Pantoja, con poca pinta de marinero de luces, y mucha más de con pocas luces, ya estás en el trullo. Capullo, te gritaban ayer, quienes hasta hace poco te prestaban la voz, Muñoz. Desde hoy le has asegurado al canalillo, a la televisión que pagamos, vaya manera de tirar el dinero, todos los andaluces, programas y programas. Marisol Yagüe, la alcaldesa de coro rociero, y tú, el rociero devocional, vais a dar mucho juego.
O quizás no. Te cuento. Acabo de leer que el consejero Paulino Plata, autóctono con mando en Turismo, Comercio y Deportes, a quien los sociatas quieren poner de próximo alcalde de Marbella, ha dicho que la Junta piensa construir 51 piscinas climatizadas en Andalucía. Su coste se engloba dentro de un pellizco total de 1.800 millones de euros, quién los pillara. El director general de Tecnologías e Infraestructuras Deportivas, pieza clave en la adjudicación de las obras, es Leonardo Chaves. Y la sociedad que podía llevarse el gato de los euros al agua de las piscinas es Climo Cubiertas S.A., en la que trabaja Antonio José Chaves.
Ambos son hermanos, joé, cuánta hermandad, del presidente de la Junta de Andalucía. Y asegura Izquierda Unida, qué malos son estos rojos, que Leonardo incumple la ley al no inhibirse en las adjudicaciones a Antonio José. Y no veas lo que el PP está soltando por boca de sus representantes en el Parlamento de Sevilla.
Estamos en democracia, Julián. Todo el mundo, ya lo dice Paulino, tiene derecho a vivir, y no van a negarle ellos, políticos tan responsables y preocupados por el bienestar de sus conciudadanos, a una empresa en la que preste servicios un Chaves la posibilidad de recibir una lluvia de millones a modo de subvenciones o trabajos encargados desde la administración pública. Esa negativa sería inconstitucional, vuelve a decir el compañero Plata. Mucho compañerismo es lo que hay. Demasiado.
Quiero decir, Cachuli, que desde hoy los Chaves pueden ser objeto de debate en Canal Sur, esa televisión tan plural y abierta al diálogo. Hasta que se aclare el follón de las contratas y los dineros públicos. Y a ti te dejarán al margen. Y a Andreíta. No lo dudes.
La abstención o el estado de estar hasta los cojones
Manuel Díez de los Ríos
18.02.2007
No. Estamos en época de triunfo de don Carnal sobre doña Cuaresma, y muchas carnestolendas, mucho sobo y toqueteo de cuerpo, pero no. Aunque los chascarrillos y chistes, más o menos simpáticos, y los dichos jacarandosos, con más o menos ingenio, puedan correr de boca en boca, meras copias de las gracias de las chirigotas del Selu o del Yuyu, a quienes fríen y refríen sin pudor alguno letras y músicas, ritmo y compás, en todos y cada uno de los carnavales de estos días en Andalucía, una patochada tal, más que graciosa resulta siniestra. Y vergonzosa.
Una estupidez del calibre de "los andaluces no han acudido a votar en mayor número porque daban por seguro el sí al estatuto", puesta en boca de Chaves y Zarrías, sultán y visir del terruño, amo y capataz del cortijo, respectivamente, no es asumible. No lo es, salvo en el caso de considerarla un refinado ejemplo de manipulación del lenguaje, algo en lo que los políticos son consumados maestros.
Los andaluces (y andaluzas) no han ido a votar porque están hasta los cojones (y hasta el coño, que no me acusen de machista) de los políticos, de tanto mercachifle (y mercachifla) que tiene en el pesebre del poder su única razón de existencia. A la gran mayoría de andaluces (y andaluzas) les importa un carajo (y caraja) el estatuto (y ¿se puede decir la estatuta, señor Chaves?) con toda su ralea de voceros estatutarios (y voceras estatutarias) porque consideran que la política es sólo un pretexto para enriquecerse a costa de los demás. Tal vez no tengan el razonamiento adecuado para expresarlo, pero no les falta razón.
Cuando a eso de las diez de la mañana de hoy, un arriesgado reportero de la más sectaria de las televisiones autonómicas, esa que mayestáticamente se hace llamar "La Nuestra" ( es decir, la de Zarrías y otros cuantos, comisarios políticos en ejercicio et in pectore, válganme los latines), le puso el micrófono por delante a Chaves, el presidente, duchado y desayunado, largó por esa boquita de intelectual que tiene una --otra más-- de sus frases para la historia. Lapidaria. Si sus turiferarios están en lo que tienen que estar, deberían imprimirla y buzonearla por toda Andalucía. El presidente se merece eso y mucho más.
-¿Qué les diría usted a los andaluces en un día como éste?
- Animo a los andaluces y las andaluzas a votar, a votar libremente, y sobre todo pensando en los andaluces y las andaluzas.
Olé tus güevos, Manolo. Andalucía, la vieja Al Andalus, se te queda chica para tanto como tú le ofreces. Qué capacidad expresiva. Qué verbo. Qué facundia oratoria. Eso es nivel verbal y no lo que dicen los de la oposición. Olé. Y olé para tus apesebrados aúlicos (y apesebradas aúlicas), consejeros y consejeras, quienes, a eso de las dos de la tarde, cuando ya se sabía que los ciudadanos (y ciudadanas) habían votado (y votada) en un escaso (y escasa) porcentaje (y porcentaja) del 19 por ciento (y por cienta), se mostraban esperanzados (y esperanzadas) en que el resultado (y la resultada) del referéndum (¿tiene femenino esta palabra, señor Chaves?) superara en participación a consultas (y consultos) anteriores. O sea, mentían. Con toda sinceridad. Como suelen hacerlo siempre. Sabían que el fracaso (y la fracasa) estaba cantado (y cantada), pero se negaban a admitirlo (¿y admitirla?)
Todos los políticos (y políticas) tienen la cara de cemento armado (y armada). Tal vez por ello el precio de la vivienda sea tan prohibitivo. Y, sin lugar a dudas por ello, han conseguido que los andaluces (y andaluzas) estén completamente hastiados (y hastiadas) de ellos (y ellas). Hasta el coño (y los cojones, que no me llamen feminista) de la casta que han formado y de toda su casta. Lo están de los virreyes socialistas (y socialistos, que viva el socialistismo) que han conseguido en un cuarto de siglo, a base de ímprobos esfuerzos, mantener a Andalucía en el furgón de cola de Europa.
Lo están de los perdedores populares, con un Javier Arenas especializado, y especialista, en poner parches y más parches a sus fracasos, una ruina detrás de otra. Lo están de los ahora contestatarios andalucistas que, faltos ya de la cobertura pesebrera que les proporcionaba la Consejería de Turismo, de la que obtenían el necesario maná para dar prebendas y pagar sueldos, ponen morritos cuando el PSOE les ofrece encamarse como antes. Y lo están de los diegovalderistas de Izquierda Unida, los de la revolución pendiente, esos que se conforman con que Antonio Romero les eche un titular a los plumillas, y aspiran a un virreinado que no les llega, aunque puedan recibir unas migajas del reparto.
El resultado de esta consulta popular, políticos y políticas, lo vendáis como lo vendáis, ha sido una abstención que os debería poner a todos (y todas) en vuestro sitio. Es decir, en la calle.
Así las cosas, y para terminar el día, habida cuenta tanta trascendencia, importancia, relevancia y demás "ancia" que se le había dado al Estatuto (¿puedo decir la Estatuta, señor Chaves?) desde los despachos de la Junta, "la Nuestra", preocupada por dar a conocer puntual, cumplida y amplia información al sabio pueblo andaluz de lo que había sido la jornada del referéndum, ése que, en palabras de un destacado chufla con asiento en el Parlamento de Sevilla, "va a marcar el futuro de Andalucía en los próximos treinta años", una vez cerrados los colegios y conocidos los resultados, estaba dispuesta a mantenernos al tanto de todo.
Pero, visto lo visto, o sea, conocido el triunfo de la abstención (mayor debería haber sido), y como no podía vender la burra vestida con sus mejores galas, en lugar de un programa sobre el 18-F, que las siglas gustan mucho, puso una película americana. Eso es, qué duda cabe, estar al tanto de la noticia. Para que nos enteráramos bien de lo que unos cuantos han aprobado y de los contenidos de lo aprobado.
Eso no es un canal de televisión. Es un canalón con el que nos meten cuanto quieren. Tragaderas no nos faltan.
El muchachito Zapatero
Manuel Díez de los Ríos
21.07.2007
Se están barajando diversas opciones. La diplomacia ha entrado en funcionamiento, lo cual no quiere decir necesariamente que la guerra vaya a alargarse por tiempo indefinido, pero algo de eso hay. El mundo tiene experiencia más que sobrada en asuntos del matarile y sabe que cuando empiezan los bombardeos no se sabe cuándo terminarán.
Si la ONU, siempre tan onútil, pedía un inmediato alto el fuego, imaginemos lo que puede suceder. Y si el Gobierno español abogaba por una acción decidida para frenar la violencia, ¿qué querrá decir eso en el lenguaje de los funcionarios de Asuntos Exteriores?, podemos llevarnos las manos a la cabeza. Kofi Annan, ése tan ejemplar personaje de nombre parecido a una marca de café pronunciada en inglés, y Joseluis Rodríguez Zetapé, se ofrecían en cuerpo y alma al resto de mortales como decididos a redimirnos de los enfrentamientos entre el ejército israelí y los terroristas de Hizbulá, el partido de Dios, que en todas partes cuecen cristos y mahomas.
Miguel Ángel Moratinos, nuestro ministro de la cosa foránea, por una vez y ojalá valga de precedente, no había cometido desatino alguno, sino que, muy al contrario, estuvo bastante moratinado en su intervención para hablar del conflicto. Condenó los ataques de los criminales chiítas a ciudades judías, les consideró causantes de la crisis, y no justificó el uso desproporcionado de la fuerza.
Pero he aquí que, oh, es él, casi de inmediato, preso de ese gusto por la talantorrea que le tiene obnubilado y le impide mantenerse callado cuando debe, el presidente del Gobierno se descolgó con una retahíla de las suyas, un blablablá de diseño monclovita. No tan cantinflescas como algunas de Felipe, el González de toda la vida, pero también en tono parecido, sus asertos, da igual lo que diga, siempre parecen lo mismo. Lo suyo es llenarse la boca de palabros a los que (aseguran quienes saben de esto que cuando lo hace es porque está mintiendo) procede a cambiarles la acentuación. Y así pronuncia démocracia, cónstitucion, fávorecer, émigrantes y otra serie de lindezas fónicas.
Rodeado como estaba por jóvenes, ay, cuánta muchachada, se sintió más lleno de acné en la cara que sujeto de alopecia, más alumno en primero de universidad que jefe del Consejo de Ministros, más propio de colegueo que de confrontación de ideas, más dándole caladas a los Celtas cortos que haciéndole ascos al tabaco, y mitineó a sus anchas, quizás anteriormente asesorado por José Blanco, un estadista de nuevo cuño que, siempre en su particular estado de joseblanquez y elogio del buen rollo (recuerda, Pepiño, good roll, no lo olvides), es consciente de que las mayores estupideces se suelen formular en lenguaje político. Con palabras o con signos.
Así estaban las cosas, el escenario preparado, la audiencia revoloteona, cuando llegó este leonés afincado en Moncloa para, tras su esdrujuleada exposición, dejarse fotografiar con una kufiya, pañuelo o pañoleta, palestina, rematada en sus extremos por una bandera ídem. “Es que se la han puesto, que él no quería, que han pillado a los servicios de seguridad con la caraja, que han sido unos jóvenes”, decían miembros de su séquito de servidores para justificar la acción. Maldito signo.
Su ministro Moratinos, a quien dejó con el culo al aire de las colinas de Sión, en lugar de enmendarle la plana y darle unos detalles, no muchos tampoco, que no es cuestión de empacharlo, respecto a lo que está sucediendo en aquellas tierras, le aplaudió adulador. Calificó su gesto de juvenil, una chorradita, nada que mereciera leña al mono, interpretaciones políticas, ni muchísimo menos el enfado de la comunidad judía en España y fuera de nuestro país.
A partir de ahora, cuando Zetapé se plantee, verbigracia y llevado por su afán de desfacer entuertos, echarle una mano a los palestinos en sus problemas con los israelíes, lo mejor que puede hacer es colocarse una kipá, el gorrito hebreo. En la cabeza, claro. Y que lo haga como gesto de muchachote, de zangolotino agilipollado aún ante la vida, no como una manera de querer ofender a nadie. A buen seguro, los palestinos le agradecerán el detalle y le colmarán de bendiciones para él y los suyos.
El colegui ha tirado por los suelos con una de sus famosas talanteces y esa risa de oreja a oreja que no demostraba hallarse muy molesto con la foto, tal y como aseguraban sus pelotas cuando se enteraron de la metedura de anca, casi todo cuanto sus predecesores habían hecho en el terreno de las relaciones internacionales con Israel. Felipe las restableció y mimó, Aznar las consolidó y él las Zpcagó, que también así se escribe la Historia. No ha hecho un solo viaje a Oriente Medio, muy al contrario que los anteriores presidentes, pero ya se ha puesto barreras añadidas a cualquiera que pretendan prepararle. Sus predecesores podían servir, y de hecho lo hicieron, como mediadores en diferentes rifirrafes en Oriente Medio. Él parece empeñado en la solución sin solución. O acaso en eso que llama Alianza de Civilizaciones, nada que ver con civilizar aliados, en la que pretende integrar a demócratas (se supone que los israelitas entre ellos) con tiranos en cuyo diccionario la palabra democracia, no digamos su ejercicio, es una ofensa digna de castigo ejemplar.
El sueño de nuestro presidente, quién lo sabe, tal vez pase por sentar a la misma mesa a Mahmud Ahmadineyah, presidente iraní y uno de los mentores de Hizbulá, y a Ehud Olmert, primer ministro judío. Para que el árabe, hecho un mamut, le diga al israelí en su cara que hay que borrar a Israel del mapa. En plena democratización del odio y la mala leche, nada mejor que no andarse con tapujos.
Por fin te saliste con la tuya
Manuel Díez de los Ríos
29.06.2008
Hacía mucho calor aquel 21 de junio de 1964. En la mesa del comedor había dos botellas de Orange Crush, la Fanta de entonces, y dos vasos. Medio llenos o medio vacíos. Murcia, la ciudad de las siete coronas en su escudo, "la siete veces coronada y nunca bien barrida", que se decía antaño, ardía por sus cuatro costados, pensaba al modo lorquiano años después el niño que ese día contemplaba fijamente la pantalla del televisor en blanco y negro, sin perderse un solo detalle de la emisión. Era un aparato Marconi que recibía la señal del repetidor instalado en la Sierra del Gallo. Una emisión que, por aquello de los inicios de la televisión en España, solía fallar con demasiada frecuencia. Sin embargo, aquella final pudo verse íntegra.
A su lado, un hombre que fumaba un cigarrillo Rex, también estaba pendiente del partido de fútbol que ofrecía la primera, y única entonces, cadena de televisión en España. Cuando Pereda, no Amancio, centró hacia el área y Marcelino, lanzándose en escorzo hacia el suelo, cabeceó el pelotón que entró junto al palo izquierdo de la portería de Yashine, el mítico portero "araña negra", el hombre y el niño gritaron goooooool y se abrazaron. Fue un abrazo como se daban muchos domingos en La Condomina, para celebrar los goles del Real Murcia. Aquel hombre, que le llevaba de la mano hasta el estadio, le había metido al chaval el venenillo del fútbol en las venas.
- Qué bien, papá, España va a ganar la Copa.
- Sí. Y España va a ganar muchas más, ya lo verás.
- Menos mal que ha marcado Marcelino, porque Iríbar se ha comido un gol.
- Bueno, ha sido un churro, hijo, porque el balón le ha pasado por debajo del cuerpo.
El niño se sabía la alineación de España de memoria: Iríbar, Rivilla, Olivella, Calleja, Zoco, Fusté, Amancio, Pereda, Marcelino, Suárez y Carlos Lapetra. Guardaba los cromos de cada uno de los jugadores y cambiaba los repes con sus amigos, ayudado por aquel hombre que le decía: "Deja que lo haga yo, que a ti te pueden engañar". El hombre era como otro niño en el grupo donde se intercambiaban las estampas, las vitolas de puro, los cromos y las cajas de cerillas con los escudos de los equipos de Primera División.
España ganó la final y Franco, de paisano, no de militarón, que estaba en el palco con Carmen "Collares" (el niño no sabía entonces el apodo de la mujer del Generalísimo), entregó la Copa a Olivella, capitán de la selección y defensa central del Barcelona. Los jugadores pasearon a hombros a José Villalonga, seleccionador nacional, que había ganado como entrenador las dos primeras Copas de Europa con el Real Madrid de Distéfano, el futbolista que el niño siempre diría que es el mejor del mundo, y a quien vio en directo frente al Murcia en el viejo campo de los pimentoneros, ahora derribado.
- No sé cómo lo llevan en hombros, porque tiene que pesar mucho, está gordo.
- Jajajajajaja. Las cosas que se te ocurren, hijo...
Vinieron otras Copas de Europa, muchos goles, muchos regates, muchos pases al hueco, muchos éxitos del equipo de sus amores, aunque no de la selección nacional, pero el hombre ya no estaba. Tres meses después de la final ganada por España a Rusia, que fue también el último partido que vio, murió en el Carlos Haya de Málaga. Tenía 44 años de edad y mucha vida por delante, mucho halamadrid por decir con su hijo al lado.
Hoy, 44 años después, te has salido con la tuya, padre. España ha ganado la Eurocopa. Yo he podido verlo en la televisión de un bar, con mucha gente a mi lado, pero también muy solo. He vuelto a echarte de menos. Esta vez imaginando que, con tus ochenta y ocho años a cuestas, habrías cantado el gol de Torres, "ese rubiasco", nos habríamos dado un fuerte abrazo, y comentado cosas del partido. Como si fuera posible. Gracias, padre.
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